sábado, 7 de marzo de 2015

CARTA A MARIANA, DONDE SE MENCIONA A ÓSCAR BONIFAZ (parte VII y última)



Querida Mariana: ¿en qué nos quedamos? ¡Ah, ya! En una anécdota que me contó Bonifaz y que sintetiza (si es posible decir esto) su secreto para permanecer siempre joven. Ahí, sentados ante la pequeña mesa de madera de su cocina, adornada con un mantel de tela, me contó que una vez su hijo Alex, siendo estudiante universitario, le llamó por teléfono y, alarmado, le dijo que le sucedía un fenómeno extraño, mientras leía el libro de química, las palabras se desprendían de las hojas, flotaban, subían al techo, rompían el techo y ascendían más, pero de pronto, como si fuese una tormenta, las palabras caían en cascada y venían en alud contra él. Maestro Óscar lo escuchó con atención y cuando Alex terminó de contar, él le dijo que no se preocupara, que se mantuviera tranquilo, que dejara que las palabras se desprendieran de las hojas, se elevaran, rompieran el techo y que a la hora en que, en tropel, vinieran contra él les hiciera así, y el maestro abrió la mano izquierda e hizo un hueco, como de horqueta, entre el pulgar y el índice y en seguida, llevó el dedo índice de la derecha y lo somató varias veces en el hueco de la palma izquierda. Con esto quiso decir que los mandara a ¡la chingada! ¿De verdad ésta es la clave de Bonifaz para mantenerse en un estado de armonía permanente? Pareciera que sí, ¡no hacer caso a los problemas! Dejar que la vida fluya como río de agua limpia.
En el año 2010, la Universidad Mariano N. Ruiz y el Centro Cultural Rosario Castellanos le hicieron un homenaje por su cumpleaños ochenta y cinco. Del 6 al 10 de septiembre hubo una serie de actos celebratorios. ¡Cinco días dedicados a la vida y obra de este personaje comiteco! Al término del homenaje, en el corredor de la Casa de la Cultura (espacio creado por él) me acerqué, mientras hablaba con su hijo Alex, y le dije: “Nos vemos en los noventa”. Él sonrió y yo también. Bueno, ahora ya estamos cerca de su cumpleaños noventa. Una mañana de éstas lo encontré en el Pabellón Municipal, después de saludarnos le recordé el compromiso y, muy serio, me dijo: “No, no voy a estar en Comitán, tengo que ir a la ciudad de México, porque Alex…”, y salió sin despedirse. Sonreí porque me acordé de esa noche en que dijo que sería padrino de bautizo. ¡Por el amor de Dios! ¿Qué bautizo se realiza a las nueve de la noche?
De todos modos creo que será bueno celebrar los noventa años de nuestro autor literario. En sus ochenta y cinco hicimos un guateque.Tal vez será bueno hacer una revisión de su obra completa. Que los jóvenes se acerquen a leerlo y que los críticos hagan una crítica de cada uno de sus libros. A final de cuentas el mayor reconocimiento ya le fue entregado en diciembre del año pasado: ¡el Premio Chiapas! Este premio también tuvo un intenso recorrido. En el año 1987, la Biblioteca Rosario Castellanos impulsó su candidatura. Decenas de instituciones vieron con agrado tal propuesta y firmaron cartas de adhesión. Ese año, Federico Álvarez del Toro recibió el galardón. ¡Ni modos!, dijimos, ahí será para la otra. La otra fue el año pasado.
En el año 2005, iba manejando mi carro en un bulevar de la ciudad de Puebla. Iba a comprar papel a la papelería Lozano, cuando escuché por la radio que el gobierno de Chiapas había conferido la Medalla Rosario Castellanos a Bonifaz. Me detuve y sonreí. Desde Puebla celebré la noticia. Cuando regresé a la casa, a punto de llamar por teléfono al maestro para felicitarlo abrí una página de Internet y lamenté la noticia. La medalla le había sido conferida a Bonifaz, sí, pero a Bonifaz Nuño. Ya no me dio tanto gusto la noticia. Este 2014 sí disfruté la noticia, porque junto a mi maestro Heberto Morales Constantino, Óscar Bonifaz también recibió la distinción que le es otorgada a muy pocos chiapanecos.
¿Qué más, mi niña? Tengo mil bultos más de palabras. Muchas se quedan en el tintero. En su más reciente novela un personaje del siglo pasado dice que la mayor virtud es el silencio. Esto no es así. Mentira que calladitos nos vemos más bonitos. Es preciso hablar. He querido, en esta serie de cartas que te he enviado, hablar de Bonifaz, de mi relación con él, de cómo lo he visto y de cómo lo veo. Queda en el tintero el análisis de los últimos tiempos. Si Dios me lo permite esperaré la perspectiva que otorga el tiempo para poner su personalidad en el plano objetivo. En estas líneas que escribí y que tuvieron la pretensión de hacerte llegar mi visión acerca de este personaje está decantado mi cariño por él. Trato (siempre lo he hecho) de poner a mis semejantes en el plano real, sin olvidar que cada uno de ellos no es más que un simple hombre que cumple con su tiempo y con su circunstancia. De una cosa estoy seguro, mi cariño por él es inamovible.

Posdata: en el barrio de San Sebastián hay un restaurante que vende tamales de bola (César Robles me aseguró que eran los mejores tamales de bola de la región y ya Paty, que los probó, dice que, en efecto, son muy buenos). Dicho restaurante se llama “El tachilgüil”. En las paredes hay cuadros con la columna de Bonifaz que publicó en el Boletín Imaginarte, ese maravilloso medio impreso que es también un referente en la historia de Comitán y que se debió a la inteligencia y espíritu generoso de Lourdes de La Vega y Xavier González. En el mundo hay restaurantes que son como homenajes a los grandes escritores. Este restaurante comiteco es un homenaje a Bonifaz, un homenaje envuelto en hoja de tamal. Nunca he cenado en ese local, pero debe ser un privilegio sentir el aroma de los tamales recién sacados de esa nube vaporosa de la olla, mientras el comensal se divierte leyendo las anécdotas del maestro.
El Tachilgüil se hizo popular en el boletín. El maestro hizo un libro que fue un éxito editorial. La edición se agotó. ¿Qué contenía el Tachilgüil? Anécdotas y chistes. Anécdotas comitecas y chistes de todo el mundo que, al pasar por el tamiz de Bonifaz, adquirieron ciudadanía.
Copio un Tachilgüil para que mirés por dónde iba esta vaina. Este Tachilgüil se llama Comedimiento: “Don Julián, aquel viejito que vive en la ranchería El Ocotal Ojo de Agua, del municipio de La Trinitaria, vino aquí a Comitán a comprar sus cositas y, naturalmente, también compró su pachita de trago que se bebió hasta la última gota. Ya bolito pasó a la veterinaria y le gustó un pollito tierno que, naturalmente, se llevó para contentar a su mujer. Metió al animalito dentro de su camisa, subió al autobús, se sentó y se quedó bien dormido. El pollito aquel, medio asfixiado, buscó aire y se asomó por la bragueta semi abierta de don Julián. ¡Pi! Una señora, también de rancho, muy comedida, sacudiendo al viejito del hombro le dijo alarmada: Don Julián, don Julián, despiertesté; como que se le acaba de reventar un huevo”.
¿Otro? Ahí va uno que se llama La viuda cortés: “Pues fijesesté que mi comadre Enedina me pidió que yo la acompañara para unos asuntos que dejó pendientes su marido recién muerto. Llegué a su casa y antes de salir a la calle, mi comadre entró al baño a hacer pipí. Al salir me dijo: “¡Salud, compadrito!”. Luego yo también entré al baño para hacer pipí y al salir también le dije: “¡Salud, comadrita!”. “Bueno, compadrito, ya que nos dijimos salud, ¿por qué no chocamos los envases?”.
¿Mirás? Son como pildoritas cuya pretensión es provocar la risa. No va más allá. Por supuesto que contienen una buena dosis de picardía. El humor mexicano, el de pueblo, tiene vasos comunicantes con el albur y el doble sentido. El humor tiene que ver con la vida. Bonifaz comparte, a diestra y siniestra, ¡la vida! La ha compartido a través de sus obras y a través de su plática. La vida fluye más plena cuando uno está a su lado escuchando sus anécdotas.
He tenido el privilegio de gozar del aprecio de Bonifaz. Me ha obsequiado sus libros y, de manera invariable, en sus mensajes pone algo como esto: “A Alejandro, comiteco que como él quisiera que fueran todos”. ¡Dios nos libre! Sé que lo dice en buena onda, pero no imagino un pueblo uniforme. No imagino, tampoco, un pueblo lleno de cientos de Óscar Bonifaz. Él es único. Para que este pueblo, también, siga siendo único es preciso que cada comiteco conserve su autenticidad. Única sos vos, mi niña bonita, nunca nadie alguien como vos. Sólo yo tengo el privilegio de tu afecto más cercano. Muchos quisieran, pero no es así. Por esto, cuando alguien me pregunta por vos, le digo que por ahí andás, que andás pajareando por saber qué cielos.
¡Larga vida a Óscar Bonifaz! ¡Larga vida a todas sus ingeniosidades! Comitán es único por la calidad de su gente. El mundo entero vuelve la vista hacia este lado y sonríe al saber que hay un pueblo en la vida que ama la vida. ¡Cotz con Óscar Bonifaz!