Los seres humanos creamos culturas. Observamos, pensamos, imaginamos, obramos, comunicamos nuestras experiencias... Somos variados. Construimos nuestra "realidad". Fabricamos opiniones y maneras distintas de narrar nuestras vivencias. Este espacio expone estudios y trabajos del campo de la antropología del bienestar y la salud así como de la antropología de la naturaleza, sus componentes y sus leyes mostrando diversas concepciones y acciones que en esos terrenos se pueden dar y llevar a cabo en las culturas y sociedades del mundo.

Foto: "Águila peleando con serpiente". Tatuaje clásico del artista: Alvar Mena (La barbería tatuajes. Salamanca)

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SEGUNDA ETAPA

Etnobotánica y etnoecología (I).

(Autor de textos y fotografías: Alfonso J. Aparicio Mena. Texto sacado del estudio: "Etnobotánica palentina. Plantas y espacios para curar". No se pueden tomar las imágenes sin permiso expreso del/los autor/es. En cualquier referencia de texto debe citarse debidamente la fuente).


Las plantas siempre han jugado un papel importante en la experiencia humana. Para curar, para alimentar, para adornar, para construir, para soñar, etc., los vegetales han sido y siguen siendo utilizados por el hombre en todos los lugares del mundo. Las experiencias con las plantas generan “conocimientos vivenciales” que, transmitidos de generación en generación modifican, adaptan o engrosan el tesoro cultural de las tradiciones. Las plantas en el medio tradicional adquieren vida comunicativa a través de las referencias de las gentes. Las plantas en la comunicación científica cobran otra vida, “animadas” por un discurso diferente. Las plantas comunicadas forman una categoría distinta de la de las percibidas por los sentidos. Las plantas, en cuanto conocidas, son imágenes trasmitidas por el lenguaje (verbal, pictórico…) y/o representaciones esbozadas en nuestra mente por las experiencias resultantes de las interacciones con ellas[1].
Algo similar podemos decir de los espacios. La vivencia de los lugares, la experiencia de nuestras interacciones con ellos, las percepciones del medio circundante y las comunicaciones de dichas experiencias, lo llamamos aquí etnoecología. En el presente estudio también se exponen referencias etnoecológicas relacionadas con el bienestar. Por ejemplo, cuando nuestro amigo e informante Luis habla del Cerrato como un espacio especial e hipnotizador que le atrae y le envuelve, penetrando en sus ojos, en su cuerpo, en su corazón y en su espíritu, está refiriendo una vivencia de la interacción con su medio ambiente cotidiano en la que interpone una idea poética propia. El resultado es la trasmisión narrativa de un espacio vivido. Un espacio cultural, pues, y una experiencia de bienestar que se puede planificar y provocar. La etnoecología se trasforma así en ecoterapia.
Existe un conocimiento convencional de las plantas, objetivo, positivo, científico, ordenado dentro del estudio de la ciencia biológica; y otro experiencial, subjetivo, cercano al corazón y alojado en los recuerdos de vivencias personales o escuchadas. A veces, también se oye decir que uno es “verdadero” y el otro “folklórico”. En realidad, ambos son verdaderos ya que nacen de contextos con su ordenación particular. El botánico proviene del estudio biológico y el popular de las experiencias de las gentes. Pero, en el fondo, ambos terminan siendo de naturaleza discursiva: imágenes lingüísticas, ideas vestidas con palabras (en un caso, científicas; en otro, populares).
La botánica es definida como ciencia que estudia los seres vivos del reino vegetal, cómo nacen, cómo están constituidos (partes y relaciones entre ellas), cómo se nutren, cómo funcionan, cómo crecen, cómo se distribuyen geográficamente, cómo se relacionan, cómo se protegen, cómo se reproducen, cómo han evolucionado, cómo enferman y cómo mueren. Los botánicos hacen clasificaciones, definen y diferencian grupos de plantas, las estudian individualmente, estudian su pasado, exponen sus características particulares en el presente, etc.
La etnobotánica es una disciplina antropológica dedicada al estudio, análisis y difusión de ideas y comunicaciones de experiencia de las personas con las plantas. El etnobotánico escucha narraciones y observa comportamientos, actitudes y relaciones de los seres humanos con los seres vegetales y con otros humanos interactuando con las plantas. Los estudios monográficos (botánicos) sobre determinadas plantas también son, o pueden ser, objetos de estudio y análisis de la etnobotánica porque, aunque trabajos específicos de la ciencia biológica, son también comunicaciones que, en ocasiones, trascienden el puro estudio taxonómico o descriptivo, exponiendo usos y relaciones de los vegetales con el entorno humano (local).
Francesco Di Ludovico escribe: La etnobotánica se ocupa de estudiar las interacciones entre el hombre y las plantas (Di Ludovico, 2009: 22). Al uso medicinal que las gentes originarias hacen de las plantas, Di Ludovico le llama: etnofarmacología (Di Ludovico, 2009: 22), que es a lo que nosotros aquí designamos con la expresión: “Etnobotánica-plantas para curar”. El médico y etnobotánico italiano precisa los significados de los términos y el campo con el que se relacionan. A la etnobotánica le relaciona con el trasfondo filosófico-religioso de la visión del mundo de esas poblaciones. En nuestra obra, al hablar de plantas para curar, nos referimos más a las plantas comunicadas por las gentes conteniendo todas las asociaciones culturales (tradicionales, científicas, religiosas, mágicas…) que pueden hacerse. Englobamos en ese amplio marco el concepto específico de etnofarmacología que Di Ludovico explica magistralmente en su obra: Il Giardino dei due mondi, donde contrasta aspectos etnobotánicos de Mesoamérica e Italia.
Desde un enfoque antropológico del entorno, combinado con la etnoecología, se estudia a los grupos humanos en relación con el medio, cómo ven ese medio, cómo lo trasmiten en la tradición, qué representaciones hacen de él, cómo observan y entienden la relación y la repercusión del medio en la comunidad, y de la comunidad en el medio, cómo integran el entorno en sus vidas, etc. Desde un enfoque etnobotánico nos adentramos en la naturaleza a través de las plantas, vistas y entendidas por los propios miembros de las comunidades estudiadas (Aparicio, 2009: 134).
En un trabajo botánico buscaríamos las explicaciones de los expertos y estudiosos de la ciencia biologista. En un estudio etnobotánico son las opiniones de quienes interactúan con las plantas y sus experiencias las que nos interesan. Esos protagonistas pueden ser tanto expertos botánicos como conocedores y practicantes de la curación tradicional; también, personas comunes y consumidores de alimentos vegetales o usuarios de  la terapéutica natural.
Si se accede al estudio etnobotánico desde una formación y posición exclusivamente biologistas   se seguirán los procedimientos de la ciencia (estudios clínicos para validar los usos curativos de las plantas llamadas medicinales, o estudios de determinadas plantas). Si se accede al estudio etnobotánico desde la antropología se seguirá generalmente el método etnográfico sin descartar la inclusión de la perspectiva etic (clasificaciones, descripciones, explicaciones diferenciales, etc.). El estudio antropológico de las plantas para curar valida las explicaciones y experiencias de los miembros de las culturas y grupos estudiados reconociendo dichas comunicaciones de igual rango y nivel que las científicas por provenir unas y otras de los asientos culturales propios de cada colectivo (el científico-biologista, el tradicional, etc.). Teniendo en cuenta que son esos asientos los apoyos organizativos de los grupos humanos, los pilares de su equilibrio, los ejes de su organización y las líneas de su continuación y progreso (proyección en el tiempo como grupos diferenciados de otros), aquí no hablamos de necesidad de contraste y validación a través de estudios clínicos de las llamadas por las gentes “plantas curativas”. De hacerlo así, incurriríamos en valoraciones etnocentristas que reconocerían únicamente la llamada “ciencia convencional” como el “camino verdadero” del progreso y del conocimiento. Existen en realidad tantos caminos verdaderos y líneas de progreso como grupos, sociedades y culturas hay en nuestro planeta. Grandes antropólogos como Clifford Geertz o Franz Boas ya escribieron sobre ello. Remito al lector a sus obras si quiere profundizar en el conocimiento de la ciencia antropológica.


[1]           En algunas etnias de América o África los seres vegetales “mentales” también pueden ser trasmitidos por entidades superiores (del mundo, de la naturaleza, del cosmos).

Bibliografía: 
Aparicio, A.J. 2009. "Cultura tradicional de salud y etnomedicina en Mesoamérica". Trafford Publishing. Alberta (Canadá).
Boas, F. 1993. Las limitaciones del método comparativo de la antropología. En: Bohannan, P, y Glazer, M., "Antropología.Lecturas". Mc Graw-Hill. Madrid.
Di Ludovico, F. 2009. Il giardino dei due mondi, un viaggio nell´esperienza erboristica della Mesoamerica e dell´Italia. Aracne. Roma.
Geertz, C. 1990. Interpretación de las culturas. Gedisa. Barcelona.

1.1. Apunte etnográfico: comarca del Cerrato palentino.

Siguiendo a Gonzalo Alcalde Crespo, La comarca natural e histórica de El Cerrato Castellano afecta en la actualidad, geopolíticamente hablando, a tres provincias de la autonomía castellano-leonesa: a la parte sur de la provincia de Palencia, al suroeste de la de Burgos y al norte de la de Valladolid…El Cerrato palentino limita al Norte con las comarcas naturales de Tierra de Campos (Palencia) y Campos de Castrojeriz (Burgos); al sur con el Campo de Peñafiel, Los Pinares y La Ribera (Valladolid); al Este con los ríos Arlanza y Esgueva (Burgos) y por el Oeste con los Montes Torozos y el río Pisuerga (Valladolid) (Alcalde, 1997: 9-10).
Se trata de un espacio bien diferenciado del resto de las comarcas naturales palentinas. Constituido por cerros y colinas redondeadas y desgastadas, de materiales calizos, viste su superficie con áreas de matorral y monte bajo combinadas con encinares carrascales cuyo verde destaca sobre el blanquecino tono del suelo reseco y polvoriento. La economía tradicional ha sido, y sigue siendo, la agricultura a la que se suma la cría de ovejas cuyos lechazos constituyen uno de los elementos principales de la gastronomía tradicional cerrateña. El queso es otro de los productos ofrecidos en la actualidad en diferentes empresas y negocios productores locales. Sólo en los últimos tiempos, se ha pensado en atraer turismo, preparándose algunas zonas para caminar o para visitar monumentos; pero faltando aún mucho por hacer en este terreno, no contándose con una buena infraestructura y distribución por todo el territorio de lugares de reposo y restaurantes. Pese a ello, los cerrateños son acogedores y en sus fiestas locales, romerías, etc., se disfruta y se conocen aspectos del pasado muy bien conservados.

-Referencias etnobotánicas y etnoecológicas.


En pleno corazón del Cerrato nos encontramos a Luis, hombre asentado en la cincuentena, de aspecto saludable y ágil. Es interesante describir su entorno físico pues será uno de los espacios de interacción y referencia más influyentes en la construcción de sus explicaciones. A nivel sensorial, la incidencia permanente de un determinado espacio (suelo, paisaje, clima y peculiaridades locales) genera percepciones únicas que, trasformadas en experiencias van  conformando el depósito de imágenes que ayudarán a crear explicaciones originales del mundo y de las cosas; en este caso, de las plantas. El ritmo lento de la vida en el campo, la cadencia armoniosa de la naturaleza, la relación de dependencia del suelo respecto al cielo (necesidad de lluvias en un momento dado, insolación suficiente para que maduren las plantas, etc.), la consecuente acomodación de quienes dependen de la economía agrícola, la “paz natural”, el silencio y la rutina, cincelan en los habitantes del medio rural rasgos que definen sus rostros, sus andares, sus pensamientos, su bienestar y sus males, pesando de forma inexorable en la elaboración de sus juicios y en la fabricación del discurso cotidiano. La localidad en la que habita Luis, Villaconancio, se halla en un amplio valle descendiendo del páramo por el que trascurre la carretera de Palencia a Aranda de Duero. Son cerros viejos y erosionados formados por materiales yesíferos. El sol del atardecer se refleja en los innumerables “cristales de bruja”; y el verde de los montes de encinas, enebros y pinos contrasta con la blanca aridez de laderas y caminos. Senderos pedregosos y polvorientos son las vías por las que transita diariamente Luis, enamorado de esta tierra severa. Le gusta caminar y suele hacer varios kilómetros todos los días, en invierno y en verano. Asciende a las cumbres redondas; desciende zigzagueando entre el espliego y el tomillo; se sienta a la sombra de las encinas, bebe el agua de las fuentes limpias; y contempla, desde los altos o desde los arroyos y riachuelos de los valles, los horizontes desdibujados de su tierra: un paisaje que cautiva, señala. Es agricultor. Cuando no trabaja los campos o recoge el cereal, se pasa el tiempo paseando y charlando con sus convecinos y amigos. Buen conversador, habla rápido, encadenando con elegancia las distintas partes de su conversación. Hace diferencia entre salud y bienestar. Para definir salud utiliza el estereotipo general (equilibrio del cuerpo y de la mente). Hablando de bienestar, se centra en la experiencia. Para él, el bienestar engloba la salud y más cosas (objetivos personales, relación con los demás, etc.). El bienestar es el deseo del ser humano que tiene salud y aspira a más cosas, dice. Conoce las plantas locales y las que sirven expresamente para determinados problemas según sus tradiciones familiares. Se define como un hombre religioso a su manera:
Creer en algo tiene grandes beneficios para la salud, repercute para bien. Aunque creo en un ser superior, no lo puedo explicar. Lo que percibes con los sentidos puede proporcionarte gozo, sobre todo si el cuerpo está bien. La vista es el sentido con el que más se goza. Lo que te rodea y que ves en el campo es más saludable que lo que te rodea y ves en la ciudad. También te influyen percepciones no sensoriales y sueños. Yo he visto cosas que no puedo explicar. Aunque esos hechos me han aportado alegría, también me han influido negativamente porque he tratado de hallarles solución racional y no he podido. Todo lo que no puedo demostrar, aunque experimentarlo me dé gozo, me crea intranquilidad por ser inexplicable.
Luis cuida su alimentación pero no sigue lo que pudiéramos llamar una alimentación tipo. Come de todo lo que le ofrece el contexto rural y el urbano, sin exagerar. Tal vez está ahí el acierto de LuisCon poco me basta, subraya. Bebe mucho líquido. Considera la naturaleza como una especie de “templo sanador”. Las plantas, por lo tanto, como partes de la naturaleza, pueden ayudar a que estemos bien en forma de alimentos o de remedios. Expresa: A la naturaleza hay que quererla, desde luego. Algo que no se ama no te puede prestar ayuda. Sin la naturaleza no seríamos nada. Emanamos de ella. Para mí es muy importante. Se preocupa Luis por los alimentos excesivamente manipulados, envasados o enlatados. Cree que llegan adulterados ya desde el inicio de la cadena, por pesticidas, abonos y otros productos. Considera que la mala, inadecuada, deficiente y desordenada alimentación tiene gran responsabilidad en las enfermedades. Afirma: La situación es irreversible. Los procesos industriales y la presentación (de los alimentos) se imponen. Nadie los puede parar. En el campo hay opción a consumir alimentos más frescos y saludables.
No ve Luis en las plantas potencialidades más allá de las naturales, tanto en las que sirven para alimentar como en las que se usan para curar. Sin embargo, entiende esas capacidades naturales dentro de una visión, diríamos, poética de la naturaleza. Expresa una doble tendencia en su discurso: racional-científica por una parte y espiritual-poética, por otra. Para Luis, más que ver las plantas, o determinadas plantas, como elementos vegetales usados para fines terapéuticos específicos, las ve como partes de un todo natural cuya acción reequilibradota se ejerce a través del acto de la contemplación. A esto le llamamos: ecoterapia, o ecobalance. Cuando dice que las plantas y la naturaleza te cuidan y te quieren, lo dice dentro de un planteamiento estético-poético y de relación de reciprocidad necesaria entre el ser humano y su medio natural. Luis no es un hombre con estudios oficiales; sin embargo, ha leído y lee mucho. Es crítico y apoya con razones todas sus afirmaciones.
En un trabajo etnobotánico no se generaliza (no se debe generalizar) sino todo lo contrario: se particulariza y se estudian en profundidad las singularidades discursivas de los informantes y colaboradores. De entre todas las referencias que he recogido en las comarcas palentinas, la de Luis me parece bastante original. Sin embargo, es, como cualquier otra, la expresión de la experiencia que la interacción en/con un espacio (físico, social y cultural) concreto proporciona.
Otro de nuestros protagonistas cerrateños es Martín, originario del Sayago (Zamora) y antigüedeño de adopción. Jubilado, es, como Luis, un hombre delgado, ágil, andador y poco amante de las grandes comidas y las grandes sentadas. Muy aficionado al cultivo de árboles frutales y productos de su huerto, ve en dichas tareas las actividades que le proporcionan mayor placer y bienestar. En ese medio natural afirma ser feliz. Allí se abstrae de los problemas de la vida cotidiana y del mundo. Ama los vegetales y cuida los productos con gran esmero y cariño. Para Martín estos productos, obtenidos con dedicación y mimo, tienen algo especial, saben mejor y colaboran al bienestar general de la persona. Ve en tomates, habas, lechugas, pepinos, pimientos y calabacines potencialidades naturales cuyas explicaciones técnicas deja en manos de la ciencia. En su opinión, sus productos son alimentos sanos. Eso le basta, y es lo principal. Anima a comerlos y explica algunas de sus particularidades culinarias. Asocia a sus tomates o a sus calabacines valoraciones experienciales (personales) del sabor, de su digestión, del color, del tacto. Martín nunca fumó ni bebió. Es un hombre inquieto. Se mueve mucho y duerme buenas siestas. Levanta pesos importantes casi con ochenta años, cosa que es necesario ver para creer. Es buen conversador y le gusta el tema de las plantas y hierbas medicinales, muy usadas en su tierra natal. Aprendió de su familia el uso de algunas de ellas, principalmente para el cuidado de los animales en una época en la que éstos eran tan importantes para la supervivencia familiar como los propios hijos. Construye su discurso con la herencia cultural y las vivencias de su Sayago natal más los aportes obtenidos a través de las experiencias de la vida en tierras palentinas. Comparte con Luis una unión profunda con la naturaleza. El cielo, la tierra, el agua, el aire, los cultivos, los animales, los árboles, el sol, la luna, la noche y el día se retratan en la piel y en el espíritu de ambos. Aman las plantas y hasta el barro de la tierra que las rodea. Martín ha estado pocas veces enfermo. Cuando se siente mal, echa mano a los remedios trasmitidos por su abuelo. Tisanas de manzanilla  (Matricaria chamomilla) recogida por su mano, o del llamado té de montaña o té de páramo (Jasomia tuberosa), tomadas en vaso de cristal, le hacen sentirse mejor cuando tiene una digestión pesada. Disfruta su manzanilla mostrándote el vaso y sonriendo, resaltando: ¿A que no has tomado otra manzanilla tan exquisita como ésta? Tiene un sabor único. Y mira qué color. Asocia a sus plantas para el bienestar el simbolismo de la confianza, heredado, junto con los conocimientos de uso, de su familia. Tocar las semillas de las hortalizas, plantarlas, regarlas, ver crecer las plantas, cuidarlas hasta la madurez y recogerlas es casi un ritual cada temporada con efectos terapéuticos en sí. Y las peras, guindas, manzanas y ciruelas de sus árboles, las pone por las nubes. La dura tierra del verano cerrateño, lleno de contrastes, así como el frío ambiente del invierno local han cimentado una amplia base en el pensamiento de Martín a través de su experiencia. Utiliza el estereotipo general y convencional para hablar de salud y enfermedad, pero amplía el campo del significado al hablar de bienestar o malestar. Estar bien no es sólo para él tener ausencia de enfermedades; es también sentirse libre realizando sus proyectos. Para Martínmientras trabajas luchas, te enfrentas a las dificultades, buscas soluciones y te esfuerzas por conseguir tus objetivos. Eso te hace vivir. Como en el caso de Luis, en el de Martín la dedicación a una ilusión da un sentido especial a su vida, sobrepasando el límite de la supervivencia cotidiana. Ese bienestar y esa satisfacción logrados en determinados momentos pueden ser reproducidos en el pensamiento en otros momentos planeando la continuación de los proyectos, o pasando revista a lo realizado. Tanto Luis como Martín son hombres muy sociales, pero gustan de aislarse en sus parcelas físicosimbólicas para deleitarse con el bálsamo experiencial de las interacciones correspondientes (ecoterapia y ecoreequilibrio).
Le pregunto a Martín si al final del día se siente muy cansado, tanto ir de acá para allá. Me responde que no, que lo normal; unos días más, otros menos. Le pregunto si el trabajo le despierta el apetito. Me contesta que no, que tiene siempre un hambre normal. Como bien, pero sin ansia, señala. Lo veo después de un duro día de trabajo y aún tiene ganas de hablar y comentar lo que va a hacer al día siguiente. No aprecio en él la mirada cansada  o el peso de los años típico en una persona de su edad. He conocido otras personas como Martín o Luis, enjutas, activas, vivas, positivas y muy unidas a la naturaleza, a su naturaleza (teñida con su visión personal). Además del huerto y los árboles, Martín se está haciendo poco a poco una casita. Él mismo fabrica vigas de hormigón, se hace su molde y coloca las varillas de hierro de forma que la viga sea, según él, más resistente. Lo he visto desplazar dichas vigas, empujándolas.
Martín no usa medicinas; sólo infusiones y, como él dice, los frutos de su huerta que son mejores que las medicinas. Confiere a sus hierbas capacidades curativas que trata de hacerte ver cuando te explica sus propiedades. Martín valora la sensorialidad de los frutos y las plantas: sus formas, sus colores, sus texturas y dureza, sus aromas y olores, su sabor. Esa subjetivización de frutos y plantas es muy común entre gentes del campo que cultivan sus propios alimentos. Confían en la fuerza de la naturaleza, en su poder curador y reequilibrador (indefinible) a través de la ingestión de los productos cultivados.
María, de Antigüedad, 83 años, recuerda a su abuela y lo que ésta le contó de pequeña en relación con la curación natural, las plantas y otros contenidos tradicionales. Además del romero con vino, usado para fortalecer el cabello y evitar su caída, refiere usos de plantas en infusión como la manzanilla para las digestiones, el tomillo para el catarro de nariz con moco acuoso o la tila para dormir y descansar mejor. También, los velos de cebolla ligeramente tostados y con unas gotas de aceite de oliva, para los “callos” y “gordeces” de los pies. Recuerdo que mi abuela tenía el hongo del té que criaba en dicha bebida la cual se tomaba con mucha fe e interés advirtiéndonos que tuviéramos cuidado no se lo tirásemos. Nosotras siempre se lo respetábamos. Decía que le iba muy bien para el bienestar en general. Señala que su pueblo siempre fue una fuente rica en tradiciones de este tipo, y en otras relacionadas con la magia popular. En la actualidad se habla de Antigüedad en algunos medios y en ciertos programas televisivos de entretenimiento tratando temas esotéricos y mágicos. Sin embargo, no todos los antigüedeños están enterados. Pregunté a un número importante de ellos y sólo algunos me refirieron saber de gentes que van a la zona a rezar, a meditar o a estudiar supuestos fenómenos místicos o paranormales. Parece ser, según cuentan, que, tanto el pueblo como algunas áreas próximas (Garón) son espacios “especiales” para la manifestación de dichos fenómenos. Al respecto, puedo contar que, estando con Luis y Martín en la fiesta de septiembre, durante la misa celebrada al aire libre en Garón, el primero de mis acompañantes en un momento dado se dirigió a Martín y a un servidor señalándonos con el dedo el lugar donde se encontraba la imagen de la Virgen diciéndonos que veía una especie de “sombra no natural” al lado de la imagen. Nosotros, por más que intentamos ver dicha sombra, no apreciamos nada. Luis insistió e insistió pero, por nuestra parte, todo lo que vimos fue la claridad y la luminosidad propias del mediodía soleado. Ahí lo dejamos. Tiempo después, Luis aún me recordó dicho hecho. Nadie más que él pareció “verlo”. Grupos de meditación y espiritualidad van a menudo a meditar a Antigüedad según me han referido personas pertenecientes a los mismos. María valora las plantas locales para pequeños “arreglos” de la salud cotidiana. Es una mujer religiosa y, aún refiriendo que la naturaleza y las plantas son la obra de Dios, no ve en los medios vegetales usados para curar otros poderes que los naturales, explicados por la ciencia biológica o por la tradición naturalista familiar.

-Referencia bibliográfica: 
Alcalde, G. 1997. El Cerrato palentino. Cálamo. Palencia.


-Recomendamos visitar la página web del Museo del Cerrato de Baltanás donde, además del área etnográfica e histórica, se muestra una excelente pinacoteca, todo ello dentro de tres edificios, uno de ellos del siglo XVIII:


http://www.museodelcerrato.com/index.asp

-Algunas imágenes del Cerrato.