Biografía

de una escritora inevitable

Biografía2023-09-10T10:37:42-06:00

Inicios

Mi carrera como escritora no tuvo un comienzo espectacular ni extraordinario. Inició como el de cualquier otro: descubriéndome lectora y amante de los libros.

Los primeros que recuerdo eran de cuentos, una colección de Disney titulada Un cuento para cada día. Cuatro tomos en pasta dura con 365 historias, como su nombre lo indica. Me la regaló un tío allá por 1981, cuando volví a Monterrey después de una estancia de dos años en el DF. Y lo leí tantas veces que terminó rompiéndose. Quizá leí algo antes, quizá mi mamá me leía, no lo sé, no puedo estar segura, mi memoria es muy mala.

Cuando agoté los cuentos leí las enciclopedias de la casa, los libros para hacer manualidades, libros de aviones o del espacio con bonitas ilustraciones; libros sobre cómo dibujar el cuerpo humano, etc. Cada visita a casa de mis abuelos era de esculcar sus periódicos para obtener las tiras cómicas o explorar sus libreros. Así me encontré (y me robé) una novela gráfica de Sisi Emperatriz y varios títulos de la autora Agatha Christie. Cada domingo, en el paseo familiar, mi papá hacía una parada para buscar revistas o libros de negocios; yo veía las portadas con entusiasmo esperando encontrar algo que llamara mi atención para leer. Y como la política de mis padres era no comprarme cada cosa que me gustara, sino que aprendiera a administrar mis ingresos (por aquel entonces habrán sido 20 pesos por semana, si mal no recuerdo), comencé a ahorrar. Y me compré novelitas de aventuras espaciales, de esas interactivas de “elige tú mismo la historia” y que venían acompañadas cada vez por menos dibujos.

En la secundaria no había mucho en qué entretenerse después de la escuela. En la tele nada más había un canal “juvenil” con programación de dibujos animados de 4 a 7 con “el Tío Gamboín”, no teníamos internet ni mucho menos Booktubers que nos recomendaran libros. Yo no podía saber que había un tal Julio Verne que escribió libros maravillosos, y en las librerías sus obras tenían las portadas más sosas, la mitad de arriba blanca, la de abajo de un color (rosita o celeste). Solo letras, nada de dibujos. Así que viví en la ignorancia, pensando que no había libros para jóvenes de mi edad. Los libros que encargaban leer en la escuela me gustaban, pero no todos. Me gustó Mujercitas, me gustó Jane Eyre y El Fantasma de Canterville, pero los demás no. Y, aburrida de que en la tele repitieran capítulos de mis caricaturas favoritas (Candy, Mazinger Z, Los Thundercats), me dedicaba a inventar en mi cabeza nuevas aventuras para esos personajes.

Siempre he tenido una gran imaginación, en mi cabeza ocurrían batallas emocionantes en escenarios maravillosos”

Al principio me limitaba a disfrutarlas, enfocaba la vista en algún punto del techo de mi recámara y dejaba que mi voz interior tomara el mando. Era tan sencillo desconectarse del mundo real… Pero luego intenté dibujarlas, y como no tenía el talento (ni la paciencia), las escribí.

En un inicio eran fanfics, aunque yo no tenía modo de saber que así se le llamaba al hecho de hacer una nueva aventura para personajes ya existentes, luego eran crossovers: cambiar a un personaje de mundo, hacer que coincidiera con los de otro universo y que tuvieran una aventura juntos. Finalmente inventé mis propios personajes y mis propios universos. Todavía recuerdo a aquellas gemelas de piernas largas que tenían una base secreta en un cerro, ahí guardaban una nave espacial. Tiré el dibujo hace muchos años.

Hago un paréntesis para mencionar que siempre me ha gustado el arte. Probé con el óleo, con el dibujo de carbón, hacía planos de mis mundos y mis cuentos (tantos que mis papás pensaron que sería arquitecta) y con el dibujo de tinta, pastel y Prismacolor, pero soy muy perfeccionista y nunca estuve conforme con los resultados, aún así me decanté por Diseño Gráfico como carrera cuando se llegó el momento de elegir y mis papás no me dejaron estudiar Letras.

La primera versión de Potenkiah

No se llamaba Potenkiah, sino La Caída de Eloah. La comencé en 1987. Estaba escrita en primera persona, los personajes no tenían los nombres actuales, pero sí que podían volar. Aquella versión se la leí a mi mejor amiga en los recreos, fue escrita en una libreta, luego en hojitas de máquina cortadas a la mitad —para que pareciera un libro, obvio— en mi antigua máquina de escribir. Si te lo estás preguntando, no, no era eléctrica.

Años después la pasé a la primera computadora que hubo en mi casa, de esas con los disquetes grandes, y como la tecnología cambió, pronto quedó obsoleta también. De esta versión recuerdo que la cambié a tercera persona, pues no me gustaba que el lector no pudiera enterarse de lo que pasaba cuando la protagonista no estaba presente, que las tildes las puse a mano porque las primeras PC necesitaban que pusieras un código raro para cada letra (algo así como ALT 164) y que la imprimí en hojas que tenían perforaciones a ambos lados.

Entré a la prepa y luego a la carrera, seguí escribiendo otras historias cortas, seguí leyendo y aprendiendo. Pasé por mi época de romántica, de esas portadas en las que los hombres misteriosamente extravían la camisa, y por la de VC Andrews y sus novelitas de incesto y la alta sociedad (no me gustaron), leí unas 15 novelas Orson Scott Card y otras 10 de Laura Gallego (era joven y amaba Memorias de Idhún). Después cambié de planeta, a Hyperion de Dan Simmons, a Arrakis de Frank Herbert… y de ahí salté directamente a Brandon Sanderson que acababa de estrenar Elantris y su trilogía Mitsborn. Por todo lo anterior descubrí que lo mío era la imaginación (y Brandon se convirtió en mi escritor favorito de todos los tiempos).

Me volví adicta a que se retara a mi mente con mundos fantásticos, magia, tecnología, batallas y más.

Pasé por Anne McAfrey, por Ursula K Leguin, por Octavia Butler y sólo reforcé mi amor por la ciencia ficción y la fantasía. Por supuesto, también leí historias juveniles de moda, menos relevantes para ser siquiera mencionadas, pero también sirvieron, al menos para darme cuenta de que me gustan las historias más complejas y adultas, como las de George R. Martin o Joe Abercrombie.

Y mientras acumulaba lecturas, el universo en el que se desarrollaba mi historia seguía latente, llamándome a la puerta, sus escenas se repetían, se reinventaban en mi cabeza cada vez con mayor realismo y madurez. Iba borrando las partes inverosímiles, aquellas en las que los personajes hasta tenían tiempo para ser cantantes en secreto o campeones olímpicos… para quedarme con la esencia, las preguntas básicas: ¿qué pasaría si pudiéramos volar? y ¿somos realmente forjadores de nuestro destino? 

Un día de inspiración supe que tenía que unir todas las aventuras bajo un mismo hilo conductor, un conflicto que las entrelazara y le diera sentido a todo: tuve que volver a empezar. Pero esta vez ya sabía hacia dónde quería llegar. Escribía con brújula, no con mapa, descubriendo al mismo tiempo que mis personajes lo que nos deparaba el destino. Para entonces ya estaba casada, tenía un trabajo sólido como diseñadora gráfica en una agencia de publicidad y tenía amigas que compartían el gusto por la lectura. También había leído obras como Narnia, Artemis Fowl, Harry Potter, y cuanta novela de vampiros se me cruzó enfrente, como La hermandad de la Daga negra, La Historiadora y otras más (en sus tiempos Crepúsculo fue un placer culposo). Y añadí a las preguntas ¿qué pasaría si fuéramos más longevos? y ¿qué estaríamos dispuestos a hacer para vivir por siempre? Y entonces concebí la piedra de la muerte y la piedra de la vida (antes de ponerles nombre propio) y supe que no había marcha atrás. El borrador me tomó ocho meses y se lo di a leer a mi amiga de la secundaria, la misma a la que torturaba en los recreos. Le pregunté si le gustaba y si creía que podía enviarla a un concurso.

Pero ella me miró con valentía y… me dijo que no, que yo incurría en todos los errores de escritor principiante (ella se había graduado de Comunicaciones y sabía de lo que hablaba): exceso de adjetivos y de adverbios terminados en mente, fallas de gramática y ortografía, lugares comunes, cacofonías, y un sinfín de etcéteras. Por lo tanto sólo había una cosa por hacer… ¿rendirse y guardarla en un cajón? ¡NO! Aprender.

Andrea , la aprendiz de escritora

Aquí comenzó mi trabajo como aprendiz de escritora. Como ya era mamá, dedicarle tiempo era complicado de día, no era posible acudir a cursos presenciales, pero eso no me detuvo: los tomé por internet. Vencí mi pánico a ser leída y se la ofrecí a mis amigas en la oficina, tomé en cuenta todo lo que me comentaron para mejorarla, la dividí en tres partes, aunque las primeras dos quedaron tan largas que las subdividí hasta quedarme con una pentalogía.

Después de varios años de reescrituras y aprendizaje, un maestro de novela me ofreció representarme y conseguirme editorial, pues él tenía una agencia literaria en Barcelona. A mí no se me había pasado por la cabeza la idea de publicarlo, hasta entonces estaba convencida de que era imposible, al menos en México, pues lo único que publicaban era novelas de narcos. Lo que había de fantasía era traducido y sólo por la casualidad de ser un superventas en otro país. Era el 2010. Firmé contrato y esperé. Pero coincidió la crisis en España que impactó en especial al sector literario y nada pasó. Era de esperarse: una escritora mexicana, novata, desconocida, escribiendo locuras de otro planeta, con seres que vuelan y guerras interplanetarias… Sin embargo, en el 2012 conocí un montón de escritores de mi ciudad y descubrí que muchos se autopublicaban. Decidimos unirnos. Además, Amazon España estaba teniendo mucho éxito, algunos escritores que vendían en línea eran contactados por editoriales. Así que decidí intentarlo por mi cuenta.

Andrea , escritora autopublicada

Ser independiente es como cuando decides irte de casa de tus papás a tu departamento de soltero. Sobrevivirás si sabes administrar tu dinero, si tienes ahorros, si te organizas. De ahora en adelante deberás hacerlo todo tú. El trabajo es tuyo pero el éxito también. ¿Podía hacerlo? ¿Podía hacerlo en México? ¿En Monterrey? ¿Con un libro de fantasía? No me detuve a pensarlo, la verdad es que el que lo piensa no se lanza a invertir sus ahorros en algo tan loco como intentar autopublicar una novela de 384 páginas a un país de no lectores, pero no hice un alto para analizar lo imposible de la aventura que estaba por iniciar, en lo radical que era ir contra corriente, contra todo el sistema que solo recibe libros con editorial, respaldados por una cúpula de intelectuales que infravaloran lo que suene a extranjerismo, a ficción, a fantasía, a ciencia ficción (injustificadamente). Yo sólo lo hice.

A partir de entonces Potenkiah, la piedra de la muerte se convirtió en un producto. Mi experiencia como diseñadora iba a solucionar el que mi libro “pareciera de editorial”, además de ahorrarme los costos de portada y maqueteo. El trabajo de corrección de estilo y “tallereo” con una amiga y maestra de redacción, Mariana García Luna, dejó el texto como si lo fuera. Con mis conocimientos de imprenta y unos ahorros, saqué el primer tiraje de 300 ejemplares.

Lo siguiente era darlo a conocer, quizá la parte más difícil para alguien introvertido y tímido como yo. Aquí influyeron varios factores para que Potenkiah, la piedra de la muerte no se quedara en cajas apiladas en mi sala o en los libreros de mis familiares, sino que se vendiera a nivel nacional en librerías Gandhi: el trabajo de agenda de medios (y los contactos) de otra amiga, (la misma a la que torturaba en los recreos, je, je, je) que me consiguieron entrevistas en TV, radio y prensa; los 13 años que trabajé en una agencia publicitaria, que me proveyeron de teoría y bases para diseñar una campaña de redes sociales; la unión con los escritores independientes EICAM (grupo del que fui socia fundadora) que me permitió estar en la Feria Internacional del libro de Monterrey 2013; el haber conocido a Felipe Montes Espino y que accediera a presentarlo en la Casa Universitaria del Libro; la bendición de contar en la primera presentación con Mariana González, Booktuber del canal iamunbrokengirl, y su reseña tan entusiasta; y mi gran esfuerzo para tocar puertas en los departamentos de compras de las cadenas de librerías y convencerlos de que aunque era un libro autopublicado, tenían que sacarse la idea de la cabeza de que era malo por default. Mentiría si dijera que fue mi cara bonita lo que me abrió paso, fue la calidad del libro que venía presentando y las reseñas positivas que llovían.

Cuando estaban por agotarse los 300 ejemplares se llegó el momento de publicar la segunda parte. Con las ganancias de las ventas tenía dinero para reimprimir el uno, pero no me alcanzaba para sacar también el dos. Así que en el 2014 fueron los lectores los que pagaron la edición de la segunda parte: Potenkiah, la batalla por Eloah (a través de Fondeadora.mx). El dinero me alcanzó también para presentarlo en las ciudades de México, Toluca y Guadalajara, en la Feria Internacional del Libro y fue ahí donde Editorial Planeta me contactó y me dijo algo así: “queremos publicar tu libro”.

Publicando con editorial: éxitos y fracasos

Haré otro paréntesis para decir que aluciné esa reunión, no me la creía ¿una editorial de ese tamaño llamando a mi puerta? Yo no había hecho ni un solo esfuerzo por contactar a nadie (bueno, una vez Océano se llevó un ejemplar, pero meses después me dijeron que no les interesaba, aunque se lo llevaron porque lo vieron en la FIL Mty, no porque yo los hubiera intentado contactar) ¿y ellos venían y me lo ofrecían? Claro, querían convertir mi pentalogía en trilogía y hacerle unos pequeños cambios, pero nada que afectara la historia, todo quedó estipulado en un contrato, así que acepté.

A partir de ese día me dediqué a reescribir, había que juntar los libros autopublicados en un solo volumen, sin que se perdiera nada importante, pero reduciendo el número total de páginas. Eso sí fue doloroso, pero formó parte de un proceso de maduración, de aprender a cumplir fechas sin descuidar mi trabajo como diseñadora (Por cierto, para esas fechas tenía dos años de haber salido de la agencia de publicidad en la que trabajé, ya contaba con una demandante cartera de clientes que ocupaban mi horario diurno).

Potenkiah: la profecía se lanzó el 17 de septiembre de 2015, contó con 624 páginas y una edición preciosa. Gracias a su campaña en medios masivos y las presentaciones a las que asistí, algunas de ellas fuera de mi ciudad, se vendieron más de 4000 ejemplares y por fin comencé a creer que soy escritora.

El siguiente año, yo no lo sabía todavía, mi vida sufriría un revés. Primero, mi esposo comenzó a mostrarse celoso con mi carrera como escritora, no quería que yo escribiera. Por un tiempo intenté hacerlo a escondidas, pero fue insostenible. Él se fue de la casa. Aunque estaba emocionalmente destrozada, me dediqué a escribir, y como si una novela no fuera suficiente, tuve que hacer dos: la primera debido a un compromiso adquirido con CONARTE (una beca), y la segunda, Potenkiah, el encuentro, la siguiente parte de la trilogía, misma que se lanzó en septiembre de 2016.

El lanzamiento de este segundo libro no contó con el mismo apoyo publicitario por parte de la editorial, sentí que la abandonaron a su suerte, apenas le dedicaron un par de tuits. No obstante, yo acudí a ferias, eventos de comics, imprimí postales, conseguí cosplayers y fabriqué unas alas, todo esto para impulsar las ventas mientras escribía la última entrega de la trilogía, Potenkiah, el destino, programada para publicarse en septiembre de 2017.

Por esta época comencé a dar talleres de narrativa y a ofrecer diseño de portadas y maquetas de libros a otros autores que conocí en el grupo de independientes EICAM.

Sin el apoyo publicitario de la editorial, mis esfuerzos por promocionar Potenkiah el encuentro fueron insuficientes, las ventas apenas superaron los 2500 ejemplares. Además, hubo cambios internos en la editorial (reajustes, cambio de directiva, etc) y debido a esto la fecha de publicación de Potenkiah el destino se postergó y volvió a postergar. Primero para inicios de 2018, luego indefinidamente. Mi editora renunció a su trabajo, la nueva editora no respondía mis correos… Comencé a sospechar que mi libro y mi carrera estaban en problemas.

Y mis temores no eran paranoia. Para resumir, el contrato se canceló anticipadamente. Se me entregaron los archivos del libro (ya estaba listo para imprenta), pero yo le modifiqué la portada y decidí publicarlo por mi cuenta en un tiraje modesto de 300 ejemplares.

El matrimonio lo intenté salvar acudiendo a terapia de pareja, aunque tampoco fue suficiente; la cancelación del contrato, injusta e irrevocable, coincidió con el divorcio. Todo lo anterior me llevó a una etapa de duelo, una sensación de haber sido rechazada, de no servir, de haber sido abandonada. Caí en depresión.

Resurgiendo de las cenizas

Volver a empezar me llevó más tiempo del que creí. Afortunadamente, no estuve sola, acudí a terapia, tomé antidepresivos, caminé, hice ejercicio y todo lo necesario para mejorar mi salud física y mental. Una de las acciones para este tema fue escribir.

Y para huir de mi yo pesimista, mi yo procrastinador, conseguí un grupo de exalumnos con el que podía “tallerear.” Este me ayudó a exigirme avances para cada sesión y a recuperar mi confianza. 

Aun así, me tomó más de un año planear una nueva trama, que no tuviera que ver con Potenkiah, escribir el primer borrador de mi nueva novela, Raseri, y corregirlo tantas veces fuera necesario. 

Luego hice lo que aconsejo a mis alumnos: guardarlo en un cajón y no tocarlo por varios meses. Solo entonces lo volví a leer, lo corregí y mandé a lectores. Primero otros escritores, luego un dictamen profesional, luego lectores desconocidos. Este último paso me tocó hacerlo en pandemia (y estoy orgullosa de mí misma por no haber recaído en pensamientos negativos durante el encierro).

Lo que viene

Con mi nuevo libro terminado y experiencia previa tanto autopublicando como con editorial, podía elegir cualquiera de los dos caminos, pero me decidí por el primero.

¿Por qué? Por la pandemia. Consideré que esta afectó económicamente a editoriales y lectores por igual, por lo tanto tocar puertas en ese momento equivaldría a dejar mi libro en el congelador y arriesgarme a que los lectores, sin noticias mías por más de 2 años, se olvidaran de mí.

Así que me enfoqué en el lanzamiento de este nuevo bebé, mientras escribía otros proyectos.

Los que tengo en proceso son dos: Una precuela de Potenkiah, dos mil beltas atrás, y un spinoff de unos personajes de Potenkiah cuyas historias dejé intencionadamente fuera del libro 3: Mat y Ang.

Por supuesto, ya estoy pensando también en cómo sería el nuevo universo para otra novela que no tenga nada que ver con las anteriores.

Aquí no termina la historia, este es solo un resumen de cómo llegué hasta donde estoy, la seguiré editando conforme otros proyectos editoriales toquen a mi puerta, vengan nuevos éxitos y (espero que no) nuevos fracasos. Entre tanto, seguiré leyendo, porque ante todo soy lectora, como debe ser.

Bienvenido a mi web. Gracias por acompañarme durante ese largo viaje. Siéntete como en casa.

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Preguntas frecuentes

¿Puedes visitar mi escuela?2021–07-04T21:51:25–05:00

Sí, a todas las escuelas de Monterrey y su área metropolitana, siempre y cuando me contactes con tiempo y lo agendemos. Puedo dar conferencias sobre la lectura y la escritura sin costo.

En cuanto a las visitas fuera de mi estado, puede ocurrir de 2 maneras: la primera, que la cede me pague los viáticos (pueden dividirlo entre varias escuelas, si se organizan para repartir el costo) o que me compren un mínimo de 30 libros para los alumnos.

Las visitas fuera de mi país de momento son imposibles, gracias por tu comprensión.

¿Puedes pasarme algún contacto de la editorial Planeta?2021–07-04T21:34:33–05:00

Ya no tengo un contrato con ellos y tanto mi exeditoria, como la  persona que la sustituyó ya no trabajan ahí tampoco, por lo tanto aunque quisiera, no tengo sus datos. Lo siento

¿Cómo lograste publicar con Planeta?2021–07-04T21:31:14–05:00

Ellos me contactaron debido a las múltiples reseñas en youtube y redes sociales.

¿Puedes leer mi libro y darme tu opinión?2021–07-04T21:29:10–05:00

Sí puedo y también te entregaré un reporte por escrito. El servicio tiene un costo según la extensión de tu documento. Visita la sección de Rincón del escritor para conocer este y otros servicios editoriales que ofrezco.

¿Cómo puedo publicar mi libro?2021–07-04T21:26:38–05:00

Visita la sección del rincón del escritor donde te comparto el proceso completo de cómo publicar un libro.

¿Cómo se te ocurrió el título de Potenkiah?2021–07-04T21:24:10–05:00

Necesitaba un nombre corto, pero fuerte, para una piedra que si la tocas te mueres. Busqué palabras en otros idiomas. Resultó que potenkia, sin la h, significa potencia y eso es precisamente lo que surge de la piedra: un rayo potente y mortal. Me pareció adecuado.

¿Cuál es tu rutina al escribir?2021–07-04T21:20:30–05:00

No escribo todos los días, pero sí todas las semanas. Unas dos mil palabras por semana para cumplir con mi entrega al tallereo. Para mí son suficientes, me ayudan a completar cien mil palabras al año.
Normalmente escribo en fin de semana, pongo música y activo el bloqueador de redes sociales.

¿Vas a escribir de otros géneros?2021–07-04T21:18:43–05:00

Solo escribiré de fantasía y ciencia ficción. Necesito historias que sean un desafío a la imaginación, con un poco de suspenso, misterio y acción.

¿Andrea Saga es un seudónimo?2021–07-04T21:16:08–05:00

Sí lo es. Lo elegí por fonética, porque era fácil de pronunciar, de recordar y tenía un ritmo agradable. Era una buena marca.

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