jueves, 28 de febrero de 2013

EL “BOOM” DE LA CIENCIA



Nagasaki e Hiroshima, sólo con nombrar estas dos ciudades nos viene a la cabeza la bomba atómica. Sin embargo, otra ciudad es el nombre del proyecto que desarrolló dicho artefacto, el Proyecto Manhattan. Este proyecto reunió a científicos punteros de la comunidad internacional como Albert Einstein o Robert Oppenheimer. Fue pionero ya que por primera vez se realizó una inversión de gran calibre monetario en un grupo de investigación científica. El resultado del proyecto fue catastrófico para los vecinos de las ciudades japonesas, por otra parte, el proyecto fue un éxito en cuanto al objetivo del mismo: crear una bomba tan destructiva que acabase con la segunda guerra mundial. Antes no se habían realizado inversiones de este tipo ni se habían obtenido resultados que sorprendiesen de tal manera al mundo entero. Tras ello quedó claro: invirtiendo en ciencia se pueden conseguir cosas hasta el momento inimaginables.

En el siglo XVIII, los desarrollos tecnológicos eran producto del trabajo de inventores hábiles. En el XIX se comenzaron a constatar las posibilidades industriales de ciertos desarrollos científicos en química y electricidad, o en la utilización de nuevas fuentes de energía, sin embargo la labor de los científicos era mayormente divulgativa. Una vez entrado el siglo XX, el proyecto Manhattan supuso una lanzadera de la actividad científica como profesión.  Al finalizar la guerra Vannevar Bush escribió el famoso texto “cómo podríamos pensar” donde se propone un nuevo escenario científico en la sociedad de aquel tiempo. El conocido como laissez-faire.

Surgió así la llamada macrociencia (cuyo máximo exponente es la exploración espacial), con objetivos plurales, tanto científicos y tecnológicos, como militares, políticos y estratégicos. Los años 60 y 70 suponen un momento de revisión y corrección del modelo lineal de Vannevar Bush, los poderes públicos encauzan el desarrollo científico-tecnológico y supervisan sus efectos sobre la naturaleza y la sociedad. Comienza entonces la llamada tecnociencia, con la que  se han dado las revoluciones de los transportes, electrodomésticos, telecomunicaciones y las computadoras…

Muchos científicos se arrepintieron de participar en el proyecto Manhattan, como Einstein: “debería quemarme los dedos con los que escribí aquella primera carta a Roosevelt”. El resultado fue catastrófico y no se puede negar que el desarrollo de la bomba atómica supuso un boom científico, que ha desembocado en que hoy en día sea normal leer este texto en un teléfono móvil y que el número de científicos en todo el planeta sea innumerable.


Lectura recomendada aquí.
 

1 comentario:

  1. Excelente resumen de la historia. Solo echo en falta las referencias a los documentos que has leído para realizarla.

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