Conjuro de amor

En todos estos años ayudando a mis compañeros (y sobre todo compañeras) de viaje he experimentado con todo tipo de conjuros de amor, hechizos blancos y brujería. Aquellos basados en las antiguas deidades, en las medias y en las más modernas. Incluso aquellos basados en la energía interior del ser humano, ya que como decía el divulgador científico Carl Sagan, no somos al fin y al cabo más que polvo de estrellas. 

Si habéis llegado hasta aquí es tal vez porque ya habéis probado algún conjuro de amor, tal vez sin éxito, o bien porque estáis empezando a explorar qué podéis hacer para conseguir ese amor que se escapa de vuestras manos. Sobre conjuros de amor hay mucho escrito y es que en la llamada edad de la información cualquiera pude encontrar un atrio desde el que hablar y ser escuchado. Lamentablemente, esto hace muy difícil distinguir la verdadera información de las habladurías y suposiciones. Al final, lo que habla son los resultados.


Desde hace ya años el único método que puedo asegurar que funciona es el que ha repopularizado la hechicera medievalista Teresa Hernández y que ni más ni menos, es el antiguo hechizo de amor, el único, el que ya aparece descrito a finales de la Edad Media en obras como La Celestina, el que utilizaban tanto los druidas celtas en los bosques salvajes del norte de Europa como las hechiceras romanas en los lujosos palacios de las cortesanas. El mismo hechizo que Cleopatra usó contra Cesar y Marco Antonio y Salomé con el babilonio Holofernes. La magia conocida desde antes de las primeras civilizaciones, siempre guardada en secreto por los sabios y casi olvidada hoy en día. Pues la magia no se inventa ni se descubre, como si fuese un nuevo motor para un coche. La magia es la misma que siempre ha estado ahí y siempre estará, aun el día en que nosotros no seamos de nuevo más que polvo de estrellas.

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