viernes, 3 de febrero de 2012

LA MASONERÍA

A continuación un capítulo de un escrito realizado años atrás, llamado "Escuelas Iniciáticas de Occidente", que aunque muy sencillo, pienso que puede dar un buen pie para iniciar temas que tratan de la Francmasonería, justamente dado su generalidad y liviandad.




Esta escuela junto a las enseñanzas del Martinismo y los Rosacruces, constituyen unos de los pilares fundamentales de la enseñanza tradicional de occidente en la actualidad.
            Sin embargo, estos tres tipos de enseñanza están dando paso al nuevo eslabón en la larga cadena de la historia de las enseñanzas iniciáticas, constituido este por las nacientes Escuelas de la Nueva Era.
            No obstante, como hemos visto, las en­señanza iniciática se transmite de un eslabón a otro, cambiando solamente la forma y los nombres, los conte­nidos y sabidu­ría se amplían basándose en el cono­cimiento de lo inmediata­mente ante­rior, nunca se pierde o se cambia todo este desarrollo.


         HISTORIA.

            Es difícil adentrarse en la histo­ria de éstas escuelas ini­cíaticas, ya que sus orígenes se pierden en los tie­mpos, como idea,  pero no como forma. Todo esto hace que surjan una serie de mitos y leyendas que tratan de explicar los comienzos, pero no de la Insti­tu­ción o el sistema de ense­ñanza corres­pon­diente, sino de la ense­ñanza iniciática propiamente tal.
            En forma legendaria la Masonería remonta sus orígenes a tiempos remotos. Quizás el origen de las enseñanzas ma­sónicas más aceptado, desde el punto de vista legendario es el de descender de los mis­terios de que participaba Salo­món, y espe­cialmente Hiram (Rey de Ti­ro, contemporáneo del primero).  A este último Salo­món le ha­bría encargado la construcción de su famoso templo, ya que Hiram era un construc­tor de prestigio y conocía todos los miste­rios con respec­to a esto. El y sus hombres cons­truyeron el tem­plo y posteriormente, los constructores de un grado infe­rior al de maestro (grado superior al que pertenecía Hi­ram), trataron de sacarle los secretos, de lo que resultó fi­nal­mente que lo mataran.
            En forma muy sucinta y resumida podemos decir que la his­to­ria es la si­guiente:

            En los trabajos del Templo de con­strucción del rey Salomón, a cargo del Hiram rey y Gran Maestro constructor, quince Compañe­ros eran los descon­tentos por no haber podido pasar a grado de Maestro, doce desistieron de tomar ac­ciones en contra de Hiram, solamente tres persistieron, sus nom­bres: Hobbhen, Ste­rké y Aus­terfluth. El primero se colocó en la puerta del Este, el segun­do en la del Sur y el tercero en la del Oeste. Esperaron a que Hiram terminase su plegaria, al tratar de salir por la puerta del Este Hobbhen le in­quirió la palabra de Maes­tro, al negarse Hiram, el traidor compañero le asestó un fuer­te golpe en la nuca con una regla de 24 pulgadas. Al huir Hiram a la puerta del Sur se encontró con Sterké, que tam­bién le ­preguntó la pala­bra clave, nueva­men­te al negarse  Sterké le pegó violen­ta­mente sobre el corazón con una escuadra de hierro. Herido mortalmente Hiram intento huir por la puerta del Oeste, en don­de Austerfluth también le pidió la palabra de Maestro, y al ne­garse Hiram le dio un golpe mortal en la fre­nte con un marti­llo. Hiram cayó instan­táneamen­te muerto. Al reunirse los tres compañeros traido­res junto al cuerpo de Hiram y descubrir que a ninguno le ha­bía dado la palabra clave, y viendo la improducti­vo del crimen, no pensa­ron en otra cosa que a hacer desaparecer todas las señales que pudie­ran incriminarles, y es así como fueron a enterrar el c­uer­po de Hiram muy lejos de Jerusalén en la cumbre de una mon­taña.
            Al día siguiente los obreros comu­nicaron a Salomón la desa­pari­ción de Hiram, el que comenzó las pesquisas. Los doce Compa­ñe­ros que habían desisti­do del complot, se vistieron con mandil y gua­ntes blanco para señalar la ino­cencia frente a los posibles he­chos y fueron a revelar lo sucedido a Salomón, quien les en­cargó la bús­que­da del cuer­po de Hiram, pero no lo pudieron des­cubrir, por lo que Salomón envío poste­riormente a nueve Maes­tros, quie­nes al cabo de cinco días dieron con el cadá­ver en el monte Lí­bano, gracias a una rama de acacia que creció sobre el cuerpo enterrado del Hiram.
            Salomón tributó magníficas exe­quias al cadáver del Maestro con­struc­tor y lo hizo inhumar en el santuario.
            Una vez terminado con los honores correspondientes a la memoria de Hiram se avocó a la búsqueda de los culpa­bles. Se nombró una comisión a cargo de Johaben, más ocho Maestros. Los nueve ele­gidos se reunieron con Salomón en un lugar apartado y prestaron juramento de vengar la muerte de Hiram. A la caída de la tarde descubrieron a dos asesi­nos, quienes huyeron entre las rocas y al verse alcanzados se despeñaron en un barranco, en donde los Maestros los vieron muriendo. El tercero lo descu­brió Johaben en una caverna, quien se dio muerte clavándose un puñal en el cora­zón. 
            Los elegidos dejaron los cuerpos en donde habían muerto sin an­tes cor­tarles la cabeza para demostrarle a Salomón que se había jus­ticia. En Jeru­salén Salomón satisfecho de las conduc­ta de los nueve Maestros les dijo que de ahí en adelante llevarían el nom­bre de Elegidos, a los que posteriormente se les agregó otros seis Maestros con­formando un total de 15. Les dio por divisa distintiva una banda negra que iba desde el hombre izquierdo a la cadera derecha y de cuyo extremo pendía un ace­rado puñal con la empuñadura de oro. Les fue confiada la Ins­pección Gene­ral.
            Además de esto la leyenda sostiene que Hiram había grabado en un trozo del más fino metal de forma tri­angular el nombre del Gran Arquitecto del Univer­so, cosa que era secreta y estaba prohi­bido pronunciar y conocer. Hiram lle­vaba este delta en su cuello y lo cus­todiaba celosamente. Cuan­do lo estaban asesinando se despojó del delta y lo arrojó a un pozo que estaba al extremo Oriente, hacía el mediodía. Donde fue en­contra­do luego por tres Maestros que se lo llevaron a Salomón, el que para conservar a resguardo y en secreto este Nombre, hizo cons­truir una bóveda se­creta en la que mano a co­locar un pe­des­tal triangular llamado el pedestal de la ciencia. Salomón junto a los E­legidos, fue hasta este pedestal e hizo incrustar el delta en el medio de él y lo cubrió con una piedra de ágata cor­tada en forma cuadrada, sobre la que hizo grabar en la parte superior la palabra substituida; en la cara infe­rior todas las palabras se­cretas de la masonería, y en las cuatro laterales las combina­ciones cúbicas de este núme­ro, por lo que se le dio el nombre de Piedra Cúbica.
            Delante del monumento hizo colocar tres lámparas con nueve me­chas cada una, que ardían perpetuamente. Hizo realizar a los Maestros que lo acompa­ñaron el juramen­to inviolable de jamás revelar lo que allí habían visto, y finalmente hizo sellar la bóveda, a la cual le dio el nombre de Bóveda Sagra­da.
            De toda esta historia o mito lleno de simbolismo surgen una serie de pa­ses, palabras y signos de reconocimien­to propios del masón. Por ejemplo por esta razón los masones se hacen llamar los Hijos de la Viuda.
            La historia dice que posteriormente Nabucodonosor liderando al pueblo Babilonia se apoderó de Jerusalén, lle­vó al pueblo he­breo como esclavos a Babilonia y destruyó el Templo. Después de 70 años de cautiverio, Ciro monarca sucesor, dio libertad a los judíos y restituyó los tesoros del Templo.
            Al ser destruido el templo no se había dado con la bóveda se­cre­ta, de tal forma que al volver los Elegidos dieron con ella, y se apoderaron del triángulo, el cual fundieron para que no fuera profanado, rompieron la piedra ágata y transmi­tieron sus secretos por tradición. Nombraron un jefe que presi­diese sus asambleas y continuaron re­uniéndose.
            Posteriormente Zorobabel y Ananías como jefes de esta co­fra­día decidie­ron reconstruir el Templo, y como mien­tras lo ha­cían los enemigos constante­mente los molestaban y los acecha­ban, la leyenda cuenta que los obreros los construyeron con la espada siem­pre a mano.
            Más tarde el Templo fue nuevamente destruido por los romanos en el año 70 después de Cristo, pero los masones o la cofradía de constructores no se ­disolvieron, se mantuvieron juntos, sus en­se­ñanzas y tradiciones y se esparcieron por todo el mundo, dándo­se a conocer por sus trabajos de construcción hasta la Edad Media y la posterior formación de la Masonería moderna.
            Sin embargo, muchos masones van más allá de este supuesto origen de la Escuela o cofradía y pretenden que su arte y ense­ñanzas jamás se han perdido a través de los tiempos, y siempre han existido. Y su origen surge desde el momento que el ser huma­no construye como homenaje al ser divino y a la trascendencia de él mismo, con esto ya se  tendría masones en la prehistoria con los monumentos megalíticos que en­con­tramos en todas partes del mundo.
            En la Edad Media se constituyeron en gremio los constructores de catedra­les. Los cuales compartían secretos propios de su gre­mio que tenían directa relación con los distintos elementos de su profesión. Dejaron estampados sus misterios y secretos en los distintos bajorrelieves, vitreaux y símbolos en general en las distintas cate­drales góticas de Europa. Estos gremios constructores y lo que se enseñaba en ellos paso a constituir lo que se llamó la Masonería operativa. Recordemos que la pala­bra ma­són significa albañil en francés.
            Finalizando la Edad Media, la Masone­ría operativa fue fuer­te­men­te influen­ciada por diversas corrientes de pensa­miento filo­sófico y abstracto, de tal forma que en 1641, nace una nueva forma de Masonería, que subsiste actualmente. Se trata de la Masonería especulativa. Todo esto se debió al sabio Elías Ashm­ole, alqui­mista y anticuario, al cual suele considerarse el ver­dadero padre de la Masonería actual.
            De esta forma vemos que a principios del siglo XVIII, los gre­mios de constructores y albañiles francamente en de­cadencia su­frieron una inyección de nuevas ideas y altas concepciones filo­sóficas e intelectuales dadas por estos nuevos participan­tes que si bien no pertenecían al gremio operativo, pu­dieron conso­lidar  y amal­gamar perfec­tamente  sus ideas con los usos, cos­tumbres, símbo­los, términos, ceremonias y tradi­ciones que se trasmitían fiel­mente entre los gremios operativos, pero que esta­ban falta de savia de vida filosófica y trascendente.
            Mi opinión personal al respecto es que los Rosacruces, tal cual vimos en el capítulo correspondiente, así como los alquimis­tas y otros grupos del orden esotérico y hermético, buscaron en la apertura de las logias masónicas el asentamiento de sus ideas y principios, lo que finalmente lograron, por lo que la nueva Masonería en su forma especulativa dio cobijo a influencia del espíritu que se venía buscando formas de expresión más sólidas.
            Hacia el año 1715 no había más que cuatro Logias al Mediodía de Inglate­rra, todas las cuales operaban en la ciudad de Lon­dres. Al advenimiento de Jorge I al trono, lo miembros de estas cuatro Logias y algunos hermanos que deseaban reavivar la anti­gua pros­peri­dad de la Orden, resolvieron unirse bajo la autori­dad de un Gran Maestro.
            Sin embargo, no fue hasta el día de San Juan (24 de Junio) de 1717, que nació ofi­cialmente la Masonería Especu­lativa. Esto se llevó a cabo con la fundación de la Gran Logia de Londres; reunía las cuatro logias mencionadas, todas com­puestas casi exclu­sivamente por caballeros (gentle­men) y no por artesanos o alba­ñiles, como hubiera correspondido en rigor a los principios de la Masonería operati­va. En esta fecha se adoptó una nueva organi­zación para el gobierno de la Fraternidad, que como ya dije, se admitió obreros simbólicos; el trabajo intelectual vino a reem­plazar al de carácter mate­rial, y en lugar de edifi­car tem­plos visibles y sujetos a la destruc­ción, se trató ahora de tra­bajar en la cons­trucción del templo único e invisible del mejo­ramiento de la huma­nidad.
            Los masones de Londres, deseosos de investigar como y porque se había meta­morfoseado la antigua masonería opera­tiva en una en la cual estaba compuesta por grupos de notables, movidas por aspi­raciones éticas, simbólicas e inte­lectuales; decidieron en su Congreso de 1721 establecer los orígenes exactos de la anti­gua Institución a la que perte­necían.
            James Anderson (1680-1739), pastor presbiteriano, ofreció sus servicios para reali­zar esta investigación. Dos años después terminó su trabajo. Con el nombre de Consti­tuciones, el texto de Anderson presenta tres partes: una his­tórica, otra acerca de las obligaciones de los masones y la tercera que trata de los re­glamentos generales.
            Podríamos sintetizar la obra de Ander­son en los Ancient Land­marks (Antiguos Lími­tes), especie de principios de la Masone­ría. No obstante estos Landmarks han ido variando a través del tiem­po, ejemplo claro de esto es el número 18, en el cual se dice que no se aceptan mutilados, esclavos o mujeres en los trabajos de Lo­gia. Ac­tualmente existen Ordenes Masónicas que aceptan las muje­res en sus trabajos de Logia. La prime­ra mujer iniciada en Masonería fue en 1893 en Francia, dando origen a la Masonería Mixta.
            Originalmente los grados de la Escuela masónica tradicional fueron tres: Aprendiz, Compañero y Maestro; sin embargo poste­riormente aparecieron otros, hasta llegar a siete, treinta y tres y noventa según sea el Gran Oriente y el rito bajo el cual trabajen las distintas Ordenes, esto lo tocaré un poco más en detalle al más adelante en este mismo capítulo al comentar el Landmark que habla respecto a los grados.
            Referente a los distintos Orientes u Ordenes Masónicas que aparecieron a partir de la fundación de la Masonería Moderna, no es mi intención explayarme al respecto, puesto que eso sería obra de un estudio acucioso sobre la materia y mi intención es solamente dar un breve bosquejo sobre el desarrollo de las dis­tintas Escuelas. Aún así es necesario mencionar la formación de algunas Ordenes, que según mi concepto, destacan en esta historia de la masonería. Estos distintos sistemas masónicos basaban su diferencia en base al Rito con el cual trabajaban, y podemos destacar el Antiguo Rito Inglés, con el que trabajaba a princi­pios del siglo XVIII la Gran Logia de Inglaterra, desarrollado principalmente por E. Ashmole, además posteriormente aparecen un gran numero de Ritos, así tenemos: de los Elegidos Coens, de los Noaquitas o Caballeros Prusianos, Antiguo o Escocés Primitivo, Eslavo, Rectificado de Rosa Cruz, de Schröder, Francés, del Hermano Enoch, de Misraim, de Menfis u Oriental, Escocés Antiguo y Aceptado.
            Merece especial atención la formación de la Masonería Mixta que tiene su Oriente en Francia y trabaja bajo el rito de Escocés Antiguo y aceptado y tuvo su origen el 4 de Abril de 1893. Tam­bién es importante la Orden masónica más grande en nuestro: la Gran Logia, que tiene su Oriente en Londres, Inglaterra, y tam­bién trabaja con el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, la diferen­cia con la anterior es que sus miembros antiguos sólo pueden pertenecer al sexo masculino. Finalmente en Chile también es bastante activa la Orden masónica de Menfis-Misraim que trabajan con los Ritos del mismo nombre.
            Es interesante observar que existen muchas modalidades de trabajo masónico lo que redunda en un gran beneficio para el buscador o la persona que quiera trabajar este sistema iniciáti­co, ya que existe más probabilidad que alguno de ellos se acomode a su forma de ser.

            PRINCIPIOS.

            Los principios de la Masonería están resumidos en lo que An­der­son llamó An­cient Landmark, tal cual lo vimos en la histo­ria.

 Los Límites son 25 y a continuación los publicamos:

1. Los modos de reconocimiento.

2. La división de la Masonería simbó­lica en tres grados.

3. La leyenda del tercer Grado.

4. El gobierno de la Fraternidad por un oficial que preside, llamado Gran Maestro que es elegido por el cuer­po de la or­den.

5. La prerrogativa del Gran Maestro de presidir cada asamblea de la Orden donde quiera se lleve a ca­bo.

6. La prerrogativa del Gran Maestro de conceder dispensas para  conferir grados fuera del tiempo reglamentario.

7. La prerrogativa del Gran Maestro de conceder dispensas para abrir y mantener Logias de Dispensación.

8. La prerrogativa del Gran Maestro de hacer masones a la vis­ta.

9. La necesidad de que los masones se congreguen en Logias.

10. El gobierno de la Fraternidad, cuando está congregado en Logia, por un Maestro y dos Vigilantes.

11. La necesidad de que cada Logia, cuando este reunida, esté debida­mente a cubierto.

12. El derecho de cada masón a ser re­presentado en todas las reunio­nes genera­les de la Orden y de instruir a sus representantes.

13. El derecho de todo masón de apelar a la decisión de sus hermanos, conve­nidos en Logia, ante la Gran Logia o en asamblea general de maso­nes.

14. El derecho de todo masón de visitar y sentarse en toda Lo­gia regular.

15. Ningún visitador desconocido para los hermanos presentes o para al­guno de ellos, como masón, puede entrar en Logia sin pasar primero un exa­men de acuerdo con los antiguos usos y    costumbres.

16. Ninguna Logia puede interferir en los asuntos de otra Logia  ni con­ferir grados a hermanos que son miem­bros de otras Logias.

17. Todo masón está sujeto a los regla­mentos y las leyes de la  jurisdic­ción en la cual reside.

18. Ciertas calificaciones necesarias en los candidatos para inicia­ción que deben ser hombres, no mutilados, de libre nacimiento y de edad madura.

19. La creencia en la existencia de Dios como gran Arquitecto del universo­.

20. Subsidiaria en esta creencia en Dios es la creencia en la  resu­rrección a una vida futura.

21. Un Libro de la Ley constituirá una parte indispensable del moblaje de la Logia.

22. La igualdad de todo los masones.

23. El secreto de la Institución.

24. La fundación de una ciencia especu­lativa sobre un arte operati­vo, y el uso simbólico y la explicación de los términos del arte para fines de enseñanza moral y religio­sa.

25. Que estos límites no pueden ser cambiados.

            En estos 25 límites se fundamentan todos los principios y en­señanzas de la masone­ría. Analicemos algunos de ellos un poco más en detalle.
            El límite 1 se refiere o, más bien, menciona los modos de re-conocimiento. Esto tiene relación a que la masonería, así como casi la totalidad de las Es­cuelas iniciáti­cas que le preceden o siguen, poseen toques, palabras de pa­se, signos, etc. secretos que solamente son entregados a los iniciados en sus misterios. De esta forma se puede reco­nocer a un masón en cualquier cir­c­uns­tancia. Cada nivel de instrucción o grado tiene sus propios modos de reco­nocimiento. Indudablemente que cada modo de reconocimiento sólo es conocido por los iniciados en el mismo grado o en grados superiores, y se da a conocer generalmente en las ceremonias de iniciación, con las cuales acceden a los distintos grados. Sin embargo, hoy en día existen muchas publicaciones en donde apare­cen descritos claramente toda esta simbología, solamente hay que revisar bibliografía y estar atentos, por lo que el secreto de la enseñanza masónica no radica en saber esto, sino que la inter­pretación intelectual y sobre todo vivencial adecuada de ellos.
            En el límite número 2, se menciona que la masonería tiene tres grados básicos de enseñanza. Estos tres grados son: Apren­diz, Compañero y Maestro. En gene­ral las actuales escuelas de occi­dente tienen esta estructura de tres grados de instrucción. Ob­viamente se ingresa al grado Aprendiz, luego de algún tiem­po se accede al grado de Compañero y finalmente la enseñanza cul­mina en el grado de Maestro.
            Antes de la renovación de la Masonería, cuando era el fiel reflejo de los secretos de un gremio dedicado a la construcción (Masonería Operativa), los grados eran solamente dos, sin embar­go, tal cual hicimos mención Elías Ashmole desarrolla el tercer gra­do, y a partir de esta base se forma la actual Masonería Mo­derna.          Si bien es cierto los tres grados básicos los tienen todos los sistemas o Ritos, posteriormente se fueron agregando otros y de esta forma tenemos que en el Rito Escocés Antiguo y Acepta­do, uno de los más difundidos en nuestro país, aparecen además de los tres grados básicos, otros treinta, conformando un sistema de 33 grados, que se dividen en la siguiente forma:

1.- Grados simbólicos, correspondiendo a los tres grados elementales de Aprendiz, Compañero y Maestro; 2.- Grados capitulares, que co­rresponde a tres grados reales, los que son: el cuarto llamado Maestro Secreto, el quinto de Maestro Perfecto, Gran Elegido o Perfecto Masón, que conduce al decimoctavo grado (18) llamado Sublime Príncipe Rosa-Cruz o Caballero del Águila y del Pelíca­no; 3.- Grados filosóficos, que comienzan con el decimonoveno (19) grado que tiene el nombre de Gran Pontífi­ce de Jerusalén Celeste, que con­duce hasta el trigésimo grado (30) de nombre Gran Elegido Caba­llero K­adosch; 4.- Grados supe­riores, que van desde el trigé­si­mo­ primer (31) grado Inquisidor, Inspector y Comendador o Prín­cipe del Real Secreto, hasta el grado trigesimotercero (33): Soberano Gran Ins­pector General.
            Como podrá observarse aunque se hable de 33 grados, en forma real son solamente 10.
            El Rito de Misraim contiene 90 grados, repartidos en cinco series, a saber: 1.- Los Grados Simbólicos; 2.- Los Grados Filo­sóficos; 3.-Los Grados Místicos; 4.- Los Grados Cabalísticos y el último grado, el nonagésimo (90), es el de Soberano Gran Maes­tro Absoluto.
            El rito de Menfis posee 95 grados y muchos otros Ritos po­seen distintos grados, pero tal cual sucedía en Rito Escocés Antiguo y Aceptado, en realidad no existen exactamente la cantidad de grados indicada, sino que existen saltos que abarcan distintos números.
            Al parecer cuando la Masonería se hizo especulativa y se permitió el ingreso de personas ajenas al gremio de la construc­ción, se crearon estos grados con fines de jerarquía, ya que muchos miembros de la aristocracia, nobleza y la realeza partici­paron de los misterios de la Francmasonería, y por supuesto de­bían crearse las instancias que permitieran distribuir jerárqui­camente a los distintos integrantes y que más o menos reflejaran el nivel de cada uno en la comunidad. Posteriormente se encontra­ron explicaciones simbólicas a cada uno de estos grados.

            Con respecto a la leyenda del tercer grado (landmarks número 3) se refiere a Hi­ram, la construcción del templo de Salo­món y su ase­sinato.
            Ya referimos la historia en forma bastante sucinta, el descubrir la simbología con su correspondiente enseñanza es labor del iniciado masón en su camino a la maestría. Los diversos sím­bolos pueden ser interpretados de diversos puntos de vista según sea el momento por el cual está pasando el estudiante.
            Pero, en forma general podemos decir que Hiram representa el símbolo de la iniciación a través de la Francmasonería. Los tres Compañeros representan los obstáculos a franquear para lo­grar la iniciación real: la mentira, la ignorancia y la supersti­ción. Sobre el cuerpo del iniciado la rama de acacia siempre verde, simboliza la supervivencia de cuerpos más sutiles que el físico al que le dominan, tal como el pensamiento y los cuerpos de manifestación superior, los que en conjunto podríamos llamar alma.
            Los guantes y el mandil blanco de los Compañeros que no quisieron tomar parte en el complot denotan la  pureza de pensamiento, de sentimiento y de intención que deben presentar los aspi­rante al grado de Maestro.
            La muerte de Hiram debe ser vivida por cada aspirante a Maestro, ya que cada muerte trae como consecuencia un nacimiento a un nuevo estado de consciencia.
            En los límites 4 al 8 inclusive encontramos claramente reflejada la idea de jerarquía y obediencia que en general se da en todas las Escuelas de Iniciación, cualquiera sea el tiem­po de ellas.
            Con respecto al Landmark número 9, las logias son las agru­paciones locales básicas sobre las cuales se reúnen los masones. Con respecto al significado etimo­lógico de la palabra, parece evidente una relación entre ella y el voca­blo Logos, que repre­senta la inteligencia creadora y rectora del sistema de vida en el cual estamos insertos. De logos también deriva nuestra voz palabra, ya que Esta inteligencia creadora habría hecho la creación a través de la palabra, Su palabra.
            Otros hacen derivar la palabra logia del sánscrito loka, que quiere decir mundo, lugar, afín al latín locus.
            Todo esto hace pensar que en la palabra logia hay dos con­ceptos íntimamente unidos, el de palabra y el de lugar, a los que se les agrega el significado más trascendente o esotérico de Logos, es decir la potencialidad creadora, o sea la luz.
            Magister([1]) plantea que la logia es  esencialmente el lugar en que se habla y aquel en que se busca y conoce la luz, que el mismo evangelio juanítico identifica con el Logos o Verbo...
            No obstante más importante que el concepto de lugar físico en donde los masones se reúnen a cubierto de indis­cretas mira­das, está la concepción de que las logias están consti­tuidas por los con­juntos o agrupacio­nes de masones que las for­man como miem­bros, ya que ellos al reunirse así se transforman en la expresión par­ticular de ese Logos uni­ver­sal.
            En el límite 10 se menciona a los oficiales principales que dirigen los trabajos en logia: Mae­stro, Primer Vigilante y Segun­do Vigi­lante.
            Esta triada es la representación de los tres pilares que permi­ten, sostienen y deco­ran el templo o la Logia: la Sabiduría, Fuerza y Belleza. Son los tres atributos Divinos que permiten la crea­ción, o la expresión del Logos. Son las tres luces prin­ci­pa­les.
            El Maestro, que recibe el apelativo de Venerable se ubica hacia el Oriente de la logia, está simbolizado por Salomón y representa la luz de la sabidu­ría, de la misma forma que el sol aparece desde el Oriente y entrega los rayos de luz a la tierra luego de un período de oscu­ridad: la noche. Este Venerable Maes­tro es que abre los trabajos, los dirige y los cierra. Pero esta fuerza de la sabiduría nada podría hacer sin la colaboración de otros elementos fundamentales para llevar a cabo algo, por ello se debe apoyar en la inteligen­cia, trabajo encarnado por el Pri­mer Vigilante y simbolizada por Hércules, el que se halla en el Occidente de la logia; finalmente el Segundo Vigilante sentado hacia el mediodía de la logia (en el centro), representa el se­gundo elemento en el cual se apoya la sabiduría: la belleza, y está simbolizado por Venus.
            Los límites que siguen al décimo hasta el número 17, son de tipo administrativos y de funcionamiento que debido a que este es un resumen no los comentaré.
            El Landmark decimoctavo (18) hace mención a algunas exclu­siones en cuanto a la aceptación de los miembros en logia. Al respecto debe tenerse en cuenta que el tiempo avanza y tal como vimos en la parte historia este límite ha sido uno de los más modificados, ya que actualmente existen Ordenes que trabajan con Ritos que aceptan mujeres; la esclavitud ya ha sido abolida en gran parte del globo, y la madurez es relativa y las leyes de las distintas naciones disminuyen cada vez más la edad de respon­sabilidad legal, en donde se supone ya existe el suficiente dis­cernimiento.
            Los límites 19 y 20 también merecen un breve análisis, ya que encontramos en ellos ideas de trascendencia con respecto al origen y destino de los seres humanos y la creación en la cual está inserto.
            En el Landmark 19 se dictami­na sobre una de las cosas que, segu­ramente, más ha desta­cado a la masonería. El Gran Ar­quitecto del Universo es el título dado al Creador del Universo, hacien­do clara analogía con los elemen­tos o símbolos de construcción, los cuales consti­tuyen su principal método de enseñanza de ver­dades trascendentes. La Creación se ve como obra de una Inteligencia, y esta Fuerza primigenia se refleja en toda el universo, por lo que este último se revela como algo totalmente dinámico, de tal forma que cada elemento de esta creación posee el reflejo de esta Energía Superior y se trans­forma en un obrero o constructor cons­ciente o inconsciente  de esta Gran Obra.
            Consecuente con la idea de divinidad en nosotros y la posibi­lidad de construir los cimientos para que establezca la conscien­cia trascendente en cada uno, es que el masón debe necesariamente concluir que existe una resurrección a una vida futura en donde se alcanza el concepto de perfección y de eternidad, el descubri­miento total y real del reflejo del Gran Arquitecto del Universo en cada uno.
            Con respecto a lo que expresa el Landmark 21, el libro de la Ley que allí se menciona, originalmente se refería a la Ley o Leyes inmutables sobre las cuales fue hecha la Creación, en otras palabras aquellas que aparecen en los libros sagrados o de sabiduría y no a leyes contingentes y humanas como muchas logias posteriormente interpretaron, desvirtuando la idea.


         SIMBOLISMO DE LAS ENSEÑANZAS.

            La enseñanza de la masonería está di­rigida fundamentalmente hacia la parte moral y religiosa, con lo que se conforma en una Escuela de Iniciación Espiritual. Sin embargo, actualmente en muchas logias este objetivo original se ha desvirtuado reenfocán­dolo hacia el aspecto político, filosófico y económico.
             Como hemos visto la simbología de la masone­ría está espe­cialmente referida a elementos de cons­truc­ción. Algo totalmente comprensible ya que sus base de origen está en los gremios de construcción que se establecieron en la Edad Media e incluso antes. Sin embargo, al transformarse en especulativa, la cons­trucción pasó a ser más bien una alegoría que una forma de expre­sión hacia el medio. Se comienza así hablar de la construcción del templo interno, en el cual los procedimientos de construcción externa se reflejan en los internos. Solamente cambian los nom­bres y la masonería busca la correspondencia de los elementos de construcción con las cualidades y procedimientos del ser. De esta forma tenemos elementos tales como la plomada, que entre cosas refleja la actitud recta que el masón debe tener en sus acciones, así como indica la dirección a seguir para ascender en el traba­jo interno; el nivel, nos indica el equilibrio que todo iniciado debe desarrollar para evolucionar; el compás representa la cir­cunspección que debe tener el aspirante a la verdadera inicia­ción; el cincel como representación del intelecto; el mazo simbo­lizando la voluntad y la piedra bruta, representa la personali­dad, la que a través del trabajo sincronizado de todos los ele­mentos anteriores más otros más se desbastará con un propósito definido hasta transformarse en una piedra cúbica, la base del futuro templo superior dedicado a El. Sobre la personalidad cubi­cada se comienza a erigir la individualidad.
            Además de internalizar el trabajo interno como una metáfora de la obra de construcción, también se estudian las Siete Ar­tes, que son: Gramática, Lógica y Retórica, Aritmética, Geome­tría, Música y Astronomía. Por supuesto, todas ellas enfocadas desde un punto de vista esotérico, es decir, como simbología del desarrollo interno.
            El trabajo  y estudio masónico gira fundamentalmente en torno en la magia ceremonial, como en casi todas las escuelas de ini­ciación de Occiden­te. Junto a este trabajo ce­remonial está el trabajo personal de cada masón, dado por el estudio y apli­cación de las cosas que se a­prenden.
            El templo en el cual se trabaja es una representación del tem­plo de Salomón. Está constituido por un Oriente y un Occi­den­te. El Vene­rable Maestro, que dirige el tra­bajo en Logia, se ubica en Oriente, represen­tando la Luz que hace llegar a todos los asistentes. En Oriente se sitúan además otros altos dignata­rios, así como invitados ilustres. Además existen dos columnas, las que lo sostienen. El pri­mer Vigilante y se­gundo Vigilan­te, son los representantes de ellas. Uno se ocupa de la colum­na del Sur y de la instrucción de los masones con grado de compa­ñero, el otro de la co­lumna del norte y de la ins­trucción de los maso­nes con grado de a­prendiz.
            El Maestro y los dos Vigilantes tie­nen, como símbolo de su fun­ción, tres ele­mentos de construcción, que son: el nivel, la plomada y el compás. Estos elementos deben ser entregados a sus sucesores cuando hay transmisión de cargo.

 El trabajo de aprendiz consiste en, como vimos anteriormente, desbastar la piedra bruta. Es la prime­ra edad del hombre. Debe utilizar el mazo (voluntad) sobre el cincel (inte­ligencia o dis­cerni­miento) para tallar la piedra bruta (personalidad no desa­rrollada). De esta forma el aprendiz comienza el trabajo, que por lo demás no termina jamás, el conocimiento de sí y el autoperfec­cionamiento. El Compañero, es aquel que ya ha cubicado su perso­nalidad y por lo tanto debe prestarse para servir a la edifica­ción colocándose junto a otras piedras cubicadas. Comienza la labor de perfeccionamiento de la relación social y por lo tanto implica profundo estudio filosófi­co, que tiene por objeto el conoci­miento de los deberes del hombre para con Dios, consigo mismo y con sus seme­jantes. El grado de Compañero tiene por obje­to conocer la letra "G", es decir los nom­bres que comienzan con esta consonante, a los cua­les la masonería atribuye gran contenido simbólico.
            Finalmente el grado de Maestro, el cual es la culminación del camino masónico.  La piedra que ya ha sido cubicada y coloca­da en perfecta relación con otras para erigir una edificio, debe ahora a devolver todo lo aprendido. El trabajo que realizar en este nivel es dar apoyo y consejo a todos sus hermanos guiándolos en el camino que el mismo ha hecho. Así tam­bién realizan, en este tra­bajo de ins­trucción y enseñanza, las labores de la oficialidad en los traba­jos de Lo­gia.

El Masón debe trabajar con el cincel y el martillo para pulir y cubicar la piedra bruta, símbolo de su propia personalidad.


[1] El Secreto masónico.

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