02 diciembre, 2012

Peña Nieto protesta, sin necesidad de aplicar plan B

Su equipo consideró la posibilidad de trasladarse a la SCJN, por si la oposición impedía el acto en el Palacio Legislativo de San Lázaro

Andrés Becerril
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En la imagen, el Presidente constitucional Enrique Peña Nieto, acompañado de su esposa, Angélica Rivera, y sus hijos. Fotos Imagen tomada de Facebook y Héctor López


CIUDAD DE MÉXICO, 2 de diciembre.- Nueve horas y 18 minutos antes, Enrique Peña Nieto había recibido el mando del país de manos de Felipe Calderón. Eran las 10:00 horas y 48 minutos de la mañana del sábado 1 de diciembre. A esa hora, el portón blanco, del número 1325 de Paseos de Las Palmas termina de levantarse y la camioneta negra que lleva a Peña al Palacio Legislativo de San Lázaro arranca.


Desde las 9:00 horas, Peña estaba listo. Frank Guzmán, el coordinador de asesores, llegó a esa hora, pisándole los talones el general Roberto Miranda, jefe de su Estado Mayor, y atrás del militar, el inseparable secretario del Presidente de México, Jorge Corona.
Afinaban detalles y hacían cálculos por si las cosas se complicaban en San Lázaro para trasladarse entonces a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ahí, el equipo del nuevo Presidente mexicano tenía un plan B, por si la oposición de izquierda impedía que se consumara el mandato legal. Nunca se fiaron de que pudiera ser una ceremonia como fue: sosegada y exitosa.
La cita en San Lázaro era a las diez, pero la protesta como presidente de México de Peña Nieto no fue sino hasta las 11:14 horas. Los priistas aplicaron dos estrategias: la de falta de sillas para quedarse parados y listos a saltar a la tribuna en caso de un abordaje progresista y otra más vieja, mandar al frente a las diputadas, que parecían disfrazadas de edecanes, todas de vestido negro y una mascada roja en el cuello.
En el salón de plenos de la Cámara de Diputados, convertido ayer en salón de Congreso General, los diputados se batían en una esgrima verbal que, en la puerta principal de madera del salón, le ponía los pelos de punta a Erwin Lino, el secretario particular de Peña, que se veía tenso y más serio que de costumbre.
En torno a esa puerta que permanecía encadenada, los hombres de seguridad de Felipe Calderón y de Peña hablan por radio y también por teléfono. Reciben órdenes y eran informados de los enfrentamientos entre policías y grupos de vándalos. Los sonidos de petardos que éstos arrojaron contra los policías se alcanzaban a escuchar en las puertas del recinto legislativo y el aire picaba con los gases lacrimógenos que los uniformados lanzaron contra ellos.
A las 9:29 Jesús Murillo Karam, presidente de la Cámara de Diputados, hizo sonar la campana y la secretaria le informó que había 479 diputados y 123 senadores, de los 500 y 128 que fueron elegidos el 1 de julio pasado.
Murillo, que fue propuesto para ocupar la titularidad de la PGR, controlaba la sesión con tono ministerial, fuerte, directo y contundente, el gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, y su colega de Veracruz, Javier Duarte, fueron de los primeros en ocupar su sitio en el apartado para invitados especiales.
Dieciséis minutos antes de la hora fijada para la ceremonia de toma de protesta, uno de los elementos de seguridad de la Cámara quitó las cadenas y el candado de la puerta de madera, pero a esa hora todavía no comenzaban  los posicionamientos de los siete partidos representados en el Congreso de la Unión y que tenían diez minutos para cada uno.
Poco a poco, el sitio de los invitados especiales se fue poblando. Llegó el gobernador electo de Chiapas, Manuel Velasco, y también Juan  Sabines, que en seis días le entregará el poder allá en Tuxtla Gutiérrez; Rubén Moreira, mandatario de Coahuila, y Fausto Vallejo, Ejecutivo de Michoacán, que parecía no querer cruzar palabra con nadie.
También llegaron Graco Ramírez, gobernador de Morelos, los perredistas electos para gobernar el DF, Miguel Mancera, y Arturo Núñez, que lo hará en Tabasco.
Los legisladores echan rollo y rollo desde la tribuna, mientras en las escalinatas que preceden a la puerta de madera del salón de plenos, los diputados Marco Bernal y Manuel Añorve, junto con Óscar Argüelles, director de comunicación social de la Cámara de Diputados, hacen observaciones sobre el camino que deben de tomar, tanto Calderón como Peña, rumbo a la tribuna para consumar la ceremonia protocolaria, que definitivamente no sería a la hora programada.
A las 10:53, los hombres de seguridad piden despejar la zona de la puerta. Tres minutos después un grupo de legisladores sale del recinto, van por Calderón, mientras terminan de colocar una manta con fondo negro que dice: “Imposición consumada, México de luto”, flanqueada por cruces.
Cuatro minutos después de las 11:00, las puertas de cristal del vestíbulo fueron abiertas, mientras el diputado priista Heriberto Galindo terminaba la ronda de legisladores en la tribuna diciendo “¡Viva México!¡Viva Enrique Peña Nieto! Por la grandeza de la patria”.
A las 11:10, las puertas de madera del salón de plenos se abrieron y se ve a lo lejos a Calderón con la banda presidencial. Entra el hoy ex presidente mexicano y se escucha el grito de panistas, “¡Felipe-Felipe!”, los opositores a éstos secundan, “¡asesino-asesino!”.
Cuatro minutos después, Peña entra igual que lo hizo Calderón, por la puerta grande, la principal que hace seis años el mandatario que dejó Los Pinos no pudo cruzar.
Cuando Peña va subiendo hacia la tribuna, desde las curules de los de izquierda empiezan a llover billetes de juguete. Murillo Karam queda entre Calderón y Peña. Calderón se quita la banda presidencial, la besa y se la entrega a Murillo, quien se la pasa a Peña Nieto, se la coloca y protesta a las 11:17. Banderitas de México son agitadas por priistas, mientras la lluvia de billetes de juguete es más tupida. Se canta el Himno Nacional Mexicano y, a las 11:20, el presidente Peña y el ex presidente  Calderón se abrazan.
En una de las tribunas altas de la Cámara, Angélica Rivera, esposa del Ejecutivo federal, y Margarita Zavala, del hoy ex presidente de México,  observaron juntas la ceremonia de toma de protesta de Peña Nieto.
Con la velocidad que marcan los tiempos del Estado Mayor Presidencial, el nuevo mandatario mexicano sale de San Lázaro, para ir a Palacio Nacional, donde sus invitados especiales lo esperan para escucharlo en su primer mensaje a la nación.
El patio central del viejo recinto, edificado sobre piedras prehispánicas, está lleno. El escenario es prácticamente plateado, sobrio. Antes de llegar hasta el lugar de fondo plata, con dos escudos nacionales monumentales y la bandera de México en relieve al centro, Peña Nieto tomó la protesta de 14 integrantes del gabinete legal que en la víspera nombró.
En el sitio del gabinete, el doctor Manuel Mondragón, encargado del despacho de la SSP, no tuvo lugar. El secretario de la Reforma Agraria, Jorge Carlos Ramírez Marín, le tuvo que hacer un huequito para que entrara y luego le dieron una silla al jefe policiaco, que terminó cambiando el lugar con Aurelio Nuño, el jefe de la Oficina de la Presidencia.
Durante el mensaje de Peña, cuando tomó la séptima decisión, relacionada con la educación y que fue la más aplaudida por los asistentes, la cámara de la televisión oficial enfocó el rostro del nuevo secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet. Él sonrió con cierto aire de villano de caricatura,  cuando se interpretaba que aquella iniciativa para dejar de heredar plazas en el magisterio tiene fin en acabar con el caciquismo de la maestra Elba Esther Gordillo, que estaba en el Palacio Nacional, pero que no dijo un mu.
En cambio, a cada propuesta y anuncio que hacía el Presidente de México, el diputado Manlio Fabio Beltrones, que tenía al lado a su inseparable amigo, el senador Emilio Gamboa Patrón, asentía con la cabeza, dando el visto bueno.
Cuando faltaban ocho minutos para las 14:00 horas, Peña Nieto ya estaba en el campo Marte entre el secretario de la Defensa Nacional, el general Salvador Cienfuegos, y el almirante Vidal Soberón, rumbo al asta monumental para izar la bandera que, en dos minutos y medio, llegó hasta lo más alto.
Inmediatamente sonaron las salvas de los cañones del fondo y el nuevo Presidente de México fue a pasar revista a los integrantes de las Fuerzas Armadas de México; presenció un desfile y escuchó los discursos del general secretario de la Defensa y del almirante secretario que ofrecieron lealtad jefe del Ejecutivo.
Peña Nieto les pidió a las Fuerzas Armadas salvaguardar la soberanía nacional apegados a los derechos humanos.
El primer día como presidente de México, Enrique Peña Nieto lo terminó después de las 20:00 horas, cuando dio por terminados encuentros privados con el príncipe español Felipe de Borbón; Joe Biden, vicepresidente de Estados Unidos, y el primer ministro de Corea del Sur, Kim Hwang-sik, entre otros.

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