martes, 17 de abril de 2012

Un teatro lleva el nombre de mi padre.

Padre mío:

Te hablo a ti, para que nos escuchen ellos, los que están sentados en las butacas. Te hablaré de hijo a padre sin tapujos, sin falsas modestias y sin el tan gastado: “está mal que yo lo diga, pero…” Me heredaste ese coraje y esta profesión que ambos sabemos es la mejor manera que has encontrado para hablarme, para hablarnos y para hablarles a ellos. Es inevitable que recuerde ahora las limonadas que compartimos aquellos días de junio-julio en sus noches de calor sofocante. Escribías toda la madrugada en una “moderna” máquina de escribir tus famosos “Güevos”. Y me leías fragmentos y te meabas de la risa y yo reía por tu risa pero no entendía. Vivíamos la dura crisis del noventa y cinco, muchos mexicanos, incluyéndote, perdieron su trabajo, su dinero, sus casas, vendían lo que podían. Tú, con tres hijos y mi madre, cuya paciencia no conoce límites, tuviste los güevos de sentarte a escribir los “Güevos”. Y no solo los escribiste, los montaste y empezó a caminar la que hoy conocemos como la “Compañía Teatral del Norte”. Creo Pá, que es buen momento para mirar atrás y echarle un ojo, no como el Chobi, al kilometraje recorrido y eso porque estoy seguro que lo mejor está por venir. Alonso del Sahuaral ya nos avisa de tu experiencia, de tu madurez y de tu inagotable entusiasmo por escarbar en los rincones mas escondidos del lenguaje y de las voces sonorenses. Les has dado voz a nuestros muertos y has perpetuado en el papel a aquellos que fácilmente, de no ser por ti, se nos hubieran olvidado. No habrá mejor registro de su humor, de sus dolores y sus colores que los que nos has regalado en el papel y en la escena con tu teatro.



Eres Pá, hombre de teatro de los que ya hay pocos; dramaturgo, director, actor y aunque digas que no, maestro. Somos varios los que podemos presumir hoy de haber iniciado en las tablas contigo. Con unos empezaste a aprender y con otros empezaste, sin darte cuenta a enseñar. Nunca he entendido por qué, pero a pesar de no dar clases en la universidad, con gran generosidad nos has compartido del oficio y has dado ha muchos el ánimo indispensable para el que quiere subirse a jugar en serio.
Has puesto a Sonora en el mapa del teatro mexicano por que has empujado a una generación de actores, directores, dramaturgos. Has marcado nuestra época desde el quehacer diario sobre la tabla.

No sé de nadie que merezca más este homenaje que tu. No podría sentirme más orgulloso de ti, ni más dolido por no estar presente en esta que debe ser una gran celebración tuya, de la Compañía Teatral del Norte, del público sonorense y del teatro mexicano.

Sé que la Finita, Melitón, Octavio y Víctor se pondrían de pie en este momento, como yo, para aplaudir orgullosos.

¡Bravo, Pá! ¡Bravo!

Tu hijo.​

2 comentarios:

Anónimo dijo...

: ) que bello... felicidad al hijo!!,

Angelina la amiga de la ma

Sebastián Liera dijo...

A güevo, mi Paulo. Poner el teatro de Cajeme el nombre de tu padre es un merecidísimo homenaje. En lo personal, lo celebro con fanfarrías y toda la cosa en mi fuero interno porque, como dices, aunque tu apá no lo reconozca es un gran maestro. Al menos lo ha sido para mí; no sólo como el director en "Camino rojo...", sino como el hombre de teatro que día a día demuestra ser. Y, sí, es verdad, "Alonso del Sahuaral" es una muestra palpable de la madurez como dramaturgo del Capitán. Larga vida al Teatro Sergio Galindo Sánchez. Tres hurras para el Capitán.

Un abrazo.

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