La médula ósea es un tejido conectivo especializado, cuya función es la de producir los elementos componentes de la sangre. Macroscópicamente tiene dos variantes, roja y amarilla. La médula ósea roja tiene actividad hemopoyética y el color se debe al contenido de eritrocitos y sus estadios previos ricos en hemoglobina. La médula ósea amarilla casi no tiene actividad hemopoyética y hay predominio de adipocitos que le confieren la tonalidad amarillenta.

Al igual que otros tejidos conectivos, la médula ósea contiene células y matriz extracelular. Está dividida en un compartimiento vascular, compuesto por principalmente por un sistema de sinusoides y un compartimiento hemopoyético, que forma columnas o cuñas irregulares entre los vasos (Fig. 242) (Fig. 243). Este compartimiento está ocupado por células hemopoyéticas incluidas en el escaso tejido conectivo reticulado denominado estroma de la médula ósea. En la porción central de la médula, alrededor de los grandes vasos se observa gran cantidad de grasa. En la médula ósea amarilla la grasa ocupa casi todo el compartimiento hemopoyético.

Compartimiento vascular.

Estructura de los sinusoides: el intercambio de componentes entre la médula ósea y la circulación sólo tiene lugar a través de la pared de los sinusoides, que puede estar compuesta por tres capas: el endotelio, una capa de sustancia basal y una capa de células reticulares adventicias. Sólo el endotelio es constante.

El endotelio es delgado, formado por un epitelio simple plano. Una capa inconstante de material semejante a la sustancia basal separa el endotelio de las células reticulares adventicias circundantes. Rara vez esta capa tiene carácter de verdadera membrana basal. Casi la mitad de la superficie externa de la pared del sinusoide está recubierta por células reticulares adventicias. Sus prolongaciones citoplasmáticas delgadas se pueden extender hacia la profundidad del compartimiento hemopoyético, donde forman un reticulado anastomosado, suplido por finas fibras reticulares producidas por las células reticulares. Las células reticulares adventicias se pueden transformar en células adiposas típicas.

Compartimiento hemopoyético.

Es el espacio entre los sinusoides que está ocupado por células hemopoyéticas y por un estroma de la médula ósea, compuesto por células y matriz extracelular. Las células del estroma incluyen células reticulares que forman fibras reticulares, macrófagos y adipocitos. La matriz extracelular se compone de fibras reticulares, proteoglucanos y proteínas de adhesión como la fibronectina y la laminina.

Las células hemopoyéticas tienen sitios específicos de localización en la médula. Los megacariocitos se encuentran siempre adosados a la pared del sinusoide, sobresaliendo largas prolongaciones del citoplasma de este por una abertura hacia la luz. Los eritrocitos se forman cerca de los sinusoides. En las zonas eritropoyéticas las células adoptan una disposición característica denominada islotes eritroblásticos, compuestos por eritroblastos que rodean un macrófago e inciden en su citoplasma. A diferencia de los trombocitos y los eritrocitos, los granulocitos se caracterizan por ser producidos en cúmulos ubicados a cierta distancia de la pared del sinusoide. Sólo cuando las células alcanzan el estadio de mielocito, adquieren movilidad propia y están capacitados para desplazarse hacia el sinusoide y pasar a la luz.

 

HEMOPOYESIS.

Las células de la sangre circulante tienen una corta vida y se renuevan constantemente por la proliferación mitótica de células madre o stem cells , localizadas en los órganos hemopoyéticos.

Las primeras células sanguíneas del embrión aparecen muy precozmente, en el mesodermo del saco vitelino. Posteriormente, el hígado (Fig. 244) y el bazo funcionan como órganos hemopoyéticos temporales, aunque en el segundo mes de vida, la clavícula comienza ya a osificarse y se inicia la formación de médula ósea hematógena en su interior. A medida que avanza la osificación prenatal del resto del esqueleto, la médula se hace cada vez más importante como órgano hemopoyético.

En la vida postnatal, los hematíes, los granulocitos, los monocitos y las plaquetas derivan de células madre localizadas en la médula ósea roja. El origen y maduración de estas células se denominan, respectivamente, eritropoyesis, granulocitopoyesis, monocitopoyesis y megacariocitopoyesis. La médula ósea también produce células que emigran a los órganos linfoides, donde van a originar los diversos tipos de linfocitos.

Las células de la sangre pasan por diversas fases de diferenciación y maduración antes de llegar a maduración completa y pasar a la sangre. Como estos procesos son continuos, en las extensiones de sangre o de médula ósea se encuentran con frecuencia células con características morfológicas intermedias entre una fase y la siguiente.

Células madre: son células que se dividen constantemente y sus células hijas siguen dos destinos: unas permanecen como células madre y otras se diferencian en otros tipos celulares con características específicas (Fig. 245).

Células madre totipotenciales y pluripotenciales: todas las células de la sangre derivan de un único tipo celular de la médula ósea roja, llamado por ello célula madre totipotencial. Estas células proliferan y forman dos linajes: el de las células linfoides, que al principio de su desarrollo emigran, transportadas por la sangre, hacia los ganglios linfáticos, timo y bazo, donde completan su maduración formando los linfocitos, y el de las células mieloides, que originan en la propia médula los granulocitos, eritrocitos, monocitos y plaquetas. Las células madre linfoides y mieloides se llaman células madre pluripotenciales.

Células progenitoras y células precursoras: las células madre pluripotenciales originan células hijas con menor potencialidad, las células progenitoras uni o bipotenciales, que producen las células precursoras o blastos. En las células precursoras aparecen por primera vez las características morfológicas diferenciales de los linajes, pues todas las células madres totipotenciales y pluripotenciales no son morfológicamente distinguibles.

Cuando se dividen, las células progenitoras pueden originar otras células progenitoras, así como células precursoras, pero estas sólo originan células sanguíneas maduras.

Célula madura: es la que se ha diferenciado, habiendo alcanzado la posibilidad de desempeñar sus funciones específicas.

Eritropoyesis.

El proceso básico de la maduración de la serie eritrocítica es la síntesis de hemoglobina y la formación de un corpúsculo pequeño que ofrece el máximo de superficie para los intercambios de oxígeno. Durante la maduración de las células eritrocíticas ocurre lo siguiente: a) el volumen de las células disminuye, b) la cromatina se vuelve cada vez más densa hasta que el núcleo aparece picnótico y finalmente es expulsado de la célula, c) los nucleolos disminuyen de tamaño y se vuelven invisibles en las extensiones, d) se produce una disminución de los polirribosomas (basofilia) y un aumento de la hemoglobina (acidofilia) en el citoplasma y e) la cantidad de mitocondrias disminuye.

Dependiendo de su grado de madurez, las células eritrocíticas se denominan proeritroblastos, eritroblastos basófilos, eritroblastos policromatófilos, eritroblastos ortocromáticos (o acidófilos), reticulocitos y hematíes.

Proeritroblasto: es una célula grande, de unos 22-28 µm, su núcleo es esférico, central, con cromatina laxa y presencia de uno o dos nucleolos grandes. El citoplasma es intensamente basófilo, con una zona clara alrededor del núcleo (Fig. 246).

Eritroblasto basófilo: es más pequeño que el anterior, el núcleo es de la misma forma, pero la cromatina está condensada en gránulos gruesos. No hay nucleolos visibles (Fig. 246).

Eritroblasto policromatófilo: es una célula aún menor que la precedente, cuyo núcleo presenta una cromatina más condensada. Esta célula contiene cantidades suficientes de hemoglobina para dar cierta acidofilia citoplasmática que sumada a la basofila todavía existente, confiere una coloración gris al citoplasma (Fig. 246) (Fig. 247) (Fig. 248).

Eritroblasto ortocromático (normoblasto): tiene un diámetro de 8 a 10 µm. El núcleo, con cromatina muy condensada se hace picnótico. El citoplasma es acidófilo, pudiendo tener indicios de basofilia (Fig. 247) (Fig. 249). En cierto momento, el normoblasto emite prolongaciones citoplasmáticas, una de las cuales contiene al núcleo, que es expulsado de la célula (Fig. 250). La parte enucleada pasa a llamarse reticulocito.

Reticulocito: es algo mayor que el eritrocito, de unos 9 µm, presenta vestigios de ARN que muestran una basofilia homogénea superpuesta a la acidofilia de la hemoglobina. Cuando el reticulocito es tratado con colorantes como el azul de cresil, sus ribonucleoproteínas precipitan, formando un retículo teñido de azul, lo que da nombre a la célula (Fig. 251). El número de reticulocitos en sangre es del 1% del total de eritrocitos, porcentaje que aumenta cuando se necesita incrementar el número de eritrocitos como ocurre después de una hemorragia.

Granulocitopoyesis.

El mieloblasto es la célula más inmadura, ya determinada para formar exclusivamente los tres tipos de granulocitos. Cuando aparecen en ella granulaciones citoplasmáticas específicas, esa célula pasa a llamarse promielocito neutrófilo, eosinófilo o basófilo, según el tipo de granulación presente. Las fases de maduración siguiente son el mielocito, el metamielocito, el granulocito con núcleo en bastón y el granulocito maduro neutrófilo, eosinófilo y basófilo.

Mieloblasto: es una célula con citoplasma basófilo que contiene gránulos azurófilos. Su núcleo es grande, esférico, con cromatina muy laxa y uno o dos nucleolos (Fig. 252).

Promielocito: es más pequeño que el mieloblasto. Su núcleo es esférico, a veces con una escotadura. Su cromatina es más granulosa que la de la célula anterior y los nucleolos son visibles en extensiones teñidas por las soluciones de tipo Romanowsky (Fig. 253) (Fig. 254). Cuando se compara con el mieloblasto, el citoplasma del promielocito es más basófilo y contiene gránulos específicos (promielocitos neutrófilos, eosinófilos y basófilos) junto a las granulaciones azurófilas.

Mielocito: el núcleo del mielocito puede ser esférico o tener forma de riñón y su cromatina es granulosa. Desaparece la basofilia citoplasmática y aumenta la cantidad de gránulos específicos (Fig. 252) (Fig. 254).

Metamielocito: se caracteriza por poseer un núcleo con una escotadura profunda que indica el comienzo del proceso de formación de los lóbulos (Fig. 255). Las modificaciones que caracterizan a los metamielocitos son difíciles de identificar en el granulocito basófilo, por lo que el metamielocito basófilo no suele ser descrito.

Granulocitos con núcleo en bastón: antes de adoptar la forma lobulada típica de la célula madura, el granulocito pasa por una fase intermedia en que el núcleo toma la forma de un cayado (Fig. 256). Por ser de identificación difícil no se describen ni el basófilo ni el eosinófilo con núcleo en bastón.

Monocitopoyesis.

Al contrario que los granulocitos, que son células diferenciadas, terminales, que ya no se dividen más, los monocitos son células intermediarias, destinadas a formar los macrófagos de los tejidos.

La célula más joven de la estirpe es el promonocito (Fig. 257), que se encuentra sólo en la médula ósea roja. La existencia de una célula todavía más joven, el monoblasto, precursora del promonocito, es una cuestión controvertida, pues su identificación en la médula ósea normal es muy difícil.

El promonocito es una célula relativamente grande, de unos 20 µm de diámetro. Su cromatina es delicada y el citoplasma basófilo muestra numerosos gránulos azurófilos finos (Fig. 257). Los promonocitos se dividen dos veces y se transforman en monocitos que pasan a la sangre, donde permanecen unas 8 horas. Después emigran a los tejidos atravesando la pared de vénulas y capilares, originando los macrófagos.

Megacariocitopoyesis.

Las plaquetas se originan en la médula ósea por la fragmentación del citoplasma de los megacariocitos. Estos a su vez se forman por la diferenciación de los megacarioblastos.

Megacarioblasto: es una célula con diámetro entre 15-50 µm, núcleo grande, ovalado o en forma de riñón, con numerosos nucleolos. El citoplasma es homogéneo e intensamente basófilo (Fig. 258).

Megacariocito: es una célula gigante (35-100 µm) con núcleo irregularmente lobulado, cromatina densa y sin nucleolos visibles. El citoplasma es abundante y levemente basófilo. Contiene numerosas granulaciones que a veces ocupan la mayor parte del citoplasma (Fig. 259). Esas granulaciones formarán los cromómeros de las plaquetas. Con la maduración del megacariocito, aumenta la cantidad de membranas lisas que van a confluir para dar origen a las membranas de las plaquetas.