Dossier electrónico

Mensaje de Pinky aparecido en el foro de La Dama Inquieta
(29 de mayo de 2007)

Va acercándose ya al treinta el número de años que hace que, con mayor o menor asiduidad, con algún que otro paréntesis, llevo asistiendo con mi libreta de notas a la SEI de Madrid. Y lo hago porque mi memoria consciente es escasa, y temo olvidar mucho de lo bueno, de lo muy bueno, que allí he presenciado; de lo que allí nos han contado grandes mitos de la magia española y mundial, y de las ideas que al escucharlos se me hayan podido ocurrir.Quizá sea una lucha inútil, y al final el olvido se acabe imponiendo al recuerdo; pero creo que merece la pena intentarlo, que quizá algún día se valore la necesidad de recoger adecuada y ordenadamente el fiel recuerdo de las grandes noches, de las grandes galas, de las grandes conferencias, de las grandes -¿por qué no?- tertulias…

La propuesta es válida para otros Círculos; basta un fichero, un cuaderno bonito, unas personas que se turnen para escribir o para hacer fotos, un poquitín de dinero para que el Círculo adquiera una copia de las notas de la conferencia del día… El caso es que hay que evitar que el paso de los años y de las gentes acabe por borrarlo todo; especialmente cuando ocurre algo grande…

Y hoy ha sido una de esas noches; una noche de las que sería muy injusto que lo que quedase, dentro de unos años, fuese solamente el titular. Una noche de las que merece la pena dejar constancia, la mejor constancia posible. Porque ha sido una de las grandes noches, como probablemente muchas otras que me he perdido y de las que me gustaría haber podido leer algo: aunque sólo fuera para tirarme de los pelos por no haber estado allí…

Así que hoy hay que superar sueño, temores y perezas y escribir un poco sobre lo ocurrido, con la esperanza de que algunos más se animen a completar este pequeño recuerdo de la visita de Gabi a la SEI de Madrid. Incluso, por una vez, renunciando en parte a la comodidad de la crónica para pisar ligeramente el terreno de la crítica. Porque los grandes se merecen algo más que unos simples halagos…

De Gabi sólo tenía referencias -como figura mítica- hasta comienzos de este año; lo más directo, lo contenido en el maravilloso libro de»La magia española del siglo XX». Así que la primera vez que le vi actuar fue hace unos meses, en la «gala clandestina» de los grandes cartomagos; Gabi abría brillantemente la segunda parte, que cerraría apoteósicamente Miguel Gómez.

De aquella actuación de Gabi me quedé con varias cualidades: con su gran nivel técnico y teórico, con sus toques poéticos, con su sencillez de medios y, sobre todo, con su posesión de un estilo y criterio propios tanto al selecccionar los efectos como al presentarlos. No fue mi mago favorito de la noche, pero me gustó y supo hacerme llegar su doble relación con la magia: de amor y de lucha.

Unos meses después, ha venido la segunda parte. Gabi ha estado en la SEI, y nos ha regalado -muy generosamente- su tiempo, sus manos, su sonrisa, sus conclusiones, sus dudas, sus fallos y… sus milagros.

Una primera frase: «podría pasarme toda la conferencia hablado de un solo juego, porque en cada uno de sus juegos se plasman todas las ideas de un mago». Y tenía toda la razón. Porque te hacía un juego, que te podía gustar más o menos, que quisieras hacer igual que él o que más bien quisieras hacer cambiando esto o aquello, y te explicaba sus detalles, y sus dilemas, y sus porqués, y para que lo entendieras te hacía otro juego a modo de ejemplo…

Y, en definitiva, el juego era lo de menos. Y la vocecita interior no te decía «quiero hacer/comprar/aprender ese juego», como tantas otras veces en tantas otras grandes conferencias. No, esta vez no se trataba de mostrarte «el juego perfecto/perfeccionado», a pesar del mucho trabajo que se adivinaba detrás de cada frase (dicha u omitida), de cada gesto (hecho o evitado). Mucho trabajo, mucha cabeza, y muchas tripas, que son las que en definitiva te dicen si vas o no por el camino correcto, por «tu» camino correcto.

«Tras diez años de aprender magia necesitas otros tantos para desaprenderlo todo», como aquella frase de Bruce Lee sobre la técnica del kárate. Para evitar enseñar las cartas cuando no es necesario hacerlo, para evitar decir lo que ya se daba por supuesto -evitando con ello sembrar una duda en la mente del espectador-, para renunciar a una técnica que nos gusta pero que no mejora el efecto…

Lo dicho: ves a otros y quieres ser como ellos, hacer lo que ellos hacen y hacerlo muy parecido a como ellos lo hacen. Gandes magos haciendo grandes juegos, y haciéndolos con maestría… Y cuando ves a Gabi hacer magia también te asombras, también sueñas. Pero no quieres hacer lo que él hace, a veces, ni siquiera quieres saber cómo lo hace. Lo interesante es que te cuente por qué lo hace, que te transmita su lucha por encontrar sus porqués mágicos, probablemente muy cercanos a sus porqués vitales.

Porque lo mejor de Gabi es verle luchar contra sí mismo, y ver que merece la pena hacer lo mismo: encontrar tus ideas, tus juegos, tus formas, tus detalles, tus porqués. Y porque de paso recuerdas que los juegos que más ha valorado tu propio público han sido los que, en alguna medida, tienen más de ti: de tu inventiva, de tu imaginación, de tu naturalidad, de tu ilusión…

Me han gustado algunos juegos, otros un poco menos; en algunas de las elecciones de Gabi estoy de acuerdo, en otras escogería otra cosa; ha hecho muchísimas cosas bien, y ha fallado alguna vez; me ha llegado a ilusionar y sorprender muchas veces, y otras me ha decepcionado un poco no ver un en él a un «virtuoso de la floritura». Pero todo eso le ha hecho más humano a mis ojos, y me ha animado a seguir su camino: ¡que no es otro que seguir el tuyo propio, personal e intransferible!

Al acabar la conferencia, he agradecido a Gabi todo lo que nos ha ayudado a aprender y le he comprado las notas que recogen por escrito su trabajo. Hojeándolas en el metro, me he topado con más frases sugerentes en la última página; como la que sigue: «Creo que a pesar de su aparente absurdo la vida tiene sentido; y aunque reconozco que este sentido último de la vida no puedo captarlo con la razón, estoy dispuesto a seguirlo aun cuando signifiique sacrificarme a mí mismo».

Un grande, por tanto, Gabi . Esto supera a la propia magia. Un regalazo haber contado con él esta noche que no debe, que no puede olvidarse sin más.

Porque no sería justo.

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