Ficha técnica

 

 


El crimen del padre Amaro

Una gamberrada de monaguillo

Por Juan Antonio Caro

Los temas que se tratan en la pelicula El crimen del padre Amaro han suscitado una agria polémica en su país de origen, entre reaccionarios y liberales, ateos y católicos, conservadores y colectivos de gays y lesbianas. Esta polémica, por otro lado, no debería sorprendernos en un país donde en los programas de televisión se nublan los atributos femeninos en una suerte de censura funesta, antinatural y anacrónica, pero a su vez no manifiesta ningún tipo de pudor en mostrar otras realidades, estas sí, que por su carácter ejemplarizante tienen un sesgo como de arenga de pulpito.

El crimen del padre Amaro, en este sentido, en el posicionamiento que toma ante los oscuros asuntos eclesiales y que ha promovido tales disputas, tiene mas de gamberrada de monaguillo o de desplante de organista despechado que de otra cosa. Sus reticencias son múltiples y aunque preocupantes e indignantes, muchos de los asuntos puestos encima del tapete serán a lo largo del metraje olvidados y el soso y manido asunto del celibato predominara sobre los anteriores convirtiendo la película en un melodrama de tintes clásicos y dejando en la cuneta el viso de cine antropológico y social por el que tan estupendamente circundaba.

Por esos derroteros se encaminaron con acierto títulos como Amores perros o Y tu mama también. A los dos títulos mencionados y a este que aquí tratamos les relaciona su nacionalidad mexicana, el protagonismo de Gael García Bernal, y por ultimo un, llamémosle, afán cosmogónico; como si no fueran a rodar más, sus responsables artísticos han aglutinado todas sus inquietudes filosóficas, sus dotes literarias y discursivas y a través de ellas nos han mostrado una visión cuasi total y perentoria del México de los últimos años. Amores perros era un desgarrado relato existencialista, cruel pero también humano y esperanzador. Y tu mama también escondía tras el disfraz de road-movie simpaticona una crítica al México actual tan efectista como oculta a los ojos del espectador más distraído. El crimen del padre Amaro concretiza mucho más con el asunto de la corrupción de la iglesia pero pierde su efectividad crítica ante el poder ideológico que el mismo film proporciona a los representantes corruptos de la misma, dándoles descaradamente categoría de santos.

El crimen del padre Amaro es como un film de Robert Altman lleno de personajes y tipos, pero su número y el carácter de las relaciones entre ellos abrumador e innecesario, rozando casi la categoría de arquetipos: el ateo intelectual juega al ajedrez, el político juega a las cartas y habla del pueblo llamándoles mi gente, el narcotraficante y sus secuaces son definitivamente ridículos. Es en el interior de la iglesia donde oficia el padre Amaro donde están los personajes más interesantes: los dos párrocos y las dos mujeres que los cuidan, el sacristán y la santera. Todos ellos puestos al servicio del drama donde se representa dos historias de amor imposibles que siguiendo los usos y costumbres de la telenovela y del serial radiofónico más trasnochado aconsejan olvidar mucho de lo que se ha tratado hasta entonces, reestructurar mentalmente las premisas de la película porque todo un sistema de relaciones y actitudes se ha desmoronado. Ya no tienen valor frente a la previsibilidad del relato amoroso; hermoso, quizás; angustiante, es posible, pero que incluso puede resultar frívolo ante la importancia de los temas abandonados por el camino.

 

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