Parecía que era algo del pasado, mujeres y hombres señalados por razón de raza, religión o color de la piel. Todavía hoy es posible ver documentales con imágenes terribles del pasado nazi, donde mujeres y hombres eran segregados en espacios públicos. Es más, parecía cosa del pasado el ejemplo de Rosa Sparks la mujer negra que se negó a «ceder el asiento a un blanco y a moverse a la parte de atrás del autobús (1955) en el sur de los Estados Unidos». Pues bien, la historia se repite en pleno siglo XXI pero en Israel: existen autobuses que separan a hombres y mujeres por razones religiosas. Hasta que llegó Naomi Ragen, una mujer valiente que se negó a ir a la parte trasera del autobús, el lugar reservado a las mujeres.
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