martes, 7 de enero de 2014

RECOMENDACIONES CONSTRUCTIVAS

El barón de Sórvigo, en un reciente correo, me manifestaba su decepción por la falta de frescura de esta nueva etapa del blog de heráldica que ahora se llama crónicas. Que no me preocupara en exceso porque, aunque me veía anquilosado, estaba convencido de que alcanzaría los niveles de espontaneidad de otras épocas.
El señor de Sabiote por su parte me reprochaba, por medio de esa modernidad que llamamos wasap, que un par de entradas le resultaban indignantes: aquella referida a su inminencia, porque era impensable que cualquier militar decente lo defendiera después del asunto de las medallas retiradas; y aquella otra del marquesado de 2008, porque le irritaba el asunto de la concesión de un título nobiliario encubierto a la mayor fortuna de España.

Y como soy amigo de ambos y en consecuencia les hago caso, hoy escribiré sólo unas pocas líneas sobre la heráldica presente en el monumento que sirve como tumba al almirante don Cristóbal Colón en la catedral de Sevilla a través de algunas fotografías.
El conjunto figura a los cuatro reinos que conforman la actual España portando el féretro del almirante. Reinos que se representan por medio de heraldos. 
El primero de ellos, porta las armas del reino de León en su dalmática.
Pero no solo esa prenda representa al reino. La corona que porta el heraldo, igualmente, se adorna de leones,
y la túnica, por fin, se estampa de veneras del apóstol cuya tumba descansa en Compostela y, curiosamente de Granadas, 
al igual que el extremo del asta que porta la figura que representa al reino leonés que concluye sobre una granada:
El segundo reino, Castilla, igualmente aparece resañado en el monumento a través de la dalmática;
la corona que porta la figura, adornada de castillos, recuerda los infaustos días posteriores a abril del 31; 
corona que se dibuja del mismo modo sobre la túnica.
El tercer reino representado, Navarra, presenta en dalmática y túnica las cadenas 

que la fábula atribuye al reino
si bien en la corona se aprecian lises: 
El cuarto reino, Aragón, se dibuja a partir de un losange, tan común en la heráldica municipal del reino de Valencia y el principado de Cataluña. 
Siendo la túnica adornada de los murciélagos que la leyenda atribuye a la cimera del rey don Jaime I 
y la corona mezcla elegante de ambos distintivos del reino: 
Por fin el monumento funerario añade las armas de los reyes Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, los católicos.
Y las armas, aumentadas de honor de un jefe de Castilla y León, del almirante don Cristóbal Colón.
Un conjunto estético y pleno de simbolismo heráldico cuya visita es obligada.

lunes, 6 de enero de 2014

ORDEN DE LOS SERAFINES DE SUECIA

Al hilo de la entrada de ayer mismo, hoy se propone una breve reseña relativa a la orden de los serafines del reino sueco.  
A pesar de su antigüedad como orden de caballería, la orden se creó en 1748, hoy sirve únicamente como regalo distinguido a los jefes de Estado extranjeros que visitan aquellos fríos lares, aunque los miembros de la real familia también la ostentan consiguiendo que sea conocida y apreciada en el propio país.
Consta de una sola categoría de caballeros y damas y se ostenta en forma de collar 
o de banda con gran cruz. 
Banda similar en su color a aquella que significa la posesión del collar de la estatal española de Carlos III.
Muestra en su centro, aparte las tres coronas que significan al reino, el anagrama de las palabras Iesus Hominis Salvator, 
coincidente con las armas del actual pontífice máximo.
Pero al lugar al que quería hoy atraer su intelecto, improbable lector, es a la elegante tradición que mantiene aquel reino de disponer las armas de los caballeros y damas vivos de la orden en una cámara del palacio real de Estocolmo, según se aprecia en un extremo de la instantánea que sigue.
Tradición que establece que al fallecer un miembro de la orden, las armas que identificaron a su poseedor abandonen su ubicación en la estancia del palacio real para ser escoltadas hasta la iglesia de los franciscanos, el actual mausoleo real. 
Tan distinguida ceremonia posteriormente se complementa celebrando el oficio funeral con las armas del finado presentes en lugar destacado. 
Armas que pasarán, ya añadida la fecha del deceso, y como conclusión de tan elegante costumbre
a ocupar su lugar en una de las naves de aquel espacio religioso.

sábado, 4 de enero de 2014

ALGUNAS IMÁGENES

Recorriendo Malasaña me explicaba ayer entre copa y copa mi amigo don Manuel Gener Villechenous, conde del Real Proyecto, en el reino del Maestrazgo, que el oculto afán de la alcaldesa de Madrid era que los madrileños aprendiéramos baile. 
-No te entiendo Manolo, tío. 
-¿Tú te acuerdas de la canción que dice: un pasito palante, María, un, dos, tres, un pasito patrás
-Sí, claro. 
-Pues la alcaldesa Botella está empeñada en que los que somos fumadores y bebedores (vamos, la gente divertida) practiquemos ese baile en la entrada de los bares ¿a qué si no que haya prohibido beber en la calle y fumar dentro del bar? Ha conseguido que demos un pasito palante y demos una calada fuera del bar, y un pasito patrás y nos bebamos un trago dentro del bar. ¡Y con el frío que hace, caramba! 
-Es verdad, claro. La alcaldesa se llama Botella por algo. Le gusta la juerga y la juerga incluye algún baile. 
-¿Y qué harán en... Suecia por ejemplo para solucionar esto, estarán ateridos de frío los fumadores, no? 
-Bueno beberán más para combatirlo.
La introducción anterior quiere atraer hoy su atención, improbable lector, hacia algunas instantáneas tomadas en el reino de Suecia. En el periodo interblogs, se celebró la boda de la más atractiva de las princesas de la cristiandad entera, doña Magdalena Bernadotte. En la fotografía que sigue, que muestra un momento de la ceremonia, se advierte con nitidez una corona, supongo que correspondiente al título nobiliario que ostente,
que coincide con la que efectivamente timbra sus distinguidas armas:
En las imágenes que siguen se aprecian las armas de algunos sujetos agraciados con la orden de los Serafines, propia del reino de Suecia, orladas consecuentemente con el collar de la institución y entre las que se distinguen las del príncipe de Asturias, con un lambel, de 1991, cargado con la cruz de la victoria,
las del príncipe de Gales,
las del presidente del que fuera en su momento el reino de Hungría,
y para terminar las del afamado agitador sindical don Lech Walesa, presidente igualmente del que existiera como reino de Polonia.

ALGUNAS CASA NOBLES XII: EL MARQUESADO DE DEL BOSQUE

Ha dado mucho que hablar este título. Nadie en su sano juicio duda de la valía personal del actual y I poseedor de la merced. 
Sin embargo, los medios de comunicación han hecho alarde de falta de modales criticando sin piedad la concesión nobiliaria. Carecen de razón.
Hoy el deporte es una importante faceta social. El fútbol es el deporte rey. Y el fútbol mueve a las masas. España entera, aún los no seguidores de la selección española, ante los triunfos en Eurocopas y Mundial han tomado como propias las victorias. El título tenía todo el sentido de premio, de reconocimiento desde la más alta instancia del Estado, al esfuerzo de unos jugadores que han aupado a España hasta el mayor éxito deportivo. 
Si acaso, lo único criticable, como ya se expuso en su momento en aquel tedioso blog de heráldica, quizá haya sido la elección de la denominación de la merced. La aliteración no deseada, no pretendida, al unir “de” con “del”, resulte malsonante.
Como también se dictó, de haberse mantenido la costumbre del siglo XIX de adoptar como denominación de los títulos el apellido del primer poseedor precedido de las palabras “Casa de”, hubiera llamado a la mofa generalizada al recordar el conjunto “el marqués de la casa del bosque”, a un cuento de Perrault.
Para concluir, reseñar que don Vicente del Bosque no ha adoptado, salvo mejor noticia, armerías que lo identifiquen. Se propuso en su momento, quiero recordar que por parte del marqués del Real Blasón del reino del Maestrazgo, don Fernando Martínez Larrañaga, un acertado diseño: En campo de oro, un bosque de sinople, con escusón de gules cargado de una estrella de cinco puntas de oro.