martes, 22 de noviembre de 2011

Amor no se escribe en la pared | Cuentos cortos impersonales

Este es el primer cuento corto que inicié en el blog Mi Majestad. Como estoy organizando mis escritos, abrí otros blogs para ir concentrando las temáticas que suelo abordar en Mi Majestad. Un día de esos... es un blog más literario así que acá estarán todos aquellos textos que más o menos se puedan etiquetar como tal (la mayoría de ellos venidos de mi blog principal).

En un principio a estos relatos cortos les llamé El amor perfecto. Ahora, el mismo cuento cambia el nombre a Amor no se escribe en la pared. Posiblemente vuelva a cambiar el nombre hasta que encuentre uno que me guste definitivamente :D.

¡Ojalá les guste!

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Amor no se escribe en la pared | Relatos ficticios de un joven amor real

Cuando un chico conoce a una chica

-1-

Él estaba con la iniciativa de ponerse a estudiar algo en la Universidad. Ella también. Los dos eran de otros lugares pero que coincidieron en uno solo, como todo el mundo, ¿no?. No estaría mal pensar que los dos fueron una flecha que dio en el blanco de ese lugar de Psicología.

Él era súper sociable, haciendo bromas y hablando tonterías a cada rato; un chico con sentido del humor y con llegada a las masas. Ella era más recatada, tímida, con mejores y más extendidas pausas al hablar, con la mirada seria que preponderaba, esa de reojo y a medio abrir, como inspeccionando siempre el ambiente, siempre. Ella era muy linda, preciosamente linda.

La primera vez que él le prestó atención ─ya la había visto con anterioridad─ fue a la salida del curso. Muchos de los estudiantes salieron al hall de la sala, algunos se reunieron inmediatamente en grupos para conversar, otros, más tímidos, se hallaban solos o en compañía solamente de alguien más. Él, sociable como siempre, ya tenía con quién hablar. De hecho, eran varios en torno a sus habladurías en aquél hall.

Ella oyó que se estaba hablando, entre otras cosas, de organizar un grupo para estudiar y se sumó a la charla, mirándolo como a un objeto que se escudriña por lo movedizo... Le dijo que si podía ingresar al grupo, que podían él, y los demás, ir a su casa a estudiar cuando quisieran. Lo dijo con la seriedad de un rostro propio de quien rompe un marco auto-establecido. Una vez consumada su intervención, ese ser humano mujer, se alejó, rumbo quizás a su casa. Él no la vio venir, pero sí irse: ¡Qué hermoso andar! ─pensó, viendo sus pompis firmes retirarse con un contoneo particular-. Le había gustado cuando se acercó, pero le gustó más cuando se empezó a ir. La primera paradoja se había dado.
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Nota: Decir pompis es la forma argentina más amena de referirse al trasero de una mujer. Lo mismo para las bobis/bubis, pero en referencia a la hermosa parte superior de ellas. Los adolescentes tucumanos no suelen utilizar corrientemente estas expresiones pero sí las conocen. 

-2- 

En clases él hacía intervenciones propias de alguien seguro, aunque de seguridad no tenía nada. Decía casi todo lo que pensaba en voz alta: ─ Profesora, tengo calor, ¿me deja sacarme la remera? Y las risas después de cosas como esas eran como por olas. Los más cercanos, del grupo ya establecido, con risa potente y, después, los demás alejados, como la onda que forma una gota al caer en un medio líquido, tenían las risas deshaciéndose de la misma forma en que se hubieron hecho.

La profesora era joven, tal vez, ésta fuera sólo una de sus primeras intervenciones como tal. Por lo tanto, licenciosa. Para colmo, él, cada tanto de unas de sus bromas, objetaba asuntos inteligentes. No se podía establecer explícitamente autoridad con un chico así en el curso. La joven profesora caía una y otra vez en las trampas que él le ponía y, los demás estudiantes, ya se estaban percatando de su matiz de novata. Aquella profesora también le parecía linda; la idea de alguien precioso enseñando, con abordaje intelectual, cualquier cosa biología, matemáticas o psicología, le atraía y le seducía. A él le gustaban todas...

EN PRÓXIMAS ENTRADAS LAS SIGUIENTES ENTREGAS

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