viernes, 14 de enero de 2011

Epistemología de la psicología


       Contenido

                    I 
  • Introducción general
  • Breve historia del conocimiento científico
  • La crisis de la epistemología clásica
  • La crisis de la psicología
                    II
  • ¿Qué es la psicología?
  • Los primeros objetos de la psicología
  • Las dificultades de la psicología
                    III
  • El conocimiento en la ciencia de la psicología
  • El escenario de la psicología
  • Conclusiones


Resumen

En este trabajo intentamos definir los fundamentos para elaborar una epistemología de la psicología. En la primera parte hacemos una revisión breve pero amplia de la perspectiva del conocimiento científico y de la epistemología, con el propósito de pintar el cuadro general de la discusión. En la segunda parte definimos lo que es la psicología desde una perspectiva histórica, con el fin de revelar las desviaciones que sufrió de sus propósitos originales como ciencia, evaluando sus dificultades presentes. Luego hacemos una revisión de los primeros objetos de los que se ocupó la psicología a lo largo de su corta historia como proyecto científico, dejando claro que fueron intentos fallidos. Por último, incursionamos en la descripción de las características del conocimiento científico propio de la psicología y en la descripción de sus escenarios de estudio, tal como hoy son concebidos. Antes de proponer una epistemología hacemos un esfuerzo especial por separar la psicología epistémica pura de la psicología de corte asistencial social. Para concluir trazaremos el perfil de lo que sería una psicología de carácter epistémico, es decir, en tanto ciencia, a la luz de las últimas transformaciones conceptuales percibidas.


Prefacio

Este trabajo nació como un esfuerzo por estructurar un curso sobre epistemología de la psicología, pero que chocó con la humillante realidad de la escasez de fuentes sólidas y válidas, en especial desde un enfoque moderno de la psicología, pero también de la epistemología. Encontramos una abundancia de material que a estas alturas resulta obsoleto porque se mantiene fijo en problemas clásicos que hoy han sido superados. Por ello nos propusimos elaborar esta pequeña guía sobre lo que consideramos puede ser la epistemología de la psicología en el presente siglo. Lo que viene a continuación debe ser considerado como un material de trabajo inicial, un primer planteamiento sobre el cual podemos empezar a elaborar una epistemología de la psicología mirando hacía el futuro.


-I-


Introducción general

La epistemología es una rama de la filosofía que se ocupa del conocimiento científico. Es así como lo vamos a entender aquí, debido a que actualmente existe una larga polémica en cuanto a si esta abarca todo tipo de conocimientos e, incluso, si no hay más conocimiento que el científico. Dada la decisión que hemos tomado de asumir la epistemología como rama de la filosofía que se ocupa del saber científico, debemos distinguirla de la gnoseología (teoría del conocimiento) que aborda los problemas del conocimiento en general, con lo cual estamos admitiendo que hay otros conocimientos que no son científicos. 

Además de los límites y alcances de estas dos disciplinas, el problema con estos términos deriva de los usos y costumbres empleados en diversos países como España, Francia, Inglaterra y Alemania, en donde los autores los han empleado de manera diferente, creando una gran confusión. Sin embargo, hay una tendencia actual en diferenciar la gnoseología como disciplina del conocimiento en general, y la epistemología como disciplina del conocimiento científico, en particular, sin que esto signifique subordinación de una frente a la otra. Popper también lo establece así: "Entiendo la epistemología como la teoría del conocimiento científico." (1a).

El principal problema que enfrenta la epistemología es determinar cuándo un conocimiento adquiere el estatus de “científico” o cómo reconocer un conocimiento científico y diferenciarlo de los demás, cuál es el carácter de su valor como conocimiento específico y hasta dónde van sus posibilidades. Si bien tales problemas surgieron frente al avance del conocimiento científico sobre la Naturaleza, otras aparecieron ante el estudio del escenario humano, como por ejemplo la objetividad, la generalización y permanencia del conocimiento, así como los métodos de su obtención. Aunque se dieron diversos enfoques frente a las Ciencias Naturales, ha existido consenso en cuanto al escenario y objetos de estas ciencias; incluso parece existir una gran comodidad ante sus métodos consagrados, con escasas voces disidentes generalmente desoídas. Por el contrario, el campo de las Ciencias Sociales y Humanas suele ser más problemático, al punto que cada una de estas disciplinas requiere generar su propia epistemología antes de erigirse como ciencia particular. Esto quiere decir que mientras en las Ciencias Naturales se empieza haciendo ciencia dejando el asunto de la epistemología a los filósofos, en las Ciencias Sociales se necesita empezar por una epistemología orientadora, por lo que generalmente han sido los propios autores quienes han generado tal epistemología. En el caso de la psicología, muchos sentían la necesidad de establecer su propia teoría de la personalidad, la que finalmente puede considerarse una manera de establecer la epistemología de su trabajo psicológico. Los filósofos puros que se han ocupado de la epistemología de las Ciencias Sociales lo han hecho básicamente para justificar su existencia, señalando sus diferencias ante las Ciencias Naturales. Pero más allá de ese punto, se precisa que cada disciplina humana señale los fundamentos de su saber. Esto nos impulsa precisamente a la necesidad de una epistemología para la psicología, una tarea históricamente descuidada. Hace un tiempo que se ha empezado a hablar mucho de epistemología en la psicología. El problema es que se habla, pero no se hace epistemología. 

Además de las tareas usuales, una epistemología de la psicología debe ofrecer medios para probar el carácter psicológico de un conocimiento, ocupándose de la demarcación del territorio de la psicología como ciencia. Esto es necesario, pero sobre todo urgente, debido a que a falta de tales precisiones, durante el siglo XX se produjo una verdadera avalancha de aportes diversos que se presentaron como psicologías. Así, la psicología resultó ser una especie de plaza pública adonde todos concurrían a predicar sus temas, desde estadísticos hasta ingenieros, pasando por médicos, clérigos, administradores y amas de casa. Los enfoques iban desde el metodologismo naturalista con fundamentación estadística, hasta las filosofías orientales de control mental, pasando por el manejo de problemas de la vida cotidiana. Todo ello sumado a la ausencia de una epistemología que defina los fundamentos de la psicología como ciencia, llevó a la aceptación indiscriminada de tal diversidad, generándose el caos y la pérdida de todo sentido. Como consecuencia, la psicología fue sutilmente apartada del escenario científico para quedar reducida a una disciplina auxiliar, de aportes dudosos y sin un interlocutor válido.

Los escasos intentos por hacer epistemología de la psicología en medio de la situación actual, acaban paralizados ante la gran variedad de formatos existentes. El primer problema que enfrentan es que no saben de qué manera validar todos estos formatos a la vez o en qué basarse para rechazarlos. Como consecuencia, la gran mayoría asume de hecho que todo lo que hay en el paisaje es realmente psicología y, ante ello, lógicamente no queda más que la parálisis epistémica. Esto es lo que tenemos que cambiar en este siglo si queremos iniciar la construcción de una real psicología científica. Estas lineas, de algún modo, pretenden iniciar ese camino y permanecerán en construcción por algún tiempo.

Hacia el final del siglo XX la psicología cognitiva parecía haber recuperado para la psicología todo el prestigio perdido, logrando incluso que por primera vez un psicólogo ganara el Premio Nobel, otorgado en el 2002 a Daniel Kahneman por sus estudios sobre el juicio y la toma de decisiones. Si bien es cierto que tal Premio Nobel se concedió bajo el rubro de Economía, se debe a que nunca se previó una categoría del Nobel para la Psicología, y porque los estudios de Kahneman apoyaron ciertas teorías económicas. Aun así, la psicología cognitiva sigue siendo tan solo una voz en medio de la plaza pública que es la psicología actual. Resulta evidente que no se podrá avanzar en la edificación de una psicología científica real en tanto no haya una epistemología central que defina el campo de la psicología y distinga el conocimiento psicológico. En lo que sigue, haré una revisión general del panorama epistémico a fin de colocar algunos puntos de base para emprender este proyecto. Pero antes de intentar sentar las bases de una epistemología para la psicología, necesitamos reconocer el estado de caos general de la disciplina y entender su desarrollo histórico. Para ello debemos revisar la historia general del conocimiento científico y de la epistemología, necesariamente.

Concebir y explicar la psicología como una ciencia particular exige recorrer el camino de la ciencia, aunque sea de manera rápida, a fin de ser precisos pero sobre todo para tener fundamentos, pues a la psicología se la ha acusado muchas veces de no ser una ciencia, increpándole sus dificultades y diversidad de formas. Si revisamos la historia del conocimiento científico veremos que la ciencia toda no ha estado exenta de dificultades y formatos diversos, pero además comprenderemos el papel de ciertos formatos de ciencia en la postergación de la psicología como ciencia autónoma. La psicología, como conocimiento científico específico, no ha sido ajena al discurrir general del conocimiento humano. Por el contrario, ha estado desde los primeros días muy ligada a la reflexión de la humanidad sobre su propio mundo y sobre el conocimiento mismo. Incluso la epistemología ha sido, en cierto sentido, una forma de psicología, como por ejemplo en Kant. Otros filósofos han apelado a la psicología como un saber diferenciado para establecer sus fundamentos epistemológicos, como ocurrió con Popper. De hecho, la psicología es parte integrante del debate en torno al conocimiento. Veamos esto.









Breve historia del conocimiento científico

Si bien el debate sobre el saber se remonta a los sofistas griegos, la noche negra que significó la dominación cristiana durante más de quince siglos alteró todos aquellos conceptos al asumir especiales significados para la Iglesia. La lenta aparición de la ciencia a fines del siglo XVI, volvió a abrir el debate sobre el conocimiento, debate que se fue dando a medida que la ciencia avanzaba, es decir, sobre los territorios que iba descubriendo. La solución al problema de la demarcación del conocimiento científico ha estado siempre vinculada al tipo de ciencia que le sirve de inspiración al filósofo, pues ha sido en función a los diversos avances que la ciencia ha venido realizando en diferentes escenarios, que el conocimiento ha adquirido distintos formatos, afectando así la concepción filosófica sobre el conocimiento científico y sobre la ciencia en general. Podríamos afirmar que ha sido el impacto de ciertos conocimientos científicos concretos los que determinaron la clase de epistemología que se elaboraba. Vale decir que la epistemología reflejaba o se esforzaba por reflejar y explicar cierto tipo de conocimientos científicos.

Podríamos reseñar la evolución del conocimiento humano, en lo que nos compete, de una manera muy esquemática y breve, tal como sigue. En algún momento de la historia, el “conocimiento de Dios” que fue durante casi todo el Medioevo el principal tipo de conocimiento que se adquiría y se enseñaba, fue rebasado por otros tipos de interés. Esto ocurrió entre los siglos XIII y XVII, es decir, entre Guillermo de Ockham y Sir Francis Bacon. El interés por Dios y el "otro mundo" se fue trasladando a este mundo y a la Naturaleza. El primer proyecto científico se orientó a comprender la naturaleza de este mundo y su relación con el cosmos. Así empezó lo que se conoce hoy como "ciencia naturalista", aunque entonces era sólo "la ciencia". Ante la necesidad de separar saber y fe, se estableció que el objeto del conocimiento era todo lo material y sensible, y que se debía apelar al "método científico" para obtener dicho conocimiento de una manera positiva, o sea, comprobable. Todo lo demás quedó en manos de la escolástica. Así fue como la noción de conocimiento científico quedó vinculada al mundo que nos rodea (sus objetos y fenómenos) y a una forma manipulativa e instrumental de aprehender el saber. Sin embargo, ambas -escolástica y ciencia- permanecieron guiadas por las mismas concepciones religiosas de fondo. Cuando Newton presenta las primeras "leyes" del Cosmos deja claro que estas reflejan la voluntad de Dios y explican el Orden Universal con que Dios ha creado el Universo. Luego se asumió que el objetivo de la ciencia sería descubrir las "leyes naturales" con que Dios había ordenado la naturaleza. Más tarde se incluiría al ser humano en esta perspectiva. Pero no nos adelantemos.

Debemos recalcar que la construcción de la ciencia naturalista se hizo tomando como fundamento las concepciones religiosas pre existentes. Es decir, el conocimiento científico no empezó de cero, sino que se edificó a partir de las nociones que la Iglesia había establecido sobre el Cosmos, la Naturaleza y la vida. De modo pues que fue la religión la que le proporcionó a la ciencia su primer paradigma. Podemos definir un paradigma científico como el conjunto de creencias básicas compartido por una comunidad científica, sobre el que se razona y edifican las teorías explicativas. La religión le cedió a la ciencia toda su estructura epistémica, y a partir de ella empezaron a edificar la ciencia naturalista. De hecho, fueron las universidades regidas por la Iglesia las que se constituyeron en guardianes del saber. Los primeros científicos eran además teólogos, como fue el caso de Newton.

La ciencia moderna se inicia como "ciencia naturalista" con personajes como Copérnico y Galileo, y se consolida plenamente con Sir Isaac Newton, quien establece las primeras leyes de la Naturaleza y el Cosmos, convencido de que Dios es el autor de estas leyes. Copérnico fue el primer autor de una teoría científica, la teoría heliocéntrica. Galileo fue el primero que procedió al empleo de la tecnología para comprobar una teoría científica. Se basó en un telescopio. Newton fue el primero en explicar una teoría y en enunciar las primeras "leyes científicas", relativas al movimiento de los planetas. Todo esto bajo la cosmovisión religiosa. Se asumió que la Naturaleza obedecía la voluntad de Dios y que esta se expresaba en leyes físicas; por tanto, la misión de la ciencia sería descubrir las leyes con que Dios había establecido el perfecto Orden Universal. El primer reto de la ciencia fue descubrir la lógica de Dios. Muy al margen de las episódicas discusiones en torno a los primeros enunciados científicos y la interpretación de las Sagradas Escrituras, lo cierto es que la ciencia convivía en perfecta armonía con la fe, especialmente en lo que respecta a la lógica de las ideas. Más aún, la fe orientaba el pensamiento científico, tal como ya lo hemos explicado. En concordancia, la epistemología reflejaría esta feliz comunión entre ciencia y fe en filósofos como Descartes, Locke y Leibniz, por mencionar algunos.

La perspectiva religiosa llevó a la convicción de que el Universo era un escenario de perfección y armonía, donde los astros giraban respetando un estricto Orden Universal. Luego se asumió que todos los eventos físicos y naturales sucedían como consecuencia de formar parte de los engranajes de un perfecto mecanismo universal diseñado y movido por Dios. La creencia científica de que el Universo, el mundo y la Naturaleza tenían un orden implícito, llevó a creer en la existencia de leyes que eran la expresión física de la voluntad divina. La convicción de que la Naturaleza obedecía leyes llevó al pensamiento científico a girar en torno a las relaciones de causalidad, una lógica que ya había sido definida completamente por Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII. La actividad empírica iniciada sobre aspectos muy concretos de la realidad inmediata reforzó la creencia en que todo tenía una causa específica antecedente y obedecía leyes que eran invariables. El pensamiento científico discurrió sobre este paradigma durante siglos, y en gran parte aún se basa en él. Siguiendo ese razonamiento se llegó a pensar que tales "leyes universales e invariables" existían en todos los escenarios y que, por tanto, sería posible descubrirlas incluso en la conducta humana y así predecir el comportamiento. No faltaron quienes buscaron y enunciaron las leyes de la Historia hacia mediados del siglo XIX. Pero aquella perspectiva científica empezó a cambiar cuando Sir Charles Darwin publicó su Teoría de la Evolución, con la que puso en duda la pieza fundamental de lo que se asumía como verdad revelada: la aparición de los seres humanos y las demás especies. Con ella provocó la primera gran crisis epistémica en la historia de la humanidad, iniciando así la ruptura entre el pensamiento científico y el religioso. Por supuesto, dicha crisis duró varias décadas y, en muchos aspectos, persiste hasta nuestros días. La teoría de Darwin marcó el momento en que empezó a resquebrajarse la feliz unión entre ciencia y fe, y cuando empezó a cuestionarse sutilmente el paradigma científico vigente durante siete siglos. Enseguida, descubrir el origen de la vida se convirtió en una de las mayores empresas científicas, lo que, junto a los hallazgos de la Física, finalmente acabaría transformando las viejas nociones de la ciencia.

Todo esto nos demuestra que la ciencia no es una sola, sino que ha ido transformándose en la medida en que avanzaba en el conocimiento de la realidad. El conocimiento no sólo es acumulativo sino que permite dar saltos cualitativos en los fundamentos epistémicos, es decir, en la perspectiva básica, en las creencias sobre las que se entiende la realidad y sobre las que se construyen las teorías. ¿Cómo quedaban las ideas si se descartaba la creación y se admitía un proceso evolutivo? ¿Era admisible la idea de que este mundo fuera el resultado de simples eventos fortuitos? ¿Cuál era el fundamento de la ciencia si se dejaba de lado el Orden Universal implícito? ¿Hasta dónde era cierto eso de que todo sucede regido estrictamente por leyes que están concatenadas unas a otras, y que todas ellas son invariables? ¿Había una causa específica para todos los eventos, tal que sería posible retroceder en el tiempo desarmando uno a uno estos eventos, hasta llegar a la creación, y dejando en evidencia una clara intencionalidad para construir un mundo como el existente? Algo más tarde surgiría la cuestión de si nuestros conocimientos sobre la Naturaleza y el Cosmos son realmente válidos en todo el Universo. Nuestro mundo parece único y en el Cosmos observamos muchas cosas enigmáticas. La ciencia apeló a las partículas y fuerzas elementales para explicar la realidad a toda escala, pero se encontraría con muchas más sorpresas. Paulatinamente se nos hizo más evidente que la realidad tiene distintos escenarios y que la ciencia no podía tener un solo formato. Al final, estas transformaciones del conocimiento y de la perspectiva científica desembocaron en la crisis de la epistemología clásica. Pero veamos esto más de cerca.

El paradigma científico del Universo perfecto ordenado por Dios se caía a pedazos. Más aun cuando se descubrió que el Universo no era aquel paraíso de orden y perfección imaginado durante siglos, sino un escenario caótico y espantoso donde la vida no había sido más que un accidente fortuito, producto de la conjunción paradójica de diversos eventos azarosos, sumados a la afortunada resistencia a catástrofes globales que cambiaron el rumbo evolutivo varias veces. No parecía existir una feliz sucesión de causas necesarias y milagrosamente alineadas con la deliberada intención de formar un tipo especial de vida; pero tampoco, ni siquiera, una sucesión coherente de causas y efectos que expliquen la vida. Al contrario, todo parecía ser producto de una afortunada combinación de las propiedades de la materia-energía y el azar, pues los resultados no se podían explicar con el paradigma científico del orden implícito y las causas concatenadas. Para colmo, parecía que el azar jugaba un papel fundamental en la evolución, pues garantiza la variabilidad. La vida era el resultado temporal de un perfecto y precario equilibrio entre fuerzas entrópicas y negantrópicas en un medio oportunamente favorable. Por último, el comportamiento disciplinado de una Naturaleza que obedece leyes resultaba difícil de solventar en todos los escenarios, especialmente en los de la vida. Por ejemplo, el tamaño de la Tierra y su distancia del Sol, cuestiones fundamentales para la vida tal como la conocemos, no tienen ninguna causa o razón necesarias. Se deben enteramente al azar. Enseguida aparecieron interrogantes: si Dios no controla el Universo con su voluntad y sus leyes... ¿cómo funciona? ¿Existen o no unas leyes establecidas por Dios? ¿Existe o no la posibilidad de explicar el funcionamiento del mundo y el Universo por causas, entendidas como eventos de necesidad forzosa que forman parte de una regularidad sistemática universal, es decir, de un orden implícito? ¿Cabía la posibilidad de que la ciencia fuera de una forma en un escenario y diferente en otro? ¿Podían haber aspectos de la realidad explicables de maneras distintas, imposibles de conciliar? ¿Sería posible que las leyes de la física tuvieran un inicio y un fin donde fueron y serán diferentes?

Así resultó que las creencias firmemente establecidas por la ciencia primigenia quedaron en entredicho con el surgimiento de las físicas cuántica y relativista. La ciencia moderna demostró que el Universo y la realidad no eran como se pensaba. No existía ningún orden implícito ni una sola forma de entender la realidad a toda escala y complejidad. Peor aún: ¡había más de una realidad! Mientras que la relatividad hablaba de paradojas, la física cuántica lo hacía de probabilidades, partículas virtuales y dualidad. La incertidumbre se instaló como parte del conocimiento científico. Fuimos conscientes de los escenarios caóticos y de la complejidad, reconocimos procesos multifactoriales e irreversibles. ¿Cómo conocer una realidad que es producto de un proceso complejo e irreversible, es decir, que no se puede desmontar ni reproducir? ¿Y cómo entender un Universo en el que observamos  muchos escenarios y fenómenos que se hallan más allá de nuestras posibilidades cognitivas? De pronto empezamos a hablar del azar y de las limitaciones de las predicciones científicas. La física cuántica, por ejemplo, establece una cierta cantidad de hechos posibles y juega con las probabilidades. Aparecieron nuevos conceptos científicos como la singularidad en contraste a la regularidad. La imaginación pasó a ser el principal ingrediente de la ciencia. La Física, la ciencia emblemática, había dejado a un lado la mecánica de Newton para partirse en dos, cada una ocupándose de un escenario distinto de la realidad, y ambos irreconciliables. Por ejemplo, cada uno explica a su manera la gravedad. Los intentos por unificar la Física han fracasado hasta ahora. La Teoría de la Relatividad, pese a su revolucionaria visión, sigue siendo una teoría clásica, pues reposa en la concepción de un Universo regido por un orden implícito. Einstein nunca admitió la posibilidad de un Universo donde el azar jugara algún papel y acuñó su famosa frase "Dios no juega a los dados con el universo". Sin embargo, hoy ha cobrado vigencia la sentencia que ya en el siglo V AC plasmara Heráclito: "El Universo, en el mejor de los casos, es un montón de basura arrojada al azar". Los hallazgos del telescopio espacial Hubble parecen confirmarlo.

Todas estas cuestiones significaron inevitablemente el fin de una epistemología que fue iniciada por Hume y concluida por Popper. La epistemología clásica se había estado edificando sobre las bases de un saber sólidamente asentado en un ambiente científico que parecía ganar cada vez mayor seguridad. Sin embargo, la aparición de la Teoría de la Relatividad fue un duro golpe para aquella vieja solidez. Enseguida surgió un desconcierto aún mayor con los hallazgos de la Física cuántica en el escenario subatómico. Luego de poner en duda la convicción sobre las causas y las leyes basadas en las regularidades percibidas y en la validez de la inducción, Popper, apelando a la psicología, afirmó que es el hombre quien en su reducido espacio existencial cree percibir regularidades "aun en donde no las hay" y luego elabora "leyes" que se las impone a la Naturaleza (1b). El Universo transcurre en una sola dirección y el factor de aleatoriedad (es decir, la entropía) se incrementa. Popper concluye: "es perfectamente factible que el Universo, tal como lo conocemos, desaparezca en el siguiente minuto". Este fue el final de una larga etapa de dudas en torno a una cultura que estuvo vigente durante siete siglos. Un final que se había iniciado con el reformismo religioso, continuada luego políticamente con la caída de los grandes imperios, y finalizada por la filosofía con el nihilismo expresado por Nietzsche en la frase "Dios ha muerto". Enseguida las nuevas teorías científicas provocaron un cambio de paradigma que finalmente se reflejó en la epistemología. Era evidente que se había estado eludiendo el papel del azar en nuestras vidas, primero por la fe, pues impone una manera causalista de entender el mundo, y luego por un interés en cierta clase de conocimiento en particular: un conocimiento seguro, permanente y útil; y, por último, debido al empleo de un método en particular basado en regularidades. Cabría añadir que el cerebro está preparado para hallar patrones y tiende a asociar relaciones casuales como causales. Además, apelamos a las matemáticas para establecer relaciones y fundamentar la causalidad de los eventos, incluyendo al caos. Pero las matemáticas no nos dicen por qué esto tiene que ser así, solo se aplica sobre lo observado, y mucho de lo observado no es posible deducirlo a partir de ninguna teoría o ley. En todo caso, habría que admitir que la ciencia empezó a encontrarse con nuevas clases de problemas. Incluso empezamos a preguntarnos ¿existe la objetividad?

El apogeo de la ciencia naturalista y de su perspectiva particular fijó los cauces de todas las ciencias. No obstante, se había producido un nuevo cambio de paradigma en la cultura. Luego de pasar del interés por Dios al interés por el mundo, pero concebido como la Gran Obra de Dios, se había iniciado una ciencia fundada en los principios de la fe. Al abandonar dicho paradigma, hubo que reiniciar el estudio de la Naturaleza y el Cosmos sobre una nueva perspectiva o cosmovisión. Además la misma ciencia se convertiría en objeto de estudio de una filosofía especializada. Más adelante surgió el interés por el propio hombre como el autor de su destino y su mundo. De pronto el hombre y sus sociedades empezaron a cobrar importancia y pasaron a ser objeto de estudio científico. ¿Pero sobre cuáles fundamentos epistémicos? Obviamente tuvo que usarse el modelo de la ciencia naturalista, pues no había otro, y además gozaba de gran reputación. Más adelante incluso se pretendería imponerlo como modelo absoluto de ciencia. Por lo pronto, hacer ciencia era hacer ciencia naturalista. Por ello, y tal como ocurrió con la ciencia naturalista que se basó inicialmente en la visión religiosa para empezar sus estudios, sería esta ciencia naturalista la que serviría de base y orientación en la edificación de las nuevas ciencias humanas y sociales. Sin embargo, al igual que en determinado momento se produjo la ruptura epistémica entre la visión religiosa y las ciencias naturales, más adelante habría también de producirse la ruptura y el enfrentamiento entre los enfoques naturalistas y culturalistas. De hecho, la cultura es una capa superior sobre la realidad natural y tiene sus propias características. El paradigma naturalista en las ciencias humanas y sociales empezó a ser cuestionado de manera creciente y finalmente abandonado hacia la segunda mitad del siglo XX, pero la epistemología de unas ciencias humanas, sociales o culturales ya se esbozaba hacia fines del siglo XIX.

Las nuevas ciencias humanas se orientaron a comprender cómo fue que el hombre rompió su dependencia de la Naturaleza, y cuál era exactamente la "naturaleza humana". El hombre se desenvuelve en un mundo particular que no se rige ya por la lógica de la naturaleza. Es decir, el mundo de los humanos no sigue "leyes naturales" ni está supeditada a la naturaleza. Por el contrario, en muchos aspectos el hombre controla a la Naturaleza y hasta ha creado objetos y elementos que no son propios de la Naturaleza. Gran parte del mundo humano es hoy artificial y sintético, incluso "virtual" en estos días. De hecho la mayor parte del mundo humano reside en las conciencias, vale decir, en las mentes. Allí es donde están los conocimientos, las creencias, el calendario, la moral y todo lo que llamamos cultura. Los seres humanos han impuesto su propia impronta sobre este mundo creando una civilización, algo que es propio de los humanos y ajeno a la Naturaleza. Los humanos no solo se adaptan a su medio ambiente sino que lo transforman, no solo reciben información del medio sino que lo plasman en él. La comprensión de este "nuevo mundo humano" y de la "naturaleza humana" fue presentado como el primer paso en la edificación de las ciencias humanas. El interés por la comprensión del hombre y su "esencia" se expresó plenamente en el existencialismo, abriendo un capítulo especial en la filosofía (2). El conocimiento del hombre y lo humano daría paso también a una nueva epistemología y a un nuevo formato de ciencia, lo que provocó el recelo de los naturalistas, y especialmente del cientificismo, quienes se opusieron con tenacidad a la posibilidad de una ciencia de lo humano, pues toda la mentalidad científica se había edificado durante más de cuatro siglos con la perspectiva e interés del naturalismo. El cientificismo fue una corriente cultural que afectó el desarrollo de la ciencia en general, pero especialmente el de las ciencias humanas, y particularmente el de la psicología, al pretender someterla por completo a los esquemas del naturalismo, abordando al ser humano como un objeto más del mundo natural y sometido a sus leyes, sin admitir ninguna implicancia de sus capacidades particulares en tanto especie distintiva. Se puede decir que aun transitamos las etapas finales de esta confrontación, pues no ha sido fácil imponer la tesis de que las ciencias del hombre son otra clase de ciencias que ya no giran en torno a la Naturaleza y las "leyes naturales". Pero al menos hemos logrado reponer al hombre como el centro de interés de la psicología, y ocuparnos de sus cualidades diferenciadas como asuntos fundamentales de nuestra ciencia.

En resumen, podemos advertir que el conocimiento de la humanidad en los últimos dos mil años, ha transitado desde el interés absoluto por Dios y el "otro mundo" explicado por la religión mediante la verdad revelada, hacia el interés por este mundo, el mundo físico y real, explicado por las ciencias físico-naturales mediante causas y leyes basadas inicialmente en la concepción de un orden implícito universal de perspectiva religiosa, para luego abandonar este enfoque abriéndose a otras posibilidades que incorporan la probabilidad, el azar, el caos y la complejidad. Igualmente su saber transitó de una verdad comprobada hacia una verdad consensuada teóricamente. Más tarde el interés de la ciencia se trasladó hacia el ser humano y su mundo particular, a sus acciones orientadas no por causas naturales sino por razones que se desprenden desde una racionalidad cultural, a su capacidad para conocer y reformular el mundo según sus propias imágenes internas, etc. La psicología se ubica como la "ciencia puente" entre el mundo natural en donde surge el hombre con sus facultades excepcionales productos de la evolución, y el mundo humano hecho por el hombre, es decir, la cultura, donde el hombre se configura a sí mismo como sujeto individual y donde luego despliega su ser con autonomía. Del mismo modo en que existe un espacio común entre la física y la química, más allá del cual, la química y la física son dos disciplinas diferenciadas, existe también un espacio común entre la psicología y las neurociencias, una intersección entre lo puramente biológico y lo psicológico, quizá también entre el naturalismo y el culturalismo, donde abordamos el surgimiento de los fenómenos subjetivos como el punto culminante de la evolución de la materia y la vida, expresados en un complejo sistema nervioso capaz de hacer una copia virtual de la realidad. Más allá de ese punto, el escenario de la psicología es un panorama netamente humano y completamente diferente al que concibe el naturalismo, pues ya no se trata de un mundo gobernado por leyes físico-naturales de causa-efecto o estímulo-respuesta sino de un mundo que se mueve en función de sujetos actuando en base a su propia realidad virtual, en un medio ambiente cultural, guiados por una lógica de pensamiento y transformando el mundo natural según sus ideas y creencias, y aprovechando incluso las leyes físico-naturales en su propio favor. Se trata pues de un escenario movido por organismos autónomos que poseen capacidad para emplear información y conocimiento, generar estructuras lógicas de procesamiento de información, imágenes propias del mundo que le rodea, es decir, para representar su propia realidad y responder a él antes que al mundo físico, y establecer novedosas formas de integración social basados en diversos formatos de comunicación, determinar sus acciones con objetivos arbitrarios y hasta planificarlas hacia un futuro muy lejano. Ese mundo está definitivamente fuera del alcance de una ciencia físico-natural y, por tanto, cualquier disciplina que pretenda hacer psicología desde una perspectiva puramente naturalista, comete una impostura científica.


La crisis de la epistemología clásica

Luego de revisar rápidamente la evolución histórica del conocimiento científico, hablemos ahora de la epistemología durante el último siglo. Llamaremos "epistemología clásica" a la que empezó a formarse desde los inicios de la actividad científica y su repercusión en la filosofía del conocimiento (que luego derivaría en especialidad como epistemología) en el s. XVII (Bacon y Descartes), hasta el Círculo de Viena en el s. XX, pero nos concentraremos en esta última etapa. Antes de empezar hay que dejar algo claramente establecido: la ciencia no se hace siguiendo una epistemología, como muchos autores sugieren o incluso plantean. Tanto la ciencia como la epistemología son dos actividades humanas separadas y dos clases de conocimiento diferentes. La ciencia se ocupa de estudiar la realidad; la epistemología, del conocimiento científico. Una de las razones de la crisis de la epistemología es precisamente la profundidad y amplitud que alcanza el conocimiento científico en el siglo XX, haciendo resquebrajar las nociones básicas acerca del saber y de las formas y posibilidades de obtener y formalizar este saber. Ya no hay manera de encajar ese panorama disperso de saberes diferenciados en un solo núcleo epistémico. Esto lo veremos paso a paso.

El inicio del siglo XX vivió el resplandor de las ciencias físico-naturales. La física, la química y la biología transformaron todo el saber de la humanidad en menos de cincuenta años. Una misma generación pudo ser testigo de los cambios más dramáticos en el conocimiento de la humanidad. Si la epistemología clásica se inició por el impacto que causaron los primeros conocimientos científicos, como la teoría heliocéntrica y las leyes físicas de Newton, no podía ocurrir menos con los fantásticos conocimientos logrados por las ciencias físico-naturales a principios del siglo XX. De hecho tuvieron un tremendo impacto en la epistemología, e incluso en la sociedad, al punto que la admiración por la ciencia consolidó el cientificismo, una especie de ideología social que colocó a la ciencia por encima de todo, al mismo nivel que la religión, convirtiéndola en la "religión laica" que vaticinó Bacon un siglo antes. El cientificismo afectó el pensamiento humano en todas sus facetas, incluso en la religión, donde aparecieron iglesias como las de Cristo Científico o la cientología. Surgieron además disciplinas netamente cientificistas que consagraron el "método científico" y se fundaron nada más que en su empleo riguroso, sobrevalorando en extremo conceptos como el de objetividad. Desde luego, la filosofía no pudo quedar exenta de este influjo.

Si bien ya en el siglo XVIII había signos claros de un cientificismo filosófico en obras como las de Comte, quien fue quizá el primero en prescribir la ciencia positivista como única solución para la humanidad, el cenit del cientificismo tuvo lugar un siglo después, luego de la Teoría de la Evolución, el descubrimiento del átomo y la radiactividad, y el nacimiento de la física cuántica y relativista. Todo esto transformó profundamente a la humanidad. Inevitablemente la filosofía también sufrió el impacto, lo cual se reflejó de inmediato en la formación del famoso Círculo de Viena, donde unos cuantos autores pretendieron dictar las pautas universales de la ciencia y de la explicación científica del mundo desde la perspectiva de la Física. Se concebía a la ciencia como una labor exclusiva de explicación del mundo que nos rodea. El observador o creador del conocimiento quedaba al margen, no era parte del interés de la ciencia ni de la filosofía. Por el contrario, los seres humanos eran considerados factores distorsionantes del conocimiento científico, por lo que se hicieron esfuerzos para eliminar la intervención humana en la obtención del conocimiento científico mediante la instauración del "método" y de un lenguaje técnico-científico que expresara las teorías científicas con pureza, sin las alteraciones del habla. Aquí es cuando aparece cierta epistemología con pretensiones normativas sobre el accionar científico. El cientificismo pretendía someter a los humanos a los dictados de la ciencia y su método. Pero el cientificismo fue mucho más: cubrió nuestra cultura como un gran manto que transformó la vida y el pensamiento, luego de lo cual aparecieron curiosidades como la fundación de iglesias guiadas por un cientificismo teológico, la conversión de diversas disciplinas ocupacionales al formato científico definido por el empleo del método. En la psicología se dio la aparición del conductismo como una corriente que intentó transformar y someter la psicología a los dictados de un naturalismo decimonónico. Es decir, primero adoptaron el físico-naturalismo como estructura epistémica y luego fabricaron una psicología en consonancia con sus creencias.

Lo interesante de la aparición de la Teoría de la Relatividad y de la física cuántica fue que pusieron en entredicho las estructuras epistémicas básicas del conocimiento científico, tal como habían sido concebidas hasta entonces. ¿Cómo podía el conocimiento científico ser definitivo e inmutable si la realidad no lo era? ¿Hasta dónde influía la condición humana en las posibilidades del conocimiento? ¿Y cómo podíamos atribuirle a la ciencia ciertas cualidades antes de conocer la realidad de la cual pretendía ser su imagen? ¿Señalar un cauce epistemológico y metodológico al proceder científico no era imponerle una perspectiva? La Física teórica rompió todos esos moldes epistemológicos y metodológicos clásicos y luego solo quedó la imaginación. El gran concepto de "regularidad" quedó bajo sospecha junto con la inducción. Con ello el fundamento de Leyes Científicas universales e inmutables perdió su sentido. Si bien en el Universo existen ciclos, en cambio no hay regularidades. Por ejemplo, la Tierra gira alrededor del Sol pero nunca hace el mismo recorrido y en cada giro le espera una historia distinta. La actividad del Sol no es regular sino caótica, impredecible. Lo que no quiere decir que se ignoren las leyes que lo gobiernan. Como estos hay una gran cantidad de consideraciones en torno a la realidad que pretendemos conocer. Es posible que en esta visión hayan detalles insulsos, pero ellos nos impiden hablar con la seguridad de antes respecto del conocimiento científico. Frente a toda esta situación y al tipo de avance que mostraba el conocimiento científico mediante la confrontación de teorías y la transformación de sus nociones, Popper observó que la ciencia era siempre un saber temporal, en espera de ser falseada y reemplazada por un conocimiento mejor. Aseguró que es imposible saber si nuestras teorías científicas hoy aceptadas son realmente las correctas. No hay más alternativas que someterlas a las críticas y a las pruebas de falsasión para ver si sobreviven. En todo caso hay que aceptarlas sólo como las mejores explicaciones posibles. Rechazó la posibilidad de fundar el conocimiento en un método y sostuvo que la mejor prueba era la confrontación crítica de las teorías. Por su parte, Lakatos advirtió que los conocimientos científicos dependían de los intereses a los que se sujetaban las investigaciones científicas. De hecho, gran parte de los avances científicos del siglo XX se debieron a las dos guerras mundiales y a los intentos de dominación mundial por parte de potencias emergentes, pero también a los intereses de grandes laboratorios transnacionales que se adueñaron de los destinos de varias formas de vida sobre el planeta, incluyendo la vida humana. En el siglo XX los desarrollos científicos habían dejado de ser aventuras de locos o proyectos solventados por inocentes sociedades científicas, como ocurrió durante el siglo XIX, y pasaron a depender de otros intereses de tipo comercial y político. Lo mismo ocurriría con la psicología al pasar de Europa a los EEUU. La psicología del siglo XX generada bajo el dominio de Norteamérica, también giró rápidamente hacia el modelo tecnológico, utilitario y comercial.

Después de que Popper dinamitara las pretensiones del Círculo de Viena, la epistemología entró a una etapa de crisis. Witgeinstein criticó la pretensión de absolutismo de la ciencia asegurando que el modo en que esta describe el mundo es tan sólo una de las muchas formas que tenemos los humanos de aproximarnos a él, y que la ciencia no posee ningún carácter idiosincrático que la posicione por encima de las demás. Thomas Kuhn introdujo el concepto de "revoluciones científicas" para explicar los constantes cambios de paradigma que había sufrido la visión de la ciencia, especialmente la Física. Hay que advertir que gran parte de la epistemología se ha construido siguiendo a la Física, y por ello muchos de sus conceptos resultan errados dentro del propio naturalismo, como veremos más adelante. La crisis de la epistemología se hizo más evidente cuando Paul K. Feyerabend denunció a la ciencia como un saber prepotente que se había impuesto en la sociedad a costa de idolatrías y esquemas sobrevaluados, asegurando que no se diferenciaba de otras formas de entender la realidad. Además negó que el conocimiento científico surgiera de la aplicación de un método especial. Rechazó la existencia de un método científico apoyado en su estudio de la historia de la ciencia, con el cual demostró que para lograr conocimientos vale todo, incluso la suerte y la inspiración (3). Este ambiente favoreció un cambio en el panorama científico debido a que se cuestionaron los dogmas centrales vigentes durante los últimos siete siglos; luego apareció una nueva corriente social llamada "posmodernismo" que se opuso al cientificismo, por lo que fue denigrada y ridiculizada hasta el extremo. Todo esto permitió la aceptación de las ciencias humanas concebidas como formas distintas de ciencia, encargadas del hombre y su cultura, con sus propios paradigmas y preceptos epistémicos. No había pues una sola forma de ciencia, ni siquiera en el naturalismo. Más aún: ni siquiera en la Física. Quedó claro que existían diversos formatos de saber científico en función del escenario que se aborda y los intereses que se buscan. La propia ciencia nos advirtió que muy probablemente ni siquiera existiría una sola realidad. Aunque de eso ya nos habíamos percatado al observar la realidad humana y la realidad física como dos escenarios completamente distintos. En el mundo físico los hechos ocurren por una causa; en el mundo humano los hechos ocurren por una razón.

Hacer ciencia es fundamentalmente adoptar una actitud frente al conocimiento de la realidad de la que somos parte activa y no materia extraña o pasiva. En tanto que se trata de descubrir la realidad, damos por hecho que hay una realidad pasiva y pasible de nuestro alcance cognoscitivo. Siempre nos aproximamos a ella con un presupuesto, sin embargo, a medida que nos acercamos, esta nos sorprende más, hasta que nos vemos obligados a cambiar nuestras concepciones iniciales. Debemos considerar que para el hombre la realidad es la realidad que entiende. Su principio cognoscitivo lo lleva a buscar un sentido. En nuestro afán por hacer ciencia de la manera en que entendemos la ciencia, nos hemos impuesto muchas limitaciones para conocer la realidad. La ciencia no es una tarea definida por un objeto físico, ni por un esquema metodológico, ni una ideología que atrapa el pensamiento y guía la acción del científico. El hombre tuvo que apartarse de las nociones que dominaban su comprensión del mundo físico y de su formato idealizado de ciencia para asumir una nueva perspectiva frente al Universo, la naturaleza y su propia existencia compleja, y para diferenciar su mundo humano-cultural del mundo físico-natural.

Junto a los primeros intentos de emplear el enfoque de las ciencias naturales para estudiar a los seres humanos, había empezado ya el desarrollo de una epistemología propia para las Ciencias Humanas y Sociales, cuyo primer exponente fue W. Dilthey (1833-1911). Es a partir de él que empieza a hablarse de una "ciencia de lo subjetivo", en contraparte a las ciencias objetivas físico-naturalistas. Establece la división de la ciencia haciendo un lugar especial para las "ciencias del espíritu" en contraste con las "ciencias de la naturaleza". Luego sería el turno de Windelband (1848-1915) quien dividió a las ciencias en nomotéticas e ideográficas, según traten de la naturaleza o de los seres humanos, acercándonos a la diferencia entre causa y razón como fundamentos de las explicaciones científicas de uno y otro campo. Amplió la comprensión de lo que llamó "ciencias culturales", es decir, aquellas que cargaban con una herencia histórico social. Tuvo una influencia directa en la psicología. Posteriormente aparecieron Heinrich Rickert (1863-1936), Paul Ricoeur (1913-2005), y muchos otros que le dieron forma y autonomía a la epistemología de las ciencias humanas y sociales. Gracias a todos ellos se abrió el escenario de las ciencias humanas como un campo diferente del que concebían las ciencias físico-naturales.

Una gran cantidad de autores han incrementado los estudios en torno a la epistemología de las ciencias sociales (4), dando soporte a diversas ciencias particulares, como fue el caso de la Historia (Toynbee), de la Sociología (Adorno, Schütz, Winch, Goldmann, Weber, Bordieu, Giddens, etc.), la Antropología (Bateson) y la Economía (Robbins, von Mises, Reisman, etc.). En la Psicología, en cambio, no tuvimos autores interesados en desarrollar una epistemología propia, debido a la grave crisis en que se sumergió durante el siglo XX, contrariada por enfoques naturalistas, fisicalistas y humanistas. La irrupción del psicoanálisis como una medicina psicológica, y del conductismo como una tecnología de la conducta, perturbó las nociones de una real psicología científica y acabó convertida en algo muy diferente del proyecto original que se trataba de construir desde épocas griegas. En consecuencia, la psicología fue relegada del escenario científico y criticada duramente por la filosofía y por la ciencia en general. Georges Canguilhem decía que la psicología le parecía "una filosofía sin rigor, una ética sin exigencia y una medicina sin control". Sin embargo, y pese a la carencia de propuestas epistemológicas a lo largo del siglo XX, en los últimos tiempos han tenido gran repercusión en la concepción de las teorías psicológicas más recientes, autores como Paul Watzlawick, Ernst von Glasersfeld y Heinz von Foerster. Muchos confunden el papel de Jean Piaget en la epistemología de la psicología. Esto es algo que merece aclararse. La confusión surge desde que Piaget decide llamar "epistemología genética" a su estudio del proceso de adquisición de las facultades cognitivas. Pero este estudio no es ni genética ni epistemología. Como ya se dijo, es el estudio del proceso mediante el cual los humanos adquirimos la facultad de razonar y las formas que esta facultad adquiere en ese proceso.


La crisis de la psicología

Debemos pues reconocer que, a diferencia de lo ocurrido en otras ciencias humanas y sociales, la epistemología ha sido un tema bastante descuidado en la psicología. Fue dejada de lado, en parte, debido a la crisis interna que sufrió durante el siglo XX, como consecuencia de la aparición de visiones divergentes sobre su naturaleza, objetivos y formato científico; llegándose incluso, en muchos casos, a abandonar el formato científico. Esta crisis se inicia a principios de dicho siglo cuando surgen el psicoanálisis en Alemania y el conductismo en Norteamérica, corrientes naturalistas que asumieron una perspectiva diferente a la que venía persiguiendo la psicología con Wundt. De inmediato la psicología sería sometida a la epistemología del fisicalismo y del naturalismo predominantes de la época. Esto condujo a reducir al ser humano a un objeto regular de una ciencia típica fundada en leyes naturales, universales e invariables, llegando a la necesidad insólita de tener que rechazar y hasta negar las características humanas, principalmente la conciencia en el caso del conductismo. Bajo esta perspectiva no existía ya un "mundo humano" ni una naturaleza humana; el hombre, al igual que cualquier otro objeto de la naturaleza, obedecía leyes físicas de causa-efecto y debía ser explicado en base a ellas. Muchos estuvieron dispuestos a pagar este precio convencidos de que era la única forma de convertir a la psicología en una ciencia. Es decir, en una "ciencia natural" que era la única clase de ciencia conocida y admitida por entonces, fundamentada por la seguridad que ofrecía su método.

Posteriormente se constituyó un frente abigarrado de versiones psicológicas que proponían una psicología fundada en el ser humano, es decir, interesada por el observador y su conciencia, así como en su entorno sociocultural, pero la carencia de una epistemología general, así como el formato disciplinar adoptado por la mayoría de ellas, las convirtieron en propuestas incoherentes. Los psicólogos consolidaron la crisis cuando en medio de la confusión reinante algunos optaron por el eclecticismo y otros por el sectarismo. Por un lado estaban quienes preferían el paradigma científico clásico y predominante del naturalismo fisicalista, transformando la psicología en una especie de física de movimientos animales regida por el principio causa-efecto convertido en estímulo-respuesta; por el otro, quienes preferían la clásica esencia humanista de la psicología, aunque tuvieran que sacrificar su carácter científico tradicional. No han sido pocos los debates que esta situación suscitó en torno a la psicología como ciencia y sobre su real objeto de estudio. Nótese que este conflicto epistemológico al interior de la psicología coincide con la crisis general de la epistemología clásica, pues en última instancia lo que acabó colocado en el centro del debate fue el sentido mismo de lo científico. Muchos críticos de la psicología del siglo XX no logran advertir que el fondo del debate era la cuestión de la ciencia misma, pues resultaba evidente que una sola ciencia unitaria y general era incapaz de dar cuenta de todos los diversos aspectos de la realidad. Los moldes clásicos en los que se formaron las primeras ciencias durante el siglo XIX se fueron quebrando a lo largo del siglo XX. La Física fue la primera en romper sus moldes clásicos. Sin embargo algunos pretendían que la psicología aún cupiera en ellos.

Además es importante reconocer que a diferencia de otras ciencias que establecieron su corpus epistémico alrededor de sus hallazgos concretos, a la psicología se le exigió una estructura espistémica antes de haber logrado prácticamente ningún hallazgo categórico sobre el cual se pudiera fundar una base epistémica y definir su campo de acción. El primer laboratorio dedicado a la investigación psicológica fue establecido de forma precaria por W. Wundt en 1879, pero su instalación definitiva no se concluyó sino hasta 1897. Al inicio del siglo XX la psicología era todavía, básicamente, un proyecto de ciencia por edificar. Tal como ocurrió con la biología y la física, la psicología tendría que haber investigado hasta descubrir algo concreto que pudiera ser usado como base epistémica. Pero la tarea de investigación de pronto se vio detenida por la Primera Guerra Mundial, y luego escindida en Norteamérica donde se inventó una "nueva psicología" alrededor de una práctica muy concreta: el estudio experimental de animales. De este modo la psicología permaneció en el limbo por varias décadas.

Hubo pues una situación completamente inadecuada para sentar las bases epistémicas de la psicología. Por un lado la paralización de las investigaciones en el campo real de la psicología, y por el otro la aparición de una versión que además de nueva y distinta resultó adversa. Si bien la psicología alemana había ofrecido las primeras nociones científicas con la sólida obra de Wundt y la breve aparición de la escuela de la Gestalt, de pronto también se vio escindida con la aparición de Freud y su visión medico-naturalista de los problemas mentales y su técnica psicoanalítica de análisis y curación, que causaron un gran impacto en la sociedad y la cultura en general. Más que pruebas experimentales, Freud poseía la fortaleza de su implacable lógica argumentativa alrededor de una filosofía que liberaba al ser humano de su responsabilidad, haciéndolo víctima de una compleja maquinaria que operaba al margen de su voluntad, ya que obedecía las implacables leyes de causa-efecto establecidas en su inconsciente. Para el conductismo americano, en cambio, estas leyes se hallaban fuera del hombre, en el ambiente. Sin embargo, ambos coincidían en su interés primordial de ofrecer servicios a la sociedad en la forma de una tecnología de curación. Con todo esto, la perspectiva epistémica de la psicología fue dejada a un lado y abandonada para dejar paso a las disciplinas tecnológicas de servicio social.

Tanto la aparición del conductismo en América como del psicoanálisis en Europa afectaron la noción de la psicología, vinculándola a una forma de técnica curativa al servicio de la sociedad. La cuestión de la investigación en torno a las cualidades esenciales humanas pasó a un segundo plano e incluso desapareció del escenario. Solo quedaron los clásicos y extraños tópicos de la inteligencia y la personalidad como temas de teorización, siguiendo la lógica del psicoanálisis o del análisis factorial. De hecho, la estadística también irrumpió en el escenario de la psicología para dotarla de instrumentos que medían constructos sobre los que no había ninguna claridad teórica pero que resultaron útiles a la sociedad. Y fue en medio de este ambiente de efervescencia teórica sobre conceptos difusos, saturado de técnicas de medición, evaluación, diagnóstico y tratamiento que de pronto surgió el debate en torno a la estructura epistémica de la psicología. ¿Qué es la psicología? Fue la pregunta que empezó a repetirse con mayor frecuencia. Era evidente que había mucho servicio social sin ningún respaldo científico. En lugar de solidez epistémica se mostraban índices de eficiencia. Como consecuencia de todo esto, lo que surgió fueron ideas contradictorias respecto al campo de la psicología, su objeto de estudio, su modelo científico, su relación con la sociedad, etc.

Ante tal situación, algunos autores pretendieron fundar una especie de epistemología del caos psicológico, partiendo del extraño principio del "campo multiparadigmático", que en buena cuenta significaba consolidar la crisis como principio rector, dejando las puertas abiertas para que cualquier proyecto pudiera presentarse como una forma de psicología. En otros casos, los trabajos de epistemología se limitaron a buscar semejanzas entre las diversas escuelas psicológicas y los distintos enfoques epistémicos, por ejemplo con el positivismo. Pero no han habido muchos esfuerzos genuinos por desenmarañar el campo de la psicología y edificar una epistemología general y rectora, que sirva como referencia básica a toda construcción de ciencia en el campo de la psicología, un campo que debe estar claramente señalado y demarcado por esta epistemología como un primer paso inicial. La psicología, como cualquier ciencia humana, requiere una epistemología fundacional que le otorgue su panorama epistémico. Pero lejos de elaborar una epistemología que oriente la construcción de una ciencia psicológica, muchos han procurado la consagración de la crisis pretendiendo una especie de sistematización del caos. Desde luego, resulta imposible construir una epistemología del caos. La única salida a esta situación es remontar la historia de la psicología hasta llegar a reconocer nuestros orígenes como ciencia, recuperar su esencia y luego descubrir las desviaciones que se produjeron en su curso. Esto es lo que haremos.

Hoy todavía existe una curiosa y suicida tendencia a aceptar resignadamente todas las disciplinas surgidas en medio de la crisis del siglo XX, alegando una condición psicológica pero postulando los más diversos e inesperados objetos de estudio, metas teóricas, desarrollos aplicativos y hasta patentes. Aunque pocos, se han presentado algunos trabajos que intentan esbozar una epistemología para la psicología, pero casi siempre vinculados o dependientes de alguna escuela en particular. En la mayoría de los trabajos que he podido revisar, se parte de una visión limitada de la psicología, debido precisamente a los compromisos con ciertas escuelas, en contraste con aquellos enfoques que postulan una apertura indiscriminada. Resulta obvio que en ninguna de estas opciones podremos avanzar. Necesitamos una perspectiva diferente, una que parta desde los orígenes de la psicología recuperando su sentido primigenio. En lugar de reinventar nuevas psicologías debemos redescubrirla, rescatarla y reconstruirla desde sus orígenes. Además nuestra perspectiva epistémica debe ubicarse en el estado actual de la ciencia y de la filosofía de la ciencia, dejando de lado los fantasmas del pasado, y borrando los estigmas que le impusieron a la psicología durante el fulgor del naturalismo fisicalista a inicios del siglo XX. Debemos también confrontar las acusaciones que se formularon contra la psicología durante el proceso inquisitorial del que fue objeto por parte del mismo cientificismo naturalista. En suma, nuestra epistemología debe surgir de un estudio histórico-crítico de la psicología como producto cultural, del entendimiento de sus fundamentos epistémicos como ciencia original y de la precisión de su campo teórico.

Antes de intentar una epistemología psicológica, señalaremos algunos puntos como conclusión preliminar:

a) La ciencia no sólo ha avanzado sino que se ha expandido enormemente, creando diversos escenarios que plantean renovados retos a la epistemología. Esta ha tenido que responder a la realidad de los cambios en el conocimiento científico. Del conocimiento de Dios (Teología) al conocimiento de la Naturaleza (Ciencia), hubo un enorme salto que tomó varios siglos. Luego se dio la diversificación de la ciencia hasta llegar al interés por el hombre. El tránsito del conocimiento de la Naturaleza al conocimiento del hombre y lo humano, es todavía un proceso que estamos viviendo en su etapa final.

b) Tal fue la importancia de la ciencia en la humanidad que la filosofía se ocupó de ella desarrollando la epistemología alrededor de los conocimientos científicos alcanzados. Es decir, la epistemología no se hace antes ni al margen de los conocimientos científicos concretos sino sobre ellos, y sobre la actividad de los científicos. Por eso mismo, al igual que la ciencia, la epistemología ya no es una sola. Si bien originalmente se refería a una ciencia en general, aunque inspirada en los estudios de la Naturaleza y el Cosmos, hoy tiene al menos dos grandes vertientes claramente diferenciadas: la de las ciencias físico-naturales y la de las ciencias humanas o socioculturales. Cada una de estas, a su vez, presentan epistemologías particulares que orientan la edificación de cada aspecto de la ciencia, debido a la amplitud y complejidad de sus escenarios.

c) Desde que se emprendió el proyecto de realizar una ciencia psicológica a fines del siglo XIX, esta no tuvo tiempo suficiente para desarrollar sus investigaciones, lograr sus hallazgos fundamentales y constituirse como ciencia plena. Antes de ello, diversos factores contribuyeron a generar la dispersión y el caos de conceptos y versiones psicológicas durante la primera mitad del siglo XX. En medio del caos general de la psicología, la cultura consolidó algunos conceptos y métodos, creando una estructura amorfa de elementos con los que resulta imposible hoy edificar un cuerpo coherente y unitario de conocimientos psicológicos de nivel científico.

d) Frente a la necesidad de establecer una epistemología que sirva de sustento en la tarea de edificar una psicología científica en este siglo, y ante la situación heredada del siglo XX, se plantea una revisión histórico-crítica de la psicología, tal que nos permita reconocer los fundamentos originales del proyecto científico de la psicología, descubrir las alteraciones de su curso y los falsos conceptos vigentes. Adicionalmente debemos rescatar los hallazgos ya establecidos y utilizarlos como base para nuestra epistemología.

Luego de recorrer el camino del conocimiento científico, establecer sus variantes y accidentes, es hora de introducirnos en lo que es la psicología. Del mismo modo, antes de entrar en materia, debemos realizar el recorrido de la historia particular de la psicología. Es indispensable llegar a visualizar con claridad los momentos históricos y sus desviaciones. Como producto cultural, la ciencia y la psicología solo se comprenden mediante su recorrido histórico. Empezaremos pues con una rápida revisión del camino recorrido por la psicología.


- II -



¿Qué es la psicología?

Desde Aristóteles (5) hasta Wundt, por lo menos, la idea de la psicología fue siempre la de una disciplina encargada de explicar el funcionamiento mental (psíquico o espiritual, según la época y el autor) del hombre. A lo largo de este período hubo numerosos aportes filosóficos que alimentaron las ideas psicológicas en ese mismo sentido. Para el siglo XVIII los aportes de Locke y Hume sobre el entendimiento humano y la naturaleza humana fueron un anticipo genial de la gran obra de Kant, con la que el siglo XIX pudo iniciar la edificación de la psicología como una ciencia ambiciosa sobre el ser humano. Si bien Kant menciona a la "ciencia de la metafísica", en realidad ya podemos distinguir que se refería a una psicología como ciencia de los fenómenos cognitivos, algunos de los cuales son aludidos como "estética trascendental" en lenguaje kantiano (6). A la sombra de Kant surgen diversos autores alemanes que iniciaron la exploración experimental de los primeros fenómenos perceptivo-sensoriales, dentro de un campo que aun se consideraba propio de la fisiología, pero cuyo interés era claramente psicológico. En poco tiempo la psicología apareció como una ciencia experimental que iba en busca de la explicación de la conciencia, entre otros objetivos. La fundación de un laboratorio experimental especial, con el propósito claro de hacer investigación de interés psicológico, llegó de las manos de Wundt en 1879 en Leipzig, Alemania. De este modo la psicología tuvo una transición natural desde la filosofía a la ciencia.

A finales del siglo XIX la idea de la psicología como una ciencia encargada de develar los misterios del funcionamiento mental del ser humano estaba clara y sólidamente asentada. Incluso ya en pleno siglo XX, la Psicología de la Gestalt dio importantes pasos en esa misma dirección, sin que nadie pudiese rebatir el carácter científico y la importancia de sus hallazgos. No obstante, empezaron a sucederse ciertos hechos culturales que acabarían trastornando seriamente la noción y el sentido de la psicología. Primero fue la incursión de la medicina en los dominios de la mente, debido a que los médicos se encontraron frente a ciertos trastornos mentales como la histeria y otras neurosis. En el afán por descubrir las causas de estos trastornos mentales los médicos acabaron ingresando a los dominios de la psicología, lo que dio lugar al nacimiento del psicoanálisis, de la psiquiatría y, finalmente, al establecimiento de un nuevo rol para la psicología, ya no de tipo epistémico sino clínico-terapéutico con un sentido asistencial-social, muy propio de la medicina. El gran impacto del psicoanálisis abrió un nuevo frente en la psicología y consolidó esa nueva orientación, pero con una perspectiva impuesta por la visión médica, -o sea, naturalista- según la cual la psicología estaba destinada a cumplir solo un rol auxiliar en el campo clínico, de apoyo para la psiquiatría. 

El nuevo perfil y rol clínico-asistencial que adoptó la psicología en el primer cuarto del siglo XX se consolidó plenamente con la incursión de la perspectiva técnico-utilitarista del conductismo, a la que se le sumaría luego el creciente papel social desplegado por la psicometría. El conductismo apareció como una nueva y diferente forma de "psicología" concebida por los norteamericanos sobre la base de sus carencias culturales y bajo la influencia de la biología (también naturalista). Se originó debido a las características con que fue implantada la psicología en los EEUU siguiendo el modelo de la biología inglesa, por lo que su rasgo principal fue el experimentalismo animal, aunque también se inspiraron en la física (operacionismo y teorías de campo). Por ello el conductismo fue una concepción diferente y extraña de psicología, totalmente desconectada de su herencia y trayectoria histórica. De hecho, fue anunciada como una antipsicología y su primera misión teórica fue refutar la existencia de la mente y la superioridad del ser humano. Su interés estuvo centrado en legitimar la práctica de la experimentación animal como una ocupación concreta empleándola como modelo para iniciar el servicio social de la psicología orientada a la modificación conductual. Apelaron a la imposición fanática de las concepciones vigentes sobre la ciencia y su método, anteponiendo la utilidad social como el fin supremo de su disciplina. Por todo ello el conductismo acabó desvirtuando la naturaleza real de la psicología y trastocando todos sus objetivos científicos previamente establecidos. Peor aún, eliminó cualquier objetivo epistémico al colocar la modificación conductual como todo fin. De tal manera, entre el rol plenamente utilitario asumido por el conductismo y el psicoanálisis, se consolidó el carácter asistencial-social de la psicología, y la pérdida de su noción original como ciencia o disciplina epistémica, para asumir un claro perfil de tecnología de servicios.

La Segunda Guerra Mundial afectó a la ciencia europea y rusa, pero especialmente la alemana, dejando a los EEUU en el predominio exclusivo del escenario científico en pleno crecimiento del conductismo. Así esta corriente se vio favorecida por factores externos e internos, ajenos a sus propias virtudes como disciplina, por lo que pudo esparcirse libre y rápidamente. La consecuencia inmediata para la psicología en América fue la pérdida de su naturaleza científica para convertirse en mera técnica terapéutica, y el inicio de su crisis de identidad. A partir de la posguerra empezaría la descontrolada multiplicación de "psicologías" en el confuso escenario de los EEUU, configurando una gran variedad de especies terapéuticas que exigían el mismo estatus de "nuevas psicologías", pese a que carecían de un mínimo nivel epistémico y teórico aceptable, cuestión que había pasado a un segundo plano en la pragmática cultura norteamericana donde solo se exigían resultados y ganancias. Se enarbolaron conceptos curiosos como "ciencia descriptiva", "ciencia útil" y "ciencia fácil". Al final, el concepto de psicología se extravió en medio de un mercado persa de panaceas curativas y sectas pseudocientíficas y pseudopsicológicas, al punto que ya nadie sabía qué era la psicología. Entonces empezó la discusión sobre su objeto de estudio y surgieron críticas y condenas desde diversos frentes.

Lo que ocurrió luego fue el aislamiento del psicoanálisis como una disciplina autónoma y reservada a la psiquiatría, con una vaga influencia en la psicología. Más allá de esto, la psicología aparecía escindida en un segmento conductista empeñado en la sola observación de la "conducta animal", sin distinción de especies y entendiendo la conducta como una acción más del mundo natural, tan igual que la lluvia o el viento; y un segmento creciente interesado en reponer al ser humano, con sus virtudes distintivas, en el centro del interés de la psicología. A este gran segmento opuesto al conductismo se le conoció como "humanismo", pero en él había toda clase de disciplinas con el mismo formato básico terapéutico-asistencial y las mismas deficiencias en sus fundamentos cognoscitivos. En medio de esta confrontación surgió una extraña controversia teórica debido a la obstinación conductista de negar la mente sin ningún argumento científico. Su negación radicaba en una exigencia de su formato naturalista, pues su modelo solo era viable en los humanos siempre que no existiera una conciencia. Algunos autores apelaron a ciertos filósofos que refutaban las tesis de Descartes o concebían los usos del lenguaje como responsables de la retórica sobre lo mental. Lo cierto es que resultaba muy difícil negar algo que es una experiencia clara y directa para cualquier persona sobre su propio funcionamiento como ser humano. El psicoanálisis no aportó nada al debate pese a su dedicación a los trastornos mentales, debido a su interés exclusivo por el inconsciente. Pero si existían estos trastornos era obvio que había algo de naturaleza mental susceptible de funcionar mal en el ser humano, y solo en el ser humano. 

La única noción posible sobre aquel escenario al que llamaban "psicología" en la cultura americana, era la de una disciplina aplicativa social, de perfil curativo-asistencial, de dudosa reputación científica. Pese a todo, la psicología científica real no había desaparecido. En Europa y Rusia la psicología original siguió su desarrollo epistémico gracias a personajes fundamentales como Piaget y Vygotski. Aún en los EEUU algunos autores como Jerome Bruner prosiguieron en la tendencia central de la psicología sin acusar desviaciones tecnicistas o comerciales. Incluso en medio del predominio conductista, en el último cuarto del siglo XX surgieron psicólogos de nueva tendencia que incorporaron aspectos "mentales" en las técnicas conductistas. De otro lado, la psicología ha sido sin duda la ciencia en la que incursionaron los más variados personajes desde las más diversas disciplinas: estadísticos como Spearman hasta ingenieros mecánicos como Thurston, apelaron a las matemáticas como fundamento de los constructos psicológicos, en especial el de inteligencia. Esta tendencia favoreció la proliferación de diversos tests que intentaban medir una gran variedad de aspectos individuales, y que eran validados y sustentados estadísticamente. Así fue como la estadística se convirtió en el principal apoyo espistemológico para cierta clase de psicología que hacía gala de numerosos instrumentos de medición, en una actividad de servicio social. En contraparte, también la sociedad empezó a depender de ellos.

Pese a su relativa postergación, la psicología epistémica pura volvió al escenario en los EEUU debido al interés de la informática en la inteligencia artificial y la necesidad de contar con modelos heurísticos. La invención de la computadora puso de manifiesto la existencia de procesos internos en la conducta inteligente. La posibilidad de crear máquinas inteligentes abrió la investigación en torno a los mecanismos propios de la conducta humana. La única psicología capaz de responder el reto fue lo que para entonces se llamó "psicología cognitiva". Al salir de las sombras, esta psicología fue vista por las escuelas terapéutico-asistencialistas como una nueva versión y otra nefasta competencia. Los conductistas le mostraron un rechazo frontal, pues se trataba nada menos que de aquella misma vieja psicología "mentalista" que habían pretendido liquidar y reemplazar a principios de siglo, tachándola de superchería religiosa. Pero como lo han admitido los propios historiadores norteamericanos, el conductismo nunca pudo reemplazar a la psicología debido a que trastocó todos sus objetivos; por tanto, no estaba en condiciones de hacerse cargo de los complejos escenarios humanos (7). Los humanistas, en su amplio y abigarrado espectro, tuvieron la virtud de recuperar al ser humano como objeto principal del interés psicológico rechazando las nociones animalistas del conductismo; pero además recuperaron las funciones psicológicas principales y al hombre sano, en oposición al psicoanálisis que se centraba en los síntomas patológicos y en el inconsciente. Sin embargo, la mayor parte de los humanistas permanecieron en el plano curativo asistencial. El siguiente paso lo dio la llamada "psicología cognitiva" que consolidó como objeto científico el conjunto de cualidades humanas que hacen del hombre un fenómeno único y trascendental de la Naturaleza.  Así fue como renació la psicología original retomando su carácter epistémico y su proyecto científico interrumpido por diversas desviaciones culturales a lo largo del siglo XX. 

A pesar de su moderna denominación, su modernizado lenguaje y su temática actual, la psicología cognitiva no era una nueva psicología como pretendían serlo todas las demás. Se la llamó "cognitiva" porque en medio del caos, cada psicología precisaba una identificación especial, pero en realidad se trataba de la misma psicología de siempre, retomando su campo original. Un campo que había sido casi completamente abandonado por las diversas psicologías clinico-asistenciales y administrativo-utilitarias, y satanizado por el cientificismo físico-naturalista. Aunque la psicología cognitiva fue vista como una competencia, no tenía productos curativos que ofrecer. No obstante, pronto apareció una versión terapéutica que incluyó algunos conceptos cognitivos a las técnicas conductistas generando el formato cognitivo-conductual. Muchos suelen confundir la psicología cognitiva con esta versión terapéutica; pero la psicología cognitiva no persigue ningún fin terapéutico sino puramente epistémico. Por último, luego de su reingreso en la escena científica, la psicología cognitiva fue haciéndose un lugar cada vez más importante y amplio, no en el mercado sino en la academia, habiendo recuperando así plenamente el sentido original de la psicología antes de concluir el siglo XX. De todos modos, resulta inevitable llamar al siglo XX como el siglo perdido por la psicología.

El gran problema que se planteaba para la psicología en los inicios del siglo XXI era ¿cómo recuperar el campo psicológico invadido por una multitud de extravagantes predicadores y mercachifles de la sanación? ¿Cómo recuperar el prestigio de la psicología como una ciencia epistémica y no sólo como una colorida amalgama de técnicas diagnósticas y terapéuticas? Pero más aun: ¿Cómo reorganizar los conceptos y hacer una limpieza en todo el enredado campo teórico acumulado a lo largo de siglo y medio? Esos eran y siguen siendo los retos de la psicología en los inicios del siglo XXI. La cultura ha hecho su propio trabajo caótico y es parte de lo que debemos explicar y superar. Creemos que esto se logrará de una manera natural y fácil en el instante en que concordemos en los puntos esenciales de una epistemología de la psicología. Pero es necesario dar el primer paso que es la comprensión de nuestro proceso histórico-formativo.

Además de sacar a relucir su condición de ciencias o filosofías, las escuelas terapéutico-asistencialistas ampliaron los objetos y los conceptos creando un confuso escenario que se asumía como "psicología", así sin más. En medio de una competencia por la originalidad, en la que unos apostaron por creencias cientificistas y otros por creencias culturales, hubo algunas que se mezclaron con disciplinas orientales. Las ofertas psicológicas incluían técnicas de observación y registro riguroso de la conducta, con planificación de tareas, hasta técnicas de regresión con repetición del nacimiento y del grito primal. Había enfoques neoreichianos que reorientaban la energía sexual, regresiones a vidas anteriores y revisiones cientológicas, aparecieron etiquetas curiosas como la "integración holonómica", se probaron drogas alucinógenas (desde el LSD hasta la ayahuasca) para tener experiencias psicodélicas y acceder a otros estados de conciencia, ganar visión remota con proyecciones astrales, etc. Otros aseguraban tener el software de los genios y ofrecían instalarlo en el cerebro de cualquiera dispuesto a comprar el producto. La prédica para convertir a las personas en líderes y ejecutivos exitosos en un mundo cada vez más competitivo tuvo variados formatos pseudopsicológicos. Se generaron inmensas fortunas ofreciendo la reingeniería mental que convertiría a cualquier persona en un hombre de éxito. Surgieron los gurús del pensamiento efectivo junto con nuevas filosofías de la vida basadas en un hedonismo fundamental: "si te gusta, hazlo". 

Uno podría preguntarse ¿cómo es posible que todas estas versiones contradictorias que van desde los enfoques rígidamente metodológicos y pseudocientíficos, hasta los espiritualistas y ocultistas subsistan todas al mismo tiempo sin aniquilarse mutuamente? Ocurre que esta fabulosa variedad de propuestas curativas se apoya básicamente sobre una comunidad de creyentes, especie de cofradías cerradas a la manera de sectas religiosas. Todas ellas se sustentan en algún dogma de fe y una promesa de salvación; pregonan su propia verdad y adoran a sus propios profetas con hartas dosis de fanatismo y culto a la personalidad, actúan centradas en sí mismas sin intenciones de mezclarse con los demás; manejan sus propios valores y creencias, y por tanto exhiben sus propias credenciales de ciencias o filosofías. El modelo típico de estas "escuelas psicológicas" consta de un líder-gurú carismático y generalmente fundador, con al menos un libro básico y una secta de seguidores fanáticos que difunde el credo y mantiene activa la logia, a través de actividades académicas o rituales de sanación y una frondosa publicidad. Muchas de ellas están convertidas en exitosas empresas dedicadas al negocio de la sanación, la formación de líderes y la capacitación en la doctrina. Emplean un lenguaje particular con sus propios conceptos emblemáticos. Algunas escuelas han logrado ganar cierto prestigio social y dominan amplios territorios, llegando a comprometer a países enteros. Por ejemplo, el conductismo en México y el psicoanálisis en Argentina. Todo esto surgió, inevitablemente, a causa de la confusión que generó el proyecto de una psicología científica en medio de una cultura que aún mantenía criterios oscuros sobre la ciencia, sumada a la ausencia de una corriente central que orientara las ideas y mantuviera los criterios unificados para reconocer lo que era psicología. 

Antes de finalizar el siglo XX llegaron las tendencias unificadoras. Aunque la mayoría de ellas propugnaba el eclecticismo, algunas pretendieron ser la expresión de una psicología holística, integradora de los aspectos materiales y espirituales del ser humano, pero siempre desde un enfoque terapéutico curativo asistencial. Ken Wilber se presentaba a sus seguidores explicando que "los diversos enfoques psicológicos comparten un mismo objetivo: el logro de una personalidad sana, integrada y adaptada al medio" (8). Ese fue, en efecto, el objetivo general de todas las psicologías del siglo XX en Norteamérica. La noción mayoritaria y dominante de la psicología fue la de una disciplina meramente aplicativa, orientada al servicio social con sentido asistencial pero con escasa credibilidad, que trataba de ocultar su pobre reputación científica refugiándose en una maleza filosófica. Algunos la criticaron por ser una disciplina alienada, al servicio del establishment, encargada de encaminar a las personas por los cauces del sistema dominante que determinaba las metas y los criterios de salud y normalidad, que exigía líderes, gerentes competitivos, vendedores agresivos, trabajadores comprometidos, clientes fieles y personas capaces de adaptarse al medio. En todo caso, la psicología se encargaría de seleccionar a los más aptos para el mecanismo social y económico. Así la psicología acabó como una simple ocupación administrativa al servicio del sistema cultural imperante.

La consolidación final de la gran crisis de la psicología en el siglo XX  llegó con los libros de texto. Muchos libros eran perfectos escaparates del caos psicológico, pues se limitaban a mostrar inocentemente todo lo que había en el escenario con el nombre de psicología. Libros muy consultados como "psicología para todos" eran joyas de la desinformación, que nunca proporcionaban una idea cabal sobre lo que es la psicología realmente. Y no lo podían hacer porque eran parte del mismo proceso cultural anómalo que se había iniciado con el siglo XX como un aporte de la cultura norteamericana orientada al mercado, y como resultado del cientificismo. Algo que valdría la pena revisar aunque sea brevemente.

Para entender correctamente la crisis de la psicología, es indispensable tener en cuenta el tremendo abismo que existía entre la cultura europea y la norteamericana a fines del siglo XIX e inicios del XX. Entre Europa y Norteamérica no solo había un océano. Europa poseía una sólida tradición filosófica de varios siglos que daba soporte a su actividad científica, la que al mismo tiempo alimentaba la reflexión filosófica. De este modo, desde Aristóteles en el siglo III AC hasta los científicos alemanes de principios del siglo XIX, la psicología estuvo desarrollándose por más de dos mil años de reflexión y un siglo de investigación científica elemental, pues en el siglo XIX se había iniciado ya la labor de investigación científica de la psicología bajo el formato de una fisiología de las percepciones. Así fue como Wundt estableció formalmente un laboratorio exclusivo para la psicología en 1879. Este solo hecho fue resaltado por el cientificismo de la época sin prestar mayor atención a la obra de Wundt, quien hizo importantes avances en la comprensión de la conciencia y la cultura. Pero todo ese enorme progreso se truncó debido a las dos guerras mundiales que devastaron Europa y trasladaron el predominio mundial a los EEUU. Y fue allí cuando cambió la suerte del mundo y... de la psicología, en particular.

Por desgracia, EEUU era a inicios del siglo XX un territorio sin prácticamente ninguna tradición filosófica y con una tímida ciencia naciente. Lo que más había florecido eran inventos tecnológicos propios de una sociedad puritana obsesionada con el progreso. La ciencia era todavía un proyecto en marcha, iniciado con la instalación de laboratorios y la enseñanza del método naturalista de investigación importado de Inglaterra, aunque el interés norteamericano se centraba mayormente en la producción tecnológica. La curiosísima cultura americana parecía ser el lado reverso del mundo. Habían desarrollado una antifilosofía que predicaba en contra de los "enredos teóricos" y propugnaba acciones directas y efectivas con actitudes pragmáticas antes que reflexivas. Su cultura dictaminaba que el fin de toda disciplina era el servicio directo a la sociedad. En medio de esa atmósfera cultural generaron una antipsicología que negó todo el mundo subjetivo humano para ocuparse tan solo de observar y tabular conductas, buscando relaciones entre estímulos y respuestas bajo el modelo clásico de causa-efecto. Finalmente reformaron la concepción de la ciencia para someterla a sus necesidades tecnológicas de control y dominación social. El espíritu de la humanidad parecía haber sido capturado por los norteamericanos y colocado dentro de una jaula para su sola exhibición. Luego, el mundo se vería transformado por las visiones utilitaristas y efectistas de los norteamericanos, convertidos en dueños de Occidente, lo cual generó un nuevo fenómeno cultural llamado "alienación". Es decir, copiar el modo de ser de otras culturas a las que se considera superiores. Pero en muchos aspectos, los americanos no lo eran. 

Pese a ser una explícita disciplina antipsicológica, el conductismo fue esparcido como una "psicología científica" por fundarse en el afamado método naturalista propio de la biología. Además tenía todo el interés depositado en la producción de técnicas de control conductual. Más tarde, el florecimiento de diversas propuestas psicológicas orientadas todas hacia un mercado creciente de la salud, el bienestar y el perfeccionamiento individual, fue el resultado de la cultura americana dirigida a los servicios y negocios. Junto con el boom del conductismo, el modelo de la comida rápida llegó a las ciencias sociales y las técnicas se entregaban con variedad de marcas y modelos. Apareció la "Teoría Fundamentada", una especie de maquinaria metodológica con la que se podían generar "teorías científicas" automáticamente. Por su parte, el conductismo ofrecía técnicas para controlar a la sociedad y generar culturas a pedido. La influencia del éxito en la guerra incrementó aún más el culto norteamericano por su tecnología, supeditando la ciencia a sus requerimientos tecnológicos y estos a los comerciales. La psicología no pudo escapar de este destino pues el conductismo y la psicometría habían abandonado la linea epistémica para transformarse en técnicas utilitarias al servicio de los intereses del mercado, en especial mediante la medición. Luego del desvarío conductista sobrevino el descalabro total de la psicología americana que acabó saturada con una variedad infinita de productos curativo-asistenciales, invocando el nombre de la psicología en un caótico mercado persa de panaceas.

Lo fundamental de este análisis es destacar con mucha nitidez el gran giro que experimentó la psicología en su paso de Europa a América. Este giro consistió en el abandono del sentido epistémico original de la psicología para asumir un nuevo cariz aplicativo social. En otras palabras, luego de ser una ciencia unitaria y milenaria interesada en el misterio de las cualidades humanas, pasó a ser un conglomerado de técnicas aplicativas muy concretas, improvisadas alrededor de cualquier idea interesante al rededor de la medición o del tratamiento de los males individuales, o de la transformación de la persona en uno de los modelos apetecidos por la sociedad. La psicología en América pasó de ser el más caro proyecto de la humanidad por descubrirse a sí misma, a convertirse en la feria comercial más grande en torno al ser humano asumido como cliente y sujeto de mediciones y prácticas curativas o de repotenciación.

Paradójicamente fue la aparición de la tecnología informática la que facilitó la recuperación de la psicología original en los EEUU, pues sirvió como una evidencia real (objetiva) del procesamiento de información. Las computadoras permitieron reflexionar en la posibilidad de máquinas inteligentes, capaces de aprender. Las discusiones en torno a la inteligencia artificial y al procesamiento de información mediante reglas lógicas programadas en una memoria, facilitaron la comprensión de una psicología que pretendía hacer lo mismo en los seres humanos. Entonces se llamó "psicología cognitiva" a la psicología que intentaba explicar los procesos mentales que daban lugar a la conducta. Sin embargo, eso había sido siempre la psicología, desde los tiempos griegos. A continuación llegó la tecnología de imágenes que revolucionó las neurociencias y permitió el estudio directo de los procesos mentales. Con todo esto, la mente dejó de ser un espejismo y un mito, como lo calificaron los conductistas. A fines del siglo XX, se produjo en los EEUU una infinidad de estudios muy valiosos en torno al funcionamiento cerebral, el conocimiento humano, el pensamiento y la conciencia, dando paso a la formación de la llamada "ciencia cognitiva", como un campo interdisciplinario. A todo esto se le sumó una renovada filosofía de la mente que desde diversos enfoques ha permitido reiniciar el estudio de la conciencia, sin los fantasmas y temores que se generaron en el siglo XX por parte del cientificismo naturalista.

Además de todo esto, en el último cuarto del siglo XX se consolidaron diversas disciplinas psicológicas netamente epistémicas al rededor de la llamada psicología cognitiva. Estas fueron, por ejemplo, la psicología cultural, la antropológica y la evolutiva, entre otras. Incluso se han vuelto a reiniciar algunos estudios clásicos como el del lenguaje y el pensamiento, pero a partir de las modernas visiones. En realidad, es de esperar que se revisen todos los estudios clásicos de la psicología desde las modernas perspectivas, con la consecuencia inevitable de tener que abandonar algunos conceptos paradigmáticos de la vieja era. Todo parece indicar que este será en el futuro el eje sobre el que empezará a girar la moderna y real psicología científica. Se han recuperado los tres componentes básicos: su carácter epistémico, su campo original de estudio y el aporte de la filosofía. A ello debemos añadir la recuperación de su carácter interdisciplinario, perdido en el siglo XX. Contamos además con algo que hace un siglo no se tenía: tecnología que permite la exploración e investigación de la actividad cerebral, software que grafica la lógica del pensamiento y facilita la construcción de modelos computacionales de la mente, exploración de la actividad mental sobre realidad virtual, etc. Pero sobre todo, se han sepultado los dogmas cientificistas que paralizaron a la psicología durante gran parte del siglo XX desviándola y desvirtuándola. Y algo más: hemos dejado de lado la discusión absurda sobre la existencia de la mente, reiniciado una intensa tarea de reflexión filosófica sobre la conciencia, al mismo tiempo que se ha reiniciado su estudio científico desde diversos frentes.

Ahora bien, ¿cuál es la importancia de revisar toda esta historia? Pues la necesidad de comprender lo que la psicología es y responder a la pregunta planteada en el subtítulo. Y en tanto que la psicología es un producto cultural, no basta con proponer una definición como respuesta sino que se hace necesario recorrer su proceso generativo e histórico. Los procesos culturales no son productos acabados sobre los que se pueden dar definiciones. Hay que entenderlos en su magnitud histórica. Es imposible pretender una epistemología de la psicología sin antes comprender lo que es, desde una amplia perspectiva cultural. La epistemología, como una filosofía de la psicología, no puede involucrarse con el proceso de la psicología, no puede referirse a una sola expresión de ella, ni puede detenerse en los meandros generados a lo largo de su recorrido sinuoso. Es deber de una epistemología referirse a todo ese proceso histórico-cultural desde donde hoy emerge una imagen desfigurada de la psicología, pero que gracias a esa perspectiva general podemos reconstruir. Esa es la primera labor que tenemos que emprender para lograr una adecuada epistemología de la psicología. La imagen actual es la que tenemos después de un accidente histórico, similar a la que hay luego de un accidente de tránsito. Es preciso abarcar el extenso proceso histórico cultural completo y entenderlo todo: desde las motivaciones originales de los griegos hasta las expectativas actuales, pasando por los intereses y errores que afectaron su curso. Es responsabilidad de la epistemología explicar esas deformaciones y accidentes, antes de intentar formalizar una estructura epistémica de referencia que sirva como guía en el futuro.

Luego de recorrer el camino histórico de la psicología, necesitamos detenernos un momento en el análisis de los primeros objetos de estudio asumidos por la psicología en su corto espacio como proyecto científico. Es necesario entender que no todo lo que surgió como proyecto psicológico fue un verdadero logro científico. En medio de la oscuridad en que se movían los pioneros de la psicología, necesariamente hubo de surgir más de un concepto equivocado y una gran variedad de teorías y estudios fallidos. Sin embargo, muchos de aquellos productos han permanecido como logros culturales y son ampliamente admitidos en la sociedad. Es necesario echar un vistazo a estos productos y conceptos.


Los primeros objetos de la psicología

Durante la segunda mitad del siglo XIX se iniciaron diversos proyectos psicológicos tanto en Alemania como en Inglaterra y Francia, cada uno desde una perspectiva diferente, guiados, obviamente, por su filosofía de fondo. En Francia los empeños por mejorar la educación llevaron a la evaluación de las capacidades mentales para diferenciar los rendimientos individuales. En Alemania la invalorable herencia de Kant orientó los estudios de las sensaciones y percepciones como paso inicial hacia la comprensión de la mente. En Inglaterra, un curioso proyecto iniciado por un personaje extravagante y próximo a la demencia, Sir Francis Galton, establecería uno de los mitos pre científicos más emblemáticos de la psicología durante más de un siglo: el estudio de la inteligencia. Este fue un proyecto que se inició a partir de las creencias religiosas de la época, y desde la perspectiva naturalista vigente. Es decir, fue una versión típica de la ciencia del siglo XIX, de perspectiva naturalista y trasfondo religioso.

La inteligencia era -y es- un concepto del lenguaje popular, heredado de los mitos religiosos según los cuales Dios le habría otorgado a los seres humanos el don especial de la inteligencia para diferenciarlos de los demás animales. Después de visitar Africa, Sir Francis Galton acabó convencido de que Dios le había concedido este don solo a ciertas razas. Para probar su teoría inició la investigación de la inteligencia en diversas familias, -abuelos, padres, hijos, etc.- inventando para ello el concepto de "regresión", según el cual cada peculiaridad de un hombre es compartida por sus descendientes. Galton era un fanático de las matemáticas y fue el creador de los métodos estadísticos de correlación de variables. Para culminar su proyecto contrató a los estadísticos Spearman y Pearson. A la larga, Spearman fue el que concluyó el proyecto y se convirtió en el primer autor de una teoría psicológica: la teoría de la inteligencia. Así se dio el curioso caso de que el primer autor de una teoría psicológica fue un estadístico. Una teoría que había salido nada más que de la correlación de unos datos, extraídos de la medición de no sabemos qué. Más adelante aparecería medio centenar de personajes tratando de dilucidar lo que era la inteligencia. Algunos llegaron incluso a ampliar las matemáticas, como L. L. Thurstone, un ingeniero mecánico que mediante un sistema de ecuaciones y un nuevo análisis factorial contribuyó al debate sobre la inteligencia y las diferencias individuales. De este modo la psicología dejó de ser una ciencia natural y pasó a ser una ciencia abstracta, pues su objeto de estudio era una pura entelequia, al igual que el cubo o el trapecio, y su fundamentación era exclusivamente matemática.

El resultado de la corriente estadística en psicología fue el establecimiento de la psicometría como la primera gran industria psicológica. Su única utilidad social era determinar las diferencias entre los individuos mediante un gran repertorio de pruebas de todo tipo. A eso se le llamó pomposamente "Psicología Diferencial", aunque se trataba de una disciplina donde nadie sabía mucho sobre lo que se hacía, pues todo su interés era emplear las estadísticas para medir o fabricar pruebas de medición, al margen del problema ontológico, es decir, al margen de qué era eso que se medía. El problema teórico no era de su incumbencia. La estadística llevó a la psicología a un sistema tautológico donde los constructos se demostraban estadísticamente y luego se les empleaba para fabricar las pruebas estadísticas que los medían. Además de servir para la selección de personas, las pruebas fueron muy apreciadas por el cientificismo debido a que proporcionan los datos que se emplean en lo que se dio en llamar "metodología de la investigación científica". Después de un siglo de elucubraciones teóricas, la inteligencia finalmente se diluyó bajo la más pragmática noción de habilidades específicas y múltiples. Al final, la psicología cognitiva tuvo que hacerse cargo del tema (Sternberg) para sacarla del hoyo psicométrico y darle algún sentido a la inteligencia.

El otro gran objeto psicológico del siglo XX fue la personalidad. Es más difícil rastrear los orígenes de este concepto mítico. Aparentemente surgió de la vinculación de los rasgos observables de una persona y su modo de ser. La perspectiva naturalista exigía una clasificación de la naturaleza. Así fue como Kretschmer emprendió su clasificación de tipos de personas, basado en la "personalidad", es decir, la unión de los rasgos físicos y el modo de ser característico. Sin embargo, todos los intentos por clasificar a los seres humanos han fracasado invariablemente. He aquí un aspecto del modelo naturalista que resulta imposible aplicar a los humanos. La noción original de personalidad era la de un conjunto de rasgos que tipifican a las personas. Eso era todo. No obstante las teorías psicoanaliticas aportaron la idea de que la personalidad era algo dentro del ser y movía a la persona. Cuando se habla de "la estructura del yo" se anticipa la existencia de un algo en algún lugar dentro de la persona.

Los psicometristas, una vez más, acogieron el concepto de "personalidad" para fabricar sus pruebas de medición y clasificación. Los psiquiatras, siguiendo su enfoque médico y su formación psicoanalítica, establecieron todo un curioso sistema psicopatológico en torno a la personalidad, como si este fuera un órgano más del cuerpo humano. Así resultó que había "trastornos" de la personalidad, que constituyen un capítulo especial del DSM. Pero si leemos con atención, todos los trastornos señalados allí se refieren en realidad a trastornos del pensamiento y de la afectividad, y resultaría mucho mejor referirse a estos trastornos antes que tratar de encajar al paciente en un casillero de personalidad, que siempre resulta dudoso, pues los síndromes psiquiátricos no son tan bien definidos como los de naturaleza biológica. Como sea, el hecho es que el gran mito de la personalidad como algo quedó consagrado en la cultura occidental y constituyó un objeto más de estudio para la psicología del siglo XX. Gran parte de este siglo transcurrió en un estéril debate acerca de los constructos inteligencia y personalidad. El primero se sostenía en las ciencias abstractas y el segundo en las ciencias naturales.

Los teóricos de la inteligencia y de la personalidad llevaron sus teorías en paralelo, sin esforzarse por una integración, como si el ser humano estuviera escindido. Ambos constructos fueron tratados como dos escenarios independientes alojados dentro del ser humano. El estudio de la personalidad asumió a la persona como un gran órgano del cual se podría descubrir su estructura y leyes de funcionamiento. Cada psiquiatra y psicólogo de renombre tenía su propia teoría de la personalidad, que era una especie de epistemología de su psicología particular. Finalmente, todas las teorías de la personalidad del siglo XX fueron a la psicología lo que las novelas de Julio Verne fueron a la ciencia. Los mismos psiquiatras resumieron el asunto de la personalidad así: "La personalidad puede definirse como ese particular conjunto formado por los modelos de conducta y tendencia relativamente permanentes que son característicos de un individuo" (12). Es decir, no era nada. Es apenas una elaboración mental colectiva, al igual que los derechos o la justicia. 

Tanto la inteligencia como la personalidad son conceptos culturales, similares a otros muchos existentes en nuestra comunicación, tales como la simpatía, la belleza, la decencia o la estupidez. Se trata de "objetos conceptuales" generados por la percepción organizada mentalmente. Es decir, le pertenecen al observador, mas no a lo observado. No son pues objetos ni procesos reales que puedan ser sometidos al escrutinio científico. La reificación de estos conceptos hizo perder mucho tiempo a los psicólogos durante el último siglo, más aun cuando intentaron estudiarlos mediante el método naturalista con el apoyo de la estadística. Para la psicología científica moderna ya no tienen sentido y han dejado de ser constructos útiles. Junto a ellos transitaron otros conceptos recogidos del lenguaje cotidiano, como temperamento y carácter, de los cuales psicólogos y fisiólogos se sintieron obligados a dar cuenta. Pavlov, por ejemplo, empleó el concepto de temperamento explicándolo en virtud de la velocidad de los procesos de excitación e inhibición, aunque eso fue antes de que rechazara los conceptos psicológicos. Casi todos los términos del idioma con alguna connotación psicológica, asumieron la categoría de objetos de la psicología sin serlo.

A ellos se sumarían otros dos conceptos míticos: inconsciente y conducta. Si ya era difícil entender y estudiar la concienca desde una perspectiva científica, el inconsciente parecía imposible. Como no podía ser de otra forma, resultó ser una caja de sorpresas de la que surgían inesperadas explicaciones y principios a partir de la frondosa imaginación de sus propulsores, apoyados en las creencias culturales y con el único sustento de una argumentación basada en la lógica semántica. Poco después, la "conducta observada" fue la respuesta norteamericana surgida a partir de la observación de animales en laboratorios durante la práctica del método experimental del naturalismo inglés. Dado que les resultaba imposible estudiar la conciencia en animales, no tuvieron mejor idea que renunciar a ella y cambiar el giro de la psicología para transformarla en una mera ocupación de registro de datos de observación, convencidos que la vinculación entre estímulos y respuestas equivaldría a la relación causa-efecto buscada por la física.
La aparición del conductismo y su eventual predominio en los EEUU, así como su dispersión en occidente por la influencia norteamericana durante la posguerra y la crisis europea, significó una desviación radical de la psicología hacia un naturalismo fanático, ingenuo y obsoleto. El conductismo se inicia como una forma de biología pero acaba como una especie de física de movimientos animales, pues renuncia al estudio del organismo para centrarse en la mera "conducta observada", asumiendo que "conducta" y "animal" son como dos estados diferentes; es decir, cayeron en un dualismo sutil. Al salir del organismo, el conductismo dio literalmente un salto al vacío, pues ya no se sabía qué era con exactitud lo que estudiaban concretamente. Adoptaron el enfoque causa-efecto de la física, adaptada como estímulo-respuesta; luego establecieron que las "causas" de la conducta estaban fuera del organismo, en el ambiente; y, por último, como corolario de su postura, negaron dogmáticamente todo origen interno de la conducta.

Convencidos de que el método experimental era la única forma de hacer ciencia lo supeditaron todo a él. Hicieron de la fabricación de técnicas de control conductual su único sustento, pero crearon toda una doctrina cientificista para justificar este objetivo como un objetivo científico. A fin de cuentas, el conductismo fue la salida forzada y simplista a la que recurrieron algunos practicantes del experimentalismo animal ante el agudo problema que les planteaba la psicología (13). Lo anunciaron en un texto muy explícito titulado "La psicología tal como la ve un conductista", que se encuadraba muy bien dentro de esa actitud general norteamericana definida como "así es como nosotros entendemos y hacemos las cosas". Esto creó la paradoja de dos "psicologías" que no tenían nada en común. Peor aún: se contradecían. Tal fue el aporte norteamericano al caos que sobrevino después con el boom de diversas versiones psicológicas asistenciales y tecnologistas, cientificistas y comerciales, humanistas y orientales, basadas en una pseudociencia y en una pseudofilosofía que reinventaba todo desde sus propias visiones.

De este modo la inteligencia, la personalidad, el inconsciente y la conducta fueron parte de la variedad de cosas que se asumieron como objetos de estudio de las diversas variantes de psicología, o que definían una forma de psicología, entendida en virtud de una cultura específica, pero afectados por el esquema ideológico impuesto por las ciencias naturales. Diversos segmentos emprendieron su propio proyecto de "psicología científica" de la manera más simple: aplicando la metodología del naturalismo sobre cualquier concepto aparentemente útil. Se inició en Inglaterra con el estudio de la inteligencia y finalizó en los EEUU con el estudio de la conducta. Todos estos proyectos ganaron aceptación básicamente por sus posibilidades para prestar servicios directos a la sociedad, pero tuvieron grandes deficiencias como ciencias.

El problema para la psicología de hoy es cómo desligarse de todos esos conceptos del pasado y recuperar los verdaderos territorios y rumbos que lo caracterizan como ciencia real. Lo que necesita la psicología es aplicar la famosa "navaja de Ockham" para eliminar falsos objetos y constructos etéreos redundantes.



Las dificultades de la psicología 

La psicología es una ciencia no convencional, en el sentido que su campo de estudio no se halla sobre el mundo que nos rodea, como acontece con casi todas las demás ciencias. El campo de estudio de la psicología, por llamarlo del mismo modo, es el propio ser humano como sujeto y centro generador de los fenómenos psíquicos. En última instancia, nuestro interés final es el conjunto de los fenómenos psíquicos que gobiernan al ser humano y hacen posible la existencia de nuestra especie, como especie diferenciada del resto de los que habitan este planeta. Algunos de estos fenómenos psíquicos -o quizá todos- tienen una forma de expresión exterior, como el lenguaje, pero sus propiedades son implícitas, como el aprendizaje y la memoria. El hecho de que los fenómenos que interesan a la psicología sean los que gobiernan al hombre, ha sido quizá el principal obstáculo para reconocer el carácter científico de la psicología, sobre todo en una época en la que se concebía a las ciencias tan solo como actividades ocupadas del mundo exterior.

Las dificultades de la psicología para alcanzar el estatus de ciencia han sido mayores que para cualquier otra disciplina. Debimos confrontarnos con la escolástica que concebía al ser humano como creación divina a imagen y semejanza de Dios, poseedor de un "alma" inmaterial que se hallaba fuera del alcance de la ciencia. Luego debimos confrontarnos con el cientificismo naturalista que concebía al hombre como un objeto más del mundo, sujeto a leyes físicas. Por último, debimos confrontarnos con el cúmulo de versiones psicológicas volcadas al campo de la sanación, y distinguirnos como disciplina epistémica y no como técnica terapéutica. De hecho es imposible hablar de epistemología si no concebimos a la psicología como una ciencia en vez de asumirla como una feria de técnicas curativas. La psicología científica se distingue del cúmulo de disciplinas terapéuticas porque se centra en el interés epistémico y no en la cura de pacientes. Sin embargo, gran parte de lo que conocemos hoy como psicología pertenece al campo de la psicoterapia, incluyendo a la versión del conductismo americano que durante mucho tiempo se hizo llamar "psicología científica" siendo al fin y al cabo una disciplina que nació para el mercado. La psicología científica se concentra en los hallazgos de las ciencias cognitivas en torno al funcionamiento del ser humano, sus funciones psicológicas y los procesos mentales y culturales que determinan su existencia particular. Es necesario trazar una distancia entre nuestra ciencia psicológica y el concepto cultural predominante en torno a la psicología como disciplina técnica que ofrece diversas modalidades de servicio social.

Podemos sintetizar las dificultades que experimentó la psicología para lograr el reconocimiento de su condición científica señalando como las principales:
  1. Las distorsiones que durante mil setecientos años produjo la religión sobre el entendimiento del ser humano como especie, y sobre el origen y naturaleza de sus cualidades distintivas; 
  2. Las distorsiones que durante cuatro siglos produjo la ciencia naturalista en torno al conocimiento científico, al reconocimiento de sus objetos y a la estructuración de la ciencia; 
  3. El inicio de diversos proyectos de psicología desde la perspectiva y métodos del naturalismo, que lograron erigir escuelas y sentar precedentes seguidos luego por muchos; 
  4. La adopción de numerosos conceptos del lenguaje popular como puntos iniciales del trabajo psicológico y su rápida propagación social; 
  5. La aparición de tecnología estadística psicológica interesada en medir no solo desempeños concretos sino constructos supuestos; 
  6. La invasión de escuelas psicológicas terapéuticas hablando su propio lenguaje y predicando su propia verdad, caracterizadas por la carencia de un genuino interés epistémico y científico, y por un afán de dominación del mercado terapéutico, con una forma sectaria de ejercer la disciplina.
Como podemos apreciar en este apretado resumen, la psicología se ha visto perjudicada por la concepción predominante de ciencia durante sus años iniciales, y por sus propios proyectos iniciados alrededor de conceptos que emanaban de simples creencias, como la inteligencia. Además se vio afectada por el giro de poder que sufrió el mundo en la primera mitad del siglo XX trasladando el predominio de la actividad científica a Norteamérica, donde no existía la misma tradición psicológica ni filosófica que en Europa, y ni siquiera el mismo interés científico. Adicionalmente hubo otros factores como la herencia de la escolástica, de donde provino la falsa idea de que la psicología era "el estudio del alma", originada en una mala traducción del vocablo griego "psyche", lo que afectó el cabal entendimiento de las cualidades superiores humanas como procesos reales y no como dones divinos, ni mucho menos como fenómenos de naturaleza metafísica. La confusión en torno de las cualidades humanas fue aprovechada para presentar propuestas destinadas a la ayuda social, siempre con el rótulo de "psicología". El manejo de las emociones en conflicto, la personalidad integrada, el pensamiento eficiente, la inteligencia y la creatividad orientadas al éxito, y otros aspectos afines fueron abordados sin mayor sustento científico pero con grandes dosis de retórica, pragmatismo efectista e interés comercial. Por desgracia muchas de estas versiones psicológicas alcanzaron el éxito social y comercial, por lo que pudieron consolidarse en la cultura, consolidando además el concepto tecnológico y asistencial de la psicología. Hoy la mayoría de la gente concibe a la psicología como una forma de tratamiento de problemas de conducta; pero, a diferencia de la medicina, las escuelas terapéuticas psicológicas carecen de una ciencia que respalde su labor. Todas ellas se sustentan en sus propios ratios de eficiencia.

Quizá la mayor dificultad para concebir a la psicología como ciencia concreta de los seres humanos ha sido precisamente la dificultad de concebir al ser humano como especie particularmente diferenciada de todas las demás; pero, por sobre todo, la dificultad del propio ser humano para concebirse a sí mismo y estudiarse sobre la base de una noción clara de su naturaleza y de su condición única sobre este mundo. Una dificultad que en cierto modo es natural, debido a que nuestro cerebro está diseñado y preparado para entender el mundo que nos rodea y no a nosotros mismos. La ciencia también fue concebida como una herramienta epistémica orientada a entender el mundo que nos rodea y que nos es dado objetivamente. Hasta podríamos afirmar que la ciencia, en su versión naturalista, es la forma más especializada de conocimiento que ha alcanzado el cerebro humano, tal como este fue diseñado originalmente por la propia naturaleza. La gran mayoría de los más destacados epistemólogos se refiere al conocimiento científico como "imagen del mundo". Nunca hay una conciencia de que el conocimiento científico puede referirse además al propio observador del mundo. Toda referencia a la forma en que el hombre observa el mundo se ha hecho desde la filosofía, pero precisamente porque no se ha hecho ciencia sobre este aspecto de la actividad humana.

Fue difícil darnos cuenta de que había un techo superior por conocer. Se trataba de conocer al conocedor. ¿Cómo hacerlo? La pregunta bien planteada era ¿cómo conocer al hombre mediante el mismo tipo de conocimiento científico empleado para conocer el mundo? Los primeros intentos de la psicología por estudiar al ser humano encontraron una ciencia estructurada alrededor del mundo natural, centrada en sus objetos y procesos, y con una ideología que sustentaba el saber únicamente en los métodos orientados a tales problemas. La inercia cultural llevó a los primeros psicólogos a emplear la lógica de las ciencias naturales en el estudio del hombre, concibiéndolo como un objeto más de este mundo, es decir, un hombre ajustado al modelo y a los objetos de la ciencia naturalista. La psicología concebida de ese modo, tuvo sus primeros éxitos en el estudio de la fisiología de las sensaciones y percepciones, como un primer paso en el camino hacia la conciencia, pero el rechazo frontal de este concepto por parte de los norteamericanos redujo la psicología al mecanismo estímulo-respuesta y a la búsqueda de leyes físicas o biológicas. No se concebían otros escenarios. Incluso se apeló a estas fórmulas para explicar el lenguaje humano.

Por cierto, debemos reconocer las dificultades propias de los objetos de la psicología para ser entendidas y concebidas cabalmente, es decir, cuando se asume al hombre como un fenómeno natural de tipo cognitivo. Hoy mismo resulta difícil explicar y entender tanto la conciencia como la cultura. Imaginemos estas mismas dificultades en los inicios del siglo XX, con toda la prédica religiosa en torno al alma, el discurso cientificista en torno a la objetividad, la idolatría por el método científico naturalista y el formato del conocimiento obtenido directamente del entorno mediante mediciones. Se dejó de lado la cuestión de cómo el observador concibe su realidad, cómo se obtiene y se consolida el conocimiento en tanto fenómeno cognitivo. Es obvio que la "realidad" de un ser humano no se circunscribe a un conjunto de objetos reales sino a un escenario complejo que adquiere un sentido definido en la conciencia, y que se construye básicamente con el lenguaje a través de la información cultural. Hay un proceso de construcción cognitiva de la realidad en el que intervienen procesos fisiológicos, psíquicos y culturales. La obsesión por la objetividad, entendida únicamente como lo observable y medible, dejaba afuera la parte más importante de la realidad del ser humano que es su significación cultural y el proceso complejo de su elaboración cognitiva. Los fenómenos subjetivos, propios de la naturaleza humana, fueron expulsados del campo de la psicología por no acomodarse a la visión de la ciencia naturalista, y se obligó a la psicología a claudicar de sus objetivos originales para ser admitida en el concierto de las ciencias físico-naturales.

Todos estos problemas expuestos deben ser afrontados para recuperar el sentido científico de la psicología, sin someternos a visiones que no se corresponden con nuestra naturaleza científica. En primer lugar debemos remarcar nuestra condición de ciencia no convencional. Hoy es más fácil admitir variedades de ciencias gracias al progreso de la ciencia misma. La propia física ha progresado hacía escenarios que apenas son visibles o que simplemente no lo son, tales como la astrofísica y la física de partículas subatómicas, donde la manipulación y las mediciones son prácticamente imposibles. Está claro que cuando hablamos de psicología y de epistemología de la psicología nos estamos refiriendo a una psicología con sentido científico, es decir, de intereses netamente epistémicos. Esto significa que el primer problema que debemos despejar es la diferenciación entre la psicología epistémica y la tecnología de servicio social que actúa con la etiqueta de psicología. El sentido científico de la psicología nos exime del interés de servicio y nos acerca a un interés por el conocimiento puro. Es imposible plantear una epistemología de la psicología si consideramos que todas las vertientes tecnológicas de servicio comunitario, ya sea de tipo psicodiagnóstico o psicoterapéutico, y sus anexos proveedores de herramientas como la psicometría, están dentro del escenario científico de la psicología. Mi primer planteamiento sería entender al campo de la psicología como sigue (un click sobre la imagen permite ampliarla):


Entendido de este modo, la epistemología de la psicología solo puede servir como sustento para edificar el saber en el área de investigación de los problemas centrales de la psicología, la que podemos llamar "pura", que quiere decir "puramente epistémica". Obviamente carece de sentido hablar de una epistemología si no nos estamos refiriendo a una actividad netamente científica de investigación de misterios en busca del saber. No hace falta ninguna epistemología para aplicaciones comerciales y de servicio social. Visto así, dejamos a un lado, aunque sin desembarazarnos de ellas, las vertientes aplicativas de servicio social que ya han logrado consolidarse culturalmente y que resulta imposible negar. Confiamos en que el hallazgo de conocimientos científicos logre ampliar algunas visiones en el territorio de las disciplinas aplicativas.

Como se desprende del cuadro anterior, la gran multitud de versiones psicológicas aparecidas en el siglo XX prácticamente se ubican en el recuadro de técnicas terapéuticas, junto con las técnicas de evaluación y diagnóstico. Precisamente esta situación fue la que afectó en gran medida la concepción de una psicología como ciencia, contribuyendo a la percepción generalizada de que la psicología era una forma curativa. Tanto así que en muchas universidades se la coloca dentro de las Ciencias de la Salud. Si bien la medicina puede ser vista como una ciencia al mismo tiempo que una disciplina de servicios de salud, en realidad posee núcleos epistémicos muy sólidos sustentados por la biologia (química y física), lo que no ocurre con la psicología de servicios de salud, muchas de las cuales son simples técnicas.

Necesitamos pues revertir esta noción general de la psicología para retomar el camino científico y poder hablar a cabalidad de una epistemología de la psicología, que de lo contrario carecería de sentido.



- III -



El conocimiento en la ciencia de la psicología 

En los inicios del siglo XX el cientificismo consolidó la idea de que la obtención del conocimiento reposaba en el empleo de un método especial llamado "el método científico". Este era básicamente alguna forma de experimentación orientada a obtener datos cuantitativos, los cuales se llevaban a procesar mediante fórmulas estadísticas. El resultado inequívoco de tal proceder sería el tan ansiado conocimiento científico. Enseguida se sacralizaron varios conceptos en torno a este método, tales como la "objetividad" fundada exclusivamente en el carácter observable, manipulativo y mensurable de sus objetos de estudio, con lo cual se consolidó el conjunto de creencias formales en torno a la ciencia, y que luego serían intensamente defendidas por el cientificismo. Como consecuencia, muchas nacientes disciplinas sociales se vieron forzadas a sujetarse a tales esquemas. También la psicología se vio perturbada cuando los conductistas la supeditaron al método experimental con animales en su intención de hacerla una "ciencia formal", con lo que finalmente acabaron transformándola en otra disciplina.

Si bien la experimentación es un proceso fundamental en la obtención del conocimiento, nunca se entendió cuáles eran realmente sus principales virtudes debido a que estas le pertenecen al ser humano. La búsqueda del conocimiento científico jamás se hizo al margen de la imaginación y de la creatividad, tanto para concebir experimentos adecuados, como para dirigir la investigación en un sentido acertado. Se cometió el error de otorgarle todo el crédito a la parafernalia instrumental que rodeaba al experimento, junto con el ritual, dejando de lado y hasta menospreciando el papel del ser humano. Liberados ya de la pesada herencia cientificista, ahora podemos admitir que fue un error ignorar la capacidad humana para suponer y deducir por qué ocurren los hechos que se observan. La parte más importante de todo el proceder científico reside en un conjunto de virtudes humanas que le permiten concebir un problema, diseñar un experimento adecuado, generar imágenes virtuales del mecanismo y construir una teoría explicativa. En realidad este es el verdadero método científico.

A menudo los científicos han tenido que apelar a factores que no pueden observar pero que resultan evidentes, o por lo menos necesarios en la teoría explicativa. Y esto ha ocurrido con frecuencia en la física atómica como en la biología. Cuando la biología inició el estudio de la vida, no todo era observable. Mendel en 1865 no tenía ninguna posibilidad de observar el proceso de la transmisión de caracteres de una generación a otra de guisantes, pero fue capaz de deducir el mecanismo y tuvo que limitarse a hablar de unos misteriosos "factores". Tales "factores" de la herencia se hallaban tan sólo en la imaginación de Mendel, y apenas pudieron observarse borrosamente medio siglo después, cuando se inició la genética, aunque no se comprendieron hasta 1953. Sin embargo, nadie puso en duda el carácter científico de las ideas que Mendel publicaba en 1866. ¿Qué habría pasado si se rechazaban sus ideas acusándolo de apelar a factores inobservables? Quizá le hubiera ocurrido a la biología lo mismo que a la psicología: se habría estancado medio siglo empantanada en discusiones amorfas en torno a su "real objeto de estudio", y habrían surgido versiones aberrantes de biología que en lugar de ocuparse del misterio de la vida, habrían cambiado de interés sujetándose dogmáticamente a lo observable y recogiendo todo su saber desde el proceder metodológico. Esto demuestra que la ciencia no deja de ser ciencia por referirse a factores inobservables, pero en cambio deja de ser ciencia cuando se somete el pensamiento a dogmas sobre el proceder científico. Eventualmente podrían llegar a hacerse observables de algún modo en el futuro. Y aun cuando sepamos que definitivamente resulta imposible hacer observables o comprobables nuestras suposiciones, tal como ocurre por ejemplo en torno a los agujeros negros, nuestras teorías no pueden descartarse por especulativas. Para ello se apela al consenso científico, a la contrastación de teorías o a la discusión versada (triangulación), que somete la teoría al escrutinio de diversos especialistas. A esto llamamos "objetividad epistémica" y resulta mucho más importante que la objetividad metodológica e instrumental.

La ciencia que finalizó el siglo XX fue muy distinta a la que inició ese mismo siglo, no en cuanto a la profundidad y amplitud de sus conocimientos, obviamente, sino en lo concerniente a sus estructuras epistémicas. En la segunda mitad del siglo, el azar, la complejidad y el caos eran parte del lenguaje científico, así como la realidad difusa. La velocidad con que los conocimientos científicos empezaron a incrementarse y a cambiar condujeron a la transformación de sus fundamentos gnoseológicos. La ciencia ya no se fundaba en un orden implícito, en un determinismo causalista, en una seguridad absoluta ni en la validación del saber en función de su capacidad predictiva. Muchos escenarios quedaron desfasados. Hasta podríamos afirmar que aún no hay epistemología que refleje apropiadamente el estado actual de la ciencia. Tuvieron que ser los propios científicos quienes se ocuparan de las implicancias filosóficas de su saber, como fue el caso de Ilya Prigogine, quien defendió la ruptura entre la química clásica y la moderna a partir del concepto de procesos reversibles e irreversibles y, sobre todo, de la actividad espontanea e intrínseca de la materia. A todo esto hay que añadir que los conocimientos científicos más avanzados en la Física de Partículas o de la genética exigen tanta especialización que están fuera del alcance de la mayoría de las personas, incluso de quienes se interesan por la ciencia y de quienes gestionan ambientes académicos. Esto dificulta una adecuada comprensión del escenario científico y permite la manipulación de su campo sobre dogmas y mitos ya superados, como el de la aparente supremacía del método experimental estadístico y un errado concepto de objetividad. Además, dificulta la comprensión apropiada de los proyectos científicos, entre ellos, principalmente el de la edificación de una psicología científica real, que es, tal vez, la más más difícil de las disciplinas, pues se enfrenta a la expresión más compleja de la evolución de la materia organizada: el cerebro y sus fenómenos subjetivos.

Si bien los conocimientos de algunas ciencias naturales gozan de mayor solidez, esto no se debe a una virtud especial propia de esta clase de ciencias, sino a las características de su escenario de estudio. Se debe básicamente a la lentitud con que transcurren los cambios en su escenario pues tienen una velocidad relativa al Cosmos; por tanto, un conocimiento de las propiedades físicas de la materia-energía, desde nuestra posición humana, tiene para nosotros una gran estabilidad y, por tanto, utilidad. Este no es el caso de las ciencias humanas y sociales en cuyo escenario los procesos transcurren a una velocidad relativa al hombre. La epistemología de las ciencias físico-naturales responde a las teorías científicas logradas sobre un mundo y un universo que pueden asumirse tranquilamente como estables y permanentes; en cambio en las ciencias humanas y sociales carecemos de esa inmutabilidad en nuestro escenario, y por tanto no se sustenta en leyes "universales e invariables". Esta es una de las diferencias sustanciales que tenemos. En consecuencia, la ausencia de tales leyes no se debe a una carencia de rigor epistémico sino a un escenario más cambiante y volátil, ya que la propiedad más notable de nuestro sujeto de estudio es la transformación evolutiva. Consecuentemente, debemos empezar definiendo la epistemología en función de aquello que concebimos como campo de interés desde un enfoque particular, y no en función de un mundo observado y dado como tal. El escenario humano aun está dándose y no parece estar determinado por las leyes del mundo físico. Un campo es el escenario que se configura en función de nuestros conceptos e intereses. La epistemología justifica la existencia de ese campo y orienta su tratamiento sirviendo como marco de referencia a todos los desarrollos teóricos y aplicativos. Un enfoque es la clase de interrogantes que intentamos despejar, lo cual da lugar a las disciplinas especializadas. La psicología es una disciplina que surge por un interés muy concreto en torno al misterio del ser humano como especie distintiva y, en su definición moderna, como fenómeno de naturaleza cognitiva. Se distingue de las demás disciplinas que concurren sobre el mismo ser humano por la clase de interrogantes que se plantea como disciplina especial. La epistemología de la psicología debe sustentar nuestro escenario de estudio, esclarecer la naturaleza de nuestro sujeto de interés y las características de nuestro saber.

En consecuencia, la concepción del escenario de estudio como el proceder y la explicación científica varían en los escenarios naturales y culturales, correspondiendo en cada caso formas diferentes de abordar sus escenarios, entender sus problemas, generar sus teorías y su epistemología. El científico naturalista se guía por la realidad objetiva, procurando eludir las distorsiones de su subjetividad, y deja la epistemología al filósofo que observa su trabajo y producción. El científico naturalista es incluso ajeno a las concepciones metodológicas que sólo surgen después de observar su proceder. El científico social, en cambio, se orienta por su epistemología para manejar su escenario definido teóricamente, y para abordar los problemas dentro de tales marcos referenciales. Sin embargo, vale la pena señalar que en los casos en que la física llegó a los extremos de la "realidad objetiva", también generó cambios epistemológicos debido a que sus escenarios tuvieron que ser definidos conceptualmente y admitidos y tratados teóricamente, como por ejemplo, un gluón, un agujero negro o el inicio del universo. Hoy no sabemos si la Teoría de las Cuerdas es ciencia física o filosofía. Esto produjo el fin de la epistemología clásica y la incursión de los científicos en la filosofía de la ciencia. El escenario de la psicología se corresponde con los escenarios descritos por las ciencias físicas más avanzadas, donde la realidad pierde sus características habituales como la objetividad, dejando de ser manipulable y mensurable para ser comprendida mediante aproximaciones teóricas que nos guían en la búsqueda de evidencias o contrastaciones parciales, y permiten el entendimiento de ciertos fenómenos evidentes pero inasibles. En estos escenarios los psicólogos también deben recurrir a la filosofía para explicar su campo y proceder, tal como ocurre con la filosofía de la mente.

Como se ve, la psicología no es una ciencia fácil. Quizá sea la ciencia más difícil, pues tiene el reto más complejo de todas que es explicar el fenómeno más formidable del universo: el hombre. Esto ha generado mucha confusión debido a que tiene un escenario sobre el mundo natural, donde surge el hombre, y otro sobre el mundo cultural definido por el hombre. No hay duda alguna de que el hombre es un fenómeno natural pero posee un detalle excepcional: ha alcanzado la posibilidad de generar su propio escenario basado en sus propias reglas. O sea, va más allá de lo explicado por lo meramente natural. Excede todas las posibilidades de una ciencia natural. Se requiere entender este escenario humano desde la perspectiva del mismo ser humano. Por tanto hace falta conocerlo en tanto fenómeno natural trascendente a la naturaleza.

Fundamentalmente, el ser humano es una dualidad. Posee, como es obvio, una naturaleza biológica que lo determina hasta cierto punto; pero más allá adquiere una capacidad lógica cognitiva que le otorga unos ciertos "poderes", por llamarlo así. En principio se trata de una capacidad ganada por su cerebro, lo que le permite generarse una realidad propia y sumamente compleja, a la que llamaremos "realidad humana", en donde los objetos reales del mundo son apenas unos ingredientes, y no siempre lo que son en realidad. Este es el primer proceso humano que la psicología debe lograr explicar a plenitud: la construcción de la realidad humana en la conciencia. La dinámica de los procesos mentales que permiten -en general- el procesamiento de la información, es uno de los retos de la ciencia psicológica. Tenemos pues objetivos y metas que cumplir en el terreno epistémico. Esto es lo que nos permite esclarecer el rumbo de nuestras investigaciones y es una garantía del carácter científico de nuestra disciplina. Todo esto se había perdido en el caos del siglo XX.

Ahora bien, cuando estudiamos al hombre enseguida descubrimos que se trata de un ser social; pero más que "social" en el sentido en que lo son las hormigas, por ejemplo, el hombre es un ser cultural, pues la cultura es el entramado de relaciones lógicas y de información compartida por los miembros de una comunidad, sin lo cual ninguno sería capaz de funcionar como ser humano. Cada sujeto humano necesita de una cultura para hacerse y ser un humano. En consecuencia, eso nos lleva a estudiar la cultura como espacio humano y humanizador, como fenómeno colectivo que posee su propia dinámica. Desde luego ni la mente (como estructura lógica y contenido informativo) ni la cultura como entramado de estructuras lógicas y vasto escenario de información y valoraciones, son elementos naturales. Nada de esto pudo ser percibido por los enfoques naturalistas de principios del siglo XX. De la misma forma en que la biología logró determinar la estructura química del ADN, su función como código de información y los mecanismos de su recombinación y transmisión, etc.; la psicología tendrá que determinar la forma en que la cultura programa la mente de los individuos trasladando una estructura lógica de razonamiento, además de información.

Incluso el espacio naturalista de la psicología no ha podido ser entendido sino hasta el último tramo del siglo XX, con el desarrollo de las neurociencias que han llegado hasta los fenómenos subjetivos del sistema nervioso superior. De otro lado, el escenario cultural no fue fácilmente aceptado como escenario científico por el cientificismo naturalista durante casi todo ese siglo. Por todo esto, la psicología no pudo ser entendida cabalmente, pues tiene un pie en el segmento más complejo del territorio naturalista y el otro, en el difuso escenario de la mente y la cultura humana. Es por ello que la definimos como una ciencia puente. Es en su dominio donde se produce el salto cualitativo desde lo natural hacia lo humano y lo cultural, la emergencia de los fenómenos subjetivos sobre la actividad cerebral, dando paso a la aparición del ser humano como organismo autónomo de naturaleza cognitiva, capaz de decidir sobre la base de sus propias estructuras y procesos lógicos, evolutivamente modernos y exclusivos, y como sujeto y producto de una cultura antes que de una naturaleza biológica predeterminada. En consecuencia, nuestra epistemología debería reflejar esta particularidad de la psicología por las características exclusivas de su campo, distinta completamente de cualquier disciplina naturalista, e incluso social. Sin embargo, resultaba imposible definir el amplio escenario de la psicología mientras no perdiera vigencia la epistemología clásica, concebida tan solo para el mundo objetivo de la ciencia naturalista primigenia y decimonónica.

Aunque la práctica del método naturalista clásico aún es muy dominante en la psicología, ha demostrado sus limitaciones como instrumento de apoyo en la edificación de la ciencia, incluso en el mismo ámbito de las ciencias naturales cuando tiene que enfrentarse a escenarios complejos. En el campo de las ciencias humanas, donde la complejidad es inherente a sus escenarios, este método ha aportado muy poco en el avance del conocimiento científico, y su empleo compulsivo ha empezado a ser cuestionado, ya que no puede ofrecer más que una simple relación de causalidad directa y muy concreta, aun en escenarios que son sumamente amplios, de naturaleza azarosa, multifactorial y cambiante, como lo son las personas, sus sociedades y sus culturas. Es imposible progresar científicamente con la simple acumulación de datos cuantitativos y con el solo apoyo de la fundamentación estadística. Las predicciones científicas debe surgir de la teoría y no de la simple observación recurrente. Pongamos un ejemplo esclarecedor. Si conocemos la masa de un planeta, podemos emplear la teoría de Newton para saber cuál es su fuerza gravitacional y, por tanto, la cantidad de energía necesaria para escapar de él. Eso funciona con total seguridad pues parte de una teoría científica. No necesitamos ir a comprobarlo. En esta teoría se apoyan los vuelos espaciales y les va bien. Pero por otro lado, si recogemos por observación estos datos "abc, abc, abc, ab", es fácil determinar que el evento siguiente será "c". Es mera observación, aunque haya empleado mucha estadística en la obtención de dichos datos. No hay ninguna teoría científica de por medio pues esta clase de comprobaciones fácticas nunca explican por qué tienen las cosas que darse así y no de otro modo.

La ciencia no puede quedarse en el nivel de establecer simples relaciones de causa-efecto o estímulo-respuesta. Tiene que ir al entendimiento de los sistemas, que es el nivel que realmente importa. La mayor parte de estos sistemas no son evidentes, ni se entienden si no se apela a la subjetividad para representarlos idealmente a través de una teoría. Hacer una teoría implica representar un modelo de la realidad en la conciencia. Es la única forma que tiene el hombre de trascender la realidad física directa y lograr un conocimiento superior, es decir, de hacer ciencia. Es a partir de una teoría tentativa que apelamos a pruebas experimentales específicas que intentan probarla o refutarla. Esta es una forma de abordar los fenómenos cognitivos que no gozan de las condiciones de objetividad exigida por el naturalismo. La mayor parte del escenario humano está compuesto de un entramado de sistemas o fenómenos que gozan de autonomía funcional, y que además se interfieren y nutren mutuamente, pero que no pueden ser desmontados para ser estudiados por partes en sus vinculaciones elementales sencillamente porque desaparecen. Esto ocurre desde los procesos mentales hasta los procesos humanos y culturales. Por ejemplo, no podemos separar el proceso de memoria del de aprendizaje ni recoger información objetiva y directa sobre las relaciones de pareja. Debemos reconstruirlas idealmente mediante modelos o a través de la narración, la que a su vez se convierte en una especie de teoría tentativa de comprensión particular, que el psicólogo pone a prueba o contrasta y luego generaliza un modelo de relación. Pero aunque estos procesos no se puedan desmontar se pueden identificar y clasificar para su entendimiento general como modelos. La misión de una ciencia cultural es definir el escenario generador de una cierta clase de hechos o fenómenos. No nos referimos a causas directas visibles sino a escenarios subjetivos factibles, donde concurren -además de elementos físicos- conceptos, imágenes y valoraciones, propias de un ambiente histórico-cultural y de una mentalidad que se desenvuelve en concordancia.

La psicología, por tanto, está obligada a superar los enfoques de una ciencia físico-natural típica, pues su objeto de estudio no pertenece al mundo físico-natural. En estos tiempos ya ni siquiera es posible entender el mundo que nos rodea sin apelar a una perspectiva cultural, pues el mundo ha sido modificado por el ser humano y casi todo lo que vemos es una construcción humana, posee un diseño y un orden impuesto por los seres humanos y no solo por la naturaleza. Si bien somos productos de la naturaleza y dependemos esencialmente del funcionamiento de sistemas físico-naturales, hemos accedido a un nivel más complejo de la realidad como producto de las propiedades adquiridas por nuestro cerebro. Estas propiedades nos otorgan determinada autonomía y capacidad para representar una realidad virtual en la conciencia, realidad frente a la cual actuamos en última instancia. Es decir, gracias a sus capacidades ganadas como individuos evolucionados, los humanos ya no viven conectados directamente al mundo físico exterior sino que transcurren gran parte de su existencia dependientes del mundo virtual propio que se recrea en su conciencia individual. Más aun, las sociedades humanas construyen colectivamente sus maneras de entender el mundo que les rodea, y sobre ellas definen sus instituciones culturales, que no son otra cosa más que sistemas cognitivos sociales que determinan las formas de construir la realidad en las conciencias individuales. Es decir, existe una interdependencia mutua entre el sistema cognitivo individual y el social, siendo la razón por la que mente y cultura son dos escenarios distintos de un mismo fenómeno.

El objeto de estudio de la psicología es el mismo sujeto humano, asumido como fenómeno capaz de crear representaciones del mundo en su propio escenario mental como una condición natural especial, y a consecuencia de ello, capaz de generar sus propias imágenes, dirigir sus procesos de tratamiento de información, establecer sus programas de acción y además crear su propio mundo privativo-individual y privativo-colectivo a través de una cultura, entendida como una red de individuos vinculados por un complejo entramado de sistemas comunicantes, mediante un conjunto de elementos simbólicos, algunos de los cuales solo existen en su conciencia y no en el mundo real. ¿Dónde y cómo se soportan estos sistemas y cuál es su dinámica? ¿Cómo es posible que el fenómeno de la cultura y la civilización puedan darse? ¿Cómo se genera el escenario virtual de la conciencia? ¿Cómo se construye en ella la realidad humana? ¿Cómo se genera el conocimiento, cómo se almacena, se transforma y se recupera? Estas son algunas de las muchísimas interrogantes que la psicología emprende como ciencia de lo humano.

¿Por qué trazar una separación entre lo físico-natural y lo humano?

Primero porque el ser humano es un fenómeno muy particular de este mundo, ya que rompe con la lógica del mundo físico-natural sobreponiéndose a sus determinantes. Las demás especies son muy parecidas entre sí, pues aunque cambien su apariencia exterior para adaptarla a su peculiar estilo de vida y a su ambiente vital, todas ellas se rigen por sus programas genéticos de especie, por tanto carecen de individualidad y están a merced de la Naturaleza en un medio natural básicamente estable. Los animales inferiores son tan estables que permanecen iguales desde hace millones de años. Es decir, son lo que son y están enteramente a merced de la Naturaleza, por dentro y por fuera. En consecuencia, todas ellas pueden estudiarse desde una misma ciencia naturalista. El caso humano es diferente ya que resulta obvio que no estamos gobernados por la Naturaleza. La evolución de nuestra especie, una vez aparecida, no podría haber ocurrido sin una previa independencia de la Naturaleza. De hecho, nuestra evolución ya no ha sido biológica sino cultural. El hombre no es un animal que vive a merced del medio natural sino que se desenvuelve guiado por ideas y creencias en un entorno cultural, es decir, por sus propios códigos individuales y colectivos. Y su mayor peculiaridad es que tal escenario no nos ofrece la misma estabilidad de la Naturaleza. Se transforma muy rápidamente a lo largo de la historia. De modo que la perspectiva del naturalismo no nos sirve de nada.

El hombre emerge como un organismo capaz de representar su realidad y de programar su conducta por sí mismo, lo cual consigue con apoyo de su cultura. Su conocimiento ya no es el de la especie ni se transmite por códigos genéticos sino por sus propios códigos culturales. Es el único ser capaz de construir programas específicos para un solo individuo y, más aún, específicos para cada época y hasta para cada circunstancia, logrando así escapar de un "destino natural". En suma, es el único ser que se autoconstruye siendo resultado de sí mismo, de su propia circunstancia o historia particular y no tan sólo de un código genético. El hombre es, en última instancia, resultado de su propio código cognitivo. Desde que el hombre aprende a usar su conciencia como un escenario virtual de representación de la realidad y adquiere la capacidad de ser un programador cognitivo, se libera de la dependencia absoluta de la Naturaleza, deja de vivir confinado a la realidad física exterior para depender de sus propios escenarios virtuales, deja de seguir una programación biológica para conducirse mediante su propio programa cognitivo, y deja así de ser una animal repetido en serie para ser un fenómeno único de este mundo. Somos pues una especie que marca la diferencia, que se rige por su propia lógica, que se mueve en su propio mundo y se construye a sí misma. Y esto, obviamente, tiene que reflejarse en la ciencia que lo estudia, debido a que ya no puede seguir siendo una ciencia fundada en "leyes naturales" ni en la lógica física del mundo natural exterior y ajeno a la conciencia del individuo. Por el contrario, debemos crear una ciencia que describa la construcción de ese mundo humano y explique sus elementos y procesos.

En segundo lugar, los arreglos lógicos que determinan los programas cognitivos evidentemente no vienen de la naturaleza sino de los sistemas culturales que el propio hombre ha generado. En tercer lugar, el hombre ha construido su propio ambiente vital, que se sobrepone al ambiente natural y al que conocemos como "cultura" o "ambiente cultural", que es una especie de atmósfera vital que recubre la realidad natural del ser humano. La cultura no se rige por leyes físico-naturales y por lo tanto no existe razón alguna para que la estudiemos desde la perspectiva de las ciencias naturales. Por último, al ser una especie que depende de su programación cognitiva, y siendo este un proceso de autoconstrucción permanente y aleatorio, significa que no hay un ser humano como "cosa dada" sino como fenómeno en produción o "cosa dándose". Este detalle rompe la lógica de la ciencia natural, estructurada para entender un mundo de objetos dados y repetitivos. Por todas estas razones, y aun otras más, la ciencia naturalista está fuera de lugar como marco lógico epistémico para la psicología.

Se dirá que, igual, el hombre sigue siendo parte de la naturaleza. Desde luego que sí. Y de hecho podemos estudiarlo también desde la perspectiva naturalista. Pero eso no nos daría una psicología. Los estudios naturalistas del hombre no producen psicología. Son etologías, zoologías, biologías y hasta físicas de movimientos o de campos de interacción, pero no psicologías. El espacio que aborda la psicología como ciencia se inicia en el salto cualitativo que da el hombre para escapar a su condición animal y actuar guiado por sus propios programas; y abarca el producto más patente del hombre como fenómeno emergente sobre la naturaleza: la cultura. Todo ese amplio territorio es el campo de la psicología como ciencia de lo humano. Decimos que la psicología es la primera de las ciencias humanas porque es la que aguarda al hombre inmediatamente después de su aparición como fenómeno exclusivo y diferente sobre este mundo. Y hasta podríamos decir que es la madre de muchas ciencias humanas ya que es la responsable de explicar cómo se dan las cualidades que hacen factibles los demás fenómenos abordados por otras ciencias humanas como la educación, por ejemplo.


El escenario de la psicología

Ya se ha establecido a la psicología como una ciencia interesada por el ser humano en tanto humano. Es decir, su objeto de estudio está referido a aquellos aspectos que le confieren al hombre su condición humana, su cualidad diferenciada del resto de los animales y sus capacidades superiores que le permiten elevarse sobre el mundo natural. Estos aspectos o cualidades residen en su estructura psíquica, término con que nos referimos a las funciones superiores de la estructura cerebral. Tenemos al menos tres argumentos centrales para defender esta posición. La primera es, como resulta obvio, el sentido etimólogico de la palabra "psicología", la cual significa "estudio de la psyche". Aun parece necesario aclarar que "psyche" no se traduce como "alma". Nunca fue "alma" como siempre se ha repetido erróneamente. Psyche es una forma de "ánima", según Aristóteles. Para ser exactos es el "anima" de los seres humanos y se refiere a su aspecto cognitivo. Para Aristóteles el "ánima" era el motor que movía a los "animales", y que en el caso de los humanos era su intelecto o "psyche". Por lo tanto la psicología es el estudio del intelecto. Para decirlo en términos modernos, la psicología, etimológicamente, es el estudio del aparato cognitivo. Es así como fue establecido originalmente por los griegos en el siglo III antes de Cristo. Luego de iniciarse la Era Cristiana vino la confusión del alma cognitiva griega con el alma espiritual de los cristianos, y fue así como lo entendió el cientificismo naturalista. Aunque la confusión para el mundo moderno la estableció Descartes.

El segundo argumento es la herencia histórica de los aportes psicológicos. A lo largo de dos mil años, la psicología ha sido entendida como el estudio de los aspectos superiores del hombre, ya sean espirituales, morales, éticos o intelectuales, según las épocas, autores y escuelas filosóficas. Hay una extensa colección de obras clásicas que afirman este sentido de la psicología, el cual es ya un sentido universal. El tercer argumento es el consenso científico. Hoy muy pocos científicos dudarían que el objeto de la psicología son los aspectos cogntivos y emotivos del ser humano, así como las redes asociativas culturales establecidas por estos como seres colectivos. Este consenso se evidencia en los libros y artículos. Cualquier libro de texto de psicología moderna muestra en su Tabla de Contenidos asuntos como el pensamiento, el razonamiento, la memoria, el lenguaje, el aprendizaje, los sentimientos y la racionalidad cultural, entre muchos otros del mismo escenario.

El panorama psicológico está sobre el mundo de los humanos, el cual empieza en ese "mundo virtual" representado en la conciencia individual, y en el mundo colectivo definido por la cultura. Para ser más específicos, la psicología se ocupa de los "fenómenos psicológicos", entendidos como procesos que ocurren en el cerebro humano pero en una dimensión superior a lo biológico. El reto de la psicología es explicar la naturaleza de tales fenómenos y la manera en que se producen el pensamiento y la conciencia, entre otros procesos mentales, y, en general, cómo se desarrolla el procesamiento de la información humana, cómo se configura ese universo privativo llamado "conciencia" y cómo logra estructurarse esa forma colectiva llamada "cultura". Estos son los componentes básicos del complejo sistema que determina el comportamiento humano y la única posibilidad que hay de explicar sus mecanismos de control interno individual y externo social. El punto de partida de la psicología es asumir al ser humano como un organismo de naturaleza cognitiva, en cuya virtud se libera de un destino biológico-natural, pudiendo evadir o alterar las "leyes naturales" de su herencia genética y del mundo que le rodea, para orientarse en función de su procesamiento cognitivo. Es obvio que el ser humano, a diferencia de cualquier otra especie, no se define por su información genética sino principalmente por su información cognitiva. El siguiente paso de la psicología es explicar la conducta humana a partir de la lógica de razonamiento individual derivada de una racionalidad cultural, y por el tipo de información que procesa. La psicología tiene muchos retos pendientes; explicar, por ejemplo, cómo logró el hombre desprenderse de la condición animal, qué papel juega el pensamiento religioso en la evolución humana y qué otros tipos básicos de pensamiento social han prevalecido a lo largo de nuestra evolución, etc. Todos estos conocimientos resultan fundamentales para explicar la naturaleza humana y su conducta particular como especie, para entender cómo fue que aparecieron los fenómenos psicológicos propios del hombre y cómo se inició la formación de la cultura.

En consecuencia, el objeto de la psicología es el conjunto de fenómenos mentales que permiten al hombre desenvolverse como un organismo complejo y superior, en medio de una sociedad que se vincula por un entramado de relaciones que constituyen su cultura. En vista de su particular escenario de estudios, la ciencia de la psicología difiere de las ciencias que el hombre ha elaborado como estrategia cognitiva para aprehender el mundo. En tanto que el objetivo de la psicología no es aprehender el mundo físico que nos rodea ni ver al hombre como un simple animal dentro de ese mundo, sino estudiar al hombre como constructor de su propio mundo, tanto interno (conciencia) como externo (cultura), y sus cualidades especiales en tanto especie diferenciada y única, la psicología no se rige por la epistemología ni la ontología ni la metodología de las ciencias naturales. No lo puede hacer porque sus estructuras epistémicas deben ser diferentes. Por ejemplo, ya no están fundadas en el establecimiento de relaciones causa-efecto, ni en la enunciación de "leyes naturales" ni, mucho menos, en la predicción a partir del señalamiento de regularidades permanentes de carácter universal. Nada de eso prima en la psicología, pues los escenarios mentales y culturales no se corresponden con los naturales. Lo que la ciencia psicológica persigue es identificar y explicar la generación de procesos, pero no el carácter específico ni el rumbo que ellos tomarán, pues tales procesos se integran a un escenario dinámico y azaroso como lo es la vida activa en una sociedad, donde cualquier elemento puede desencadenar una serie de sucesos nuevos.

El naturalismo desvió la atención de la psicología tan solo hacia aquellas facultades que le permiten captar el mundo físico mediante sus sensores, dejando de lado lo más importante que es entender cómo se capta el mundo humano. La visión naturalista siguió concibiendo al hombre como un animal interesado en adaptarse al mundo, sin considerar que el hombre ha transformado el mundo. En la visión de la psicología naturalista clásica el mundo estaba dado y el hombre se limitaba a captarlo. Para la psicología moderna el hombre se enfrenta al mundo concebido por él. No hay un mundo dado. El mundo no tiene una sola forma que deba ser captada eficazmente. El mundo humano se reconstruye en cada generación y en cada individuo. Este mundo es el conjunto de las interpretaciones colectivas que se apoyan en estructuras culturales para guardar coherencia. Son los sistemas de racionalidad cultural los que nos permiten otorgarle al mundo humano un mismo sentido homogéneo y general, a pesar de sus variaciones individuales. Se trata de un escenario dinámico que da lugar a procesos autogenerativos que se desenvuelven como sistemas autónomos, cuya duración y rumbo no puede ser definida por las características dinámicas de su escenario.

El estudio del fenómeno humano nos lleva irremediablemente a entender los procesos mentales básicos. Estos deben ser entendidos desde una perspectiva físico-naturalista, teniendo como fundamento el funcionamiento de la estructura nerviosa superior. Sin embargo, esto no nos lleva a la biología ni a la neurociencia. El funcionamiento cerebral es tan complejo que en él se desarrollan diversos niveles de interacción. La psicología se ocupa de los niveles más complejos de la estructura psíquica: precisamente los procesos psicológicos. Estos procesos psicológicos parecen desarrollarse de forma autónoma, es decir, de forma independiente de las estructuras neurológicas conocidas hasta hoy. Para entender esto podemos tomar como analogía lo que ocurre con la Internet, cuyo conocimiento y manejo a un nivel muy adecuado, no exige conocimientos de electrónica ni de informática. No podemos decir que la Internet se explica a un nivel puramente electrónico. En este ambiente se ha definido un modelo de integración sucesiva que nos sirve como ejemplo. Es el llamado modelo OSI, cuya torre o pila distingue siete niveles que vamos a explicar brevemente.

Niveles de la torre OSI: En la parte más elemental se halla el nivel físico, es decir los cables de conexión. La siguiente capa se ocupa del enlace de los datos a través del medio físico. La tercera capa se ocupa de la estructura de la red y el direccionamiento de los datos en la red. La cuarta capa es algo que ya dejó de ser físico, pues se trata del transporte de los datos. Es una estructura lógica que le otorga sentido a cada paquete de datos y es incluso independiente de las capas inferiores. En la quinta capa recién nos involucramos con el computador como máquina específica, pues se trata del nivel de sesión y este se ocupa de mantener la comunicación entre máquinas.  ¿Cómo se entiende una PC con otra? La sexta capa es la de "representación", que hace las veces de traductor de la información y la hace "manejable" por la máquina. La séptima capa es la que proporciona un amplio número de funciones diversas que están disponibles para que las aplicaciones puedan interactuar con la máquina, asumida ya no como máquina sino como "sistema de representaciones". Incluso podríamos añadir una capa adicional para referirnos a las diversas aplicaciones que usamos en un computador que ofrece acceso a Internet. Pues bien, el usuario común y corriente sólo conoce esta capa superior y le resulta suficiente para manejar Internet y comprenderla. Unos cuantos llegan a manejar la séptima capa y son capaces de modificar aplicaciones, lo cual sería más que suficiente si lo que deseamos es entender y manejar la Internet. Esto quiere decir que todo lo que hay debajo de esta capa no nos interesa. Podemos dejar de ocuparnos de ella sin perder el entendimiento de lo que "vemos" y entendemos por Internet. En otras palabras, podemos entender y manejar la Internet sin saber absolutamente nada de electrónica o del ensamblaje y programación de las capas más elementales, pues para nada hacen falta en el entendimiento y manejo de los niveles superiores.

El ejemplo de la torre OSI permite entender de qué manera podemos abordar los procesos mentales. No hace falta que nos involucremos con los niveles básicos, digamos, los niveles físicos y neuronales. Por ello, los psicólogos no somos ni pretendemos ser neurólogos, como nos acusan los conductistas. Nuestra misión es comprender los procesos mentales más elementales, necesarios para entender el funcionamiento complejo del ser humano. Pero estas son funciones psicológicas. Están en un plano superior del complejo entramado de interacciones que suceden en el cerebro humano. Algunos de ellos parecen estar más cerca del nivel biológico y otros, más cerca del nivel cultural. Es aun una tarea pendiente el llegar a establecer la secuencia de capas de interacción, a la manera de la torre OSI. Aunque esto es todavía un misterio por revelar, parece razonable asumir que procesos como el pensamiento son resultado del funcionamiento fluido de la actividad cerebral, en la tarea de representar la realidad en la conciencia. Otros procesos como el razonamiento, entendido como un procesamiento arbitrario de información, sugieren una conexión con las estructuras lógicas de la racionalidad cultural. Entonces tenemos procesos que están más cerca del nivel biológico y procesos que están más alejados de este, afectados de manera directa por las estructuras lógico-culturales. De hecho, son estas estructuras lógico-culturales las que determinan en gran modo la configuración cerebral final durante la fase de desarrollo individual.

Algo que perturba el estudio de la psicología, y hasta de las neurociencias, es el hecho de la plasticidad cerebral, ya que esta cualidad permite la especialización de ciertas zonas cerebrales en la ejecución de determinadas tareas, convirtiéndose luego en núcleos funcionales que se suman a las estructuras funcionales heredadas genéticamente y llegan a confundirse con ellas, tal como ocurre con las zonas del lenguaje. Pero más allá de estos episodios, la tarea inicial de la psicología es comprender el origen y características de todas las funciones básicas que son propias del ser humano en tanto humano. Lo primero que debemos entender es que el ser humano es el único animal que no llega al mundo completamente diseñado por la naturaleza, sino que tiene la particularidad de poder autoconstruirse a partir de un fundamento animal. Esto hace que el ser humano nunca llegue a ser un objeto completamente dado y definido, sino siempre un sujeto dándose, es un fenómeno en pleno proceso. Como consecuencia, escapa a la perspectiva clásica del naturalismo orientada al entendimiento de cosas dadas, definidas y constantes. No podemos pues estudiar y entender al ser humano como se estudia y se entiende a las ratas, palomas o gatos.

El siguiente paso, es atender el nivel más complejo que es el propio ser humano como fenómeno particular ya constituido, en medio de una sociedad, empleando y haciendo cultura. Este nivel ya no es físico-naturalista sino completamente humano, social y cultural. Es decir, corresponde ya a un enfoque propio de las Ciencias Humanas y Sociales. De este modo hemos tratado de explicar de qué manera y por qué la psicología es la ciencia puente entre las ciencias naturales y las culturales. Sin duda, el escenario más amplio y complejo que tiene la psicología parece ser el de los individuos humanos actuando en su medio sociocultural, regidos por sus propias estructuras lógicas.

La explicación del comportamiento humano es el objetivo general de la psicología como ciencia. Pero no nos ocupamos del comportamiento como una entidad en sí misma, sino como resultado del procesamiento interno de información social, de autoregulación biológica y programación cognitiva. Es decir, no nos ocupamos de un mero organismo biológico que sufre la estimulación mecánica de un medio ambiente físico, sino de un sujeto cognitivo capaz de procesar información cultural, y por tanto no estamos en pos de descubrir leyes naturales que gobiernen el comportamiento humano, pues tales leyes no existen. Debemos afrontar hasta tres escenarios muy diferentes: por un lado procesos naturales internos, procesos cognitivos internos y además procesos culturales o procesos cognitivos externos. El hombre resuelve la dinámica que se produce en el enfrentamiento de sus impulsos biológicos ante los condicionamientos culturales, y lo hace mediante procesos cognitivos. No hay forma de ignorar alguno de estos escenarios si deseamos entender el fenómeno humano. Esto hace, una vez más, que la psicología sea una ciencia no convencional. Por esto mismo, la psicología en su trabajo científico se ve forzada a manejar ambas perspectivas: naturalismo y culturalismo. Por uno y otro rumbo, la psicología llega a emparentarse con disciplinas naturalistas y culturalistas. Pero insistimos en que el mayor panorama epistémico de la psicología se encuentra en el escenario humano y sociocultural, ya que en última instancia, es la psicología la llamada a explicar cómo se sustenta un escenario cultural en tanto red cognitiva social. Y ese es el objetivo mayor de la psicología como ciencia humana.

Conclusiones

Pese a ser una disciplina muy antigua, pues según se dice, empieza con la reflexión del hombre sobre sí mismo, la psicología es en realidad una disciplina muy reciente en el contexto de la ciencia. Sus inicios como disciplina científica a mediados del siglo XIX estuvieron afectados por creencias culturales de toda índole, y por la impericia del propio entorno científico que hacía recién sus primeros intentos. Ya en pleno siglo XX, Bertrand Russell observó que la psicología parecía adoptar las características de la cultura en que se desarrollaba, lo cual era un signo evidente de las influencias culturales en la edificación de la ciencia y en la concepción de sus objetos. Esto derivó no solo en distintos conceptos de la psicología sino en diversas variantes de psicología. De otro lado, el desarrollo de la psicología, especialmente en Norteamérica, estuvo orientada a los requerimientos de ciertas instituciones como las fuerzas armadas, universidades, empresas, etc., y acabó profundamente perturbada por diversos intereses sociales y comerciales. Los intentos por construir una psicología científica naufragaron debido a las corrientes provenientes de intereses diversos y de la confrontación entre ellos por prevalecer en el mercado, más que en la ciencia.

Lo que hemos aprendido de la historia de la psicología, en su etapa de edificación como ciencia, podemos resumirlo en los siguientes puntos:

a) Fue un error pretender fabricar una psicología científica a partir de los esquemas inspirados en el modelo de las ciencias físico-naturalistas de fines del siglo XIX. La psicología, en tanto ciencia particular, no tiene que someterse a los estándares metodológicos de otras disciplinas, ni sujetarse a los criterios culturalmente establecidos, y mucho menos perder su esencia a causa de todo ello. La primera condición para edificar una psicología científica real tiene que ser la superación y trascendencia de sus influencias culturales, exactamente como lo hicieron en su momento las ciencias físico-naturales. Esto significa dejar a un lado las concepciones folclóricas de la psicología como disciplina de servicio social, y las nociones cientificistas en torno a la ciencia y su método durante la estructuración de una psicología científica.

b) Las ciencias físico-naturalistas se orientan a la comprensión del mundo que rodea al hombre, mientras que la psicología está dirigida hacia el entendimiento del propio hombre, asumiéndolo en su condición de criatura particular del mundo y fenómeno único de la naturaleza, cuya esencia va más allá de los alcances y posibilidades de la naturaleza biológica y, por consiguiente, fuera del territorio de las ciencias físico-naturales. Asumimos al ser humano como sujeto que trasciende al mundo natural, que es capaz de concebir su mundo y de modificarlo, pero además, capaz de crear una nueva dimensión existencial llamada cultura. Y, por tanto, asumimos a la cultura como una expresión propia del hombre, nueva y ajena a la naturaleza física, cuyo entendimiento en cuanto objeto de estudio exige un cambio cualitativo de nuestras estructuras gnoseológicas, pues está claro que ellas no están diseñadas ni preparadas para enfrentar este tipo de escenarios.

c) La ciencia no es un conjunto de preceptos epistemológicos o metodológicos, ni un club cuya membresía impone el acatamiento de ciertas normas de conducta o veneración de creencias y rituales. Ciencia es una actividad humana orientada a lograr el entendimiento de nuestro mundo desde todos sus aspectos; pero este esfuerzo debe desarrollarse bajo una libertad necesaria para ajustarse a cada escenario particular. Esto significa entender primero la naturaleza de nuestros escenarios, concordar nuestros intereses, enfocarnos en los objetos de estudio que satisfacen nuestro interés gnoseológico, hallar nuestros propios mecanismos, instrumentos y métodos de investigación y validación, generar teorías explicativas y medios de integrar estas en el contexto general de las ciencias, desarrollar la filosofía de nuestra ciencia, etc.

d) La psicología como ciencia, solo puede serlo en función de los intereses originales que dieron paso a su formación, los cuales estuvieron orientados a comprender la naturaleza superior del ser humano, así como sus cualidades especiales. Esto significa recuperar los escenarios sobre los que se desarrollan tales fenómenos y sus objetivos epistémicos clásicos. La psicología como ciencia tiene por misión estudiar y explicar al fenómeno humano. Esto la vuelve una ciencia atípica, no convencional, debido a que su campo de interés no se encuentra por completo sobre el mundo que nos rodea sino que es parte de la subjetividad humana, tanto en su estructura mental como cultural. Por tanto, tiene un escenario sobre el mundo natural donde emerge el hombre como criatura biológica, y otro sobre el mundo cultural construido por el hombre.


Referencias.

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1b.- Popper, K. (1972) Conocimiento Objetivo. Tecnos. (pag. 34)

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4.- Briones, G. (1996) Epistemología de las Ciencias Sociales. ICFES. Bogotá.

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7.- Hatfield, G. (2002) Psychology, Philosophy and Cognitive Science. On-Line

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12.- Kolb, L. (1996) Psiquiatría. México.

13.- Watson, J. B. ibid


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Epistemología de la Psicologíía