jueves, 10 de junio de 2010

El conductismo: historia de un fallido proyecto cientificista




"El conductista pregunta: ¿Por qué no hacer de lo que podemos observar el verdadero campo de la psicología? Limitémonos a lo observable, y formulemos leyes sólo relativas a estas cosas. Ahora bien: ¿qué es lo que podemos observar? Podemos observar la conducta."
J. B. Watson


Resumen

Al conductismo se le ha reconocido -casi por la fuerza- como una escuela psicológica, pero en realidad fue un producto cultural norteamericano que provocó una grave crisis en la psicología. Surgió en los EEUU a inicios del siglo XX, poco tiempo después de instalarse la psicología (1886) sobre la base del naturalismo inglés, por lo que los primeros psicólogos americanos se entregaron a la experimentación con animales como tarea central. Para entonces EEUU carecía de una tradición psicológica y los temas básicos de la psicología europea le eran extraños. Veinte años después de trabajo experimental, los noveles psicólogos americanos iniciaron una especie de rebelión tecnocrática que buscaba validar su ocupación como un oficio en sí mismo, sin mayores compromisos con las exigencias teóricas de la psicología, en especial con la conciencia, cuestión que les resultaba imposible de estudiar en sus animales. Esto los llevó a fundar una disciplina distinta cuyo único objetivo era el control de la conducta animal, pues no conocían otra tarea ni concebían otra meta. Por desgracia, en lugar de hacer del conductismo una disciplina diferente, ya que lo era, decidieron imponerlo como una "nueva psicología", una "psicología científica", para lo cual iniciaron una insólita guerra en contra de la psicología y la conciencia. A decir verdad el conductismo fue una antipsicología que tan solo tenía la praxis de un método. Al carecer de fundamentos epistémicos, asumieron el modelo causa-efecto, propio de la física, en la versión estímulo-respuesta, para usarla como todo fundamento explicativo de la conducta.

El conductismo fue producto de una mala implantación de la psicología en Norteamérica, basada en el formato experimental de la biología inglesa, lo que condujo a una psicología mal concebida y a una praxis equivocada. Asumió la forma de un movimiento gremial que buscó validar su oficio brindando servicios a la sociedad. Se caracterizó por una retórica muy pretenciosa, con un antimentalismo sumamente agresivo. Buscaron imponer su modelo sobre un cientificismo militante, un tecnologismo efectista y un pragmatismo utilitarista e inmediatista, sin conceder espacios a la reflexión filosófica ni teórica. Recusaron a la filosofía por inútil. Concebían todo en términos simples, preocupados tan solo por la aplicación directa e inmediata de su técnica en la vida cotidiana, lo cual fue asumido como el fin supremo. En realidad, y en sentido estricto, el conductismo nunca fue ni psicología ni ciencia, sino un conjunto de técnicas de control de conducta animal, que se llenó de falacias argumentativas para convencer de que se trataba de una ciencia y de una "nueva psicología", y en especial, una "psicología científica", debido a su empleo del método experimental. Bajo su retórica y, sobre todo, de sus espectaculares exhibiciones de amaestramiento animal, nuestra cultura se fue llenando de una cantidad enorme de mitos alrededor del conductismo, los que se esparcieron muy pronto por occidente cuando EEUU asumió en solitario el liderazgo mundial luego de la posguerra. La mayor parte de lo que se publica hoy sobre el conductismo se basa en diversos conceptos errados y mitos ya consagrados. En el aspecto teórico el conductismo es fundamentalmente una maraña de conceptos vagos que se sostienen precariamente gracias al malabarismo retórico de diversos autores.

En suma, el conductismo no fue más que un error cultural de los norteamericanos sobre el cual se edificó un gran mito psicológico. Su mayor error fue confrontarse con la psicología pretendiendo sustituirla. El conductismo se erigió como la corriente enemiga de la psicología, dando inicio a una furibunda prédica antipsicológica caracterizada por sus errores conceptuales en torno a la conciencia. Su apogeo llegó al éxtasis durante los años 1950s y 1960s, gracias al fulgor mediático alcanzado por B. F. Skinner. A partir de 1970 el conductismo empezó a declinar irremediablemente cuando se comprobó que sus técnicas no podían ser aplicadas a los humanos y especialmente cuando las críticas en el entorno científico se multiplicaron. Los intentos por lograr versiones aplicables a la realidad humana hicieron que el conductismo empezara a diluirse, pues se hizo necesario incorporar factores internos en su modelo, es decir, propios de la psicología real, con lo que se transitó al formato conocido como cognitivo-conductual, que fue la primera versión realmente útil, pero ya no puramente conductual. Enseguida la psicología real volvió a recuperar plenamente su sitial en el escenario científico de los EEUU probando que el conductismo no fue ningún avance científico sino un penoso desvarío. Tal como ocurrió con el psicoanálisis, hoy el conductismo permanece como una gama de técnicas terapéuticas muy específicas.

Advertencia

A continuación haré un rápido pero detallado estudio histórico del fenómeno del conductismo americano, analizando algunos de sus conceptos básicos. Mi propósito es, primero, desmitificar el conductismo y corregir varias ideas equivocadas que se repiten sobre él en artículos y libros. Para esto me basaré en los hechos históricos documentados y en fuentes primarias y directas. Es decir, haré mi propia investigación histórica. De este modo eludiré la historia oficial del conductismo plasmado en los libros, ya que está plagada de errores, mitos y falacias. En segundo lugar, deseo responder a varias afirmaciones que suelen hacer los conductistas respecto de la psicología y la conciencia. En tercer lugar, demostrar que los conceptos básicos del conductismo son precarios y que nunca ha sido ni puede ser una disciplina epistémica, es decir, una ciencia. Por último, intento demostrar que el conductismo no es psicología ni ciencia, y que no está en condiciones de debatir con la psicología por tener objetivos y campos distintos. Cualquier confrontación teórica sólo podría tener sentido en el plano filosófico de la ciencia, pero de ningún modo en el terreno de la psicología al cual el conductismo es ajeno. Mi mayor interés es responder las afirmaciones conductistas sobre la psicología, pues nunca se les ha dado respuesta. Usualmente los psicólogos hemos permanecidos ajenos a los gratuitos embates conductistas, pero me parece que ya se han acumulado demasiadas falacias y es preciso aclarar sus conceptos, especialmente ahora que la mitología del conductismo ha empezado a regarse por toda la web.

Antes de iniciar quisiera explicar por qué considero al conductismo como un cientificismo. Es simple. A diferencia de la psicología y otras ciencias que se desprenden naturalmente de la filosofía, donde se halla el germen de sus nociones básicas tratadas durante siglos, desde la época de los griegos hasta la aparición formal de la ciencia, el conductismo en cambio es un producto improvisado y equivocado desde su esencia, pues surge de un error de montaje de la psicología en los EEUU y se fundamenta en las concepciones culturales que sobre la ciencia ya constituida existían a fines del siglo XIX. El conductismo nace bajo la influencia directa de la biología (experimentalismo animal) y de la física (operacionismo y teorías de campo), y se supedita al método experimental del naturalismo. En consecuencia, lo que generan es una disciplina netamente cientificista cuyos conceptos dependen por completo de lo que su método permite. Es decir, colocaron la carreta delante de los caballos. Primero acogieron un modelo de ciencia basada en la biología experimental y en la física mecánica, y luego fabricaron una pseudo psicología ajustada a sus creencias.


Introducción al tema

La aparición del conductismo alteró muchos conceptos, afectando incluso la definición de la psicología, que fue declarada "una ciencia natural perteneciente a la biología, ocupada de estudiar la conducta de los animales". Pero la psicología nunca fue nada de eso. Debemos recuperar la verdad y mostrarla. Por ello resulta indispensable iniciar este estudio haciendo ciertas precisiones básicas, para luego ubicarnos en los escenarios históricos en los que estudiaremos los hechos. La verdad irá surgiendo por sí sola.

En principio, la psicología es una ciencia que estudia al hombre. ¿Qué aspecto del ser humano? Pues, entre otros, el aspecto más reciente y complejo de la evolución: los fenómenos subjetivos, llamados también fenómenos mentales, correspondientes a las estructuras y procesos propios de la porción más compleja del sistema nervioso: el cerebro. El amplio escenario de la psicología implica procesos humanos tales como la percepción, la conciencia de la realidad y la construcción cognitiva de la misma, es decir, del pensamiento en sus procesos conscientes e inconscientes; la memoria y el razonamiento, entendido este como un procesamiento arbitrario de información; así como otros procesos cognitivos específicos como el aprendizaje. Por ejemplo, la psicología es la ciencia responsable de explicar el fenómeno del conocimiento. A todo ello habría que añadirle el estudio del hombre como tal, ya que la psicología es la ciencia que estudia el desarrollo de la persona humana como producto de una cultura. Por ello, el campo de la psicología alcanza la racionalidad cultural y los sistemas cognitivos sociales, así como la propia cultura asumida como una red cognitiva social sostenida por una gran variedad de sistemas de comunicación simbólicos, entre ellos, el lenguaje. Es solo a partir de este complejo escenario que podemos ofrecer una explicación científica del funcionamiento del ser humano como organismo concreto, es decir, como organismo de naturaleza cognitiva y cultural. En consecuencia, podemos afirmar que la psicología es la ciencia encargada de explicar el fenómeno humano en toda su extensión, para lo cual permanece en íntima comunicación con todas las ciencias que estudian al ser humano, desde las neurociencias hasta la antropología, con las cuales intercambia y contrasta información para edificar teorías que se encuadren en el marco general de la ciencia. El campo de la psicología es la última frontera de la ciencia, pues resulta la expresión última y más compleja de la evolución y de la realidad de la que formamos parte, y grandes aspectos permanecen aún como misterios por resolver. Por ello la psicología está además en contacto con la filosofía, pues su escenario involucra nuestra misma noción de conocimiento y de realidad. Uno de los temas más intensos de la filosofía moderna es justamente la filosofía de la mente. Casi todas las ciencias derivan de la filosofía y van hacia ella, pero la psicología es la que mantiene los vínculos más estrechos. Además, no se puede hacer ciencia sin filosofía porque es ella la que nos orienta en la actividad científica, es como la brújula del navegante que va en busca de la realidad y de la verdad.

La psicología no estudia pues la conducta de las personas y, mucho menos, la de los organismos. La conducta del individuo humano es muy variada, azarosa y hasta arbitraria, además de ser circunstancial y circunscrita, temporal y cambiante de acuerdo a la cultura, por lo tanto no es materia de ninguna ciencia ni puede serlo, ya que tampoco es una entidad independiente por sí misma y ajena al propio sujeto. La única conducta de interés científico es el comportamiento social, estudiado por la sociología, la psicología social y algunas áreas de la economía, entre otras. El campo de la psicología como ciencia se refiere en sentido estricto y amplio a las capacidades superiores humanas, incluyendo su capacidad para formar cultura. Y así fue desde la época de los griegos. Se inicia formalmente con la publicación de "De Anima" por Aristóteles en el año 300 AC. Aristóteles define al hombre como un "animal racional", y establece que la "psyche" es el motor que anima o mueve a los humanos, es decir, el intelecto. Por tanto, la "psyche" se refiere al intelecto humano y no al "alma" del cristianismo, como erróneamente fue traducido. La psyche es el aspecto cognitivo humano, el ánima de los humanos, su aspecto racional, tal como lo estableció Aristóteles. De modo que la psicología es el estudio de ese aspecto cognitivo de los humanos. Fueron los escolásticos quienes confundieron la psyche con el "alma" y así fue como se difundió por error; pero sería apenas el primer error histórico alrededor de la psicología. La historia de la psicología está llena de errores conceptuales y culturales. Aunque el conductismo llegó a ser quizá el mayor de todos.

Al igual que todas las ciencias, la psicología tuvo que transitar un largo proceso de maduración durante milenios, clarificando sus nociones mediante intensos debates filosóficos, antes de poder constituirse como ciencia real a mediados del siglo XIX. Luego tuvo que iniciar el proceso de investigación natural de su campo para establecer sus conocimientos científicos, construir sus teorías explicativas, confrontarlas, etc., antes de poder ofrecer algún servicio concreto a la sociedad. Obviamente sufrió además los embates de la religión durante varios siglos, y hasta el ataque del cientificismo americano, además del manoseo de sus conceptos por el público. Pero todo esto tuvo que ser superado. El avance científico en diversos campos conexos como las neurociencias y la informática, la antropología y la paleontología, nutrieron a la psicología a lo largo del siglo XX. Es sólo a partir de un cierto nivel de maduración epistémica, cuando el núcleo central de una ciencia empieza a rodearse de disciplinas tecnológicas periféricas, orientadas a ofrecer aplicaciones concretas en la sociedad. Este grado de desarrollo lo alcanzó la psicología recién a finales del siglo XX. A principios del siglo XX la psicología estaba apenas en su fase inicial de edificación como ciencia, concentrada básicamente en un solo país (Alemania) y acabando de instalar plenamente sus primeros implementos. No había pues razón para fustigarla ni apurarla ni criticarla. La psicología no era de ningún modo una ciencia improvisada. Tenía ya una larga historia.

Los inicios de la psicología como ciencia se remontan a Descartes, con su teoría del reflejo y su posterior tratado de la relación cerebro-mente. Pero entonces aquello se consideraba filosofía. Este desarrollo se prolongó a lo largo de los siglos XVII al XVIII, hasta llegar a Kant (1781) y su magnífica obra, en la que aborda los procesos subjetivos implicados en el conocimiento, iniciando lo que luego sería la epistemología y, mucho más tarde, la psicología cognitiva y hasta las neurociencias (Seki, 1993). Es a partir de la formidable obra de Kant que Alemania se convertiría en la cuna de la psicología científica. Desde principios del siglo XIX se establecen los primeros estudios científicos de la percepción, las sensaciones y la visión del color. Hay una larguísima lista de científicos comprometidos con los estudios de los procesos mentales más evidentes, inmediatos y simples. Mencionemos, por ejemplo, a Charles Bell (1774-1842), Thomas Brown (1778-1820), Johann Friedrich Herbart (1776-1841), Jan Evangelista Purkyne (1787-1869), Ernst Heinrich Weber (1795-1878), Johannes Müller (1801-1858), Gustav Theodor Fechner (1801-1887) y Wilhelm Wundt (1832-1920). Muchos fueron realmente los que iniciaron el estudio científico de la mente, a partir de sus fenómenos más simples y accesibles. Aunque la primera ley científica de la psicología, la Ley de Weber-Fechner, se publicó en 1860, la historia oficial ha establecido el inicio de la psicología científica cuando W. Wundt abre su laboratorio de psicología experimental en Leipzig durante 1879, en una pequeña habitación del Konvict Building de la Universidad de Zurich. No obstante, este laboratorio sería trasladado varias veces durante sus primeros años, hasta que recién en 1897 se instala formalmente el Instituto Psicológico en un edificio propio. Fue este laboratorio el que serviría de cuna a la psicología científica, y desde donde se emitirían los primeros reportes oficiales de investigación psicológica, hasta la jubilación de Wundt en 1917, quien además nos legó una magistral obra sobre la mente y la cultura, que ya desde entonces eran vistas en íntima relación. Por todo esto, el nacimiento de la psicología como ciencia fue siempre considerado un parto natural de la filosofía.

Para dar inicio a la investigación científica de la conciencia, Wundt empleó un método al que denominó "introspección". Era lo que la época permitía, pues aún no existía tecnología que permitiera otro tipo de métodos de indagación de la actividad consciente. Lo importante es dejar en claro que este método introspectivo no era una cuestión fundamental para la edificación de la psicología. De hecho surgirían otros métodos más tarde. Lo que debemos entender es que ningún método en particular es fundamental para edificar una ciencia. El método no determina a la ciencia. Los métodos surgen a partir de una necesidad concreta de investigación y dependen del interés y creatividad del científico. De modo que los métodos se sujetan a las necesidades de la ciencia y no al revés, como lo entendieron los conductistas. Pero más allá de esta cuestión metodológica estaban los logros de la psicología alemana durante un siglo de investigación y experimentación. Para inicios del siglo XX, la psicología alemana florecía con la escuela de la Gestalt, y sus estudios sobre la percepción de las formas, anunciando la teoría sobre el fenómeno phi y un conjunto de leyes científicas. De modo que no se puede negar que había un franco proceso de desarrollo de la psicología, el que lamentablemente sería suspendido por las dos consecutivas guerras mundiales que devastaron Europa y especialmente Alemania, con lo cual los norteamericanos tuvieron la oportunidad de generar y publicitar su "nueva psicología", centrada en la conducta de los animales.


Antes de hablar plenamente del conductismo, debemos todavía revisar algunos otros antecedentes históricos que nos permitan asumir una perspectiva completa, a fin de entender cómo y por qué ocurrió este accidente de la historia. Cambiando de escenario, el siglo XIX fue la era del resplandor tecnológico en la Gran Bretaña, que ya se había iniciado incipientemente a fines del siglo anterior. Este suceso es conocido como la Revolución Industrial, y se caracterizó por la incesante aparición de prodigios tecnológicos tales como la máquina de vapor y la locomotora. Los ingenieros británicos se entregaron a la invención de formidables maquinarias que impulsaron la producción agrícola y fabril. Esta revolución tecnológica precedió con mucho a lo que sería más tarde la Revolución Científica, cuyo inicio podría señalarse, con toda ley, en la publicación de la Teoría de la Evolución, mediante un libro titulado "El origen de las especies por medio de la selección natural", escrito por Charles Darwin (1859). Esto fue como un terremoto en medio de un huracán. La teoría de Darwin provocó una fiebre de investigaciones en el terreno de la biología, tal que cambiarían el escenario y las ideas respecto de la investigación científica. Todos estos sucesos tuvieron un gran impacto en la cultura, pues produjeron cambios dramáticos en las formas de pensar y concebir el mundo, y transformaron rápidamente la mentalidad de la sociedad. Así empezó a gestarse un nuevo fenómeno sociocultural, reconocido mas tarde como "cientificismo", el cual se caracterizó por un sentimiento de intensa admiración hacia la ciencia y la tecnología, predisponiendo a una ciega aceptación de sus productos, modelos y formatos. Los científicos fueron elevados al estatus más alto de la sociedad, mientras que la ciencia y la tecnología se mezclaban equivocadamente en una misma imagen, siendo prácticas muy distintas, pues la tecnología es muy anterior, e incluso podría remontarse a la Edad de Piedra. La ingeniería y la tecnología estuvieron siempre presentes en las grandes construcciones de los antiguos imperios, y también en las batallas, obviamente. Pero la ciencia, tal como hoy la conocemos, comienza con Galileo, se consagra con Newton y se establece plenamente a mediados del siglo XIX con la teoría evolutiva, que sería seguida de inmediato por la teoría atómica. Hasta entonces estuvo claramente definida y separada la imagen del ingeniero o inventor ligado a la tecnología, y por otro lado, la del científico vinculado a la filosofía, pues su interés estaba centrado en la producción de conocimientos y no de productos. La confusión actual entre ciencia y tecnología sería fruto del cientificismo.

Luego de la Teoría de la Evolución, la ciencia naturalista experimentó un tremendo avance, iniciando la investigación en torno a lo que esta teoría proponía. Como producto de estos esfuerzos, desarrollaron una serie de experimentos con animales, poblaciones de insectos, generaciones de plantas y bacterias, iniciándose también el estudio de la genética. Todo esto los llevó a desarrollar técnicas específicas para el manejo de abundantes datos. El resultado fue la aparición de técnicas estadísticas y de un modelo experimental orientado a esta clase de problemas, los cuales eran muy distintos a los que indagaba la psicología en Alemania. Pero fue esta ciencia naturalista la que llegó a Norteamérica a finales de la década de 1880, siendo presentada como el modelo de ciencia a seguir, y de la cual surgiría más tarde el conductismo. En Norteamérica acogieron este modelo, con el método de la biología, elaborado bajo el enfoque y para los problemas de la biología, y lo usaron en la enseñanza de psicología, llevando a los estudiantes al dilema de tener que estudiar la conciencia en experimentos con animales. La idolatría generada en torno al modelo de ciencia naturalista y por el método experimental transformó la tarea de investigación en una parodia mecánica realizada exclusivamente en el laboratorio, bajo condiciones escrupulosamente controladas, y siguiendo las manipulaciones del "Dios experimentador". A diferencia del naturalismo inglés que estudiaba procesos naturales reales en laboratorio, el conductismo americano estudiaba situaciones artificiales y forzadas. Hasta entonces "el método" no había sido más que un concepto filosófico gaseoso, vinculado al proceder heurístico de observación, razonamiento y pruebas de hipótesis, pero de pronto quedó convertido por el cientificismo americano en un proceder experimental-estadístico que poseía insospechados poderes para producir conocimiento científico de manera casi mágica. No hacía falta más que ir cosechando los datos para hacer ciencia. 

El ambiente predominante en los EEUU a principios del siglo XX era el de una ciencia novata y una psicología bisoña que recién iniciaba a instalarse como proyecto científico. Para entonces, la psicología americana tenía un solo representante, William James, y su única producción: "Principios de Psicología". Eso era prácticamente todo lo que había en la psicología norteamericana al momento de instalarse los primeros laboratorios a finales de la década de 1880. James llegaría a admitir más tarde que la primera conferencia de psicología que escuchó fue la que él mismo pronunció. En buena cuenta no existían antecedentes importantes de psicología en Norteamérica. Todo lo que hubo fue una especie de psicología folclórica y teológica a cargo de predicadores puritanos que se ocupaban de temas como la moral, la voluntad y la naturaleza humana. Nada ni remotamente semejante a la psicología científica que ya se producía en Alemania desde hacía un siglo. En Norteamérica se asumió equivocadamente a la conciencia como "el alma inmortal e inmaterial" predicada por su psicología folclórica. Incluso W. James, "el padre de la psicología americana", confundía el "alma" con la conciencia en un lamentable artículo publicado en 1904 titulado "¿Existe la conciencia?", el cual es considerado como el artículo que preparó la expulsión de la conciencia de la psicología americana. Esta confusión sería todavía más patente en Watson, como veremos luego. La psicología moderna de los EEUU fue una importación cultural completa, iniciada con la instalación de laboratorios de biología y la adopción de la metodología experimental del naturalismo inglés. Pese a todo esto, el trasfondo cultural americano fue siempre religioso y pragmático, basado en sus ideales propios del Movimiento por el Progreso, que predicaba llevar a la acción todas las ideas. Fue este escenario cultural el que determinó la manera particular que tuvieron los norteamericanos para hacer y entender la psicología, así como la ciencia en general.

El fundador de la psicología moderna en América y primer PhD de Psicología del mundo fue Granville Stanley Hall. Después de instalar el primer laboratorio de psicología, fundó la APA y luego la primera revista de psicología en 1886. A continuación concluyó sus estudios de teología y recibió el grado de "Bachelor of Divinity". Posteriormente, ya en pleno siglo XX, fundó la "Revista de Psicología Teológica" en 1904. Años antes, W. James había publicado "Las variedades de la experiencia religiosa", que lo convirtió en padre de la Psicología Religiosa. No hace falta pues recalcar el fuerte predominio de la religión en la cultura norteamericana, y lo cercana que estuvo de su psicología. Debemos mencionar además que muchos clérigos fueron llamados a enseñar psicología en las primeras dos décadas, pues no tenían más alternativas. Fueron estos clérigos quienes tuvieron a su cargo la formación de las primeras generaciones de psicólogos, entre ellos J. B. Watson. Los historiadores del conductismo suelen pasar por alto estas condiciones culturales y materiales de la psicología norteamericana, y presentan al conductismo como una creación original, novedosa y revolucionaria, pero nada de eso es cierto. En realidad el conductismo fue la consecuencia natural de los errores de concepción que se cometieron al momento de instalar la psicología en los EEUU, como una carrera de formación académica cuando apenas era una ciencia en formación. Las universidades de EEUU iniciaron el otorgamiento de títulos en psicología cuando aún no sabían de qué trataba. Desde el principio la psicología en América asumió un formato biologista y experimental centrado en los animales, algo muy distinto a lo que realmente era la psicología. El conocimiento teórico sobre la moderna psicología era escaso en Norteamérica, y sus antecedentes psicológicos y filosóficos eran muy limitados. Detrás de la implantación académica de la psicología habían en realidad intereses económicos muy concretos.

Además de todo lo anterior, en los EEUU hubo siempre una fuerte inclinación hacía la tecnología, tal vez como herencia de la cultura británica de la que procedían. Esto les permitió también desarrollar su agricultura desde fines del siglo XVIII, con una gran variedad de innovaciones tecnológicas propias. La tecnología ha sido siempre una pasión muy grande de los norteamericanos, al extremo en que desarrollaron inventos fundamentales, como el aeroplano, el fonógrafo, el automóvil, el uso de la energía eléctrica, etc. Los logros tecnológicos de los EEUU le permitieron ganar su primer Premio Nobel de Física en 1907, aunque no por nuevas teorías sino gracias a la invención de instrumentos ópticos de gran precisión que permitieron medir la velocidad de la luz. Pero las creaciones tecnológicas no se limitaban a ingenios mecánicos sino incluso al perfeccionamiento de los procesos fabriles, como los que diseñó F. W. Taylor, predecesor de la tecnología aplicada a la conducta humana en el ámbito laboral. Y lo que podría sorprendernos hoy, es que todo ese tremendo escenario tecnológico se dio sin necesidad de ninguna ciencia, sino apenas con la habilidad de ingenieros y simples curiosos como Tomas Alva Edison, George Westinghouse y hasta humildes mecánicos como los hermanos Wright. También aquí ocurrió que los inventos precedieron con mucha anticipación a la ciencia norteamericana, que florecería tardíamente, impulsada por los apremios de la guerra mundial y la llegada de genios europeos. Para principios del siglo XX, con la llegada de la ciencia naturalista y el impulso de las ciencias sociales en las universidades, empezó a florecer un nuevo cientificismo, propiamente norteamericano, que puede definirse como una ciencia mal entendida, pues la concibieron como una herramienta para lograr la transformación de la sociedad mediante la generación de tecnologías de control, guiados por su idiosincrasia pragmática y utilitarista, y por el trasfondo religioso de su educación que marcaba sus pautas sociales, a lo que cabe añadir su inclinación a los negocios. También la escasa filosofía americana apuntaba hacia un pragmatismo utilitario e inmediato, como lo prueba la obra del mismo William James: "Pragmatismo" (1907), donde proclama que todas las ideas deben terminar convertidas en hechos, y que se deberían evitar las discusiones teóricas y "metafísicas". Esta inclinación pragmática los llevaría a concebir la ciencia como el simple empleo riguroso y virtuoso de un método, por lo que todas sus ciencias tuvieron un fuerte carácter metodologista, que fue el rasgo principal del cientificismo americano.

Con todo esto acabamos de describir el terreno cultural en el que floreció el conductismo como algo muy natural, pero fue una afloración natural en todas las disciplinas científicas sociales norteamericanas y no sólo en la psicología. También la sociología americana asumió un marcado formato conductista. Por lo tanto, es equivocado considerar al conductismo como un producto "psicológico", pues en realidad nunca lo fue. En todo caso sería más adecuado entenderlo como un producto "biológico", ya que salió de los laboratorios de biología y desde el estudio de animales. Lo real es que fue un producto cultural típicamente norteamericano, con repercusiones en la psicología, llevándola a su mayor crisis histórica y a su postergación científica por más de medio siglo. Veamos más de cerca su origen directo.


Aparición del conductismo

Para decirlo de una manera rápida, simple y clara, el conductismo se originó como una consecuencia natural del escenario tormentoso de la psicología americana. Los psicólogos estaban consagrados al empleo del método experimental del naturalismo inglés y entregados al estudio de animales. Sin embargo, como psicólogos tenían la obligación teórica de explicar procesos mentales y hablar de la conciencia. Vivían pues en medio de un gran dilema entre la teoría y la práctica. No fueron pocos los que escribieron sendos tratados sobre la mente animal. Por ejemplo, Margaret Floy Washburn, la primera mujer en alcanzar el grado de PhD en Psicología, publicó "La mente animal" (1908). El mismo Watson expuso este curioso tema en su artículo "Estudiando la mente de los animales", publicado en 1907 y donde aparece aún muy convencido de esta posibilidad. Pero como tal cosa es en realidad imposible, poco a poco se fue gestando una reacción tendiente a rechazar el estudio de la conciencia, pues resultaba una situación muy enojosa y difícil de solventar con animales. Así surgió la creciente opinión de limitarse al estudio de la conducta animal tal cual, sin tener que ir más allá, argumentando que los datos experimentales obtenidos por simple observación ya eran perfectamente útiles. Al mismo tiempo se originó una corriente pragmática que empezó a sembrar dudas sobre la existencia de la conciencia, a la cual confundían con el alma en consonancia con su propia psicología folclórica. Además, desde la perspectiva del estudio de animales, no se entendía la necesidad de buscar explicaciones basadas en la conciencia cuando los mecanismos biológicos parecían ser más que suficientes para explicar la conducta animal. Como consecuencia de todo esto, acabaron rechazando la conciencia y la introspección, sobrestimaron el poder del método experimental naturalista y decidieron supeditarse a lo que este ofrecía. Además se conformaron con la estimación de los datos experimentales sin llegar a una teorización. Bajo esta postura, era suficiente con poder usar los datos en alguna aplicación útil. El interés científico por hallar una explicación teórica carecía de sentido y de interés práctico, por lo que llegó a considerarse innecesaria y fatua. Por ello, si en Alemania la psicología científica fue el parto natural de la filosofía bajo el interés de entender y explicar la conciencia humana como tarea inicial, el conductismo americano fue el parto forzado de un cientificismo que se abrazó del método experimental con animales para idolatrar un naciente modelo de ciencia físico-naturalista. En su afán por eludir los compromisos teóricos, los conductistas inventaron un novedoso e insólito concepto de "ciencia descriptiva". Aunque toda esta situación ya era patente desde principios del siglo XX, se hizo pública y formal cuando John Broadus Watson publicó en 1913 "La Psicología tal como la ve un conductista". De modo que vamos a ocuparnos un poco de él.

Este artículo expone toda la tragedia y amargura de los psicólogos americanos, y expresa por primera vez el rechazo a la psicología de una manera frontal, planteando su reemplazo por el conductismo, es decir, por el estudio de la conducta animal tal cual. Se queja de la situación incómoda en la que se hallan los psicólogos americanos, pues se enfrentaban a una verdadera paradoja: tenían por un lado una práctica experimental centrada en animales, y por otro, la teoría les exigía manejar conceptos como "conciencia". De modo que estaban en medio de un dilema entre el método experimental naturalista empleado con sus animales y la introspección, que era vista como el único camino a la conciencia. Con toda razón, Watson se queja de que a menudo no sabía qué hacer con los datos de sus experimentos, pues no le servían para deducir los estados de conciencia de sus animales. Una queja muy válida, ciertamente, ya que el método experimental del naturalismo no sirve para ese propósito, y es un tanto difícil pedirle introspección a una rata. De modo tal que la amargura y frustración de Watson están plenamente justificadas. Entonces decide rechazar esta situación y exige que los datos experimentales se valoren como están, abandonando la necesidad de ir hacia estados de conciencia. Aunque esto parecía muy razonable, Watson va más allá y propone hacer de eso la "nueva psicología", afirmando que esa era la única manera en que la psicología podría ser una ciencia. Watson no concebía la ciencia más allá del método que practicaba. Este punto de vista "conductista" se origina en la forma en que los norteamericanos aprendían psicología, pues en verdad la enseñanza era básicamente biología. Una prueba de ello es la tesis de Watson titulada "Un estudio experimental sobre el crecimiento físico de la rata blanca, correlacionada con el desarrollo de su sistema nervioso". Evidentemente una tesis de biología en toda su extensión. Lo cierto es que los primeros psicólogos americanos no hacían estrictamente psicología, pues carecían de maestros de psicología y hasta de libros. Estos fueron escribiéndose a la vez que se formaban las primeras generaciones, siendo básicamente guías experimentales, como la obra inconclusa de E. C. Sanford (1891) "Laboratory Course in Physiological Psychology".

Además Watson expone un falso conflicto entre el método experimental naturalista y la introspección, como si se tratara de una cuestión fundamental para determinar el carácter científico de una disciplina. Cree que el método experimental es el único método realmente científico, y por tanto decide acogerse a sus alcances. Su enfoque era errado. Bajo su perspectiva, el método experimental ofrecía datos sin necesidad de teorías, mientras el otro exigía conceptos y teorías. En realidad ambos exigían conceptos, pues no hay ciencia sin teorías, como lo demostró el propio Darwin; pero el plano teórico de la psicología se hallaba en torno a la conciencia y no al comportamiento de los animales. Lo cierto es que Watson no quería hacer teorías sino negocios, y para ello intentaba usar sus datos, convencido de que estos revelaban relaciones de causalidad entre estímulos y respuestas, y que a partir de ello podría conseguirse un control sobre la conducta animal y, consecuentemente, hacer de eso un oficio rentable. Eso era todo. En buena cuenta, el famoso "manifiesto conductista" de Watson, antes que una propuesta científica fue una propuesta laboral y una declinación de la tarea de hacer real ciencia psicológica para dedicarse a la venta de datos. Esa fue la primera propuesta de una "ciencia útil". Finalmente, Watson rechaza amargamente la psicología porque no la entiende. Hay que notar que se trataba de la psicología montada en Norteamérica. Pero claro, él ignora esto y su rechazo suena como un rechazo general a toda la psicología. Su lógica es bastante simple. Debido a que obtiene sus datos a partir de la observación del quehacer de los animales, propone que los psicólogos se ocupen tan sólo de lo que observan, y asume que lo que se observa es conducta. Sugiere entonces que sea la conducta y no la conciencia el objeto de estudio de la psicología. Plantea además que la psicología imite a la física en su forma de explicar la conducta, es decir, siguiendo la lógica causa-efecto, la cual asume también como la única explicación científica. De este modo surge el famoso esquema estímulo-respuesta, el cual, con escasas variantes, fue la base de todo el enfoque conductista. Es decir, no es más que un fisicalismo simplista.

Plantear que la psicología abandone la conciencia era como sugerir que la astronomía dejara los astros y se ocupara de otra cosa, por ejemplo las nubes, y llamar a eso la "nueva astronomía". De hecho Watson no era consciente del disparate que planteaba. Es necesario advertir que, además de desconocer la verdadera psicología, Watson tampoco era ningún genio. Se trataba de un sujeto audaz, aventurero, eficiente en tareas prácticas, pero sumamente limitado en el campo teórico y con una formación académica muy concreta. Al final fue expulsado de la Universidad por sus escándalos sexuales y acabaría sus últimos 25 años dedicado a la actividad comercial en la compañía Thompson. Así que no pensemos que Watson estaba en condiciones de producir una revolución científica, sino todo lo contrario: lo que causó fue el retraso y la perturbación de la psicología. Un desastre que no pudo ser advertido en los EEUU y que luego sería heredada por una sociedad confundida y alienada en la posguerra. Lo cierto es que la aparición del conductismo nunca tuvo nada de esas imágenes megalomaníacas con que fue recubierta después por sus seguidores.

En apoyo final de su propuesta, Watson expresa el malestar de sus colegas porque todo su trabajo no tenía ninguna utilidad en la vida cotidiana de las personas, lo cual era visto por la sociedad americana prácticamente como un pecado. Este fue su punto más fuerte para ganar aceptación. Enseguida menciona su desprecio por la psicología confesando que no la entiende. Cree que la conciencia se refiere al alma. Por último plantea un ultimátum: o la psicología abandona la conciencia, o los conductistas la rechazarán para fundar una nueva disciplina dedicada concretamente a la conducta animal, sin ir más allá de lo que se observa. Obviamente él creía que bastaba el uso del método naturalista para que esa tarea sea una ciencia. Añade que la época en que el hombre era el principal interés de la ciencia ya pasó, desde que Darwin esclareció su origen animal. Entonces asegura que no existe ya ninguna necesidad de estudiar al hombre de una manera especial. Anuncia que aplicará a los humanos los mismos métodos que emplea en sus animales, sin otorgarles ninguna prerrogativa especial. Así se confronta con los que llama "psicólogos humanos". Afirma también que ese es el único "método científico" y sostiene que no se puede ir más allá de lo que él ofrece. 

Antes de terminar, Watson explica, a manera de justificación, que se ha pasado toda su vida experimentando con animales, y que esto lo lleva a asumir una posición acorde con esta realidad. Creo que esta es la frase que resume toda la verdad del conductismo, pues era una disciplina creada alrededor del estudio de animales con el método experimental naturalista, siguiendo el formato de la biología. Para diferenciarse Watson anunció que su objeto de estudio no sería el animal sino tan solo su "conducta observable". Así fue como se creó el ilusionismo general en torno a la conducta como si se tratara de algo diferente y separado o separable del animal. Obviamente Watson no tenía la menor idea del frankeinstein epistémico que estaba creando. Acababa de inventar un fantasma retórico que sería asumido más tarde como "objeto" de una pretendida ciencia, cuando en realidad sólo se trataba de crear una ocupación experimental en busca de datos comercializables, es decir, una profesión técnica. Sin duda las ciencias no se improvisan. Ninguna ciencia nace de un discurso o de una proclama; pero tampoco se las aniquila con retórica. Watson hizo del desprestigio de la psicología la ocupación más abyecta que se haya visto jamás en la ciencia, pese a confesar que no la entendía. Por ello sus ataques nunca fueron a la psicología real que él ignoraba, sino a una lamentable caricatura extraída de su propio trasfondo cultural. En su proclama se tomó el trabajo de anunciar una serie de predicciones nefastas respecto de la psicología, todas las cuales fallaron. Y desde luego, tampoco pudieron cumplirse los ofrecimientos grandiosos que anunció que sería capaz de proporcionar el conductismo. Todo eso fracasó.

Desde luego, Watson tenía todo el derecho a fundar su propia disciplina, ocuparse de la conducta animal, incluir a los humanos en sus métodos, vender sus datos, etc., pero no tenía ningún derecho de llamar a eso "psicología". Estaba claro que la psicología era, en la misma Alemania, una ciencia naciente que andaba en busca de establecer sus fundamentos, pues no cumplía ni veinte años de desarrollo como ciencia formal. En cambio en Norteamérica ¡ya se ofrecían títulos académicos de psicología! Hoy consideraríamos esto una verdadera estafa. En Europa la psicología crecía confinada a los laboratorios de investigación científica, a cargo de unos cuantos especialistas interesados en los misterios de la conciencia humana. En Norteamérica, en cambio, montaron la psicología como una carrera profesional a ser enseñada en la Facultad, como si se tratara de un oficio, y se supeditaron a hacer biología en los hechos. Habían pues grandes errores de toda clase en la psicología norteamericana, tanto en su trasfondo cultural como en su montaje académico. Esto es lo que explica realmente el origen del conductismo así como su rápida aceptación en ese medio. Pero lo más sorprendente de todo es que fue consagrada e idealizada por nuestra cultura algunos años después. Y hoy aún pretende sostenerse como una forma de psicología, tras unos maquillajes de rigor.

En resumen, el conductismo nació como producto de:
  • Los antecedentes culturales de Norteamérica en donde no hubo ninguna psicología científica sino una psicología teológica y folklórica, una predilección por la tecnología y los negocios, junto a una filosofía del pragmatismo que alentaba eludir las discusiones teóricas y metafísicas para ir a ofrecer servicios directos a la sociedad.
  • El montaje equivocado de la psicología concebido como carrera profesional, es decir, como un oficio, pero confinada a laboratorios de biología y al empleo del método experimental sobre animales. 
  • La concepción equivocada de los conceptos básicos de la psicología, especialmente el de conciencia, erróneamente vinculada al alma de acuerdo a la psicología folclórica americana, y -peor aún- su pretendido estudio sobre animales. 
  • La concepción de la ciencia y, por consiguiente, de la psicología, como una actividad destinada a dar servicios directos a la sociedad.
De manera que todas las argumentaciones que se inventaron posteriormente en defensa del conductismo como pretendida ciencia no fueron más que falacias retóricas. Leamos la proclama de Watson, describiendo claramente lo que era la psicología en Norteamérica.
"La psicología, tal como los conductistas la consideran, es una rama puramente experimental de la ciencia natural. Su meta teórica es la predicción y control de la conducta. La introspección no forma parte esencial de sus métodos, ni el valor científico de sus datos depende de la prontitud con que se prestan a interpretación en términos de conciencia. El conductista, en sus esfuerzos por establecer un esquema unitario de respuesta animal, no reconoce ninguna diferencia entre el hombre y el animal". (Watson, 1913)
Esta sola frase ratifica la idea de que Watson ignoraba la psicología. No es que planteara otra forma de psicología. De hecho, no se puede plantear otra forma de psicología, como no se puede plantear otra forma de biología o de física. Las ciencias son una sola. Pueden ganar mayores perspectivas pero no se convierten en otra cosa. Por todo esto, la frase de Watson resulta abiertamente absurda en todos sus extremos. La psicología nunca fue "una rama puramente experimental de la ciencia natural" cuya "meta teórica" era el control de la conducta. En eso devino en Norteamérica y eso fue lo que Watson conoció. Pero los objetivos de la psicología real nunca tuvieron nada que ver con la conducta de los animales sino con las capacidades superiores humanas. Ninguna ciencia tiene por objetivo el control sino el conocimiento y la formulación de teorías explicativas. El control no es una "meta teórica". En suma, la frase de Watson era un sinsentido total. Lo cierto es que desde el punto de vista de un conductista, nunca se vio la psicología. Pero así fue como empezó el gran engaño conductista sobre una supuesta "psicología científica" que en realidad era cualquier cosa menos psicología. 

El primer gran exponente de la psicología americana, tal como estos la concibieron, fue Edward Thorndike, quien trabajó con una gran variedad de animales y estableció lo que luego serían las bases reales y únicas del conductismo, más allá de Watson y su manifiesto, que sólo fueron retórica. Lo cierto es que en más de medio siglo, el conductismo americano difícilmente podía ir más allá de lo que Thorndike hizo. En conclusión, queda claro que el conductismo no nació de nuevas concepciones revolucionarias que permitieran un salto cualitativo de la psicología. Nada de eso. Peor aun: todo lo contrario. El conductismo significó el retraso de la psicología en Norteamérica por casi medio siglo. Por tanto, resulta equivocado hablar del conductismo como un "cambio paradigmático" en la psicológica. Nunca hubo ningún nuevo paradigma. Los errores académicos no son paradigmas científicos. Tampoco lo son las limitaciones culturales, ni los intereses profesionales o los apuros comerciales.

Las consecuencias de la aparición del conductismo para la psicología en América fueron las siguientes:
  • En primer lugar falsearon la psicología convirtiéndola en otra cosa muy distinta. Ganaron aceptación por el error generalizado existente en Norteamérica sobre la psicología, y porque le dieron a su disciplina una utilidad social que la psicología original no tenía.
  • Se justificaron como ciencia apelando al mito del "método científico", con lo cual lograron imponer el método experimental del naturalismo como fundamento del accionar psicológico, quedando reducidos a simples recolectores de datos.
  • Convirtieron a la psicología en una ciencia natural al estilo de la física y la biología. Es decir, se acomodaron a los esquemas epistémicos y metodológicos de dichas ciencias. No crearon nada nuevo sino que falsearon su psicología disfrazándola con ropajes extraños llevados por un marcado cientificismo que los hacía proclamarse insistentemente en todos sus escritos como "nueva ciencia", como la única "psicología científica", como una "ciencia de la conducta", etc.
  • Crearon sin mayor sustento teórico un nuevo objeto de estudio llamado "conducta", el cual fue asumido como un evento paralelo y exterior al organismo, susceptible de ser estudiado por sí mismo, sin tener que involucrarse con lo que ocurre en el organismo. Es decir, toda una falacia.
  • Con la tesis de que la causa de la conducta estaba fuera del organismo, trasladaron su interés al ambiente y acabaron estudiando la nada. Era una especie de física estudiando eventos bajo la perspectiva causa-efecto, ignorando por completo la naturaleza real del organismo.
  • Establecieron la relación causa-efecto o estímulo-respuesta como todo principio explicativo, casi como un dogma, sin vislumbrar la necesidad de ir más allá, ni siquiera en los seres humanos.
  • Colocaron a la modificación de la conducta como todo su objetivo. Asumieron pues un formato de amaestradores de animales con manejo de datos y recubiertos de retórica cientificista.
  • Se confrontaron abiertamente con la psicología real tratando de deslegitimarla y reemplazarla. En este empeño consagraron diversos mitos y dogmas cientificistas como el objetivismo radical fundado en "lo observable".
  • Asumieron el perfil de practicantes libres del método experimental como rasgo central, por lo que generaron una gran dispersión de modelos debido a que carecían de una epistemología básica, pero además porque extraviaron todo el horizonte teórico de la psicología real.
  • Finalmente propiciaron el inicio de la gran crisis de la psicología en el siglo XX.

El conductismo y la psicología

Hay que destacar las diferencias enormes entre la psicología y el conductismo. En primer lugar, la psicología es una ciencia estructurada alrededor del interés por el hombre y, en particular, por sus facultades superiores. Por el contrario, el conductismo se estructura alrededor del estudio de animales. Mucho peor aún: del estudio de animales en el cautiverio de un laboratorio y en la ejecución de tareas específicas creadas por el experimentador. De modo que su perspectiva es bastante limitada. Todo su interés radica en diseñar técnicas de control conductual. Aunque pretenden aplicar sus técnicas a los humanos, lo hacen rebajándolos a la condición animal para acomodarlos a su perspectiva. Nadie podría decir seriamente que eso es una ciencia. En consecuencia, la psicología y el conductismo tienen perspectivas e intereses diferentes y hasta divergentes. No tienen nada en común, pues parten de supuestos epistémicos completamente opuestos. La psicología es una ciencia interesada en formular teorías explicativas sobre el funcionamiento general del ser humano como organismo de naturaleza cognitiva y cultural, mientras que el conductismo es una técnica interesada en el control de la conducta animal. No tienen ni siquiera puntos de contacto. Para convencernos de que el hombre no era ningún ser superior ni especial, que esa idea junto con la idea de la conciencia no eran más que supercherías religiosas, los conductistas se dedicaron a difundir una variada serie de embustes y falacias pseudocientíficas en contra de la conciencia, la psicología y del propio ser humano. Nunca antes una disciplina había tratado de sustentarse tan solo en la aniquilación del rival mediante embustes, y en el rechazo de conceptos que no entendían y no usaban. Los conductistas pretendían suplantar a la psicología, y para ello necesitaban aniquilarla.

Otra diferencia fundamental es que la psicología -como cualquier otra ciencia- procura entender y explicar su campo, que es el ser humano como organismo superior, especialmente sus capacidades cognitivas y culturales; el objeto de estudio de la psicología es un existente real: el hombre como organismo complejo y sus procesos internos de nivel psicológico. En cambio, el conductismo se ocupa de un mero concepto llamado "conducta" del cual no intenta ninguna explicación sino tan solo su "predicción y control", aunque el término "predicción" es solo parte de la retórica conductista y se refiere más bien a reacciones que a conductas. En todo caso, el objetivo de control es propio de una tecnología. Pero como el conductismo siempre ha confundido la tecnología con la ciencia, desarrollaron todas sus técnicas creyendo que hacían ciencia. Lo peor de todo es que para hacer viable su proyecto, el conductismo no solo rebajó al ser humano al mismo nivel de los demás animales, sino que también les quitó la libertad, la autonomía y el libre albedrío, pues eran características muy incómodas para sus intenciones de control. Introducir el factor de la autonomía de los organismos era como pinchar el enorme globo del conductismo con un simple alfiler. ¿Cómo controlar un organismo que tiene la capacidad de decidir sus acciones con autonomía? La solución a este enojoso problema fue simple: negar la autonomía. Lo que además los exoneraba de tener que estudiar los procesos internos, que también fueron negados o rechazados por no ser observables ni prestarse a los alcances del método naturalista. El conductismo se limitó a negar retóricamente todo lo que contradecía sus intereses, eliminó todas las cualidades humanas para que su ciencia pudiera transitar libremente. Los conductistas han sido siempre los campeones de la negación, pues se han limitado a negar todo lo que se opone a su "ciencia". Además de predicar en contra de la psicología y la conciencia, sus ataques apuntaron también al hombre, quien, según ellos, ya no era el centro del universo. Había que estudiarlo como a cualquier otro animal. Este fue el sello más distintivo del conductismo: se abrió camino derribando a sus oponentes y acomodando la realidad a su propia perspectiva. Todo fue redefinido de acuerdo a sus visiones e intereses, inventaron sus propios conceptos y sus propias verdades.

La "conducta" como aparente objeto de estudio es una pura elaboración conceptual y lingüística sobre la cual no se pueden establecer principios. El término "conducta" jamás pudo alcanzar la categoría de concepto científico, pues se trata de un atributo y no de un objeto o fenómeno real. Todo organismo vivo tiene como propiedad fundamental su movilidad. La acción, movimiento o "conducta" de un organismo vivo no es algo diferente del mismo organismo, no se trata de una emanación o radiación que pueda estudiarse por separado. De modo que concebir a la conducta como un objeto particular e independiente de estudio es una impostura epistémica. En otros términos: un disparate. Es tan vago el término que varios autores han notado que la mayoría de las ciencias sociales podrían invocarla como su campo de estudio, por ejemplo, la Economía, la Historia, el Derecho, etc. Todas ellas estudian, a su modo, la conducta humana. Aunque el conductismo afirma que son la "ciencia de la conducta de los organismos". Es decir, estudiarían la conducta de cualquier especie con las mismas técnicas, aún la de los seres humanos, ignorando las diferencias evidentes que gobiernan la conducta de los humanos, basados simplemente en la tesis ingenua de que el origen o causa de toda conducta se halla fuera del organismo, con lo cual se sienten liberados de la complejidad interna de los organismos. Se trata pues de una posición dogmática que carece de sentido científico. Y aunque fuera cierto que sus técnicas funcionan, sería totalmente irrelevante si al final son incapaces de explicar cómo es que los organismos controlan por sí mismos sus acciones. Para entender y explicar las acciones de un organismo, como las de un robot -y hasta las de una muñeca que camina- lo que necesitamos es conocer sus mecanismos internos de control. Esa es la única posibilidad que tiene la ciencia para explicar el fenómeno del accionar de los organismos. Y en el caso de los humanos, estos mecanismos pasan por procesos de tipo cognitivo. El problema del conductismo era que no podía hablar de los mecanismos internos de control del organismo y a la vez pretender controlarlo desde afuera. Estaban dispuestos a vender su técnica de control y esto los llevó a falsificar la realidad del organismo inventando una doctrina basada en falacias.


El conductismo en América

Dos años después de su proclama, Watson sería nombrado Presidente de la APA, con lo cual ganó autoridad y tuvo la oportunidad de predicar su doctrina abiertamente. Sin embargo, no se puede decir que Watson haya creado una escuela. Si bien es cierto que otros autores desarrollaron también alguna forma de conductismo, no lo hicieron siguiendo a Watson sino por la inercia de practicar la misma rutina experimental de la psicología americana. El conductismo siguió practicándose en los EEUU tal como había ocurrido desde principios del siglo, o desde la instalación de sus laboratorios. Algunos de estos practicantes nunca sintieron la necesidad de renegar de la conciencia, como fue el caso de Tolman, por ejemplo. Al final, lo que se llamó "conductismo" fue en realidad un conjunto variado de prácticas y practicantes del método experimental naturalista, propio de la biología, tratando penosamente de hacer alguna forma de psicología en medio de la orfandad y la heterodoxia, pues carecían de una guía teórica y de un sustento filosófico de su actividad. En otras palabras, tenían un método en las manos pero estaban perdidos teóricamente. 

El conductismo fue, en buena cuenta, el esfuerzo norteamericano por hacer psicología desde la nada, empleando tan solo el método naturalista de la biología inglesa, que fue lo que les instalaron en sus universidades con la etiqueta de "ciencia". Podríamos aplicar aquí el dicho: quien tiene un martillo ve todo como un clavo. Por eso el conductismo veía todo desde la perspectiva del naturalismo y del estudio de animales. En consecuencia, el conductismo no fue una creación de nadie en particular. Fue simplemente la consecuencia lógica de un error de montaje y del trasfondo cultural en el que se instaló la psicología en Norteamérica. Lo que hizo Watson fue otorgarle validez formal a la actividad experimental sobre animales, eludiendo los compromisos científicos con la conciencia para tomar el camino corto de convertirse en una simple disciplina ocupacional, extendiendo su método hasta los humanos con la intención de venderle datos a las demás disciplinas, como lo propone en su artículo. Todo el andamiaje teórico que se levantó luego en torno a estas prácticas fue el resultado de las mil y una formas a las que se apeló para entenderlo e interpretarlo como "psicología". Pero de hecho nunca fue una psicología. A fines de los 60, después de la consagración de la teoría de Thomas Kuhn sobre las revoluciones científicas, los defensores del conductismo apelaron a la tesis de que se trataba de un "nuevo paradigma" en la psicología. Una falacia más ya que la aparición del conductismo no guarda ninguna relación con la estructura de las revoluciones científicas descritas por Kuhn.

En suma, el manifiesto de Watson no fue ninguna pieza científica magistral, sino esencialmente un reclamo profesional en busca de solucionar el problema de los psicólogos en su trabajo experimental con animales. Lo malo fue que en lugar de generar una nueva y diferente profesión o, en última instancia, de rechazar esta actividad por insulsa, la consagró impidiendo así que la psicología pudiera desarrollarse apropiadamente. Si bien la psicología americana, aun con todos sus defectos de instalación, andaba en camino de consolidarse como ciencia, con la validación del conductismo ese proyecto quedó trunco, derivando hacia una simple técnica animalista llena de pretensiones. El empleo del método naturalista les sirvió como pretexto para mostrarse como una ciencia; pero aunque contaban con un método, carecían de una epistemología. Obviamente, las ciencias no se improvisan. El conductismo aparecía como una "ciencia hueca" que había tomado prestado el método del naturalismo, pero carecía de teoría básica. ¿Qué era la conducta? Ninguna filosofía en toda la historia de la humanidad se había ocupado jamás de algo llamado "conducta". Debido a esto el conductismo se llenó de una exuberante retórica pseudocientífica en busca de sustentar sus postulados. Al final nunca hubo un concepto unitario en torno a la conducta. Su máximo exponente se limitó a decir: "es lo que uno ve que el otro hace".

La retórica conductista se caracterizó primero por sus ataques a la psicología y a la conciencia desde concepciones equivocadas; segundo, por sus extravagantes afirmaciones respecto del ser humano, muy categóricas pero sin fundamento alguno; y tercero, por sus alardes megalomaníacos de su condición científica, basadas únicamente en su método. Todo ese discurso asumió el formato de un dogma doctrinal que sería repetido como un credo en cada texto conductista. Adicionalmente, aparecieron abundantes mitos en torno al conductismo, al punto que la gran mayoría de artículos y libros sobre conductismo están plagados de esos mitos. Por ejemplo nos presentan al conductismo como la verdadera ciencia psicológica, afirmando que fue una creación de Watson, que Watson creó el término "conductismo", que se basó en los estudios de Pavlov, en la filosofía de Mach, en la teoría de Darwin, en Bacon, etc., y que el conductismo hizo de la psicología una ciencia, que permitió comprender el aprendizaje humano, entre muchas otras afirmaciones equivocadas y hasta descabelladas. En suma, la mitología del conductismo junto a sus falacias doctrinales han sido el producto más emblemático de la psicología norteamericana durante el siglo XX. Y lo peor fue que toda esta aberración pseudocientífica -hay que decirlo sin ambages- se publicaba en libros que se usaban en las facultades para producir una secta de fanáticos del conteo de respuestas, engañados por el discurso conductista sobre la objetividad, el "método científico", y la lucha antimentalista.

Pavlov y el conductismo

Uno de los mitos más generalizados en torno al conductismo es que se fundamenta en la obra de Pavlov. Esta falacia se inventó con la intención de otorgar legitimidad científica al proyecto conductista y sugerir que se trata de un estado superior a la obra del científico ruso, pues Skinner empleó el mismo término de "condicionamiento". Lo cierto es que el conductismo, en cualquiera de sus formas, no es ni una sombra pálida del trabajo de Pavlov. Para confirmar esto, el mismo Pavlov les dedicó un artículo a los conductistas. Se titula "Respuesta de un fisiólogo a los psicólogos", publicado en Psychological Review, vol. 37, nro. 5, 1930. Primero hay que decir que en este artículo Pavlov ni siquiera se ocupa de Watson. En la primera parte da cuenta de E. Guthrie, y en la segunda se ocupa de K. S. Lashley. En general demuestra el error del conductismo en su labor de estudio de ratas en laberintos y sus interpretaciones. Incluso se toma el trabajo de explicar el mecanismo del amaestramiento de animales poniendo por ejemplo cómo aprende un perro a dar la mano. A decir verdad, Pavlov dicta una cátedra magistral a los conductistas, mostrando sus falencias como experimentadores y demostrando que no se puede explicar la conducta sin entender la complejidad del sistema nervioso en su conjunto, como sistema. Muchos autores sostienen que el conductismo quedó sin piso cuando Chomsky desbarató una tesis de Skinner; pero se debe a que este artículo de Pavlov se mantuvo oculto y fue ignorado. En realidad el conductismo nació sin piso, y este documento científico es la prueba de ello. Después de haberles mostrado sus falencias a los conductistas y ofrecido una gran lección de ciencia, Pavlov concluye de esta categórica manera:
"Me parece superfluo detenerme por más tiempo en los argumentos que el autor esgrime contra la importancia de la estructura en el sistema nervioso. En general, no presta ninguna atención a cuanto se sabe sobre la complejidad de esta estructura y todavía menos a lo que se supone sobre la misma: la simplifica continuamente, reduciéndola, con manifiesto partidismo, al más sumario trazo esquemático para explicar la relación directa entre excitación y reacción. ¿Qué propone nuestro autor en lugar de la teoría de los reflejos? Nada." (Pavlov, 1930).
Lo que dice Pavlov es que el conductismo simplemente no explica nada. Tan solo era una correlación viciosa entre estímulos y respuestas. Luego de esta crítica pasaron 20 años hasta que el conductismo volviera a sonar con Skinner. Pero estoy convencido de que si Pavlov hubiese leído los estudios y conclusiones de Skinner, tampoco hubiera tardado mucho en demostrar la precariedad y falencia de sus enunciados, pues eran casi los mismos que ya había criticado veinte años antes. De modo que no existe ninguna justificación para considerar a Pavlov como un antecedente del conductismo, puesto que son dos cosas totalmente diferentes. Pavlov era un científico que estudiaba el cerebro humano y tenía una clara convicción de que faltaba mucho por conocer acerca del ser humano, y de que se trataba de un escenario muy particular, diferente, amplio y misterioso. Nos dejó sus pautas para seguir en su estudio y, a la vez, nos dio una magistral explicación sobre lo que significa hacer ciencia, realmente.
"El hombre es un sistema, y está sometido -como cualquier otro sistema de la naturaleza- a leyes naturales. Se trata de un sistema que, dentro de los límites de nuestros conocimientos, se nos presenta como incomparable por su facultad de autorregulación. El estudio del hombre-sistema es el mismo que el de cualquier otro sistema: descomposición en sus partes constituyentes, estudio de la importancia de cada una de estas partes, estudio de las correlaciones con el medio ambiente y luego, tomando como base lo anterior, explicación de su funcionamiento. Nuestro sistema -autorregulador en su más elevada expresión- es capaz por sí mismo, de mantenerse, reintegrarse, repararse, incluso perfeccionarse. La impresión más fuerte y duradera que nos proporciona el estudio de la actividad nerviosa superior, es la extrema plasticidad de su actividad y sus inmensas posibilidades: nada está inmóvil, nada es inflexible, cualquier cosa siempre puede ser alcanzada y mejorada, siempre que se cumplan ciertas condiciones necesarias. [...] Desde el punto de vista de la evolución ¿no es el hombre la suma culminación de la naturaleza, la encarnación más elevada de los infinitos recursos de la materia, la realización de potentes leyes naturales todavía inexploradas?" (Pavlov, 1930)
Como queda en evidencia, Pavlov no puede ser de ningún modo un antecedente del conductismo. Creo que es justo liberar a Pavlov de semejante responsabilidad. También queda muy claro que el conductismo, lejos de ser una fase superior, fue un retroceso absoluto del nivel que ya Pavlov había señalado como siguiente meta de la ciencia. Esta meta fue comprendida por la psicología rusa, pero no por la americana que cayó en el más puro animalismo simplista y en un mecaniscismo externalista, sin entender las peculiaridades especiales del ser humano y sin querer saber nada del organismo que tenían en frente. Si los conductistas consideraban que Pavlov era su padre biológico, es obvio que en realidad eran huérfanos. Incluso se quedarían sin su padre putativo, ya que Watson terminó sus últimos 25 años dedicado a la actividad comercial en una empresa privada, en donde amasó una respetable fortuna. Por ello es otra falacia típica referirse a "la obra de Watson", ya que no dejó ninguna obra sino un desastre en la psicología y un mito pseudocientífico. Todo el valor del conductismo reposa en una variedad de técnicas muy específicas, pero carece de cualquier valor como disciplina epistémica, es decir, como ciencia.

El resultado final del proyecto conductista

Al igual que las personas, las culturas también cometen errores. En especial cuando se trata de emplear productos culturales, importados de otra realidad muy distinta, y peor aún, más avanzada. Los americanos importaron la psicología alemana y la biología inglesa, y trataron de hacer psicología en laboratorios de biología. Por desgracia los errores culturales son imposibles de ser percibidos por quienes viven inmersos en ella, y son difíciles de subsanar. Pueden quedar rezagados o adoptar formas novedosas y hasta aberrantes, pero nunca desaparecen porque siempre quedará un segmento de creyentes que mantiene vivo el credo. Suelen reaparecer de tiempo en tiempo renovados con nuevas justificaciones y recursos. El túmulo cultural del conductismo siguió creciendo desordenadamente con cada practicante del método, que en el afán de subsistir producía esforzados argumentos y complejos modelos, además de recurrir a múltiples falacias teóricas para refutar a la psicología. Como una conclusión final, habría que reconocer que Watson provocó una seria crisis en la psicología, similar al Gran Cisma del cristianismo, ya que teníamos una psicología científica en Europa estudiando la conciencia (Gestalt), y otra en Norteamérica negando su existencia. Evidentemente, ambos no podían tener la razón. El conductismo en América llegó a su cenit con Skinner, a mediados del siglo, luego de lo cual empezó a declinar rápidamente al hacerse evidente sus falencias como pretendida ciencia y falsa psicología. El consenso científico rechazó las tesis conductistas y la psicología original recobró su sitial en los EEUU antes de finalizar el siglo XX. Esto no impidió que aparecieran nuevos núcleos conductistas empeñados en sostener la escuela apelando a viejas y olvidadas teorías (y hasta completamente diferentes) como la de J. R. Kantor (1924).

La mayoría de psicólogos norteamericanos, en medio de la barahúnda que era el escenario de la psicología norteamericana, decidieron seguir sus propios criterios. Ese fue el caso de E. C. Tolman, quien luego diría:
Tal vez mi teoría no se encuadre con ninguno de los cánones finales del proceder científico, pero me tiene sin cuidado. He preferido pensar en la psicología de la manera en que he probado que se me acomoda. Desde que todas las ciencias, y especialmente la psicología, están todavía inmersas en un tremendo escenario de incertidumbre y desconocimiento, lo mejor que puede hacer un científico, en especial un psicólogo, parece ser, es seguir su propia luz y su propia curva, aunque pueda resultar inadecuado. Y creo que así lo hice. Al final, el único criterio seguro es divertirse, y yo me he divertido”.
Kurt Danziger (1979) explica así la situación creada por la proclama de Watson:
"La razón de que su mensaje encontrara una resonancia masiva e inmediata fue que la mayoría de los psicólogos americanos ya aceptaban la premisa de que el negocio de su disciplina era producir datos para ser utilizados 'de manera práctica' por educadores, hombres de negocios y así sucesivamente, y de producirlos rápidamente. Dada esta premisa, la propuesta de Watson, despojada de unas cuantas exageraciones polémicas, estaba, obviamente, en la línea correcta."
"Lo que Watson había hecho, era colocar el sello retórico final, en el establecimiento de la psicología como una ciencia administrativa, como una tecnología a ser manejada por los gestores de la sociedad con la finalidad de dirigir las acciones de aquellos a su cargo hacia los canales deseados."
Otro historiador de la psicología, Daniel M. Robinson (1982) ha resumido lo que ocurrió con esta frase:
"…Ahora bien, lo que había ocurrido era la adopción de una posición metafísica no sobre la naturaleza de la 'verdad' sino sobre la naturaleza de la 'psicología'. Se tomó la decisión de que la psicología no era más que una cierta clase de método, un método 'experimental', y que sólo aquellas partidas tratables mediante este método constituirían la materia sobre la que versaría.".
Bernard Baars (1989), ha resumido su opinión del conductismo así:
“Si uno tuviera que ser un crítico del conductismo, no lo sería acerca de lo que ellos trataron de conseguir, sino por aquello que creyeron necesario negar. Fundamentalmente, negaron la necesidad de las teorías, porque se limitaron al registro de los estímulos y respuestas observables. Negaron todo el sentido común. Negaron los constructos más elementales sin los cuales ninguno de nosotros podría permanecer en el mundo: la experiencia consciente, el pensamiento, el conocimiento, las imágenes mentales, los sentimientos, los deseos y todo lo demás. De hecho, rechazaron todo el sentido común sólo por ser simple, en lugar de comprobarlo y trascenderlo como lo hicieron todas las ciencias.”.


La "conducta" como objeto

El apuro por la prestación de servicios y por convertirse en una "ciencia útil", indujo al conductismo a pasar por alto todos los problemas teóricos y filosóficos de la psicología clásica, e incluso los de cualquier ciencia respetable, proclamando simplemente que estos no importaban o, por último, asegurando incluso que no existían. Se llegó al extremo de acusar a la filosofía de ser una pérdida de tiempo y una fuente de confusión. Se sacralizaron conceptos como objetividad y empirismo, los que pasaron a formar parte de los fetiches ideológicos de esta nueva psicología, que en realidad no era más que una simple técnica de análisis conductual en busca de programas de control de la conducta animal. Me atrevería a decir incluso que las viejas técnicas de amaestramiento de animales trataron de meterse al club de las ciencias encubiertas con un disfraz de psicología y con un carnet de tecnociencia. La mayor parte de los anuncios de esta novedosa "ciencia conductual", tales como el papel de los premios y castigos en el comportamiento, eran conocimientos populares y cotidianos, tan viejos como la humanidad, pero expresados en un novedoso lenguaje tecnicista. Su único valor agregado era la técnica experimental y de observación sistemática, en busca de programas de reforzamiento o extinción de conductas. Al fin y al cabo, a eso se reducía todo el conductismo, aunque habría que añadirle su encendido discurso antimentalista para completar su escenario. Lo más curioso y contradictorio de esta supuesta "psicología científica", es que se propuso no saber nada acerca de los mecanismos internos de control del organismo, y limitarse dogmáticamente a lo observable desde afuera. Una determinación que carece de sentido científico y hasta de sentido común. Y este empeño en la ignorancia de los factores internos sería la parte fundamental de su doctrina. Fue la primera vez que una disciplina incorporaba a la ignorancia como su fundamento epistémico. De hecho, tal posición insólita aisló al conductismo dejándolo como una disciplina autista, sin comunicación con otras ciencias, sumido en su propio mundo, con sus propios conceptos y sus propias verdades. Lo que llevó al conductismo a asumir su forma peculiar de secta pseudocientífica.

El conductismo se presentaba como una psicología sin mente y sin organismo. Había que tener mucha imaginación para adivinar lo que estudiaban. Y es que en verdad, no estudiaba nada, primero porque el conocimiento no formaba parte de sus intereses sino tan sólo la producción de técnicas de control conductual; y segundo porque era obvio que la conducta no podía ser "objeto" de ninguna ciencia. Únicamente sirvió de pretexto para vender una técnica como una falsa nueva ciencia. Toda la retórica conductista nunca pasó de ser una pura falacia pseudocientífica. Por ejemplo, la intención de ocuparse tan sólo de lo observable, carece de todo sentido. Hasta llega a ser ridículo hoy. La condición de ser observable nunca ha sido un criterio científico para definir un objeto de estudio. De hecho, la ciencia se ocupa de muchas cosas que no son observables, y ni siquiera perceptibles, como la presión atmosférica. No tienen que ser observables, basta que podamos comprobar sus efectos para saber que existen, como la gravedad o los agujeros negros o las ondas electromagnéticas. Por eso hoy la física habla de partículas virtuales. En el ser humano también hay evidencia de fenómenos como la memoria y el procesamiento de información. Hay evidencia de una realidad virtual que sólo existe en la conciencia humana, y a partir de la cual el hombre programa sus acciones sobre el mundo real transformándolo. No tenemos que observar la memoria de una persona para saber que la tiene. De hecho, las ciencias abstractas como la matemática, la lógica y la geometría se ocupan de objetos imaginarios. Nada de eso existiría sin una mente humana. Lo cierto es que los conductistas apelaron a la demagogia para justificar su limitación a "lo observable" y fabricaron un dogma absurdo.

La conducta no es más que una construcción conceptual, propia de un observador. Todo observador goza de la capacidad de determinar lo que observa y otorgarle un atributo a lo observado. La conducta es uno de esos atributos empleados cuando se observa un organismo vivo. Hay otros como movilidad, actividad, habilidad, dinamismo, coincidencia, inteligencia, etc. De modo que el concepto conducta es propio de un observador, pero no es un existente real sobre el que puedan establecerse propiedades y principios universales. En otras palabras, la conducta no es un "algo" que se desprenda del animal para ser tratada aisladamente, tal como una emanación o radiación. Todo lo que hay es un organismo en acción, que es como todo organismo vive. Vale decir, que lo único que hay "realmente" es un organismo vivo. Lo único que tenemos para estudiar es a un organismo. Y todo lo que "es" un organismo está en el interior del cuerpo que observamos y no fuera de él. Su relación con el mundo que le rodea no es una relación de causa-efecto como la que se concibe en el campo de la física entre objetos, pues los organismos gozan de mecanismos internos que les otorgan cierta autonomía a sus movimientos, por consiguiente el enfoque de la física es inadecuado, no les son aplicables. Los organismos poseen una estructura nerviosa que no solo transmite señales desde el exterior sino que les permite tener una representación interna del mundo que les rodea, el cual resulta más complejo según el nivel evolutivo alcanzado por el organismo. El hombre es el que posee la mayor capacidad de representación mental del mundo. Las respuestas a las interrogantes que nos plantea nuestra observación del movimiento de los organismos complejos están, por tanto, dentro de ese cuerpo observado. El escenario que rodea al organismo es tan solo un marco de referencia; no es el determinante final, pues el organismo mediatiza la señal y la transforma. En un organismo tan complejo como el humano, hay muchas formas en que ocurre la transformación de esta señal, pudiendo incluso fallar. Más aún, el cerebro humano tiene la capacidad para reemplazar la señal y hasta para generar sus propias imágenes.

Muchas ciencias se ocupan de estudiar a los organismos debido a que en ellos ocurren diversos procesos: físicos, químicos, fisiológicos, mecánicos, biológicos, etc. Y también psicológicos, cuando se trata de seres humanos, que son los organismos más complejos que hay. Toda la gama de ciencias que estudia a los organismos lo hacen coordinadamente para darle un mismo sentido coherente a la realidad del organismo. Por lo tanto, la psicología como parte de esas disciplinas, toma los conocimientos de las demás disciplinas así como también reporta sus hallazgos y se confrontan. Así es como funciona la ciencia. No existen las ciencias aisladas y autistas, con campo y credo propio, y sin comunicación con las demás, como ha sido siempre el conductismo. Eso es lo característico de las pseudociencias.

Cuando vemos abrirse a una flor: no podemos separar este hecho de la propia flor. No podemos decir: "no me interesa la flor sino tan sólo su acción observable de abrirse". No se puede pretender crear una "ciencia" dedicada a "lo observable" en la flor e ignorar todo lo que ocurre en la planta solo por capricho dogmático. Si esto nos parece absurdo ¿porque no el conductismo, que pretende exactamente lo mismo con el animal? El conductista podría ir más allá y ocuparse incluso del movimiento de las olas del mar, sin abordar nunca el fenómeno en sí, estableciendo tan sólo la recurrencia del movimiento; pero para saber porqué golpean las olas, porqué se abre una flor y porqué canta el ruiseñor, hay que indagar en sus interiores y entender el sistema que conforman. Saber que si le proporcionamos aire, agua y sol a una planta, eventualmente se abrirá una flor, es lograr un saber utilitario, pragmático, pero no constituye ciencia, por más útil que sea. Tampoco se puede pretender una "ciencia" de lo observable en el animal. Lo que observamos en un animal no es "conducta" sino el despliegue de un organismo en tanto ser vivo. Lo único que observamos "realmente" es un organismo, y eso es lo que tenemos para estudiar: un organismo. Un observador puede decir que observa la "personalidad", otro podrá decir que observa la "inteligencia", otros pueden decir lo que quieran; un conductista dirá que observa la "conducta", pero todos estos términos son apenas conceptos extraídos de la imaginación de un observador. Lo único real es que al frente solo hay un organismo. Cualquier cosa que se pretenda estudiar tiene que ser parte intrínseca de ese organismo, y debe ser asumido como parte integrante de su sistema en su integración con sistemas mayores, como el medio ambiente, la cultura o la sociedad, sin inventar entidades especiales ni conceptos ad hoc, como hacen las pseudociencias.

Todo esto significa que no se puede estudiar la conducta por sí misma, sino asumiéndola como el despliegue de un organismo, que es el verdadero objeto de estudio, pues no se trata de dos fenómenos distintos sino de uno solo. Quiero ser reiterativo en esto: tratar de separar la conducta y el organismo es un disparate ontológico. En consecuencia, la conducta resulta ser más fantástica que la propia mente, pues no existe más que en la mente. No se puede pues hacer una "ciencia de la conducta" por la misma razón que no podemos hacer una "ciencia del amanecer". No son fenómenos reales independientes sino percepciones y nociones de un observador. Lo único que hay realmente es un organismo vivo, ergo, lo único que puede ser objeto de una ciencia es el mismo organismo. Debemos pues involucrarnos con este organismo si queremos hacer ciencia. Debemos ir a desarmar su estructura, descubrir sus elementos, mecanismos o procesos internos, conocer los principios de tales procesos y mecanismos, etc. Así es como procede la ciencia.

En tanto tecnología de la conducta, el conductismo estaba irremediablemente condenado al inmediatismo de un organismo en particular y, por tanto, sin probabilidades de poder generalizar y enunciar leyes universales de la conducta, ya que toda conducta observada está referida a la circunstancialidad de un contexto particular. El concepto "moderno" de interconducta es todavía peor, pues las interrelaciones de las personas se dan en un contexto social, que es un escenario eminentemente caótico y azaroso, donde nunca se va a encontrar regularidad alguna. La teoría del "campo interconductual" solo tiene sentido sobre el papel pero no en la realidad. Es por eso que demanda tantos esfuerzos teóricos para hacerla viable.

Sólo confiando en la repetición de todas las condiciones sociales podríamos esperar la regularidad de una conducta, lo que en el contexto histórico y cultural del ser humano se hace imposible, pues nunca se repiten las mismas condiciones: las personas crecemos, envejecemos, aprendemos, las sociedades se transforman, el azar de la existencia social nos garantiza dinamismo constante. El modelo conductista se inspiró en un contexto experimental de laboratorio bajo condiciones controladas. Pero el mundo real y la vida humana están lejos de ese modelo. Por tanto, su utilidad como técnica de control conductual queda relegada, en el mejor de los casos, a sujetos individuales y a conductas sumamente restringidas, casi reactivas. No puede ir más allá y no han podido ir más allá. Por eso mismo, el conductismo jamás ha podido enunciar conocimientos científicos universales, principios o "leyes de la conducta humana", como lo anunció el cientificismo del siglo XIX. Todo lo que han hecho es patentar técnicas específicas de control para situaciones específicas. Nadie duda de su utilidad y valor, pero eso no es lo que estamos discutiendo acá. Esto deja en evidencia su falencia epistémica, pues no pueden constituirse en cuerpo de conocimientos universales de la nada. Por ello mismo siempre fue una isla o disciplina autista, ajena a la confrontación y verificación de sus enunciados y sin conexión con otras disciplinas. En su ansiedad por sobrevivir, no han dudado en abrazar otra propuesta cientificista, aunque se trate de algo diferente como la interconducta. Ahora han tenido que refugiarse en la meditación filosófica para saber lo que son o lo que pueden ser. Pero eso no los hace una filosofía, lamentablemente, por mucho que se sientan así.

Si bien durante el siglo XVIII la psicología escolástica separó cuerpo y mente, el conductismo no fue muy diferente, pues acabaron separando cuerpo y conducta, convencidos de que tenían sustento científico debido a que "la conducta es observable". Por ello, el conductismo hizo de la observación su principal fetiche metodológico. La vista se elevó así a la categoría de órgano rector en la edificación de la ciencia conductista, pues postulaban que la realidad -y hasta el conocimiento- llegaba desde afuera ya estructurado y simplemente impactaba en un cerebro pasivo. Debido a esto rechazaban las teorías y procuraban centrarse en los hechos experimentales puros, yendo al revés de la ciencia. En la ciencia, primero se hace una teoría observando la realidad natural, y luego se la somete a pruebas y confrontaciones con otros enfoques. En el conductismo solo se hacían experimentos controlados en laboratorio, y con eso les bastaba para enunciar sus afirmaciones, llenándose de especulaciones respecto de lo que sería la conducta humana.

Por otro lado, no se puede hablar propiamente de "conducta humana" si no apelamos a una interpretación adecuada de lo observado en una persona o sociedad, considerándolas dentro de su circunstancia individual y cultural. Sólo así podríamos hablar de una cierta clase de "conducta". Este es el enfoque de las ciencias sociales, humanas y culturales, cuya epistemología empezó a ser definida por Dilthey (1910) y Windelband (1924), entre muchos otros. Pero el conductismo se definió rápidamente como un naturalismo positivista, abrazó una metodología de colección de datos y recusó toda interpretación, sin advertir que la ciencia se basa en interpretaciones y verificaciones. El enfoque metodologista del conductismo orientado hacia animales y a la recolección de datos es opuesto al proceder científico. El requisito de la doctrina conductista reposa en la objetividad absoluta, entendida esta como "lo observable", sin conjeturas acerca de lo que el organismo quiere hacer. De modo que en realidad se refieren a lo que podemos observar como movimientos físicos de un organismo desde una perspectiva exterior, basados en el principio de causa-efecto. Otro absurdo contracientífico era asumir que el hombre debía ser igual que los demás animales, cuando todas las evidencias a la vista demuestran lo contrario. Esta pretensión implicaba desconocer el proceso evolutivo e histórico del ser humano, e incluso desconocer el desarrollo de su cerebro. Así pues, como se puede apreciar, el conductismo adolecía de graves deficiencias epistémicas de forma y de fondo. Nunca fue pues una ciencia. No podía serlo.

¿Qué era realmente el conductismo? ¿Una psicología sin mente? ¿Un naturalismo sin organismo? ¿Una física de movimientos animales? ¿Qué era? ¡Nadie lo sabía! Si fuera una ciencia, ¿qué clase de ciencia sería? ¿A qué nivel de la realidad y de la evolución dirigía su atención? ¿Con qué otras disciplinas científicas intercambiaba información y qué clase de información? ¿Con qué objeto trataba realmente? Por supuesto, todas estas inquietudes se reflejaban tan sólo al nivel de la filosofía de la ciencia, ya que los hechos socioculturales simplemente se dan como se dan, con todos sus errores, y las acciones humanas solo siguen acumulando material para configurar un túmulo cultural. Y el conductismo era netamente un producto sociocultural, movido por inquietudes socioculturales de moda. El conductismo fue un evidente error cultural norteamericano en la concepción e implantación de la psicología en moldes tomados de la biología inglesa, que luego adoptó formas retóricas cientificistas en busca de asumir la imagen de una profesión socialmente útil, convirtiéndose finalmente en una de las estafas intelectuales más grande de la historia de la humanidad, fuera del terreno religioso, claro está.


La objetividad conductista

Watson creía ingenuamente que bastaba con resignarse a lo observable para ser científico. De este modo hizo de la observación su principal fetiche metodológico, aunque nunca supo cómo es que llegaba a observar. Basados en el solo mito de la observación, los conductistas se han pasado la vida ufanándose de su "objetividad", pero esto se debe a un error de concepto respecto de lo que es la objetividad. El conductismo siempre ha confundido la objetividad con "lo observable y medible", una noción propia del siglo XIX. Aunque esta noción se mantuvo durante las primeras décadas del siglo pasado, sufrió un cambio definitivo en los años 30, gracias a los avances de la física que descubrió varias partículas y eventos que no son observables ni medibles. Y no por "limitaciones tecnológicas" como han dicho algunos conductistas sino por la naturaleza misma de la realidad a escala subatómica. De otro lado, Einstein cambió la ciencia física con su Teoría de la Relatividad, formulada sin hacer experimentos de ningún tipo y apelando tan sólo a la imaginación, es decir, sobre un escenario subjetivo de la realidad. Si se puede estudiar la curvatura del espaciotiempo no veo por qué no se podría estudiar la lógica del razonamiento. Todo esto transformó las viejas concepciones sobre el conocimiento científico, pero no llegaron a afectar al conductismo ya constituido. Por ello el conductismo ha permanecido hasta hoy creyendo en la fantasía de su objetividad por ocuparse de lo "observable y medible". Vamos a demostrar que ninguno de esos conceptos tiene sentido hoy.

Pongamos un simple ejemplo: la visión del color. Los colores sólo existen en la mente del ser humano, no existen en la "realidad objetiva exterior". Pero a pesar de que no existen en la "realidad objetiva exterior", los colores son observables. Entonces, ¿los colores existen o no existen? Si son observables, el conductista supone que existen en la realidad física, lo cual es falso. Los colores, al igual que los sonidos, sólo existen como fenómeno mental y forman parte de la construcción cognitiva de la realidad humana, junto a muchos otros elementos que solo existen en la mente humana. Ahora pongamos otro caso: la psicología, al igual que el conductismo, ha recogido conceptos de la calle, es decir, del vulgo. Al igual que el término "conducta", la psicología también recogió el término "personalidad" e "inteligencia", entre otros. Ambos son sólo conceptos. No son existentes reales. No hay nada en el mundo que sea una "personalidad" ni una "inteligencia". Sin embargo... ¡se miden! Y como las mediciones no son más que representaciones mentales de ciertas propiedades vinculadas a una escala, la conducta pasa también a ser el conteo de ciertas acciones visibles. ¿Y en dónde está finalmente la "conducta"? Pues sólo en la mente de un observador que mide.

Como vemos, ni lo observable ni lo medible son condiciones que puedan asegurarnos una objetividad. Ya es hora de que los conductistas superen esta noción equivocada. La objetividad tiene dos sentidos: uno es ontológico y el otro es epistémico. En el primer caso, quiere decir que lo que se tiene por objeto de estudio es un existente real, bien sea como entidad o como fenómeno; mientras que en el segundo caso, se entiende que el conocimiento logrado, no depende de creencias culturales. Pues bien, en ambos casos, el conductismo falla. Primero porque la conducta no es un existente real sino una noción de quien observa un organismo vivo, que es el existente real; y segundo, porque su saber es fabricado en base a las nociones culturales del cientificismo, del utilitarismo y del tecnologismo. Por el contrario, la psicología sí posee ambas objetividades, ya que los fenómenos mentales son reales, existen gracias a la actividad cerebral superior, siendo fenómenos propios de cualquier ser humano. Además porque su conocimiento está libre de influencias culturales. El conocimiento de cómo se perciben los colores, no responde a ningún condicionamiento cultural. Es, por tanto, un conocimiento objetivo de un fenómeno subjetivo. En adición, cabe agregar que en la psicología no existen doctrinas ni dogmas que seguir ni proclamar; su saber está permanentemente confrontado y validado por diversas disciplinas conexas, como las neurociencias. Así pues, como vemos, la psicología clásica es sumamente objetiva, en todos los sentidos. Mientras que el conductismo sólo tiene la ilusión de su objetividad fundada en sus mediciones y conteos.


El antimentalismo conductista

El primer producto netamente conductista no fue una teoría de la conducta, como cabría esperar, sino una rabiosa doctrina antimentalista. Fundada, por supuesto, en la confusión conceptual reinante en la cultura norteamericana respecto de la psicología y sus términos científicos. A pesar de declararse una ciencia, la conducta de los conductistas no resultaba tan científica, pues se dedicaron al desprestigio de la psicología clásica. Esto es algo que nunca ha ocurrido en la ciencia. Es una conducta más bien típica de sectas políticas y religiosas. Los conductistas confundieron a la psicología con esa "psicología teológica" que prevaleció en Norteamérica como antecedente inmediato, y cuyas nociones siguieron vivas. Luchaban contra unas concepciones muy distantes y distintas de los conceptos científicos manejados en Alemania o Rusia. Nunca tuvieron una idea clara de lo que era la psicología real, sus conceptos y problemas. A causa de toda esta confusión, el conductismo rechazó a la psicología, y se dedicó al desprestigio de la conciencia, tratando de imponer a la conducta, convencidos de que esta era observable y aquella no. Debido a sus falencias epistémicas y sus apuros utilitaristas, cayeron víctimas de una ilusión. Pese a todo, siempre hubo un halo de misterio en torno de la posición final del conductismo frente a la mente, pues unos la admitían y otros la negaban, mientras que otros, como Skinner, proponían su "reinterpretación" en términos de conducta observable. Es decir, trasladar cualquier concepto que hiciera referencia a un proceso interno, a términos de una conducta observable. Un recurso que provenía directamente del operacionalismo, pero que más allá de las ventajas metodológicas que ofrecía dentro de un experimento concreto, carecía de todo sentido y valor epistemológico.

Para entender el origen del antimentalismo conductista leamos a Watson hablando de la psicología clásica y de la conciencia:
"Habiendo recibido una formación experimentalista, el conductista entiende, además, que la creencia de que existe la conciencia se remonta a los antiguos días de la superstición y la magia. No obstante su progreso, la gran masa del pueblo ni aún hoy se ha distanciado mucho de la barbarie: quiere creer en la magia... Es increíble hasta qué punto la mayoría de nosotros está influida por un fondo salvaje. Pocos se libran de esa influencia. Estos conceptos —herencia de un temeroso pasado salvaje— han entorpecido enormemente el nacimiento y desarrollo de la psicología científica." (Watson, 1930).
“Tal dogma se encuentra en la psicología humana desde la más remota antigüedad. Nadie ha palpado nunca un alma, o la ha visto en un tubo de ensayo, o ha entrado de alguna manera en relación con ella, como puede hacerlo con los otros objetos de su experiencia diaria. A pesar de esto, dudar de su existencia involucra convertirse en hereje… Con el desarrollo de las ciencias físicas que sobrevino con el Renacimiento, esa asfixiante nebulosa del alma pudo disiparse en cierta medida. Era posible pensar en la astronomía, en los cuerpos celestes y sus movimientos, en la gravitación y fenómenos similares, sin aplicar el alma. Aunque los primeros hombres de ciencia fueron por lo general devotos cristianos, en sus tubos de ensayo empezaron a prescindir de ella. Empero, la psicología y la filosofía, ocupándose de objetos que consideraban inmateriales, encontraron muy difícil eludir el lenguaje de la Iglesia; de ahí que el concepto de mente o alma, como algo diverso del cuerpo, llegase en lo esencial casi intacto hasta las postrimerías del siglo diecinueve. Es indiscutible que, en 1879, Wundt, el verdadero padre de la psicología experimental, quería una psicología científica. Se desenvolvió en medio de una filosofía dualista del tipo más pronunciado. No pudo discriminar con claridad el camino de la solución del problema mente–cuerpo. Su psicología, que ha regido soberana hasta nuestros días, es necesariamente de transacción. Sustituyó el término alma por el de conciencia.” (Watson, 1930)
Como se aprecia en estas dos citas, queda en evidencia que Watson no tenía la más mínima idea de lo que es la conciencia. En todos sus textos confunde la conciencia con el alma. Incluso se da el lujo de acusar a Wundt de haber sustituido el concepto de alma por el de conciencia, fundado tan sólo en una inexcusable ignorancia. Está claro que Watson nunca supo lo que era la psicología ni de dónde procedía su carácter científico. Todo lo que buscaba era justificar de cualquier modo su técnica animalista en reemplazo de la psicología. Su lucha era contra las nociones religiosas de la psicología teológica norteamericana. Lo peor es que esta sería luego la principal argumentación de los seguidores del conductismo, entregados hasta hoy a una fanática guerra antimentalista. Muchos aun permanecen negando los procesos internos, empeñados en creer que la "causa" de la conducta está fuera del organismo. Probablemente ellos van al urinario solo porque hay un urinario. El conductismo nunca pudo tener una posición sólida y clara en contra de la conciencia. Los conductistas más modernos, conscientes del error cometido por Watson, dejaron de luchar contra el alma y se apoyaron en las tesis de Ryle para combatir el dualismo cartesiano, como si este aun fuera vigente. Hoy el dualismo es una tesis válida en la ciencia, pero no tiene nada que ver con las tesis de Descartes. Todo esto ha hecho que la comunicación con el conductismo resulte imposible, y que el conductismo siga sumido en sus dogmas antimentalistas y en su predilección por "lo observable".

Lo cierto es que la conciencia fue causa de controversia aún entre los propios conductistas. Pese al obstinado discurso antimentalista de Watson y Skinner, muchos tuvieron en cuenta los procesos mentales, como fue el caso de E. Tolman (1886-1959). Algunos conductistas ya no rechazan considerar el aspecto "mental" en sus modelos, aunque lo hagan con cierto sentimiento de aprehensión y usando cuidadosamente otro vocabulario, como si temieran caer en el pecado. Siempre escriben "conciencia" entre comillas, como si se pusieran guantes para manipular la palabra. Ahora se refieren a "hechos internos", aunque sólo sea para considerarlos como nuevas variables dentro de su mismo esquema metodológico. Tampoco podemos esperar más de ellos. De todos modos, no es nada raro encontrar aun en estos días, textos conductistas que siguen despotricando en contra de la mente y de la "psicología mentalista", a la cual consideran precientífica y pecadora. Por supuesto, siguen repitiendo los mismos desfasados argumentos de principios del siglo pasado, y hasta con la cita infaltable de Ryle. Lamentable porque toda esa discusión inútil no los ha conducido a ningún lado ni los ayuda de ningún modo para hacer más consistente sus propias tesis. Sin duda, "la mente" es un concepto muy útil del lenguaje, pues hace referencia a un elemento de la realidad subjetiva humana, al igual que muchas otras palabras, por ejemplo, "la música". No hay nada en el "mundo objetivo", físico y exterior, es decir, en el "mundo real y observable", que pueda llamarse "música". Sin embargo nadie ha puesto en tela de juicio la existencia de la música. ¿Por qué entonces el de "la mente"? ¿Si la música no existe en el "mundo real", dónde es que sí existe? Y no es sólo la música, son los colores, las voces, el calendario, la patria, etc. Hay un "lugar" en donde todos estos elementos existen plenamente para los seres humanos, y que no es el "mundo real" y objetivo. Así pues, las palabras no sólo designan cosas del "mundo real" sino también elementos que se configuran en la conciencia humana, y que son los mismos en todos los cerebros humanos, por lo que coincidimos en su designación. Lo que prueba que los elementos que forman parte del mundo de los humanos, y que afectan obviamente su conducta, no son siempre observables. Precisamente esa es la característica primordial de esta especie humana. Quiere decir que para los humanos, lo "real" no es exactamente lo que hay en el mundo objetivo exterior, pues incluso tales señales han sido transformadas por su cerebro. Lo que desea la psicología es ser una ciencia que explique de qué manera tales señales se transforman en el cerebro, y qué otros elementos subjetivos surgen en la conciencia humana para darle la noción de una realidad humana. En consecuencia, la psicología, a diferencia de la física (y del conductismo), no pretende descubrir la realidad del mundo exterior sino la realidad humana, aquella que se configura en su conciencia y a la cual responde como especie particular.

Desde luego, sería ridículo ignorar o negar tales elementos sólo porque no se observan, pero sí se experimentan y se confirman mediante la comunicación, aunque también puede decirse que se observan o se deducen desde sus construcciones y estructuras socioculturales. Por ejemplo, este texto se observa y se lee, y su interpretación puede producir adhesión o rechazo. Según Popper, un libro es "conocimiento objetivo" ya que se puede leer y discutir sobre él como sobre cualquier otro existente real. Casi toda la realidad humana es ya una realidad subjetiva que no podemos entender ni estudiar a la manera de una ciencia física. Además ¿qué valor supremo tiene la observación por encima de la experiencia? ¿No es acaso la observación, una experiencia más? ¿Acaso lo observado no cobra significado y valor en la conciencia? Hay, por tanto, una transformación interna de lo observado, evidente para cualquiera como experiencia. De modo que la experiencia va más allá de lo observado y, en consecuencia, adquiere mayor valor epistémico. Pero tratándose de una conducta ajena, la observación se halla todavía en obvia desventaja con respecto de la propia experiencia. Lo que se observa en un organismo vivo es como la punta de un iceberg. (Aunque un conductista, apelando siempre a la retórica, ha dicho como respuesta que lo que no se observa de un iceberg es más iceberg. Así es como defienden su doctrina: retóricamente). El nivel de lo observable en un organismo puede bastar para hacer una técnica de adiestramiento animal pero no para hacer ciencia. La ciencia tiene que ir, necesariamente, más allá de lo observable, buscando maneras de hacer evidente lo que, aún cuando no sea observable, resulta obvio. Lamentablemente el conductismo edificó su doctrina sobre el método experimental y observando animales, tratando luego de encajar a los humanos en sus esquemas, ignorando obstinadamente toda diferencia. Lo que podrían decir los conductistas es que nada de lo mental tiene sentido en su técnica, algo que sería muy comprensible. Pero han ido más allá, rechazando a la psicología y negando los procesos internos, como si siguieran una consigna y como si su sobrevivencia y credibilidad dependiera de esa negación.

Resulta paradójico además que por un lado los conductistas se empeñen tanto en una fanática negación de la mente, mientras que por otro, no hayan tenido ningún empacho para congeniar con ciertos conceptos tan burdos y huecos como el de "personalidad". Se han tomado incluso la molestia de abordar este nebuloso concepto del que nadie sabe qué es, ni en qué consiste, ni para qué sirve, ni dónde está. Peor aun, ni siquiera usaron su antimentalismo para refutar esa entelequia llamada "inteligencia". Tanto la personalidad como la inteligencia son constructos hipotéticos propios de la psicología pre científica del siglo XIX, que ingresaron intactos al siglo XX, y a los que luego se les sumó el gran mito de la "conducta". Un defecto de la psicología de fines del siglo XIX y principios del XX, fue dar cabida a diversos conceptos tomados del lenguaje cotidiano y hacerlos objeto de estudio. De este modo se generaron cantidades enormes de teorías de la personalidad y de la inteligencia, sin que nunca hayamos estado ni más cerca ni más lejos de saber lo que son. En contraste con esto, el conductismo apeló al concepto de "conducta" pero jamás elaboró una sola teoría. En el empeño por sostener alguna estructura teórica, los conductistas han generado nuevos conceptos ad hoc tales como "disposiciones" e "historia interconductual". ¿Qué cosa es una disposición concretamente? ¿Son emociones, intereses, tendencias, gustos? ¿Dónde están? ¿Qué forma tienen? ¿Cómo actúan? ¿Cómo se almacena la historia interconductual? ¿Es memoria? ¿Qué clase de memoria? ¿Cómo hace patente su influencia? La manera más fácil de reconocer a las pseudociencias es por su tendencia a generar conceptos ad hoc, que sólo sirven para sostener su doctrina, que también es una doctrina ad hoc, desarrollada sobre un objeto ad hoc. Otra característica de las pseudociencias es emplear nombres especiales para conceptos cotidianos. Por ejemplo, la "historia interconductual" es tan sólo un término tecnicista que se refiere a lo que todo el mundo conoce como "experiencia". Así de simple. Los conductistas tampoco se han ocupado seriamente del concepto de "conducta", pues nunca estuvo claro qué era eso. Para Watson era todo lo que hace una persona, incluyendo pensar; para Skinner era todo lo que uno ve que el otro hace (fantasía del observador); para otros eran acciones medibles y específicas de acuerdo a los ajustes del método (Bayés, 1978), para otros son las relaciones físicas de objetos físicos (ya no cuerpos ni organismos) (Roca i Balach, 2004). A esto hay que sumarle ahora el nuevo concepto de "interconducta". Como se ve, se trata de una maraña de conceptos ad hoc inventados esforzadamente para sostener un castillo teórico, o mejor dicho: retórico.


La aparición de Skinner

Si bien la primera revolución científica estuvo a cargo de la biología, a fines del siglo XIX, tras la publicación de la Teoría de la Evolución y la consagración del naturalismo y sus métodos, la segunda revolución científica estuvo a cargo de la física durante el primer cuarto del siglo XX. Sus descubrimientos transformaron todas las nociones establecidas hasta entonces sobre la ciencia y el conocimiento científico. Los escenarios de la física moderna se ubicaron más allá de los cuerpos observables, de las posibilidades experimentales y de las mediciones exactas. Guiados únicamente por la reflexión teórica sobre representaciones subjetivas de la realidad, sin depender de principios metodológicos, la física moderna construyó una nueva estructura epistémica para la ciencia. Paralelamente la tecnología también logró construir ingenios programables que se conducían con aparente autonomía, siguiendo programas en su memoria, y empezó a discutirse sobre la posibilidad de generar inteligencia artificial, es decir, construir máquinas que pudiesen aprender. Sin embargo las modernas concepciones del conocimiento científico del siglo XX nunca llegaron a afectar al conductismo que permaneció anclada como una doctrina del siglo XIX, sumido en sus nociones propias del naturalismo y en su dependencia absoluta del método experimental sobre animales. Algunos alcanzaron a incorporar ciertos enfoques iniciales de la física, como las teorías de campo. Así fue como Kurt Lewin y J. R. Kantor elaboraron sus propias teorías de campo. Si bien Kantor publicó su tesis del "campo interconductual" en 1927, sus ideas puede leerse ya en sus primeras publicaciones desde 1919. Pero por ahora hablemos de Burrhus Frederic Skinner.

B. F. Skinner es un caso muy curioso de mito pseudocientífico generado por una cultura alienada. Fabricó toda una ciencia alrededor de un sólo concepto: el refuerzo. Fundó su éxito en la exhibición de sus habilidades como domador de ratas y palomas. Si su teoría era pobre, su modelo experimental era sumamente simple. Sin embargo poseía grandes dotes para comunicarse con eficacia en la nueva era de los medios. Por ello su éxito no se debió a sus aportes científicos ni la aceptación de sus tesis por parte de la comunidad científica, sino por el encantamiento de las masas y el interés de los medios en sus artilugios. Sus curiosos aparatos deleitaron a la multitud. ¡Hasta tenía palomas que jugaban pin-pon! Cuando Skinner saltó a la fama y presentó su modelo naturalista del siglo XIX, el mundo ya estaba a la mitad del siglo XX y la ciencia había cambiado casi todos sus conceptos. Luego las neurociencias probarían que el condicionamiento operante de Skinner se basaba exactamente en los mismos principios de la asociación nerviosa descrita por Pavlov medio siglo atrás. El conductismo de Skinner fue edificado completamente sobre los andamiajes del cientificismo del siglo XIX, ajeno a todos los cambios que había sufrido la ciencia y la filosofía de la ciencia en la primera mitad del siglo XX. Por ello, los conductistas nunca se enteraron de la gran diferencia que hay entre estudiar un hecho natural y un hecho humano, entre estudiar animales en un ambiente artificial de laboratorio y estudiar personas en medio de una cultura, entre estudiar un mero concepto y estudiar organismos y sus procesos reales, y entre asumir estímulos como entrada y asumir información. Todo el conductismo de Skinner permaneció anclado en las concepciones del naturalismo del siglo XIX.

El conductismo realmente no fue nada hasta que saltó a la fama B. F. Skinner. (Incluso podríamos afirmar hoy que el conductismo nunca fue nada más allá de lo que significó Skinner). Esto ocurrió recién en el año 1945, cuando la revista femenina Ladies's Home Journal se ocupó de un invento de Skinner conocido como "la cuna de aire". Para entonces Skinner ya había publicado en 1938 su libro "La conducta de los organismos". Un título exagerado si consideramos que sólo había trabajado con ratas durante su primer año de empleo. (Recordemos que Darwin estudió diversas especies por todo el mundo y luego se tomó más de veinte años de reflexión antes de publicar su teoría). Skinner se había incorporado como investigador al laboratorio de la Universidad de Harvard en 1936 y de inmediato produjo su primer libro. El título pretencioso de este libro ya anticipaba lo que sería el estilo retórico de Skinner a lo largo de su carrera. Aunque este libro pasó totalmente inadvertido en el mundo académico, años más tarde los seguidores de Skinner lo rescatarían del olvido para elevarlo a la categoría de Biblia. De hecho, Skinner solo empezó a hacerse conocido con la publicidad que recibió su "cuna de aire". A partir de entonces no dejaría de llamar la atención de los medios con sus curiosos artefactos y sus animales amaestrados. En esos días había terminado su primera novela titulada "Walden Dos", pero no encontró quién quisiera publicarla hasta 1948, ya en plena posguerra. El mundo estaba en ruinas: casi toda Europa, Rusia y el Japón estaban destruidos, y con su actividad académica y científica suspendida o dispersada. EEUU era el único país del mundo civilizado que estaba intacto, donde aun había actividad científica y literaria, y contaba con la única industria editorial en pleno funcionamiento. Allí es justo cuando aparece Skinner. A esto hay que añadirle el ambiente de euforia que vivían los norteamericanos luego de ganar la Segunda Guerra Mundial con sus bombas atómicas. La valoración de los norteamericanos por sí mismos y por sus producciones tecnológicas se elevó a niveles superlativos, reforzando aun más su interés y aprecio por la tecnología y por todo lo que se pareciera a la ciencia. Fue el renacer de un nuevo cientificismo. En aquel entonces, EEUU era el único país del mundo donde se hacía ciencia, tecnología y publicaciones. No tenía competencia. Esto incrementó su poder y, sobre todo, su influencia directa en Latinoamérica. Y fue justamente en ese momento histórico cuando apareció Skinner y se convirtió en una celebridad cercana a un Dios.

Fue la novela "Walden Dos" la que le abrió a Skinner las puertas del éxito editorial y de la fama, pues llamó mucho la atención de un público amante de la libertad, frente a lo que significaba su propuesta de una sociedad controlada científicamente, justo cuando su nación acababa de derrotar a los nazis, y se enfrentaba al modelo de controlismo estatal del comunismo soviético. Debido a esto Skinner generó un gran interés y preocupación. Por tanto, como una continuación de su novela, Skinner escribió otro libro en el que trataba de explicar mejor sus ideas acerca de la ciencia y su papel en el control de la conducta y de la sociedad. Esta vez se llamó "Ciencia y conducta humana" (1951). Aunque a decir verdad, no tenía nada de ciencia, pues no pasaba de ser una interesante colección de audaces afirmaciones sin ningún sustento científico. El título, una vez más, era puro merchandizing. Lo que había hecho Skinner era proclamar una serie de especulaciones seudocientíficas alrededor del comportamiento humano, casi en la misma línea de Watson, asegurando que no existía ninguna mente interior. Todas esas afirmaciones sirvieron para formar una secta de creyentes fanáticos, los que empezaron a seguirlo con admiración y a edificar el gran mito de Skinner. Si Watson generó una secta antimentalista, Skinner la reforzó con una secta cientificista. Su imagen de científico vinculado a un laboratorio repleto de artilugios, y sus logros sobre la conducta de sus animales, fueron la clave de su éxito. La espectacularidad de su propuesta sobre una sociedad controlada por la ciencia, narrada en su novela y descrita luego como una doctrina en su segundo libro, desató una ola de entusiasmo cientificista. El toque de suerte fue que apareció en el momento justo, cuando la sociedad norteamericana estaba impactada por el papel que la ciencia y la tecnología jugaron en la Segunda Guerra Mundial, y que tenían en sus vidas en esos mismos días de la posguerra. Nunca una doctrina coincidió tanto con el momento histórico de su sociedad, y por ello los americanos la sintieron tan real y cercana, pese a sus descabelladas ideas.

Aquí es donde se abre la brecha entre la cultura y la ciencia. El peso de la cultura constituida como un conjunto de creencias que no solo orienta las concepciones científicas sino que trata de imponerse a la ciencia y reemplazarla, se inicia con el conductismo de Skinner. Sus ideas alimentaron un cientificismo militante que desembocó en un gran club de fans. Sus apariciones públicas con exhibiciones espectaculares de sus logros sobre el comportamiento de ratas y palomas, confundieron el arte del amaestramiento animal con la psicología y con la ciencia. La imaginación del público y de los estudiantes se desbordó: creyeron que todas esas proezas de Skinner sobre los animales eran pruebas palpables de que la conducta se podía controlar "científicamente". La fama de Skinner creció como la espuma y llegó a hacerse tan famoso como una estrella de cine, apareciendo incluso en la televisión. Como la mega estrella mediática que era, Skinner desató una verdadera fiebre experimental con animales en los psicólogos americanos, al punto en que casi todos se dedicaron a amaestrar animales. Los congresos de la APA se parecían a un circo donde todos iban a mostrar los nuevos trucos que habían aprendido sus animales (Cronbach, 1957). Así de irracional era la "psicología científica" norteamericana en las décadas de los 50 y 60 del siglo XX. Para colmo, al frente tenían el circo del humanismo, en donde también se cobijaron toda clase de malabaristas y sanadores (Yalom, 1980).

Entre las más categóricas y discutidas afirmaciones de Skinner estaba, por ejemplo, que el hombre carecía de libre albedrío y que su conducta estaba totalmente condicionada por el medio. La necesidad de Skinner para hacer esta afirmación tan radical provenía de su enfoque mecánico de la conducta, pues su técnica se fundaba en la manipulación del ambiente para conseguir conductas deseadas, lo cual sólo podría concebirse si se considera a la conducta como totalmente determinada desde afuera, y asumiendo que dentro del animal no ocurre nada (salvo el refuerzo). Tal posición era en realidad un condicionamiento de su propio modelo, ya que este se basaba exclusivamente en la observación de factores externos y nada más que en eso. Incluso podríamos admitir que este es el enfoque natural de cualquier amaestrador de animales. Por tanto, era una autolimitación absurda que Skinner se había impuesto a sí mismo como un principio para su modelo. Esta posición caprichosa y totalmente arbitraria se volvió la base fundamental del credo conductista, a pesar de no tener ningún sustento científico. Así se generó una doctrina dogmática a partir de un simple capricho. Querían trabajar así y declararon que la realidad era así. Pero obviamente la realidad no es así: los organismos no son piedras reactivas, son pequeños universos donde ocurren muchas cosas. Todavía no entendemos por qué Skinner tuvo que asumir una limitación tan absurda y tan abiertamente irracional. La única explicación es que estuviera copiando el modelo explicativo de la física (sugerido por Watson y desarrollado teóricamente por Kantor), es decir, la relación causa-efecto de los cuerpos inertes, sin interesarse en lo absoluto por las implicancias epistémicas de emplearlo en la explicación del accionar de los organismos, pues tratándose de sistemas autónomos, se hace lógicamente imposible formular "leyes universales de la conducta", basados únicamente en el establecimiento de una relación de causa-efecto, en virtud de la observación exclusiva de condiciones externas. Definitivamente hay un claro error epistémico en esa pretensión.

El simple establecimiento de una relación causa-efecto no implica necesariamente una argumentación científica, se tiene que ir más allá, hacia la explicación final de esta relación, para lo cual se debe incursionar dentro del organismo o de las propiedades del cuerpo o elementos implicados en dicha relación. La relación causa-efecto fue también la base de la superstición, es decir, la vinculación de una circunstancia con lo que le pasa a uno. El cientificismo conductista se montó sobre la creencia de que el "método científico" llevaba a descubrir la relación causa-efecto, que luego permitiría enunciar una "ley universal" que, a su vez, facilitaría "predecir y controlar" la conducta humana. Todo esto, obviamente, fundado en la creencia de que la realidad es homogénea, repetitiva y constante, que los seres humanos son mecanismos iguales siguiendo vidas idénticas en un mundo estable, sin ninguna posibilidad de razonamiento propio ni autonomía ni libertad, al igual que las vacas en una dehesa.

Si bien la técnica de Skinner, aun con todos sus defectos epistémicos, podía funcionar relativamente bien con ratas y palomas, la mayor parte del tiempo y en tareas muy concretas, era sumamente iluso pensar que ese mismo modelo podía proyectarse a los seres humanos, en toda la magnitud de su comportamiento social. Los hombres podemos decidir mediante el juicio, que es un procesamiento de información, un evento interno mucho más complejo que el simple manejo de estímulos externos. Pero esto era incomprensible en el escenario simplista en el que se movía el enfoque conductista, basado en la sola observación de dos variables, mágicamente aisladas y sin vinculación con el resto del universo. Aunque Skinner había experimentado únicamente con ratas y palomas, en experimentos muy concretos, no tenía ningún reparo en hablar de la conducta humana en general, sintiéndose una autoridad en el tema. No sabemos qué le daba tal autoridad. Simplemente se empeñó en extender su pequeño descubrimiento del condicionamiento operante a todo el universo de los seres vivos, incluyendo humanos, sin ninguna distinción, edificando una biblia de creencias seudocientíficas. Ni siquiera cuando se aventuró a explicar la conducta verbal de los humanos, o su conducta guiada por reglas, pudo desprenderse de aquel esquema elemental de estímulo y reforzamiento que era todo su universo conceptual. Cualquier cosa era convenientemente acomodado a ese esquema. Es decir, la cuestión para Skinner no era ir a descubrir la verdad sino cómo explicar los hechos empleando su modelo. Era la formulita con que lo explicaba todo, absolutamente todo. Incluso propuso su condicionamiento operante como la explicación que le faltaba a la teoría de la evolución de las especies. Algo que fue rápidamente desmentido por la ciencia, pues los animales no tienen tanto tiempo en sus vidas para obtener sus conductas por reforzamiento, tampoco es posible lograr refuerzos parciales y aproximativos hacia conductas exitosas, etc. (Dennett, 1969). Es decir, bajo un análisis científico el enfoque de Skinner simplemente se desmoronaba como un castillo de naipes.

Skinner estaba convencido de que ya había descubierto la clave que abría todos los misterios de la conducta animal, a cualquier escala, y llenaba libros enteros con sus creencias. Hay que reconocer que tenía una gran elocuencia, y además sus lectores ya estaban predispuestos a aceptarlo todo, y esperaban aun más de él. Eso hizo que su radicalismo se reforzara. Ya no estaba dispuesto a aprender sino a imponerle al mundo sus creencias. Era un sujeto arrogante y testarudo que se sentía por encima de toda crítica. No respondía a sus críticos y afirmaba que todos ellos simplemente no habían entendido nada del conductismo, pese a la talla intelectual que tenían. Aseguraba que la ciencia era siempre mal entendida. Esa fue su trinchera defensiva.

Semejante ambiente provocó duras críticas a toda la psicología en general, pues toda ella se vio injustamente afectada, aunque las opiniones más negativas se dirigieron al conductismo de Skinner en particular (Chomski, 1959; Taylor, 1964; Dennett, 1969; etc.). Afortunadamente, este extravío de la racionalidad y el panorama de crisis general de la psicología, no se vivió en otros lugares como Rusia, en donde la psicología nunca fue improvisada ni tuvo los apremios comerciales de EEUU. La psicología supo mantenerse firme ante los embates del naturalismo promovidos por verdaderos científicos de la talla de Pavlov, Setchenov y Luria. La psicología rusa, representada en los años 30 por Vygotski, tenía claro que los retos de la psicología estaban en los campos de la conciencia, el subconsciente y los procesos cognitivos, tanto individuales como socioculturales. Así lo ratificarían luego las macizas obras de Leontiev y Rubinstein, justamente en la misma época del apogeo conductista en Norteamérica. Adicionalmente, una nueva legión de autores europeos asentados en los EEUU por causas de la Segunda Guerra Mundial, y que habían sido formados en la fenomenología y en la novedosa filosofía existencial, pronto dieron cuenta del conductismo al mostrar la verdadera naturaleza del ser humano, descartando definitivamente las afirmaciones de Skinner basadas en un primitivo naturalismo animalista y en un mecanicismo extremo. Lentamente se reconstruyeron las nociones de lo que debía entenderse por "ser humano" como fenómeno vital distintivo, trascendental y único. Así fue como se inició la recuperación de la psicología en los EEUU, pero al mismo tiempo fue el inicio de las actividades de un conductismo militante. El conductismo adoptó las formas de una secta fanática empeñada en salvar a toda costa su credo. Para ello difundieron toda clase de embustes y falacias contra la conciencia y la psicología, edificaron un andamiaje de retórica pseudocientífica, y la cultura occidental se llenó de mitos alrededor del conductsmo. Mitos y falacias que todavía se publican hoy.

Para enfrentar la creciente ola de críticas y condenas que recibió su ciencia animalista y mecánica, Skinner se vio obligado a publicar sus últimos libros tan sólo para defender sus postulados tercamente. Así salió a la luz "Más allá de la libertad y la dignidad" (1971) y "Sobre el conductismo" (1974). Fueron sus últimos libros, aunque luego se publicarían sus notas, artículos y otras cosas relacionadas a él. Lo cierto es que ni en esos libros pudo responder a las diversas críticas que se le hacían a su modelo y a sus desaforadas ideas. En el primer libro se defendió de los humanistas proponiendo su técnica como una herramienta para moldear culturas más humanas. Pensaba que la misma técnica con que amaestraba a sus ratas, podía ser usada para moldear toda una cultura. En su último libro tuvo la osadía de plantear el conductismo como una filosofía. Esta filosofía intentaría dilucidar si una "ciencia de la conducta" era viable. Plantea como cuestión fundamental revelar el porqué las personas hacen lo que hacen. Difícilmente la ciencia podría ocuparse de esto, ya que las personas hacemos muchas cosas en diversas circunstancias y por distintas razones. Tampoco es una cuestión que le interese a ninguna filosofía. Además ya era tarde para todo eso pues el mito del conductismo había sido generado y ya había una secta de fanáticos predicando la doctrina. Pese a todo, los nuevos conductistas hicieron algo más fácil que generar una filosofía: se fueron en busca de Kantor para hacer de su complicada teoría la nueva filosofía conductista. De este modo acabaron con el modelo de Skinner en una mano y el de Kantor en la otra, sin saber qué doctrina seguir. La solución al dilema fue nuevamente salomónico: se declararon una filosofía. Hay que tener mucha amplitud mental para admitir lo que los conductistas pretender ser hoy, pues se presentan como una "corriente de pensamiento" armada de una curiosa estructura que incluye técnicas y doctrinas de la conducta. Es decir, una amalgama de todo lo que hay alrededor del concepto de conducta. Desde mi punto de vista, el conductismo (o interconductsmo, como quieren llamarse ahora) es un producto sociocultural de mucho interés como objeto de estudio para la antropología cultural. Es una curiosidad histórica, una paradoja de la humanidad.

Finalmente la imagen de Skinner quedaría vinculada para siempre a una caja con una rata adentro. Esa fue la lamentable imagen de la "psicología científica" norteamericana. Unos años después, poco antes de morir, en su último artículo Skinner se preguntaba amargamente por la causa de su fracaso, convencido aun de que estaba a la altura de Darwin y de que el condicionamiento operante era la clave del universo.
"Por ello es difícil entender por qué el condicionamiento operante no ha atraído una mayor atención… El análisis del comportamiento es la más reciente de las tres ciencias (la teoría de la selección natural, la evolución de las especies y el análisis del comportamiento) pero la inmadurez no explica por qué ha sido desdeñada tan a menudo. Una explicación mejor podría ser que su campo había sido ocupado durante mucho tiempo por esa extraordinariamente intrigante teoría de una mente o de un sí mismo de origen interno." (Skinner, 1989)
Durante décadas, Skinner estuvo dedicado a la fabricación de ingeniosos artilugios, con el propósito de realizar una y otra vez sus experimentos destinados a demostrar por todas las formas posibles, la validez de su esquema condición-estímulo-conducta-contingencia-refuerzo. Parece que Skinner mismo resultó condicionado con el éxito de sus experimentos. Su proceder era inverso al de la ciencia. Las teorías científicas surgen a partir de un profundo estudio de la realidad tal cual, analizando las evidencias directas y sin prejuicios como "no existe ninguna mente". Luego los postulados de la teoría se someten a la crítica y las pruebas. Solo mucho tiempo después de haber superado las críticas y las pruebas factibles, es que una teoría científica se admite. Skinner y los conductistas montaban experimentos artificiales con animales, escrupulosamente controlados, y luego pretendían extraer conclusiones universales incluso para la conducta de los humanos. No podemos fundar un conocimiento científico en procesos artificiales, creados por uno mismo para probar lo que queremos probar. Tampoco hace falta apelar a experimentos artificiales si podemos observar directamente la realidad. Así fue como se hizo la ciencia naturalista. Así fue como Darwin llegó a sus conclusiones acertadas. 

Cuando el conductismo abrazó el empirismo junto al método naturalista, dejó en claro cuál era su limitación; cuando proclamó su objetivismo, señaló que se conformaba tan sólo con una porción de la verdad; cuando asumió una ideología de base, no pudo evitar caer en el sectarismo, sujetando su accionar y razonar a las creencias dogmáticas establecidas por sus profetas. Aferrados a su objetivismo absoluto, acabaron siendo los ilusionistas de la verdad. Entregados a su proceder metodológico fueron víctimas de su propio modelo, al quedar reducidos a un intrascendente espacio de acción. Por último, abrazados dogmáticamente a sus doctrinas, quedaron de espaldas a las demás ciencias y hasta despreciaron el avance general de la ciencia. Con ese magro perfil, el conductismo estaba realmente incapacitado para hacer ciencia y psicología, e impedido de abordar los escenarios complejos del ser humano, sus facultades exclusivas, sus sociedades y su cultura, por lo que no pudo hacer más que llenarse de afirmaciones extravagantes y seudocientíficas.

Al estudiar la historia de la psicología norteamericana, Gary Hatfield (2002) escribe lo siguiente: "Although behaviorism became strong or even dominant in the period 1920-1960, it by no means was able to stamp out the study of cognition and perception in American psychology". Los formatos conductistas realmente útiles, tuvieron que desarrollarse después, y estuvieron muy alejados de las concepciones del conductismo de Skinner. Más aun, los psicólogos de los 70 voltearon la tortilla conductista y concibieron la conducta como un producto exclusivo de factores internos. Si bien siguieron empleando el término "conducta" porque era el concepto cultural de moda, estos psicólogos "neoconductistas" dejaron atrás los dogmas del conductismo: objetivismo, fisicalismo, determinismo externalista, empirismo animalista, etc. Así fue como paulatinamente empezó a desaparecer el conductismo primitivo, y la psicología norteamericana empezó a ingresar en la era de la psicología real, es decir, en una psicología ocupada de los problemas milenarios que habían sido definidos por los griegos, 2500 años antes. Sin embargo, cabe añadir que lo peor del conductismo primitivo no fue que se desviara de los problemas reales de la psicología, sino que nació para servir al mercado, y esa es la tarea más envilecedora que ha existido jamás sobre la faz de la Tierra. Al revisar la historia de la psicología norteamericana, Sigmund Koch (1963) plasmaría una frase categórica:
"La esperanza de una psicología científica se confundió con el hecho de proclamar una psicología científica. En adelante, todo lo que siguió puede ser visto como una tarea ritualista en busca de emular las formas de la ciencia, tan sólo para obtener la ilusión de que ya era una ciencia".

Consecuencias del conductismo

A partir del mal ejemplo conductista, cualquier cosa habría de ser factible como psicología en el escenario de los EEUU. Era inútil esperar, ya no digamos cultura y formación epistémica, sino apenas coherencia lógica y racionalidad en las propuestas. Aparecieron muchos fundando su propia psicología, incluyendo, desde luego, otras psicologías científicas. Probablemente el último de estos extravagantes casos sea el del Sr. Rubén Feldman-González y su psicología holokinética, fundada supuestamente sobre la física cuántica (?). Así que Watson no fue más que el primer personaje folklórico en inventar su propia psicología, porque luego la lista sería enorme. Se desató un verdadero delirio de propuestas de nuevas psicologías, las que empezaron a crecer como hongos en el prado, todas ellas escudadas en la ciencia y la técnica, pero interesadas más en los negocios que en el saber. Las diversas especies "psicológicas" en aparecer, irían desde el Análisis Transaccional hasta la Programación Neurolingüística, orientadas todas al análisis de la conducta y las técnicas de control, rodeadas siempre de fabulosas promesas de efectividad. Por desgracia para estos proyectos, ninguno tuvo un autor tan mediático como Skinner, y las nuevas circunstancias históricas tampoco los favorecieron. Pero ya era la época del "hágalo usted mismo", y muchos aprovecharon esto. De este modo se inició el interminable negocio de las "psicoterapias", ya sean conductuales, mentales, espirituales, sociales, etc. Varios iluminados fundaron su propia psicología personal, con su propia doctrina y su grey de seguidores fanáticos proclamando la verdad de su ciencia. Las doctrinas se fundaban en las mismas creencias cientificistas o de otros tipos como el filosófico-oriental, espiritualista-ocultista, interaccionista, bioenergético, comunicante, emocional, socioefectivo y muchísimas otras cosas. Además de la "ciencia útil", se predicó también a favor de la "ciencia fácil", al alcance de todos. La psicología norteamericana se convirtió en un verdadero mercadillo de ofertas psicológicas disputándose el tratamiento de los problemas de la gente. Luego se sumaría el interminable alud de textos de autoayuda, convencimiento y potenciación del pensamiento, empleadas por vendedores, publicistas y hombres de negocio. En todo ese mercado persa de las psicoterapias, el conductismo trató de sacar ventajas de dos maneras: primero, adueñándose del rótulo "psicología científica"; y segundo, mostrando sus cifras de efectividad. Ya nadie sabía lo que era la psicología, pues hasta su definición se había trastocado en los textos, y se inició la discusión sobre su objeto de estudio. Para la gran mayoría, la psicología era una práctica de ayuda al prójimo. Así se impuso la lógica de "si funciona, vale".

Por otro lado, una gran cantidad de psicólogos norteamericanos adscritos al enfoque conductista, dieron inicio a una gran época de investigaciones en torno al aprendizaje y la conducta, fundados en el enfoque empirista y animalista propuesto como paradigma. Al cabo de medio siglo de fatigoso trabajo, nadie pudo formular una sola ley universal del aprendizaje humano. Lo único que lograron fue acumular una incalculable cantidad de datos que no podían ser interpretados de manera coherente, y una gran cantidad de escritos que nunca dejaron de estar afectadas por un halo de vaguedad y circularidad. Ese tipo de investigación fue duramente recusada por la filosofía de la ciencia y corrió a cargo, principalmente, de Toulmin (1960) y de Kaplan (1964). Uno de los últimos libros críticos y ampliamente analíticos del conductismo es el de John A. Mill (2000) "Control: A History of Behavioral Psychology".

La consecuencia más funesta de todo lo acontecido, fue que este desastre de la psicología norteamericana, acabó reflejado exactamente igual en las universidades latinoamericanas, y de otros lugares hasta donde llega la influencia de la cultura norteamericana, provocando varias generaciones de psicólogos confusos, que terminaron divagando con una mezcolanza atroz de psicoanálisis, conductismo, psicometría y varias corrientes humanistas, pues todo eso estaba -y aun está- incorporado en el currículo académico de la psicología. Es decir, ya ni en las universidades sabían qué era la psicología, y acabaron enseñando de todo, por las dudas. El caos se había generalizado e institucionalizado. Los supuestos epistemólogos de la psicología, se limitaron a declarar que la psicología era un "campo multiparadigmático". Eufemismo elegido para convalidar el caos teórico.


Desarrollos posteriores


Después de la resonante irrupción mediática de Skinner en el escenario de la psicología norteamericana, la siguiente etapa del conductismo se desarrolló a mediados de los 60. En esta época varios personajes intentaron aplicar los principios del conductismo en la vida real, es decir, en el tratamiento de personas. Como ya hemos señalado, el ambiente cultural estaba dominado por una reñida competencia de modelos terapéuticos. A diferencia de la psicología que se desarrolló en otros lugares del mundo, como Alemania y Rusia, en donde la preocupación estaba centrada en el descubrimiento de los fenómenos psicológicos y su explicación científica, la psicología norteamericana se desarrollaba netamente en el escenario del mercado terapéutico. Sus intereses, por tanto, eran otros. La nueva generación de autores, intentó poner en práctica el conductismo, y se vio en la necesidad de desarrollar formas adecuadas para el tratamiento de pacientes. Desde luego, este escenario era completamente diferente al laboratorio de Skinner, con sus ratas y palomas. Es entonces cuando el conductismo inicia su inevitable viaje a la extinción, pues la complejidad del escenario humano era inmanejable con la doctrina definida por Skinner. Los mejores intentos por adecuar un enfoque conductista en el tratamiento de pacientes acabaron desarrollando nuevos modelos. Este fue el caso de Arthur W. Staats (1963), por ejemplo, quien desarrolló lo que se conoce ahora como Análisis de la Conducta, en un esfuerzo por ampliar la descripción operacional y acumulativa de Skinner.

La propuesta teórica de Staats, orientada a seres humanos, se conoció como "conductismo social" y fue un verdadero avance, pues convirtió los formatos animales de Skinner en una propuesta que ya tenía un aspecto mucho más psicológico; razón por la cual, su propuesta es conocida también como "conductismo psicológico". Sólo en este nivel podría admitirse que tal conductismo pudiera ser una forma de psicología, pero no antes. Esta nueva generación de psicólogos enfocados en los seres humanos, se dio cuenta de que, a diferencia de lo que podría ocurrir con las ratas de Skinner, las personas no son influenciadas directamente por el ambiente sino por la conciencia de una situación que define su circunstancia particular. (Cosa que tal vez ocurra incluso con las ratas a un nivel menos significativo). El nuevo formato conductista amplió los conceptos integrando elementos propios de procesos internos. De este modo, los siguientes autores que usaron este modelo, como fue el caso de Albert Bandura (1974), no tuvieron ningún inconveniente en introducir nociones como atención, memoria, juicio, etc., además de incorporar al ambiente cultural como un importante factor. Estos modelos de los 70, aunque todavía giraban en torno al concepto limitante de "conducta", pues era el concepto cultural que aun se empleaba, mostraron un enfoque radicalmente distinto. Por ejemplo, las nociones pasaron de considerar el simple "ambiente natural" a interesarse por un moderno y complejo "ambiente cultural", de la perspectiva simplista de una respuesta a un estímulo se pasó a un intercambio productivo con el medio y a la modificación activa del entorno, de los simples estímulos físicos y directos se progresó a estímulos complejos culturales, generados por ideas y creencias, etc.

Como consecuencia de todos estos nuevos conceptos, poco a poco, la doctrina conductista se fue diluyendo hasta desaparecer disimuladamente, a medida que los nuevos enfoques prestaban mayor atención a los procesos internos y a los factores culturales. Finalmente a este modelo se le llamó cognitivo-conductual para identificar un claro período de transición, pero lo cierto es que tales propuestas tuvieron muy poco de aquel conductismo animalista, externalista y objetivista que reinó hasta fines de los 60. Al final de los 80 sólo quedó una psicología cognitiva, como una consecuencia inevitable y natural del avance del conocimiento y de los cambios culturales promovidos por la ciencia. Así fue como, finalmente, la psicología norteamericana recuperó el camino perdido y volvió a los verdaderos escenarios de la psicología. Aunque siempre hubo rezagos y núcleos de conductistas fundamentalistas predicando los viejos enfoques. Todavía hoy podemos apreciar segmentos de fanáticos proclamando el conductismo anacrónico de Skinner y, peor aun, tratando de resucitar a Kantor.

En la historia del conductismo habría que señalar una prehistoria, donde se ubica Thorndike, el primer autor americano derivado de la experimentación en animales. No debemos mencionar a Pavlov porque este señor no tuvo ninguna responsabilidad en la aparición del conductismo americano. La fundación formal del conductismo le pertenece por derecho propio a Watson, aunque este tampoco lo inventó. Tan sólo le corresponde el coraje de haber rechazado a la psicología para defender el conductismo que ya era una triste realidad en Norteamerica. La primera etapa propiamente conductista se inicia en los años 20, llegando hasta fines de los 50. Es la época de Kantor, Tolman, Hull y Skinner, en ese orden de aparición. La siguiente etapa es todavía más amplia y abigarrada, se inicia a mediados de los 60 y se van diluyendo lentamente hasta fines de los 70, debido básicamente a que los postulados del conductismo perdieron todo su sentido en el escenario de la realidad humana, y los nuevos modelos fueron incursionando cada vez más en aspectos cognitivos, individuales y sociales, contrarios a la doctrina conductista. Aun así, los seguidores del conductismo proclaman como "conductistas" a varios autores que desarrollaron propuestas sumamente amplias y muy alejadas de las tesis conductistas, tales como Albert Ellis y Arnold Lazarus, que francamente no tienen nada de conductistas, tal como se entiende hoy este término. En buena cuenta, lo cierto es que los estrechos cauces originales del conductismo se rompieron para dar lugar a una gran variedad de enfoques, muchos de los cuales tenían apenas una débil reminiscencia de conductismo, ya que eran fundamentalmente cognitivos o de otra índole. Tal es el caso de Albert Ellis (1913-2007), formado en el psicoanálisis y generador de una amplísima producción literaria que no calza con los postulados del conductismo; al contrario: endereza los conceptos conductistas por los senderos de la racionalidad y los sentimientos.

Por el lado terapéutico, los enfoques centrados en la simple modificación de la conducta, también empezaron a ser dejados de lado, porque era obvio que modificar una conducta no es lo mismo que curar. De otro lado, quedó claro que una cosa es la psicología como ciencia, y otra, muy diferente, son las técnicas de tratamiento terapéutico. Por último, a la luz del panorama psicoterapéutico en general, parecía evidente que los seres humanos pueden aliviarse con una gran variedad de formas curativas, de modo que resultaba inapropiado apelar a la efectividad terapéutica para sustentar su condición de psicología, y mucho menos, la de ciencia. El desarrollo epistémico de una ciencia no empieza con las disciplinas técnicas sino que acaba en ellas.

Rezagos del conductismo

Nos interesa ahora evaluar los efectos históricos del conductismo. El auge del conductismo de Skinner duró desde 1950 hasta mediados de los 60, aproximadamente. Chomsky (1959) le dio la estocada mortal al conductismo con su lapidaria crítica al libro de Skinner "Conducta Verbal", en la que Skinner pretende explicar el lenguaje apelandi una vez más al simple reforzamiento, y dejando de lado la complejidad que implica el procesamiento de códigos lingüísticos mediante una lógica semántica. Luego de este episodio, los años 60 marcarían el irremediable proceso de revisión y conversión del modelo conductista, hasta ser relegado y reemplazado por la psicología, aunque se le otorgó el título redundante de "psicología cognitiva". Redundante porque no hay otra forma de psicología, salvo las ramificaciones antropológicas y evolutivas que persiguen finalmente el origen de las facultades cognitivas humanas. A principios de los 70, Skinner estuvo todavía muy ocupado en una angustiosa defensa de sus concepciones, tratando de hacer viable su doctrina en el escenario humano, y apelando a la filosofía como último recurso. Pese a todos sus esfuerzos, su elemental esquema conductual, naufragó como una balsa de juncos en el océano de la complejidad humana. El conductismo de Skinner, conocido como "conductismo radical", inició su acelerada caída hacia el desprestigio y el desuso, ya que no ofrecía ninguna proyección y quedó encasillada en su propia jaula doctrinal. Luego Skinner se convirtió en celoso guardián de los nuevos desarrollos teóricos, y nunca dejó de criticarlos considerándolos desviaciones de la doctrina.

Resultaba obvio que el escenario de la psicología era muchísimo más amplio y diferente del que concibió Skinner en su laboratorio, ante la vista de sus ratas y palomas, basado en un esquema científico del siglo XIX. Lo cierto es que la mayor parte de los psicólogos norteamericanos, pese a incursionar en el conductismo de moda, no cayeron en la absurda ingenuidad que proponía la doctrina de Skinner. La mayor parte de los psicólogos modernos nunca apoyó su anacrónico modelo físico-mecánico, externalista y objetivista, y no dudaron en considerar los factores internos como los predominantes. Aquellas variantes conductistas se desarrollaron incluso de forma paralela a la ruidosa actividad de Skinner, logrando además mejores y más valiosas producciones, como las teorías del aprendizaje de E. Tolman, confrontadas por C. Hull. En este interesante debate, Skinner sólo pudo intervenir con un irracional artículo titulado "¿Son necesarias las teorías del aprendizaje?", en el cual define el aprendizaje como un simple cambio en la probabilidad de la respuesta, lo que prueba que Skinner nunca vio más allá de sus tablas de registro de datos.

La expresión del conductismo puro, antimentalista y animalista, guiado aun por el esquema causa-efecto, que reposa en el poder del refuerzo contingente, restringido a factores externos, obsesionado con la objetividad más pura como el fin de su ciencia, y entendiendo aun a la psicología como ciencia naturalista experimental, todavía existe. No parecen enterados de los cambios en los últimos 60 años, y hasta se sienten orgullosos de haber sobrevivido a numerosos anuncios de muerte. De hecho, como ocurre con cualquier otra expresión cultural no científica, como el nazismo o el comunismo, nunca dejará de haber un segmento de creyentes en esas propuestas. Aunque ciertamente tales conductistas se mantienen reducidos a sus propios guetos. Pese a que en los mismos EEUU, este conductismo es sólo un mal recuerdo, lo lamentable para la psicología latinoamericana, es que aún quedan muchos psicólogos formados en la época gloriosa del conductismo radical, en posiciones de poder dentro de las universidades, orientando la formación psicológica de las nuevas generaciones por esos anacrónicos preceptos cientificistas del siglo XIX. Todavía se exhiben en blogs, que parecen copiados unos de otros como clones o fotocopias, repitiendo exactamente el mismo credo dogmático. Ni siquiera es posible debatir con estos segmentos porque no conciben más argumentos que los que les señala su doctrina. Lejos de buscar la verdad, ellos la proclaman, lejos de aprender de la realidad, pretenden "reimterpretarla" según su modelo. Pese a que hoy pretenden imponerse como una filosofía, lo cierto es que nadie toma en serio sus proclamas.

Luego de la debacle de Skinner y del conductismo en general, y mientras las nuevas versiones que aun mencionaban la "conducta", conservaban cada vez menos doctrina conductista para dar paso a la psicología cognitiva, Emilio Ribes decidió resucitar a Kantor como la salvación del conductismo. Ya anciano, Kantor fue despertado de su letargo y sacado de su retiro a los 90 años de edad, para ser llevado a las aulas y demostrar que el conductismo seguía vivo y que además... ¡progresaba!. El "nuevo" modelo, desempolvado y modificado, fue presentado como un avance del conductismo, cuando es muy anterior a Skinner. En la búsqueda de sustento, no solo han apelado a toda clase de autores que por cualquier circunstancia hayan mencionado el término "conducta" para incluirlos en su vitrina, sino que fueron al rescate de una doctrina anacrónica que estuvo publicada desde 1927 sin que nadie le prestara mayor atención. Atribulado por los mitos antimentalistas, Kantor desarrolló una novedosa concepción puramente teórica de lo que sería una psicología articulada en torno de un aparente "campo interconductual", una noción que sacó ya no del naturalismo sino de las teorías de campo que enunciaba la física. En este campo se ocupa de una serie de factores, sin enfocarse demasiado en el organismo que no es más que otro factor dentro del campo. En consecuencia, cae inevitablemente en el vacío externalista pese a incluir la noción de "historia personal", la cual termina en el limbo. Si bien la física se ocupa de la interacción, lo hace porque trabaja con cuerpos inertes; pero emplear este mismo enfoque con organismos vivos es otra manifiesta impostura epistémica. Se insiste en ignorar lo único que le confiere sentido a la psicología: el entendimiento de los mecanismos internos de control de un organismo que posee facultades cognitivas como su característica primordial. Fuera de esto, lo demás carece de sentido como psicología. Es física pura.

Con esto, los conductistas han cruzado su propio umbral, pues el interconductismo de Kantor ya ni siquiera es conductismo, sino algo muy distinto. Es obvio que lo que buscan es sobrevivir de cualquier forma. Así que si antes no se sabía lo que era el conductismo, ahora ya ni siquiera se sabe lo que pretenden ser. Hoy se definen como una "corriente de pensamiento", aunque reposa en dos ejes que giran inversamente, pues una proviene de la biología y la otra de la física. De esta manera hemos hecho el recorrido histórico para llegar a comprender este rezago cultural surgido a partir de un error histórico.


Conclusiones

Tal como hemos demostrado, el conductismo fue consecuencia de una psicología mal instalada, mal concebida y mal practicada en los EEUU. Desde su llegada, a fines de la década de 1880, la psicología en Norteamérica se practicó bajo el formato experimental de la biología, tomando como modelo de ciencia el naturalismo inglés. Esta labor experimental sobre animales estaba totalmente divorciada de los requerimientos teóricos de la psicología. De otro lado, mientras la psicología se consolidaba como ciencia en Alemania, instalando su primer laboratorio, en Norteamérica se la instalaba como carrera profesional obligada a ofrecer servicios a la sociedad. Además de todo esto, los conceptos psicológicos manejados por los norteamericanos procedían de su propia psicología teológica y folclórica. Fue así como confundieron la conciencia con el alma y la rechazaron, usando esto como pretexto para rechazar a la psicología y consagrar su tarea experimental como una ocupación socialmente útil. Concibieron la experimentación como el único "método científico", argumentando que sólo este proceder haría de la psicología una ciencia y que no se podía ir más allá, es decir, había que resignarse a observar y obtener datos. 

El conductismo no significó ningún avance científico para la psicología. Por el contrario, fue motivo de su postergación y crisis por más de medio siglo. Al no contar con un núcleo central epistémico, el conductismo se desarrolló desordenadamente en una gran variedad de formas, de acuerdo a la práctica concreta de cada autor, por lo que adquirió el aspecto fragmentario y caótico que se le conoce, sin que sea posible establecer ninguna estructura coherente que la distinga. 

Se extendió por Latinoamérica -principalmente en México- debido al predominio de la cultura norteamericana. Hoy el conductismo es una amalgama de residuos variados que se define como una "corriente de pensamiento" en la que se incorpora prácticamente todo lo que hay, desde las originales técnicas de análisis y control conductual hasta las resucitadas teorías de Kantor que proponen un nuevo evangelio psicológico. Todo eso ha sido recubierto con una envoltura de retórica pretenciosa que intenta mostrarse ahora como una "filosofía conductual".



                                                                  - FIN -

Versión para descargar:


El Conductismo: Historia de un fallido intento cientificista

Nota:

Otros artículos publicados por mi, referentes a este tema son:
- "Ciencia, cientificismo y psicología científica", que puede leer aquí.
- "Los cambios conceptuales en la psicología", que puede leer aquí.


Para una revisión de la historia de la psicología norteamericana
- "Psychology, Philosophy and Cognitive Science" que puede leer aquí.
- "Control: A history of behavioral psychology", J. Mills. La introducción se lee aquí.


Para una diferente visión de la historia del conductismo
- "La evolución del conductismo" por Mariano Yela que puede leer aquí.


Referencias


Bayés, R. (1971). Introducción. En Skinner, Ciencia y Conducta humana. Barcelona: Fontanella. 
Bélanger, J. (1978) Imágenes y realidades del conductismo. Universidad de Oviedo. 
Ballesteros, B. & A. Rey (2004) 
"J. R. Kantor Y B. F. Skinner ante las preguntas epistemológicas básicas"Colombia: Fundación Universitaria Konrad Lorenz.
Chalmers, A., (1999). ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? Siglo XXI 
Cronbach, L.J. (1957). The two disciplines of scientific psychology. 
American Psychologist, 12, 671-684, disponible aquí.
Danziger, K. (1994) 
Constructing the Subject. Historical origins of psychological research.University of Chicago Press. 
Danziger, K. (1979) "The Social Origins of Modern Psychology" en A. R. Buss (ed.),
Psychology in Social Context, New York, Irvington Publishers, 1979, p. 25-44. 
Dennett, D. (1969) Contenido y conciencia. Gedisa. 1996.
Pavlov, I. (1974) "Respuesta de un fisiólogo a los psicólogos" en "Actividad Nerviosa Superior"
Pérez Acosta, A.M.; Guerrero, F. y López, W. (2002). Siete conductismos contemporáneos. International Journal of Psychology and Psychological Therapy, 2(1), 103-113. 
Ribes, E. (1982). El conductismo: reflexiones críticas. Barcelona: Fontanella. 
Ribes, E. (1990). Los eventos privados: ¿un problema para la teoría de la conducta? En E. Ribes (Ed.), 
Problemas conceptuales en el análisis del comportamiento humano. México: Trillas. 
Ryle, G. (1949). 
The concept of mind. Nueva York: Barnes & Noble. 
Skinner, B.F. (1938). 
The behavior of organisms. Nueva York: Appleton Century Crofts. 
Skinner, B.F. (1989) ¿Puede la psicología ser la ciencia de la mente? disponible aquí.
Skinner, B.F. "ARE THEORIES OF LEARNING NECESSARY?" disponible aquí.
Taylor, C. (1964) The explanation of behavior
Vygotski, L. S. (1930) "La psique, la conciencia y el inconsciente" en Obras Escogidas, Visor, Madrid, 1997. 
Watson, J. B. (1907) "Studying the Mind of Animals" disponible aquí.
Watson, J.B. (1923) "Psychology as the Behaviorist Views it" disponible aquí.
Watson, J. B.  (1976) "La psicología desde el punto de vista conductista". Buenos Aires: Paidos.
Weiten, W. (2007) 
"Psicología: temas y variaciones". Madrid: Thompson. Zeki, S. (1993)
Yalom, I. (1987) Psicoterapia existencial. Herder. Barcelona.
Zeki, S. (1992)  A vision of the brain. Wiley-Blackwel.
Zeki, S. (2008) Splendors and Miseries of the Brain: L Wiley-Blackwel.