Estamos a pocas semanas del final de curso. Y siempre, por estas fechas, empiezan a venirme a la cabeza muchas cosas acontecidas en los últimos meses. Como en todo, hay aspectos positivos y negativos, luces y sombras. Algunas de esas reflexiones son las que quisiera compartir hoy, aunque no sea más que en plan telegráfico.
*A las personas (¡y los alumnos lo son, para asombro de algunos!), les pasa como al vino: generalmente mejoran con el tiempo. Aunque también hay vinos que se vuelven vinagre...
Foto de "Onir" en Flickr |
*Los alumnos que están a punto de terminar su bachillerato comienzan a entrar en trance. Lo tienen muy mal cada año: los exámenes, la primavera, las fiestas de la ciudad en medio (1 a 3 de mayo) y, para colmo, han tenido cambio de un profesor (¡a estas alturas!).
*Una conclusión apresurada, pero de la que estoy bastante convencido: los buenos alumnos de clásicas en el bachillerato acaban siendo verdaderos fans del Griego, por encima del Latín. A los menos buenos les cuesta decidirse en la elección pero, en todo caso, se inclinan por el Latín. Al menos yo, las razones las veo claras.
*Cuando uno lleva mucho tiempo enseñando y, por lo tanto, repitiendo muchos conceptos año tras año, debería estar cansado de decir lo mismo. ¿Por qué no suele pasar eso? ¿O es que soy un raro en la profesión?
A final de curso, con la tranquilidad que da haber cumplido una etapa, prometo una entrada algo más enjundiosa (o una serie de ellas...).