sábado, 18 de mayo de 2013

"Todos sobre Zanzíbar", de John Brunner

En 1968 se publicó una de las novelas más proféticas de la larga y abundante lista de obras que ha dado la ciencia-ficción en su vertiente más especulativa y anticipatoria. Todos sobre Zanzíbar (Stand on Zanzibar) de John Brunner se lee hoy no como una fantasía futurista que jamás llegó a suceder, sino como una crónica de lo que podría ser nuestro mundo si las cosas hubieran sido un poco (sólo un poco) distintas desde 1968.



John Brunner nació en 1934 en un pueblecito del condado de Oxfordshire, en Inglaterra y murió en el año 1995 en Glasgow. Desde que escribió su primera novela a los 17 años mantuvo un espectacular ritmo de producción literaria que nos ha legado varias obras maestras del género, especialmente a partir del momento en el que dejó atrás sus inicios en la Space Opera y empezó a experimentar con el formato de novela.

Todos sobre Zanzíbar es una de sus obras más experimentales, aunque toma prestadas muchas ideas de John Dos Passos tanto en el tono como en la estructura, a la vez que delata un empacho (que no indigestión) del pensamiento de Marshall McLuhan por parte de Brunner. La estructura de la novela busca simular un efecto de sobrecarga informativa mediante escenas cortas y sin aparente relación entre sí repartidas en cuatro tipos de capítulos: capítulos de continuidad (que hacer avanzar la mayor parte de la trama), breves retratos de personajes, pasajes descriptivos y capítulos de contexto (fragmentos de obras literarias, transcripciones de anuncios o titulares de periódicos  pertenecientes al mundo en el que se desarrolla la novela).

Esta estructura presenta varias ventajas, aunque algunas sólo se han hecho patentes más de 40 años después de la publicación del libro. En primer lugar, Brunner utiliza habilmente los capítulos de contextos y los pequeños estudios de personaje intercalados con la trama para evitar los diálogos expositivos o los infodumps que de otra forma se harían necesarios para que el lector se hiciera una idea del mundo de la novela, cumpliéndo así la máxima de "enseñar, no contar". Por otra parte, el truco metaliterario de citar obras existentes en el mundo de la novela como si fueran reales ayuda al lector a familiarizarse con el universo narrativo que habitan los personajes y con la peculiar jerga que Brunner desarrolla para ese 2010 ficticio en el que transcurre la narración. Esto que en 1968 eran hallazgos narrativos de primer nivel inéditos en la ciencia-ficción son una de las claves de la longevidad de la obra. Lo que en su día era sobrecarga de información tiene la variedad de tonos, la brevedad hipersintética y el ritmo acelerado de la era de Twitter, Youtube y la omnipresencia de Internet.

Este tour de force literario envuelve una historia de espionaje, megacorporaciones y obsesión por el perfeccionamiento humano que parte de un problema demográfico y geopolítico: la población mundial se aproxima rápidamente a los 7.000 millones de personas, en un mundo donde, sencillamente, no hay sitio para todos. Brunner parte de esa premisa e imagina cómo sería una sociedad futura marcada por el miedo a desbordar la capacidad del planeta (el título de la novela sirve como ejemplo visual del espacio que ocuparía toda la humanidad reunida en un mismo lugar, a la vez que intenta transmitir la sensación de ausencia de intimidad y espacio vital que supone la extrema proximidad inevitable y constante con otros seres humanos). En el mundo imaginado por Brunner las sexualidades alternativas y no reproductivas están asimiladas como normales, mientras que las políticas de control de la natalidad han calado en la población hasta el punto de que se desprecia a quienes deciden tener más de dos hijos (a menudo motivados por creencias religiosas). En este mundo de ciudades superpobladas y recursos escasos hay quien no puede soportar la presión y la erosión del espacio personal hasta el punto de estallar y sembrar el caos en un rapto de locura.


Precisamente la sorprendente ausencia de estos raptos de locura y la larga historia de paz y asimilación de los colonizadores de una pequeña nación africana constituyen otro eje de la trama y dan pie al autor para introducir otro de los temas centrales de la novela: la descolonización y sus consecuencias sociales y geopolíticas, así como la emergencia de nuevas potencias (anticipando muy acertadamente el importante papel que han tenido los dragones asiáticos en las últimas décadas). El equilibrio entre la escala personal y la mundial que propicia la peculiar estructura narrativa de la novela le permite a Brunner presentar una reflexión a varios niveles sobre la geopolítica de un mundo en el que las megacorporaciones tienen de facto más poder que muchas naciones soberanas.

Por supuesto, no todo son aciertos. Aunque se suele hablar de él como uno de los pioneros del cyberpunk, Brunner no vio venir en 1968 la revolución informática que en buena medida ha dado forma a nuestro mundo. En el 2010 de Todos sobre Zanzíbar no existen los ordenadores personales ni Internet, dando como resultado un mundo muy distinto del que conocemos. Aun así, hay pequeños toques de genialidad como la idea de insertar avatares personalizados en los productos de entretenimiento, que se puede ver como un anticipo de nuestros actuales avatares, aunque aquí se inserten en un panorama mediático mucho más asimétrico que el que transitamos a día de hoy.

En cualquier caso, Todos sobre Zanzíbar es todavía hoy, tres años después del futuro que pretendía anticipar, una obra maestra de la ciencia ficción que en sus mejores momentos parece un artefacto llegado de un mundo paralelo al nuestro. Uno en el que John Brunner acertó en todo lo que predijo en 1968 y en el que toda la humanidad no cabría de pie sobre Zanzíbar ni, apenas, sobre el conjunto de un mundo que se le empieza a quedar pequeño.

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