El pasado mes de julio se publicó el INFORME DEL CONSEJO ECONÓMICO Y SOCIAL número 02/2015 con ese título cuya lectura recomiendo en su totalidad (descargar pdf de http://www.ces.es/documents/10180/2471861/Inf0215.pdf).
Es muy interesante porque sus análisis y conclusiones para la I+D+i en España son muy similares al informe de CECOT sobre Cataluña al que hacía referencia en mi último post.
Destaco de sus conclusiones el fragmento que figura a continuación:
” Situación y perspectivas para la innovación empresarial
Insuficiente capacidad innovadora
El nivel de innovación empresarial en España sitúa a nuestro país en una posición intermedia-baja en el conjunto europeo, con una cifra comparable de empresas innovadoras en torno al 34 por 100, frente a un 49 por 100 en la UE-28 y a un 67 por 100 en Alemania. Si el análisis del reparto de las empresas se realizase en función de si sus actividades innovadoras fueran solo tecnológicas (de producto o proceso), por un lado, o solo no tecnológicas (organizativas o de comercialización), por otro, el resultado comparativo sería similar en España y en la Unión Europea, con cifras en torno al 50 por 100 en cada caso.
Pero es notable la baja frecuencia que presenta en España el caso de las empresas que realizaron ambos tipos de innovación, lo que se refleja en una menor intensidad de esta (entendida como el porcentaje que representa en el total del gasto empresarial). Además, en los últimos años se observa un fuerte descenso de empresas innovadoras en España, sobre todo de las que realizan innovación tecnológica, de 30.000 en 2009 a 16.000 en 2013. Este descenso, ocasionado por la crisis, es visible en todos los sectores, con caídas superiores al 46 por 100 de media. Atendiendo a los resultados de la innovación, la posición de España es también mejorable. El indicador de rendimiento de la innovación que elabora periódicamente la Comisión Europea, y en el que se incluyen cuatro grandes componentes, todos ellos asociados a los resultados de la innovación (patentes, empleo en actividades intensivas en conocimiento, componente innovadora en el grupo de empresas de alto crecimiento, exportaciones de media y alta tecnología), arroja para España un valor en torno al 80 por 100 del promedio europeo, y sin apenas incremento entre 2010 y 2012.
El total del empleo en empresas innovadoras en España estaría en torno a 2,4 millones de personas, un 62 por 100 del total del empleo en el grupo de actividades económicas y tamaños de empresas que se eligen para efectuar comparaciones homogéneas, mientras que en el conjunto UE-28 son el 71 por 100. Los datos comparativos también apuntan al menor tamaño medio de las empresas que realizan innovaciones tecnológicas en España, lo cual a su vez refuerza la importancia de otros factores para una extensión de la actividad, singularmente la cooperación horizontal. Los datos disponibles muestran que, lógicamente, en empresas mayores la media de empleos dedicados a I+D es más alta. Y lo mismo ocurre cuando se atiende a los recursos aplicados. Pero también muestran que la intensidad de la dedicación a la innovación es mayor en los tramos más pequeños de tamaño empresarial. Así, las empresas más pequeñas tienen con menos frecuencia actividades de innovación tecnológica, pero, cuando la tienen, suelen ser muy intensivas en I+D. Un dato interesante a tener en cuenta al fomentar estrategias de emprendimiento empresarial, que pueden resultar un complemento eficaz en el desarrollo de las políticas de innovación. En cualquier caso, sería necesario fomentar la relación entre grandes empresas y pymes, con el objetivo de crear sinergias y aumentar la competitividad y la productividad. Las compañías que realizan I+D+i en determinadas materias con organizaciones más ligeras y ágiles deberían tener mayor visibilidad y relación con grandes empresas españolas ante el posible análisis de invertir recursos propios o plantear posibles colaboraciones que podrían optimizar recursos y valorizar la imagen de España.
Hay que vincular mejor las políticas de innovación y las políticas industriales
Buena parte de las actividades en las que se concentra la inversión en innovación tecnológica son industriales y del grupo denominado de alta y media tecnología. Son industrias eminentemente exportadoras y competidoras en el mercado mundial. Por todo ello, en España se ha reducido menos su presupuesto en actividades de innovación tecnológica, como indica su mayor participación en el total del gasto. Por otro lado, hay que recordar que estas actividades han sostenido e impulsado el incremento de las exportaciones y la drástica reducción, primero, y el cambio de signo a superávit, después, en el saldo comercial. Este conjunto de relaciones subraya la importancia de estos sectores para el fortalecimiento de la competitividad de la economía española y, por tanto, la necesidad de implementar políticas coordinadas para la industria y la I+D+i. Desde un punto de vista territorial, el mayor peso industrial de determinadas comunidades autónomas es determinante para la existencia de un mayor número de empresas innovadoras tecnológicas, como es el caso del País Vasco, La Rioja y Cataluña, donde existe un porcentaje de más del 30 por 100 de tales empresas. En el polo opuesto aparecen comunidades como Andalucía y Canarias, con una tasa solo ligeramente superior al 20 por 100. Estos datos también mueven a estudiar posibles estrategias exitosas en las políticas llevadas a cabo por las comunidades autónomas en estos ámbitos, precisamente asociadas a territorios más activos en el planteamiento sobre políticas industriales.
Actividades para la innovación: alto peso de la I+D
Por todo lo anterior, es imprescindible impulsar los procesos de reindustrialización en España, en sintonía con las iniciativas que emanan de la Comisión Europea, incidiendo en la importancia que tienen para la industria las actividades de I+D+i. Entre las actividades para la innovación que realizan las empresas destaca la propia I+D, tanto interna como externa, seguidas de la adquisición de maquinaria, equipos, hardware o software avanzados. Las demás actividades tienen porcentajes mucho menores sobre el total de recursos empleados, con un significativo bajo peso de la formación. Esto podría anticipar, junto con el menor peso de actividades complementarias en las empresas relativamente más pequeñas, problemas para traducir la incorporación de las innovaciones en un incremento acorde de la productividad del trabajo, extremo al que apuntan otros resultados, como por ejemplo las divergencias entre incorporación y uso de TIC en las PYMES.
De ahí la importancia de prestar atención, entre otros en las denominadas estrategias regionales de especialización inteligente, a los programas complementarios de apoyo a la I+D. Es interesante atender a un dato sobre el origen de la innovación, pues el 50 por 100 de las ideas provienen de las propias empresas. Esto subraya la necesidad de contar con sistemas para “captar ideas” dentro de la organización del trabajo en las empresas, aunque desde luego también en sistemas de colaboración y “co-creación” con proveedores, clientes y otros actores en el sistema de I+D+i. Y asimismo, por último, de la relación entre las políticas adecuadas de gestión de los recursos humanos y una mayor, y mejor, actividad innovadora. En este contexto, cabe señalar que en torno a un tercio del total de empresas innovadoras realiza estas actividades en colaboración con otros agentes, y la cooperación muestra una tendencia creciente. La más frecuente, cerca de la mitad de los casos, se realiza con proveedores, seguida de la que se realiza con centros de investigación y con universidades y otros centros de enseñanza superior, aunque hay una tendencia positiva al incremento del peso de estos últimos sobre el total y a una disminución del correspondiente a los proveedores. Los menos citados son los clientes del sector público y las empresas competidoras u otras de su rama de actividad, lo cual apunta a que una de las fórmulas más interesantes para la innovación en tejidos empresariales mayoritariamente compuestos por empresas pequeñas —la cooperación interempresas, de tipo horizontal o en clúster— tiene un peso bajo en España.
Los datos de 2013 indican que un 13 por 100 de las empresas innovadoras lanzó productos nuevos para el mercado y un 20 por 100 productos nuevos para ellas. Esto refuerza la importancia de contar con las estructuras de tipo clúster, con empresas líderes y seguidoras, en el diseño de las políticas de fomento de la innovación. Máxime cuando los datos también muestran que la mayor parte de las empresas innovadoras no son, en España, parte de una organización más amplia, de manera que la baja cooperación interempresas de tipo horizontal no se explica por una mayor cooperación interna en holding o en algún tipo de relaciones matriz filial. El principal obstáculo percibido por las empresas para llevar a cabo actividades innovadoras es el coste. Un 42 por 100 lo citaba en primer lugar en 2013 como primer factor en la decisión de no innovar. No obstante, también son frecuentes las citas al desconocimiento y a otros factores asociados al mercado, así como —con un llamativo 30 por 100 de respuestas— la falta de interés en estas actividades. Estos datos subrayan la importancia de la financiación de la I+D+i, pero también recuerda que no se trata solo de proveer de más recursos o incentivos públicos para la innovación empresarial. Hay que atender a esa relativamente baja permeabilidad de las políticas públicas orientadas a la innovación en el tejido empresarial, y discutir posibles mejoras en medidas de acompañamiento, tales como campañas de información en las empresas.
Necesario aumento en la cooperación entre los distintos agentes del sistema de innovación
Estas campañas versarían sobre la importancia de la innovación para preservar la posición competitiva y sobre los distintos medios públicos e incentivos disponibles para la realización de actividades de innovación. Uno de los elementos clave por los que una empresa invierte en innovación es, evidentemente, los resultados que espera obtener. Y estos son, de acuerdo con algunas informaciones, positivos, tanto en cifra de negocio como en indicadores sobre exportación e internacionalización. En la apertura a mercados exteriores, uno de los factores competitivos clave es precisamente el contar con productos significativamente nuevos o mejorados con respecto a los competidores (innovación tecnológica, en particular de producto), y no tanto los costes. De hecho, la contribución positiva al saldo comercial español de las empresas innovadoras, entendiendo por tales las de alta y media tecnología, aunque aún se sitúa algo por debajo de la que presenta el total de la Unión Europea, muestra un incremento en España durante la crisis muy fuerte. Esto indica que el incremento de la competitividad de las exportaciones españolas no se está basando solo en costes, sino también en un mayor componente tecnológico. De ahí, además, la importancia de la regularidad en la actividad innovadora, que es un aspecto relevante de cara a la configuración de políticas e instrumentos para incentivarla. Es la innovación sostenida la que permite crear una ventaja competitiva para las empresas. Por tanto, es necesario potenciar la internacionalización de la I+D+i de las empresas españolas en línea con los principios establecidos en la Estrategia española de Ciencia, Tecnología e Innovación, apoyándose en los planes y políticas diseñados por la Comisión Europea. En este último aspecto, uno de los indicadores más utilizados para medir la capacidad de explotar el conocimiento y su potencial para convertirlo en ganancia económica es la propiedad industrial. Y precisamente aquí se encuentra uno de los más claros retrasos entre España y la Unión Europea.
Obstáculos para la innovación: coste e información
Comparando los perfiles de especialización científica y tecnológica (este último aproximado mediante el peso de las patentes en cada rama), es visible que los resultados en España logran un buen emparejamiento solo en alimentación, agricultura y pesca, y también —aunque en menor medida— en tecnologías de transportes y de construcción, medio ambiente y biotecnología. Esto permite ajustar mejor el problema del bajo número de patentes, e indica que hay margen de mejora en la trasferencia de conocimiento y en su plasmación en innovaciones tecnológicas, pero indica, asimismo, que los problemas relativos a las solicitudes de patentes pueden descansar también, en ocasiones, en cuestiones asociadas a su regulación, y a ello debe tratar de atender la reforma planteada en la legislación española, que fue precisamente objeto de Dictamen del CES. Es importante contar con un sistema de registro eficiente, porque ello favorece la patentabilidad, lo que permite un marco adecuado de seguridad jurídica e industrial, protege adecuadamente la propiedad intelectual, mejora la difusión de las patentes y de las invenciones, y, en definitiva, el fomento de la competitividad de las empresas en el ámbito internacional. En este sentido, la reforma planteada, aunque positiva, es susceptible de toda una serie de mejoras que pueden leerse en dicho Dictamen. Se trata básicamente de propuestas de cambios relativas a plazos, costes y procedimientos (entre ellas el mantenimiento de la figura del modelo de utilidad). Aun cuando deba estar armonizada con las normas internacionales y europeas, la idea es asegurar una mejor adaptación de la norma española a la realidad del tejido empresarial español, predominantemente compuesto por pymes. Esta adaptación debe proporcionar la máxima seguridad jurídica a costes razonables, y orientarse a lograr patentes de mayor calidad, con el objetivo final de incrementar el número de patentes de origen español.”