Vinaora Nivo SliderVinaora Nivo SliderVinaora Nivo SliderVinaora Nivo Slider
Jovénes, empresarios, trabajadores...UN PROYECTO PARA TODOS
Basado en la CULTURA DEL DAR
Una ECONOMÍA que pone en el CENTRO A LA PERSONA
Un modelo HUMANO, SOLIDARIO Y SOSTENIBLE
 
Luigino Bruni examina la figura del empresario innovador como opuesta al especulador y la idea de mercado que generan esas dinámicas de innovación empresarial.
¡Lectura obligatoria para todo empresario de la EdC!
 Editorial en Nuova Umanità n.199, 2012/01 vol XXXIV, 199 - Enero-Febrero 2012

"La inteligencia está, en todas sus formas, en la base del progreso humano. Pero ella no basta para liberar el potencial de progreso inscrito en el ADN de la humanidad… Además de la inteligencia necesitamos también la voluntad".

Giacomo Beccatini

1.- El empresario y la virtud cívica de la innovación

El mercado bien entendido, y la competencia en el mercado, pueden y deben verse como una competición entre innovadores. Los que innovan sobreviven y crecen, mientras que los que no lo hacen, se quedan atrás y salen de la vida económica y civil. Aquí examinamos la figura del empresario innovador, como opuesta al especulador, y la idea de mercado producida por las dinámicas de la innovación empresarial.

 

Cuando el mercado opera como debe, es un lugar en el que se premia la innovación y la creatividad. Está muy claro que no habrá salida de la presente crisis sin un nuevo estimulo del emprendimiento, poniendo en el centro a los innovadores en lugar de a los especuladores financieros, como ha ocurrido en los últimos años.

"El empresario es sobre todo un innovador,

un “creador de tartas” y no un “cortador de tajadas”

El autor que mejor ha captado esta dinámica virtuosa del mercado (la capacidad de innovar es sin duda una virtud, porque es expresión de areté, de excelencia) es el economista austriaco J.A. Schumpeter. En su libro Teoría del desenvolvimiento económico, un texto clásico de teoría económica del siglo XX, describe magistralmente la dinámica de la economía de mercado como una “persecución” entre innovadores e imitadores.

 

Habría mucho que reflexionar sobre esta sorprendente visión del empresario, que hace de él un sujeto esencial para el bien común, diferente a los ejecutivos, capitalistas y especuladores, y absolutamente coherente con las categorías de empresario social y de empresa social, civil, de comunión, puesto que el quid del empresario se ha desplazado del motivo (ganancia u otro) a la capacidad innovadora.

 

Schumpeter, para explicar la naturaleza y el rol de la innovación, recurre a un modelo donde el punto de partida es el “estado estacionario”, una situación en la que las empresas sólo realizan actividades rutinarias y el sistema económico se replica perfectamente a sí mismo en el tiempo, sin que haya creación de verdadera riqueza. El desarrollo comienza cuando un empresario rompe el estado estacionario introduciendo una innovación o lo que Schumpeter llama “nuevas combinaciones” (p.76) que pueden consistir en la producción de “un nuevo bien”…  en la introducción de un nuevo método de producción … en la apertura de un nuevo mercado” (ibid).

 

Innovación-imitación-innovación

Todas estas innovaciones reducen los costos medios de la empresa y hacen que pueda crear nueva riqueza. El empresario innovador es el protagonista del desarrollo económico, al que luego le sigue un “enjambre” de imitadores atraídos por el valor agregado creado, que entran en los sectores en los que se han producido las innovaciones haciendo que el precio de esos productos disminuya hasta absorber íntegramente la ganancia generada por la innovación. La economía y la sociedad vuelven así al estado estacionario del flujo circular.

 

Cuando el empresario (incluso el empresario social) se queja porque le imitan, su vocación y su función ya están en crisis y probablemente haya entrado ya en la fase estacionaria y rutinaria de su empresa. Hay que recordar que también la imitación desarrolla una tarea importante, porque hace que las ventajas derivadas de la innovación no se queden concentradas sólo en la empresa que ha innovado sino que se extiendan a la sociedad entera (por ejemplo a través de la reducción del precio de mercado, que aumenta el bienestar colectivo). La imitación es importante y cumple una función de bien común: el modo positivo de responder a la imitación es relanzando la competencia, innovando más. Todo esto es particularmente importante en la era de la globalización donde la dinámica innovación–imitación es muy veloz y global. También hoy, como hace cien años, la respuesta para vivir y crecer no está en quejarse o en invocar medidas proteccionistas, sino en invertir para relanzar el arte de innovar.

 

Además, esta teoría de la innovación nos dice que cuando el empresario deja de innovar, muere en cuanto empresario (transformándose tal vez en gerente) y, al hacerlo, bloquea la alternancia o el relevo innovación‐imitación, que es la verdadera dinámica virtuosa que impulsa hacia adelante la sociedad, no sólo la economía.

 

2.- La competencia civil

La visión dominante hoy en la teoría y en la praxis ve la competencia entre empresas esencialmente como una carrera entre la empresa A y la empresa B (y todas las demás) en la que cada una trata de vencer derrotando a la otra.

 

En cambio, ¿qué es la competencia de mercado vista desde la perspectiva de la Economía Civil? En primer lugar es competición, buscar juntos (cum‐petere), una palabra que se usa sobre todo en el mundo anglosajón, donde la idea del mercado, a diferencia de la cultura latina (a pesar de los intentos de la Economía Civil), es la de un lugar donde antes que nada se crece juntos.

 

El mercado de la economía social sigue dominado por la “competición” pública y las contratas, y por lo tanto por una visión de la competencia como juego de suma cero, hecho de vencedores (de la competición) y vencidos. El sector público, o en ciertos casos empresas privadas, sacan la convocatoria y los sujetos de la economía social luchan. Esta visión, que en otros escritos he denominado como “subsidiariedad al revés”11, tiene como punto de apoyo el sector público que define los proyectos y llama a las cooperativas a “con‐currir”, en una competición a la baja que en periodos de escasez de recursos se convierte en muy peligrosa.

 

La visión de la competencia civil cambiaría radicalmente esta perspectiva: es la empresa social, con sus “carismas”, viviendo sobre el terreno en contacto con las necesidades de la gente, la que “ve” oportunidades de mutuo provecho para los ciudadanos y luego se dirige al sector público y/o al privado para poder realizar con transparencia y eficiencia un proyecto determinado, que ya no estará “guiado por las convocatorias” sino por la “demanda” y las necesidades (esta es la palabra adecuada) de la gente. Queda mucho por hacer.

 

3.- Preguntas difíciles

¿Cómo definimos la “tajada” de las ganancias que obtendrá cada uno de los participantes, una vez generado el valor agregado? Si alguien hiciera estas preguntas, legitimas y justas, antes de crear una empresa o a una cooperativa, le diría, en compañía de grandes economistas como Mill o Sen:

Cuando hagan un negocio juntos (sobre todo si dura en el tiempo), no se preocupen demasiado de establecer el reparto de los trozos de la tarta que van a crear. Para empezar, preocúpense de crear esa tarta y muchas otras. Después, con el tiempo, si no son oportunistas o desleales, convergerán hacia una norma equitativa de redistribución. Unas veces ganará más uno y otras veces ganará más otro, pero lo importante es crecer juntos.

 

Un consejo como este es muy eficaz, por ejemplo, para los jóvenes, porque reduce mucho los costes de transacción, fortalece los sentimientos de confianza reciproca y crea una lectura positiva y optimista de la vida en común, ingrediente esencial para llevar una vida buena.

"Una economía civil ve el mercado como

una gran y densa red de relaciones

mutuamente provechosas, a muchos niveles".

La competencia civil es la energía que circula por esta red de relaciones que constituyen el mercado y quienes forman parte de ella obtienen provecho para ellos mismos y para los demás. Crear una red cada vez más densa de oportunidades de intercambio significa unir a las personas en acciones conjuntas, donde cada uno crece con los demás y gracias a los demás, y teje hilos de la red que unen a las ciudades y las sociedades, sobre todo en tiempos de crisis, de las que sólo se sale innovando, compitiendo, viviendo.

 

Pincha aquí para leer el ensayo completo