Nosotros

El Camino es un proceso, no es un estado. Es una ruta para transitar, no un lugar para estacionarse. Inicia en la tierra y termina en el cielo. Está en el singular, no en plural. El Camino es Jesús y nosotros los seguidores del Camino. El Camino no juzga a las personas, las integra. No se ancla en lo cultural, procura lo espiritual. El Camino, el lugar para adorar a Dios, para estudiar la Santa Biblia, para crecer espiritual e integralmente, para confraternizar y para recibir la bendición de Dios en familia.

Pacto del creyente
El propósito expreso de Dios en el Nuevo Testamento es hacerse de un pueblo santo (1 P. 2:9-10), edificado sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo (Ef. 2:19-22). Este pueblo santo, la Iglesia, ha de consagrarse a la adoración, comunión, instrucción mutua, estudio de la Palabra de Dios y evangelismo, ejercitando los diversos dones y oficios mencionados en el Nuevo Testamento (Ro. 12; 1 Co. 12; Ef. 4:11-16).

La Iglesia El Camino es parte del pueblo santo, de esa fraternidad de fe y comunión, integrada por creyentes que han experimentado la salvación por la fe en el Señor Jesucristo, confesando el propósito de seguirle hasta el fin (Ro. 10:9-10), obedientes a las enseñanzas de la Santa Biblia, dispuestos a hacer la voluntad de Dios y a conservar la armonía de la Iglesia (Sal. 133.1; Ef. 4:13).

Al formularse el pacto del creyente se confirma la determinación de comunión con Dios y de fraternidad con los creyentes, que ha de mantener vigente y en tiempo presente la fe y la vivencia de un estilo de vida en santidad, pureza y compromiso, en el seno de la Iglesia El Camino.

El pacto del creyente es una alianza con Dios y con su Iglesia El Camino, viviendo y creyendo fielmente en todos los mandamientos y ordenanzas de nuestro Señor Jesucristo.

1. Llevar una vida consagrada al Señor, conservándose puro y viviendo en el amor de Dios (Ef. 4:22-31; Stg. 1:27: 1 P. 1:14-18).

2. Testificar del evangelio (Hch. 8:4), llevando una vida fiel y siendo modelo de vida digno de ser imitado (1 Co. 11:1; 1 P. 2:11-17).

3. Colaborar decididamente en los ministerios de la congregación, trabajando constantemente por la edificación y desarrollo integral de la Iglesia (1 Ts. 5:12-14).

4. Contribuir al sostenimiento de la Iglesia y a la promoción de sus actividades (Mal. 3:10; 1 Co. 9:14; Gá. 6:64; He. 7:8).

5. Asistir a los servicios (Hch. 2:46; He. 10:15), especialmente el día del Señor (Hch. 20:7).

6. Cultivar la vida espiritual personal, en familia y en la congregación (Dt. 6:5-7; 1 Ti. 5:8).

7. Observar y fomentar la debida reverencia en el templo (Mt. 21:12-13).

8. Estudiar sistemáticamente las Sagradas Escrituras (Jn. 5:39; Hch. 17:11; 1 P. 2:2).

9. Buscar la llenura del Espíritu Santo evitando siempre, con el auxilio divino, toda conformidad pecaminosa con el mundo, según lo enseñan las Sagradas Escrituras (Lc. 11:13-24; Hch. 1:8; 4:31).

10. Esforzarse por conservar la paz y la armonía de la Iglesia y en todas las esferas de la vida (Mt. 5:43-48; He. 12:14).


 
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