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Gula llena… corazón reviento

Por Ameyalli Ramos y Pablo Correa

Pudo más una taquiza  que mi más ferviente amor
“Chava” Florez

De golosos y tragones… Pero bien vale la pena arriesgarse, con tal que sobreviva esa empedernida gula que permite disfrutar la delicia de estar a punto de atacar con un botonazo al de enfrente y no tener pudor para repetir el plato.

En pedregales nos pintamos solos para eso de la grasa y el atascón. Ahí están, por ejemplo, Caldos de gallina Maru que desde hace 25 añotes abre sus puertas para que podamos atragantarnos de caldo, sopes y enchiladas. Nomás de entrar se percibe un seductor aroma que cubre todo el restaurante.  En la mesa nos están esperando los limoncitos, la cebolla y la salsa picosa, éstos serán el último toque.

Varias generaciones fluyen, tanto de clientes como quienes preparan el caldo. Se respira un ambiente familiar, especialmente los sábados cuando tocan grupos norteños. En realidad comenzaron por los años 50, cuando el papá de doña Eva Morales, la dueña, ayudaba en los caldos Zenón.

Doña Eva ha agasajado la glotonería con su sazón desde que tenía catorce años, cuando sus padres comenzaron el negocio. Recuerda que su hermana “tendría 2 meses cuando mi mamá ya la llevaba al trabajo, se crió aquí, en el olor del caldo”.

Muchos listos lo han intentado, pero el éxito de Caldos Maru no ha visto fin. “Todo el mundo puede hacer un caldo de olla, pero no a todos queda igual”. Nada de secretos de la abuela Chonita, se trata sólo de “una gallina con agua, su ajo, su cebolla, su garbanzo y se acabó”, vigilar que tenga “un color amarillito, no transparente”.

Ahora que si ya es madrugada, el embotellamiento estuvo grueso y lo que se antoja son unos tacos bien servidos, también hay dónde. Para eso están Las Muñecas, de doña Mari, experta en el arte de taquear.

“De qué te damos muñeco”, así recibe a los clientes.

Hace 22 años, Mari, doña Pelos o doña Cochambres o doña Pelambres o como le quieran decir, proyectó en una noche su puesto. Ya se había dedicado a  la venta de comida en los metros, tianguis y plazas. Quizá también ahí comenzó a forjar su carácter.  Ahora, sólo se encarga de imprimirle el toque maestro a los guisados de cochinita, bistec, chuleta, suadero… Mmmmm, pues déme 2 de chuleta con queso, doña.

Mari  enseñó a sus hijas y empleadas cómo servir: “nunca me han gustado las cosas chiquitas de que ponle poquito, no, agarre y échele con coraje pa que se llene rápido”.

Doña Pelos conoce milimétricamente el funcionamiento de su negocio. Desde el tipo de gente que la visita, hasta la cantidad exacta de ingredientes que debe llevar la famosísima salsa de chile  habanero. “Tu puedes venir con mucho alcohol y el chile habanero te baja la presión. Ese ha sido mi éxito, la salsa. Ese chile no es de los que se te suben y te ahogas”.