María Santísima y los “cireneos del alma”


Cuando eres cireneo por amor, cuando decides ayudar aunque sea un pequeño trecho, la carga es más liviana y te queda una mano libre para sostener al hermano.

Hoy llego hasta ti, Madre mía, agobiada por el peso de mi cruz. Los ojos de mi alma, nublados por el llanto, no alcanzan a ver caminos ni salidas.
Es como, si de repente, el sendero fuese cuesta arriba, escarpado el terreno y pesada la carga. Me he caído muchas veces, Madre, bajo el peso del dolor, la tristeza o la soledad. Y siempre vi tu mano extendida, para levantarme.
Pero esta vez… esta vez no veo, Madre… esta vez vengo a tus pies y ni siquiera sé que pedirte. Pero es grande la confianza en que tú sabes, mejor que yo, lo que necesita mi alma.

Necesitas un cireneo, hija, un cireneo del alma…….

Autor: María Susana Ratero | Fuente: Catholic.net
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