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De la epistemología de la complejidad al destino humano

Tendría algo que ver la estadística con la complejidad?. Esta disciplina es tildada de positivista y reduccionista, pues adentrémonos en el mundo de la complejidad y veamos si tiene algo que ver. Leer a Munné es esperanzador...


De la epistemología de la complejidad al destino humano.

Entrevista con Frederic Munné


(Aparecida en la Revista Casa del Tiempo. Mayo 2001)



Por: Juan Soto Ramírez y César A. Cisneros Puebla.

Profesores-investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana

Unidad Iztapalapa, en el Departamento de Sociología.


Frederic Munné es catedrático de psicología social en la Universidad de Barcelona. Cuando se le inquiere acerca de sus intereses actuales suele decir que trabaja en la elaboración de una epistemología crítica del comportamiento social, basada en el pluralismo teórico y en la aplicación de las teorías del caos y el paradigma de la complejidad a las ciencias sociales, en particular a la psicología social. En septiembre de 2000 fue invitado por la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana a impartir el seminario "Teorías de la complejidad y sus aplicaciones en la psicología social".

Tras finalizar este evento, horas antes de emprender el viaje de regreso a su país natal, Frederic Munné nos concedió esta entrevista. Con él hemos mantenido un rico intercambio de intereses, documentos y artículos a partir del último trimestre de 1998.

La trayectoria del doctor Munné es, sin duda, muy rica. Entre sus libros destacan Psicosociología del tiempo libre (1980), Psicologías sociales marginales (1982), Entre el individuo y la sociedad (1989) y La comunicación en la cultura de masas (1993). Su vasta producción incluye diversos artículos publicados en revistas especializadas de circulación internacional. En ellos ha abordado temas como los prejuicios, organizaciones, ocio, tiempo libre y deporte, epistemología y psicología jurídica. En la actualidad prepara un libro sobre el paradigma de la complejidad, tema sobre el cual publicó durante la década de los noventa varios artículos en revistas especializadas de psicología social.

En esta charla se delinean algunos elementos singulares del debate contemporáneo en torno de la complejidad: en primer término, el relativo al carácter emergente o integrador del paradigma, punto sobre el cual Frederic Munné anuncia que pronto publicará su postura; en segundo, el que concierne a la necesaria reformulación del problema de las categorías dicotómicas, con especial énfasis en el carácter heurístico de la operación conceptualizante; en tercer lugar, los vínculos problemáticos entre la epistemología y la ontología de la complejidad que, en términos generales, forman una región problemática del paradigma; en cuarto, como consecuencia de estos vínculos aparece, en seguida, la reflexión respecto de la evidencia empírica y su discusión desde perspectivas constructivistas; por último, las afirmaciones en torno del estatuto epistemológico de conceptos como mente, conciencia y conducta. Lo cual, sin lugar a dudas, vuelve a colocar a la psicología en un papel central en el paradigma de la complejidad, aunque la mayoría de los psicólogos, sociales entre ellos, ni se enteren.

Doctor Munné, ¿cómo fue su encuentro con la complejidad?, ¿nos podría hacer una reconstrucción de ese proceso?

En realidad hay dos maneras de entender esta pregunta. Por una parte, yo siempre he tenido sensibilidad e interés por desbordar los límites transdisciplinares desde mis primeras publicaciones y, por lo tanto, mi interés por la complejidad se deriva de una serie de lecturas que han representado superar el corsé de disciplinas determinadas. Por la otra, pienso que mi posición sobre el pluralismo teórico en cuanto a teorías psicosociales, en especial, me ha llevado a ver que determinadas posturas polarizadas, radicales, a veces imperialistas, representan perspectivas que simplifican y reducen la realidad. Donde hay polarización, hay simplificación. La complejidad representa ir más allá de la simplificación y supera los reduccionismos. Éstos han sido el origen y el camino a partir de los cuales se ha despertado y desarrollado el interés por la complejidad como paradigma epistemológico porque, inicialmente, la he estudiado como un conjunto de teorías procedentes de diversas disciplinas que coincidían en la misma posición de no entrar o caer en reduccionismos.

Usted empezó a trabajar sobre complejidad hace diez años, aproximadamente. ¿Con cuál de las teorías inició su vínculo?, ¿cómo nos podría describir ese encuentro?

Desde el punto de vista de teorías de carácter empírico, mis primeras incursiones se dieron en el campo de las teorías del caos, pero también diría que en el campo de la lógica borrosa. El panorama no se puede focalizar en una teoría determinada, aunque es evidente que las teorías del caos han representado la posibilidad de darme cuenta de que hay un material empírico y bruto a partir del cual se puede repensar el problema epistemológico del conocimiento y de la realidad.

¿Usted se considera un epistemólogo de la complejidad?

Debo decir que sí.

¿Cuál sería el balance que pudiera realizar en torno de las implicaciones del paradigma de la complejidad en las ciencias sociales, en general, y en las ciencias del comportamiento en particular?

En principio, es muy pronto para contestar con cierto detalle y una cierta maduración una pregunta como ésta. En la actualidad, si se examinan en conjunto las teorías e investigaciones en el campo de la complejidad, vemos que aunque van tendiendo a formar un conjunto de alguna manera coherente en el sentido positivo y negativo de la palabra, el panorama todavía tiene muchas islas e investigaciones aisladas, incluso dispares. Es decir, cuando buscamos coherencias encontramos incoherencias que ayudan a la coherencia y plantean de nuevo incoherencias. El interés y la atención en cuanto al trabajo científico que despiertan todas estas teorías es muy diverso y variado, pero creo que el dato más interesante está en que si examinamos la bibliografía disponible, podríamos decir que en el campo de la ciencia de la complejidad la producción ya empieza a ser preocupante por los volúmenes de información que hay. Se está trabajando complejidad en economía, antropología y, por supuesto, en psicología social, pero también en pedagogía y en historia, así como en otros ámbitos como medicina, geología, biología, etcétera. Claro, todo esto hay que digerirlo, yo creo que el dato clave radica en que toda esta producción aislada e independiente en principio ha configurado lo que llamamos el paradigma de la complejidad. Paradigma de la complejidad cuyo contenido potencial es enorme y extraordinario.

En la actualidad ya contamos con fundamentos cuya importancia, desde mi punto de vista, está en que el material de base es empírico. Creo que ésta es la fuerza o potencia del paradigma de la complejidad. En este sentido, el balance, aunque todavía se puede poner entre paréntesis o en reserva, me parece muy sugestivo y positivo.

Usted habla de las virtudes del paradigma de la complejidad, pero si pensáramos en las debilidades, ¿cuál sería su postura? Sobre todo, al valorar que cuando un pensamiento no tiene críticas corre el riesgo de convertirse en ideología.

En alguna otra ocasión me he referido a la diferencia entre crítica externa y crítica interna. La crítica externa, desde la simplicidad, responde a un paradigma establecido, dominante. La crítica externa sólo la puede hacer el paradigma de la simplicidad y ya sabemos lo que ofrece como alternativa y lo que puede señalar: siempre moviéndose dentro el plan de reduccionismo en el que cómodamente se maneja. Creo que lo más interesante en este caso no es tanto hablar de crítica externa sino de crítica interna. Quiero decir que la crítica interna, que es la significativa y relevante, sí se da y a profundidad. Se da por medio de las famosas disputas, por ejemplo, entre Mandelbrot y Thom o entre Prigogine y Thom, o las disputas que hay sobre los diferentes modos de entender el borde del caos o la suspicacias que los trabajos de Heigenbaum han levantado en ciertos sectores o cómo se han ido recibiendo los trabajos del Instituto de Santa Fe o la posición de Edgar Morin, tal como ha sido interpretada por diversos investigadores. Y no digamos los trabajos de Maturana y Varela, que también han recibido sus críticas; es decir, creo que es un campo debatido de manera amplia. Debatido, pero en el ámbito interno.

Al hablar sobre estructuras disipativas, catástrofes y fractales, ¿cómo ubica esa disputa en el interior de la psicología social? ¿Con quién debaten los psicólogos sociales?

Bueno, esta disputa, como las que ha habido entre ambos personajes citados, Mandelbrot y Prigogine con René Thom, por ejemplo, son disputas en las que los psicólogos sociales no han entrado ni han salido, en muchos casos todavía ni se han enterado, pero creo que el enfrentamiento de fondo, en este caso, es un tema que desde la complejidad está resuelto, aunque nunca hay nada resuelto, hablo por contraste. En cambio, hay otro tema que no está resuelto y que es apasionante, ya que está en el trasfondo de estas disputas y es el tema del determinismo y el indeterminismo. Hay algunas teorías dentro del paradigma de la complejidad que se inclinan por el determinismo y otras por el indeterminismo. Si se quiere hablar de determinismo e indeterminismo en el paradigma de la complejidad, no se plantea en términos opuestos sino en términos de integración o complementariedad.

Otra cuestión es la continuidad y discontinuidad que está presente, por ejemplo, en la teoría de Thom o en las teorías de las bifurcaciones. Este punto sí que es muy interesante: ¿Cómo entender la continuidad y la discontinuidad dentro del marco del paradigma de la complejidad? Esta cuestión no está resuelta, estoy pensando en ella, pero todavía no puedo decir a qué conclusiones he llegado.

Si pensáramos en las fronteras explicativas y descriptivas de los paradigmas de la complejidad y la simplicidad, ¿cuál sería el vínculo entre ellos? ¿Una especie de holismo integrador o tendríamos que mirar a la complejidad como un paradigma emergente en el debate científico?

Desde la complejidad tales fronteras no parecen tener sentido, porque la simplicidad viene a ser el caso límite de la complejidad, por lo tanto no se trata de fronteras sino de posiciones límite.

¿Cuál es, entonces, la noción límite que podría aplicarse en el pensamiento complejo?, ¿dónde empieza y dónde termina?

El límite está en su referencia a la simplicidad, es decir, el límite es un referente en términos de simplicidad. El principio de totalidad es otro referente desde un ángulo distinto que afecta las nociones de límite y simplicidad. No sé si ha quedado claro lo que quiero decir, pero al paradigma de la complejidad no sólo hay que verlo como un paradigma, ni contrapuesto ni alternativo, sino integrador de la simplicidad que surge y emerge con referencia a la simplicidad y al reduccionismo. La cuestión es: ¿qué sentido tiene la totalidad desde la complejidad? Es evidente que no tiene el mismo sentido, si es que tiene alguno, desde la simplicidad. La noción compleja de la realidad tiene referentes externos a partir de los cuales y por contraposición, incluso podríamos decir dialéctica, se ha ido generando como paradigma epistemológico.

Entonces, el paradigma de la complejidad no es un paradigma emergente sino integrador.

Lo que he querido decir es que si surge la complejidad, en parte es por los problemas que se plantean desde la simplicidad. El referente de la complejidad en este sentido de emergencia está en la simplicidad, pero hay otro caso similar a éste, que es la totalidad. No sólo reducimos sino que pensamos en términos de totalidades; en el fondo es una manifestación del reduccionismo, pero no desde el punto de vista de la simplificación, sino por la necesidad que tenemos, a menudo, de entender de modo absoluto las realidades, las entidades, etcétera. Tendemos a formar absolutos. Esto se puede considerar como una visión de la realidad en términos epistemológicos de totalidades, el paradigma de la complejidad tiene este otro referente que todavía no ha sido estudiado.

En el ámbito de la complejidad, las nociones de paradigma de la complejidad y pensamiento complejo se utilizan a menudo indistintamente. ¿Cúal es su punto de vista?

La complejidad es, ante todo, un paradigma. Y, en definitiva, de carácter epistemológico. El pensamiento complejo se refiere al modo de conocimiento a través de la lógica, del razonamiento, de la estrategia, incluso del uso de la razón para aprender y captar la complejidad. Una cosa es el paradigma de la complejidad y otra es el pensamiento complejo que forman parte de esta nueva lógica, de este nuevo modo de comprensión dentro del paradigma de la complejidad, de una realidad que pierde su sentido si no la captamos justamente en esta complejidad. El interés de esta pregunta está en advertir que cuando estamos hablando de pensamiento complejo, hablamos de una lógica, de un funcionamiento mental, de una argumentación, de unas estrategias cognitivas e incluso de una racionalidad que son diferentes a las del paradigma de la simplicidad.

Usted dice que debemos entender la complejidad de la realidad para que la realidad gane sentido. ¿Esto significa que lo simple no tiene sentido?, ¿que lo simple pasaría como el tópico irrelevante de la complejidad?

No exactamente así, o por lo menos yo no lo entiendo de ese modo. Lo simple, aquello que vemos de un modo reducido, tiene siempre el interés de lo límite. Es el significado de lo que por polarización y, por lo tanto, por caricatura, nos indica o nos hace focalizar nuestro interés en determinados aspectos caricaturizados de la realidad, por ello creo que lo simple cumple una función epistemológica. Lo simple en tanto que implica polaridad, en tanto que implica una visión desde el límite, representa un radicalismo que provoca nuevo pensamiento, nueva forma de superar este límite. La simplicidad tiene, desde la complejidad, un sentido positivo, no negativo.

Si el pensamiento complejo trata de romper con las dicotomías, ¿por qué seguir discutiendo en torno de la dicotomía entre lo simple y lo complejo?

No es que estemos pensado aún en lo simple y lo complejo como contrapuesto, yo diría que la clave está en que lo simple, cuando lo observamos o lo tratamos desde la complejidad, deja de tener el sentido negativo que tiene como reducción. La simplicidad también está en la naturaleza, sin duda alguna. Como se puede ver en el caso de la fractalidad, el hecho de que una simple ecuación matemática dé lugar a un desarrollo fractal. Esto indica que en el caso de la naturaleza hay, por decirlo de algún modo gráfico y entre comillas, semillas que cuentan con todo el potencial fractal. Depende de qué entendamos por simplicidad. Pero desde el punto de vista epistemológico y observada la cuestión desde dentro del paradigma de la complejidad, lo simple es lo polar. Lo extremo. Lo que está en el límite. Estos son puntos de referencia, lo que se encuentra en el límite, y justo por estar en el límite es lo que nos puede llevar a entender la realidad. Es lo que hace una curva monstruosa en fractalidad, y para entender el sentido complejo que tiene hemos de entenderla a partir de su desarrollo hasta el límite potencial, y cuando llegamos al límite potencial entonces entendemos, por contraste, todo el sentido que tiene.

Entonces, ¿lo más importante para la complejidad sería el sentido del límite más que el proceso de limitación?

No, tampoco digo esto. Lo que estoy diciendo es que el límite nos proporciona una estrategia para captar, para aprehender la realidad. En vez de estrategia, yo diría que el límite nos provoca. La existencia del límite es lo que nos hace a nosotros. El límite, por su propia posición o definición, es reductivo de la complejidad, porque es polar y extremo. Desde esta perspectiva, por provocación podemos advertir qué es la complejidad.

¿La complejidad corre el riesgo de volverse una moda académica en el sentido de tener difusión como la han tenido, por ejemplo, las representaciones sociales o el posmodernismo?

Yo diría que este peligro siempre está presente, es inevitable. El paradigma de la complejidad puede fracasar, tener mal uso o ser malinterpretado, pero sería muy difícil decir si la interpretación es o no correcta porque depende de las expectativas, intereses, deseos, sensibilidades y sesgos del momento. Creo que el futuro nos va a decir si esto va a quedar sólo en un interés al nacer, va a desarrollarse o se va a quedar en una moda. Lo que ocurre es que a veces hay fenómenos que parecen moda y luego no lo son. Por ejemplo, en su día la corriente existencialista en filosofía fue una moda, pero una cosa es el existencialismo y otra la filosofía existencial. Una cosa es la obra de Sartre y otra la de Heidegger, la de Gabriel Marcel u otros tantos. La filosofía existencial la tenemos aquí y echamos mano de ella cuando nos interese con éste o con otro nombre. Yo creo que en el caso de la complejidad ocurre o puede ocurrir lo mismo. Es posible que dentro de determinado tiempo la complejidad tenga una efervescencia que dé lugar a una moda en cuanto a trabajar por ella en detrimento de otros aspectos. Esto forma parte del desarrollo de las ideas, de las corrientes del pensamiento, pero, en cualquier caso, creo que lo hecho sobre complejidad hasta nuestros días ya da pie para que, modas aparte, deje una huella muy fuerte en una visión global de la epistemología. La complejidad está traduciendo problemas y sensibilidades de nuestro tiempo.

¿Cuáles serían las tensiones esenciales en el paradigma de la complejidad? Si las hubiese, ¿estaríamos capacitados o no para descubrirlas, para enfrentarlas?

Sí hay tensiones. Creo que en parte, sólo en parte, esto ha sido abordado en una pregunta anterior que ustedes me han hecho sobre los aspectos críticos o los puntos críticos. Ahí hemos visto que sí, que realmente hay tensiones en cuanto a la crítica interna. Yo me refería a una serie de polémicas o debates y a determinadas cuestiones en el seno del paradigma. Ahora, en cualquier caso, al estar en plena emergencia, no creo que, como insinúan ustedes, estemos capacitados todavía para ver el futuro del paradigma. Lo estamos entreviendo. Más que ver, lo que hacemos es entrever el futuro del paradigma y desde este punto de vista creo que estas tensiones o disparidades internas contribuyen al desarrollo del paradigma. Por lo tanto, sí hay tensiones y, además, son muy interesantes, son muy importantes. Una de ellas, por ejemplo, tiene que ver con las distintas interpretaciones, por poner un caso, sobre los procesos de autoorganización. Sólo cuando esto vaya madurando a nivel empírico y a nivel teórico veremos la significación epistemológica que tiene y podremos llegar a unas conclusiones que puedan repercutir en configurar todavía más el paradigma. Pero no sólo en el caso de la autoorganización: ya he citado las distintas formas de ver el origen donde se encuentra la complejidad en las distintas teorías sobre el borde del caos, por ejemplo.

Desde el paradigma de la complejidad, ¿cómo podríamos pensar conceptos tradicionales como mente, clausura, cambio de paradigma y lo radical?

Muy buena pregunta. Vamos por partes, el concepto de mente. Yo creo que el concepto de mente en complejidad no tiene sentido, o por lo menos no tiene en el mismo sentido que en el paradigma establecido de la simplicidad, porque la mente considerada por sí sola, vale decir sin un cuerpo y sin un mundo, es puramente una entelequia. No tenemos ninguna necesidad de hablar de mente en ese sentido. Hablar de mente es como decir que nosotros somos una mente "con patas" que va andando y esto no tiene demasiado sentido. Este es el trato que la teoría de la simplicidad ha dado al término mente a menudo. Por eso algunos han rechazado el término mente dentro del mismo paradigma y han dicho, "no, mente no", "entonces conducta", y otros han dicho "conducta no", porque tampoco somos una conducta "con patas". Por lo tanto, en el paradigma de la complejidad adquiere otro sentido. No es que no podamos hablar de mente, pero vamos a tratarla con mayor seriedad y de un modo más tangible y más real. No hay mente sin cuerpo y sin mundo y entonces ya no se trata sólo de mente, ya se trata de otra cosa. Eso en cuanto al concepto de mente.

En el caso del concepto de clausura, que supongo a ustedes se los inspira la teoría de Varela, desde el punto de vista de la complejidad es un concepto que a mí me evoca o lo refiero al límite, pero en el sentido positivo del límite como creación. El límite como configuración de una entidad y que también viene a ser el sentido en que lo utiliza Varela en su teoría de la autopoiesis. Sin embargo, otras teorías, como la de los hiperciclos, también dan al concepto de lo que aquí ustedes llaman clausura, un sentido positivo de fuente o generación de una entidad, por lo tanto el concepto de clausura no hay que verlo tan cerrado como algo que aísla sino todo lo contrario.

El concepto de cambio de paradigma. Yo creo que un cambio de paradigma representa una nueva sensibilidad con el inevitable desplazamiento de foco en el modo de entender y de entendernos. Un cambio de paradigma es un nuevo modo de conocer si estamos hablando de paradigma epistemológico. Este cambio puede ser brusco o por evolución. Si ustedes quieren referir esto al caso del paradigma de la complejidad, es evidente que este paradigma histórico dejará de tener el sentido de despertar sensibilidades que en este momento tiene. Llegará un día en que dejaremos de interesarnos o preocuparnos por hablar de la complejidad, ya sea porque sus problemas hayan quedado resueltos o permanezcan estancados, o hayan sido superados por otra problemática que en este momento no podemos ni soñar.

En algún momento llegaremos a otra discusión de carácter epistemológico donde las coordenadas de la discusión serán diferentes, sin que esto represente el valor de verdad del paradigma de la complejidad. Lo cierto es que éste es un paradigma histórico y representa un modo de conocer que en este momento está despertando sensibilidades. Sin embargo, en veinte, cincuenta, doscientos o mil años estaremos hablando de otras cosas completamente diferentes y a lo mejor de la complejidad ya no se acuerda nadie. Y eso pasará porque en ese momento no será un problema o porque estaremos yendo por otros caminos.

El concepto de radical es muy interesante. Para mí lo radical es la limitación del límite, es decir, cuando el límite deja de tener un sentido positivo y pasa a tener un sentido negativo. Desde la radicalidad lo único que se puede ver es una caricatura de la realidad y una caricatura de nosotros mismos; sin embargo, la radicalidad contemplada desde la complejidad tiene un sentido positivo. Ese sentido positivo es que lo radical, la radicalidad, nos provoca y desde este punto de vista genera conocimiento, genera una actividad de carácter epistemológico.

Podíamos decir, por ejemplo, las actuales corrientes de carácter constructivista y construccionista, a partir de posturas radicales, son muy interesantes porque desde la complejidad tienen un carácter instrumental para nosotros. Las podemos utilizar como instrumentos, como posiciones límite, para plantear nuevos problemas que dentro de la complejidad se resolverán sin radicalismo. Por lo tanto quiero decir que las posiciones radicales, por un lado, son negativas porque representan una limitación del límite y una caricatura de la realidad, pero, por otro, pueden cumplir una función instrumental de que si hay radicalismo, a nosotros nos pueden ayudar para entender, desde esta caricatura o para plantear desde esta caricatura, cuestiones que de otro modo podrían no ser planteadas.

¿Cómo podríamos pensar una teoría de la complejidad radical o una teoría radical de la complejidad? ¿Adónde nos llevaría un radicalismo en la complejidad? Sabemos que en algún momento usted ha opinado ya sobre la obra de Ernst von Glasersfeld.

Bueno, yo creo que si esto lo reflexionamos un poco nos puede llevar lejos. La observación que alguien puede hacer es que con esta pregunta "...se trata solamente de un juego de palabras..." Hay un caso muy claro: un radicalismo de la complejidad consiste en suprimir la simplicidad, en ver sólo lo complejo y no querer ver lo simple. Esto es un radicalismo desde la complejidad en el cual es muy fácil caer. Menciono esto porque muchas veces hay preguntas en intervenciones donde no entienden el sentido que tiene lo simple en lo complejo o incluso les molesta hablar de simple en lo complejo o entienden que si estamos hablando de complejo ya no hay que hablar de lo simple.

¿Qué opinión le merece aquella idea que relaciona el esfuerzo unificador del empirismo lógico con el esfuerzo epistemológico del paradigma de la complejidad?

En este caso me limitaría a decir que la complejidad unifica tanto como diversifica y, por lo tanto, en el caso del empirismo lógico el espíritu unificador no lo acabo de ver desde la complejidad. Yo creo que más bien ha sucedido lo contrario, más bien ha fragmentado porque lo ha visto desde la postura del imperialismo del empirismo lógico. La diferencia está en que el paradigma de la complejidad sí que necesita valorar, dar sentido y conferir significado tanto a lo global como lo local, hablando en términos posmodernos. El posmodernismo, a diferencia del paradigma de la complejidad, tiene una hipersensibilidad hacia lo fragmentario, plural y diverso, y esto le conduce a una posición totalmente negativa. Como si todo lo pudiésemos pensar de manera global, no digamos de manera unificada ni en el sentido de pensamiento único, porque está excluyendo y dicotomizando. Yo diría que en el caso de la complejidad no se puede entender la realidad sin comprender que en ella se desarrolla tanto lo único como lo diverso.

¿Que diría respecto del futuro del pensamiento complejo en el interior de las ciencias sociales y naturales?

Si aplicamos la propia lógica compleja hay que responder, y ustedes lo saben perfectamente, que el futuro es impredecible, por lo tanto no digo nada, pero si nosotros nos preguntamos por cuál es la previsión o lo previsible, entonces yo diría que dentro de lo posible, y no digo probable, porque estamos hablando en términos de previsión. Si el paradigma de la complejidad desarrolla su potencial es previsible que las ciencias sociales, yo preferiría decir humanas y naturales, dejen de ser dos modos alternativos de hacer ciencia. El futuro estaría en una visión no dicotomizada del panorama científico en general; se podría ver que el conocimiento del mundo natural y el del mundo humano es un mismo tipo de conocimiento y no dos tipos diferentes.

¿Cuál cree que es la ontología, si la hay, subyacente al paradigma de la complejidad? Incluso, ¿será necesario tener un ontología?

El paradigma de la complejidad se refiere, como paradigma epistemológico, a cómo es la realidad en tanto conocida y no a qué es la realidad, por lo tanto no es un paradigma ontológico sino puramente epistemológico. En principio, un paradigma ontológico sería, por ejemplo, el caso de la filosofía existencial o el existencialismo en la concepción de Sartre, o la concepción de Heidegger del sein y del dassein.Aquí sí que estamos ante paradigmas ontológicos. Mi respuesta es que, al menos en principio y dejando aparte desarrollos posteriores del paradigma epistemológico, el paradigma de la complejidad no supone una ontología subyacente. Contiene indicadores de carácter ontológico, nos aproxima a ciertas visiones o postulados de la filosofía oriental en el sentido positivo que tiene la filosofía taoísta del concepto de vacío, por ejemplo. Hay una inversión de valores y conceptos de muchas maneras que pueden ser indicadores ontológicos de los cuales podemos desprender ciertos aspectos ontológicos en realidad, pero por sí misma la complejidad de la realidad, relacionada con un paradigma epistemológico, a lo único que se refiere es a nuestro modo de conocer la realidad.

Sin embargo, la geometría euclidiana posee una ontología, los trabajos fractales de Mandelbrot lo llevaron a pensar la geometría fractal de la naturaleza. Eso es ontología, pero, ¿cómo hemos de pensarla?

Muy bien, es verdad, pero con todo yo creo que cuando estamos hablando del paradigma de la complejidad nos estamos moviendo ante todo en torno de cómo conocemos la realidad más que cómo es. ¿Cómo la conocemos? Los aspectos fractales de esta complejidad nos están diciendo que a la realidad le hemos de conocer fractalmente y que debemos, sobre todo, captar y aprehender la realidad en su dinámica de fractalización. De aquí a decir que la geometría fractal es una geometría constitutiva de la realidad, es un salto cualitativo que es un salto ontológico. Que se puede hacer evidentemente y quizá habrá que hacerlo. Pero lo que yo quiero decir es que, en rigor nada más, el paradigma de la complejidad es un paradigma epistemológico. Rigor difícil de mantener, acción que incluso es indeseable.

Por último, ¿qué es el destino para Frederic Munné?

Esta pregunta es la mejor de todas. Es muy sugestiva y quizás es crucial porque desde la complejidad el destino es un concepto límite, el máximo concepto límite cuyo significado concreto y más profundo viene dado para el ser humano por el hecho de la muerte, que al menos hoy por hoy es tanto como el fin de la incertidumbre y la realización por clausura del potencial que hace de nosotros unos seres definitivos, esto es, que dejamos de ir siendo, para ser.

Cuando hablamos de destino en complejidad tiene que conjugarse de manera positiva con el concepto de indeterminación. Sin embargo, hay un determinismo radical que es el hecho de la muerte y de aquí que se tenga que relacionar el concepto de destino con el concepto de la muerte, porque podríamos decir que es el único destino que se puede predecir, aunque no sabemos el tiempo, por lo tanto existe la impredictibilidad del tiempo, pero hay la absoluta inexorabilidad del hecho. Hay una impredictibilidad predictible, no podemos predecir cuándo, pero sí podemos predecir el hecho, hoy por hoy, tal como están las cosas... pues ya veremos qué pasa dentro de mil años.

Pero el problema del determinismo-indeterminismo, en el trasfondo epistemológico, está en ver a ambos términos desde una óptica positiva de predicción, previsión y de límite por parte del paradigma de la complejidad, que es contraria a una óptica negativa y reduccionista.


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