Llegado el término de nuestra marcha debemos echar una ojeada sobre el camino recorrido a fin de darnos cuenta de la verdadera importancia de nuestro trabajo.

Viendo a la ciencia materialista desmoronarse, a pesar del es­fuerzo de sus defensores, bajo el impulso irresistible de los nuevos tiempos, nos vimos en la obligación de constatar la impotencia de los métodos exclusivamente analíticos y buscar las bases de una síntesis probable, exigida imperiosamente por todos los estudiosos.

Es entonces cuando la ciencia antigua nos fue revelada como la única que alcanza este método sintético, base inconmovible de sus descubrimientos científicos, religiosos y sociales.

Las sociedades secretas encargadas de transmitir este depósito sagrado perdieron la clave, al igual que los cultos; solamente los Bohemios y los Judíos han atravesado las generaciones con su biblia a cuestas, éstos con su Sepher de Moisés, aquéllos con el Tarot, atri­buido a Thot Hermes Trismegisto, la Universidad triplemente jerár­quica de la Sabiduría Egipcia[4].

El Tarot se nos ha mostrado como la traducción egipciana del libro de la iniciación, partiendo, al igual que esta clave —actual­mente perdida— de la Masonería y de las ciencias ocultas.

¿Cómo descifrar este jeroglífico? ¿Cómo descubrir la agrupa­ción misteriosa de estas láminas?

La facultad de concebir supone implícitamente la facultad de ejecutar, nos dice Wronski. Convencidos de esta verdad hemos in­terrogado a la antigüedad venerable. Las esfinges, mudas para los profanos, han hablado; los antiguos templos han develado sus misterios, los Iniciados han respondido a nuestro llamado: cuatro letras enigmáticas nos han sido reveladas:

El Tarot traduce las combinaciones de IEVE, según nos lo ha demostrado su análisis; no obstante, a fin de frenar nuestra imagi­nación, hemos elegido como punto de partida para nuestro estudio un principio fijo e inmutable, capaz de prevenir cualquier error: el número.

Hé                   Vau                Hé                  lod

¡Sagrada palabra que ilumina la cima de todas las iniciaciones, objeto de respeto y de veneración para los sabios!

Recién entonces hemos abordado el símbolo, y allí también tuvimos necesidad de orillar algunas dificultades. La historia del Tarot nos ha mostrado las transformaciones del símbolo al través de los pueblos y de las épocas, manteniendo, no obstante, la unidad de interpretación.

Por lo tanto, era necesario hallar para el símbolo, un principio igualmente fijo e inmutable en su combinación, como el hallado para el número; es precisamente lo que nos propusimos descubrir. El estudio referente al origen de los idiomas nos llevó a determi­nar 16 jeroglíficos originales, génesis de los primitivos alfabetos. Las 22 letras hebreas derivadas directamente de esos 16 jeroglífi­cos, nos ofrecen una base lo suficientemente fija para el símbolo, como para evitar cualquier error involuntario.

Gracias a la aplicación de estos principios, algunas informa­ciones, de un carácter muy general, nos fueron facilitadas respecto a la Teogonía, la Androgonía y la Cosmogonía, y mediante su ayuda pudimos construir un esquema en el que resumimos el simbolismo del Tarot.

Es entonces cuando quisimos demostrar que el Tarot era pre­cisamente la clave general que habíamos prometido. Bastarían al­gunas aplicaciones para demostrarlo. La Astronomía, es, en razón de sus principios invariables, el plano de referencia por excelen­cia, cuando se quiere determinar el paso de una evolución y se yerra el verdadero camino, la Astronomía nos recuerda el sentido de la marcha del Sol y con ello la clave de todas las evoluciones posibles.

Es por no haber comprendido que el Mito solar no era sino la representación de esta ley general de la evolución, y no la especial ley de evolución del sol, que los gigantescos trabajos de Dupuis no dieron resultados prácticos. El método de las ciencias ocultas no es ni la inducción ni la deducción; sino la analogía, método hoy día desconocido y que el Tarot nos revela en todo su esplendor.

Hicimos después otras aplicaciones; hubiéramos podido todavía revelar la clave de la Filosofía, de la Santa Cábala, de la Teosofía, .de la Fisiología del hombre y del universo; pero hemos preferido dar la clave y demostrar sus aplicaciones mediante algunos ejem­plos, y detenernos allí.

Nuestro trabajo contiene algunas imperfecciones que hubiéra­mos deseado evitar. No obstante nos parece oportuno destacar que, de su conjunto, se infiere la conclusión evidente: la aplicación de métodos precisos para el estudio del ocultismo.

Es el conocimiento de las ciencias exactas contemporáneas lo que nos llevó al estudio del ocultismo; es partiendo del más crudo materialismo, del cual fuimos un ferviente defensor, como nos vi­mos empujados a trascender sus límites. Nos ha quedado de nues­tra vieja conformación materialista el gusto por la metodología. Lo que obstaculiza la enseñanza de las ciencias ocultas, es la ausen­cia de método, pues Lucas había ya hecho notar que es necesario hacer marchar la física a la par de la metafísica para que se apo­yen mutuamente; es lo que nosotros mismos hemos llevado a la práctica al desarrollar los principios fijos, tal como los números o las letras hebraicas, paralelamente a los principios metafísicos: símbolos o conceptos abstractos.

Lo que pierde en general a los ocultistas, es la falta de preci­sión. Hemos hecho todo lo que pudimos para evitar este escollo, no sabemos si lo hemos logrado. El autor no puede juzgar su obra.

Sea lo que fuere, nos hemos visto forzados algunas veces a hablar de las ciencias ocultas, sin haber tenido el placer de entrar en detalles explicativos; he aquí porqué dedicamos este libro.

A LOS INICIADOS



[1] El término Espíritu está tomado aquí en el sentido de: Principio superior y creador; alma en el sentido de: Principio intermedio y animador. Ambos términos no coinciden con las interpretaciones dadas por otros autores.

[2] Ver también el ALTOTAS, de Cagliostro, tan bien estudiado por el doctor Marc Haven en su libro: El Maestro desconocido.

[3] El primero, alfa Uno, es un infinitamente grande, integración de OMEGA. El segundo, omega, múltiple compuesto de un número infinito de elementos infinitamente pequeños; análisis de alfa.

[4] Ver San Ivés D'Alveydre, Misión de los Judíos.