Txt: Iván Castillo / Fotos: Cortesía OCESA

Un objeto no identificado está por atravesar las atmósfera terrestre. Es una nave espacial y no se sabe quién la tripula… esperen un momento, la figura de un hombre acaba de aparecer y es transportado por una luz que baja perpendicular a la tierra. Cabello rizado, gafas de sol, chamarra de piel y botas, es el atuendo; el hombre se hace llamar Enrique Bunbury y viene a abducirnos con su música.

El escenario simulaba una nave espacial enterrada, o al menos eso me imaginé. Los teclados, la batería y las percusiones estaban sobre plataformas que formaban parte de la simulada nave. Sólo falta la tripulación, fue cerca de las nueve de la noche del 29 de enero que Bunbury y su banda, se hizo presente en el Auditorio Nacional para hacer un recorrido musical de su trayectoria.

Con Waltz no. 2 del ruso Dmitri Shostakovich de fondo y un visual de una nave espacial aterrizando en la Tierra, le daba la atmosfera adecuada para una entrada única. Sin más empezó a sonar Despierta, sencillo que se desprende de su más reciente material Palosanto, para después dar paso a El club de los imposibles.

Enrique saludaba a los asistentes y advertía que el show abarcaría gran parte de su discografía. “Contra el absurdo de los celos el espacio abierto contra la pasividad…” Contracorriente, canción de 1997 aseveraba lo anunciado por Bunbury. Con mucha energía por liberar esa noche, Enrique y sus músicos transmitían esa necesidad de interpretar canciones como Ódiame o Más alto que nosotros sólo el cielo con tal presión envidiada por cualquier cirujano en operación.

Enrique sostenido en el atril del micrófono y visuales en las pantallas de marcas comerciales de refrescos, aerolíneas, cadenas de comida rápida, etc., albergaban Destrucción masiva y El extranjero. Para cuando acabó esta última canción Enrique había sido víctima del calor lo que provocó que aventara la chamarra de piel. Deshacer el mundo de Héroes del silencio fue la canción que rompió con todo orden y a partir de ello el concierto tomo otro rumbo.

Las baladas también se hicieron presentes con Frente a frente y De todo el mundo. Para cuando sonó Que tengas suertecita, Enrique ya vestía de nuevo chamarra de piel y una chalina que no dejaba de acariciar mientras bailaba y brincaba. “…Que no te falte capacidad para discernir más…” cantaba al pie del escenario junto a los fans que se encontraban más cercanos.

Lady Blue, “No por favor” decía un chico que se encontraba a mi lado, pero Enrique dijo sí. Al acabar esta canción se arrodillo frente al público y dijo “Hasta siempre” dando pie al encore.

Apareció de nuevo la banda en el escenario y ahora Enrique portaba sombrero y chaleco. Infinito fue la canción adecuada para iniciar un pequeño set, que estuvo aderezado por la cantante mexicana Carla Morrison al interpretar junto al español Mar de dudas.

Sácame de aquí y Viento a favor fue lo último de la noche para Bunbury y su banda. Con una explosión y papelitos de color volando por todo el Auditorio Nacional, fue la postal que nos regalo el cierre del primero de cuatro presentaciones que Enrique Bunbury llevará acabo.

La última oportunidad que tuve  de ver a Bunbury (y oportunidad en serio porque me regalaron el boleto) fue en el Estadio Azteca en un evento gratuito y no la pase muy bien que digamos. Hacia frío, estaba hasta lo más alto del coloso y al parecer Enrique se encontraba en un estado etílico nada adecuado para hacer un concierto ante casi cien mil personas. Pero ésta última presentación fue todo lo contrario, percibí a un personaje distinto y agradecido con el público.

Aún no acabo de entender el concepto de Palosanto, las naves espaciales y las canciones de protesta, pero se agradece un show tan cuidado como este. Ahora esperemos ver qué sucede con las demás presentaciones y qué otras colaboraciones podremos presenciar.