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un (ejemplo) salto de gato pinto

Los años 1975 y 1976 fueron determinantes para la poesía mexicana. Tres acontecimientos modificarán la manera en que la poesía contemporánea de nuestro país se desarrolló. Por un lado la irrupción de los infrarrealistas con la publicación del manifiesto Por un arte de vitalidad sin límites (1975) de José Vicente Anaya, la aparición de El Pobrecito señor X (Colección Ciervo Herido, 1976) de Ricardo Castillo que modificó la manera en que la poesía mexicana habla, y el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes del año 1975 otorgado a José de Jesús Sampedro por el inusitado un (ejemplo) salto de gato pinto (Joaquín Mortiz, 1976). En La Estantería recuperamos una reseña de Miguel Donoso Pareja[1], quien formó parte del jurado que otorgó el premio a Sampedro, dicho documento, de indudable valor histórico, ejemplifica una apertura crítica a expresiones renovadoras de la poesía así como los retos que se presentaban al lector ante un cambio de sensibilidad estética.    

 


[1] El recorte que incluye la nota se encontró cuidadosamente doblado dentro del ejemplar de cuya portada presentamos una imagen, sospechamos que se trata de una nota escrita en 1976 para el periódico El Día, donde Miguel Donoso Pareja publicaba su columna Bitácora Latinoamericana. Donoso Pareja es un notable escritor ecuatoriano impulsor de talleres literarios en los estados de San Luis Potosí y Aguascalientes a finales de los años setentas, y responsable en su momento de la Revista Tierra Adentro.

3 pensamientos en “un (ejemplo) salto de gato pinto

  1. Algunas reflexiones personales:

    ¿Determinantes? En verdad no creo: de haber sido así, tal vez otra sería nuestra historia. ¿Importantes? Sin duda. A diferencia de tradiciones de otras latitudes donde han existido momentos que realmente re-configuran la tradición poética, en México sólo (y es de las pocas diagnósticos atinados de Paz) han existido momentos; nuestra poesía es de momentos, de poemas. El reinado pernicioso de un concepto que en su momento fue valioso, la «tradición de la ruptura», impidió que la casa de la poesía mexicana en verdad se ventilara; de ahí el poco conocimiento y cierto ostracismo de autores (vayan tres nombres a manera de ejemplos) como Max Rojas, Abigael Bohórquez y Francisco Cervantes). Ni qué decir ahora de los celosos guardianes (viudas, hij@s, niet@s, tataraniet@s) de la «tradición»… de la «ruptura»; se aferran a a una idea desgastada y caduca. Un (Ejemplo) Salto de Gato Pinto realmente fue un libro que refrescó la acartonada escena poética en México, muy a su manera es un verdadero precursor del espíritu de la cultura pop en la poesía (mexicana) del último cuarto del siglo pasado; curiosamente, pocos han reparado que ese ritmo y estructuras inusitadas, en su momento, sigue siendo imitado hasta el cansancio por much@s poetas, sobre todo de la generación de los 80 para acá (con uno que otro santón de los 70); lo peor de todo: se nos quiere vender la idea de que mucha de esa poesía reciente, en verdad es innovadora. A pesar de las leyendas y anécdotas, y muchos autogoles por supuesto, negar la importancia de los Infrarrealistas es negar parte de nuestra tradición; es ser terroristas; me quedo, en lo personal, con José Vicente Anaya y Papasquiaro. El Pobrecito Señor X simple y sencillamente permitió que el barrio, cantado de manera sorprendente y armoniosa, adquiriera el estatus de poesía, tan negado por la conservadora y reaccionaria escena poética en México: momento peculiar e irrepetible, es otro modelo que no deja de ser tristemente imitado…

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