Tania Fernandez


A la deriva

                                                  Horacio Quiroga

Paulino fue mordido por una serpiente yaracacusú, una serpiente venenosa oriunda de Paraguay y Argentina. El la mata con su machete para evitar ser mordido otra vez.  Inmediatamente se siente el área de la mordida muy afectada. Realiza varias acciones en su hogar como amarrarse el área con un pañuelo.  Su esposa Dorotea le da caña, pero él siente que es agua. El dolor lo siente insoportable.  Su pie se pone lívido con aparente gangrena y el dolor ya lo siente en toda la pierna.  Se da cuenta de que tiene que ser atendido por un médico.  Inicia un viaje en su canoa por el río Paraná hacia Tacurú Pucú, el pueblo vecino, donde espera que le salven la vida.  El viaje le tomaría cinco horas.

La pierna la siente demasiado enferma.  Piensa que no podrá llegar solo y decide pedirle ayuda a su compadre Alves con quien estaba disgustado, pero pensó que en esta situación difícil no le negaría la ayuda.  Sin embargo, cuando lo llamó, éste no le contestó.

Decide seguir en su canoa por el río de la costa paraguaya.  A orillas de éste, el paisaje es exuberante, agresivo y lúgubre como presagio o cómplice de un final trágico. Sin embargo, mientras observaba el paisaje, sintió que el dolor estaba desapareciendo, la sed disminuía y podía respirar mejor.  Esto le dio esperanzas de que iba a mejorar. Pensó que el veneno se había ido o que algún milagro había ocurrido porque sin duda se sentía mucho mejor.  Ya no sentía nada, sólo se sentía un poco somnoliento. Comenzó a divagar entre varios recuerdos.  Pensó que si su compadre aún vivía en el mismo lugar y si cuando llegara al pueblo se encontraría con su viejo patrón Douglas.  Ya había caído la tarde y se sentía un agradable olor a flores y a miel.  Observó un par de guacamayos en el cielo.

En este punto la canoa está a la deriva.  El hombre comenzó a delirar y a pensar en cosas triviales. Según él,  se sentía cada vez mejor.  No obstante, sentía helado todo su cuerpo y dificultad para respirar.  Se pregunta cuál será la razón porque él pensaba que estaba totalmente curado.

Sigue delirando en cuanto al tiempo que hace que no ve a su ex-patrón Dougald. También divaga en relación al día que conoció al recibidor de maderas de Mister Dougald: si fue un viernes o jueves santo.  Finalmente, estira los dedos de la mano y muere.