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Marisa Navarrete, la abogada que destapó el fraude al FUT: “No tengo apellido, no tengo dinero, pero tengo dignidad”

 

Fue jefa de la Oficina de Litigación Penal del Servicio de Impuestos Internos cuando se enteró que había un informe que detallaba irregularidades de funcionarios dentro del organismo. Denunció a sus superiores el caso pero nadie la pescó. Luego decidió traspasar los antecedentes al fiscal Carlos Gajardo y el escándalo sobre las devoluciones fraudulentas explotó. Navarrete acusa que su contrato no fue renovado por la denuncia que hizo, que probablemente otros partidos también han emitido boletas ideológicamente falsas y que no se considera heroína de ninguna batalla. “Habla mal de nuestro país que alguien que hace lo que tiene que hacer sea considerado un héroe”.

Fuiste jefa de la oficina de litigación penal en el Servicio de Impuestos Internos casi dos años. ¿Cuáles fueron los fraudes más comunes que te tocó ver?
La especialidad eran las facturas falsas. Es lo más burdo que hay, lo más rasca, por así llamarlo. No se diferencia en nada de aquel sujeto que anda vendiendo facturas falsas afuera del SII. Efectivamente las facturas son el mecanismo más utilizado para defraudar al Fisco, porque las empresas lo fundamentan como gasto, descuentan y rebajan la base imponible y les permite pagar menos impuestos.

Algo bastante burdo para grandes empresas como Penta…
El SII tiene muchas divisiones y el ámbito del que uno tiene conocimiento es bastante restrictivo. Las grandes empresas estaban fiscalizadas por la Dirección de Grandes Contribuyentes, por tanto las direcciones regionales eran más pequeñas. Eso significa que los casos de los que se alimentaba mi oficina llegaban prácticamente de todas las direcciones regionales, pero no recuerdo ningún caso de la Dirección de Grandes Contribuyentes.

¿Cómo se explica eso?
No tengo idea. Ellos no estaban sujetos a algunas metas como tenía el resto de las direcciones regionales que, necesariamente, tenían que tener procesos de recopilación de antecedentes, que son la base para acreditar el delito tributario. Recuerdo, por ejemplo, haber tomado contacto por el caso La Polar con la gente de la Dirección de Grandes Contribuyentes, analistas tributarios de primer nivel, para analizar si había delito tributario. Ellos eran de la idea que no y yo necesitaba un informe tributario para dar cuenta de una infracción constitutiva de delito. Nadie me hizo el informe. Pero yo me di cuenta que había un delito de adulteración de balances. Eso lo pongo como ejemplo de que no tenían la posibilidad de ver que existían delitos tributarios que no fueran aquellos más comunes o burdos como el uso de facturas falsas.

¿No hicieron bien la pega, entonces?
Creo que ha habido una deficiencia ahí para poder identificar el conflicto en el punto de vista penal. Había dificultades dentro del Servicio porque, tal vez, no había especialistas penales, puede ser esa la razón, sin ser mal pensada.

Claro, habría que ser muy mal pensado que hubiera una estructura que permitiera que estas cosas sucedan. Aunque la gente lo piensa.
Yo no te puedo señalar eso, esperaría que no fuera así. No tengo ningún antecedente para sostenerlo… habría que ser muy mal pensado.

Pero tú venías del mundo de los fiscales. Tenías experiencia en litigaciones penales. ¿Cómo te miraban adentro del servicio? ¿Estaban con el ojo encima?
Gonzalo Torres, el entonces subdirector, me reconoció que yo no era su candidata para el cargo. También una funcionaria de recursos humanos me dijo que era bien raro que “llegara de afuera a ocupar un cargo de jefatura”. Lo único que puedo decir a mi favor es que yo gané este concurso público, donde di todas las pruebas que tenía que dar y las aprobé. Llegué legítimamente a este cargo.

Pero desconfiaban porque podías venir a revolver el gallinero…
Tenía bastante conciencia de que era una persona extraña y que venía a un servicio que era especial, porque todos eran conocidos, y venía alguien de afuera con otra cultura totalmente distinta.

¿Estaban preocupados por tu manera de trabajar?
Sí, yo creo que estaban preocupados porque, además, mi pareja es fiscal, y toda mi red y muchos amigos son fiscales. En cierta forma yo era un ojo que estaba allí mirándolos permanentemente. Y no tuve ningún problema en presentarles mis reparos cada vez que se estaban equivocando.

¿Es común ver casos de boletas ideológicamente falsas en empresas grandes?
El caso de Penta es bastante burdo porque si yo estoy haciendo aportes y los disfrazo dentro de mi contabilidad como facturas de otros, lo que estoy haciendo es rebajar los gastos, porque si no para qué estoy pidiendo una boleta. Así entonces tienen la posibilidad de defraudar al Fisco con estos aportes irregulares de la ley electoral. Lo que pasa es que aquí no se entiende por qué razón se hace esto. ¿Solo por rebajar impuestos pensando que una empresa es tan grande y de esa manera rebaja impuestos? Menos entiendo.

Pero si hasta utilizaron a la esposa del júnior…
El SII se querella muchas veces porque existen personas que usan a las señoras, como en el caso Penta, como palos blancos para prestarles boletas. El caso más cercano que me acuerdo es el de Luis Eugenio Díaz, del Consejo Nacional de Acreditación, que también usó boletas de la señora y la hija. Por una parte me parece muy burdo, pero también pienso “qué susto que ahora hayan aprendido y después lo hagan de una forma más sofisticada”. No me parece que alguien vaya a dejar de hacerlo simplemente porque sí.

¿Cuántas de estas prácticas crees que forman parte de la cultura empresarial? Con Penta, sumando las empresas fantasmas a fines de los noventa, da la impresión de que es algo sistemático en el tiempo… Una forma de ser, pensar y actuar.
Pero no solamente con Penta. Es cosa de ver La Polar, Cascadas y, retrocediendo, también el caso ADN, en que tú ves a una empresa hacer cosas mucho más graves. Lo que hicieron los empresarios fue elaborar un producto para niños enfermos y no le echaron potasio, un elemento esencial para la vida, y no les importó en absoluto. De hecho ocultaron que no tenía y siguieron vendiendo el producto sin importarles cuanta gente se estaba muriendo. Si no les importa la vida humana, ¿les importará, entonces, el patrimonio fiscal?

¿Qué piensas tú que has convivido con algunos de ellos?
No voy a generalizar pero, efectivamente, muchas empresas parece que su único objetivo es el económico, en desmedro de cualquier otra función.

Aparte del caso ADN ¿en qué otros casos relevantes has estado?
Mira, yo fui también fiscal medioambiental. Estuve en el caso de las leches uruguayas que importaban unos empresarios que las llamamos el caso de las “leches con caca” porque, efectivamente, tenían coniformes fecales. Las traían de Uruguay, las reenvasaban aquí y las vendían al Tavelli y a la Junaeb como apta para el consumo humano.

¿Qué es lo que más te impresiona del caso Penta?
Que se han vuelto plasmables aquellos rumores sobre la política y su estrecha relación con las empresas, persiguiendo un objetivo netamente económico. Los políticos deberían, como primera opción, preocuparse del interés de las personas, el interés común, y no de los intereses de las empresas que los han financiado.

¿Qué piensas de Pablo Wagner que recibió un sueldo de Penta mientras era subsecretario? También se le descubrió una boleta trucha a Cristina Bitar que, probablemente, tenga relación con la campaña política de Lavín.
Bueno, independientemente de la posición política que uno pueda tener, evidentemente hay un claro objetivo de un partido político. Pero no me atrevería a sostener que es el único partido político involucrado. Probablemente sea una práctica que pueden utilizar también otros políticos, y eso sería bueno que se investigara también. No es por esta cosa del empate, simplemente no me resulta lógico que sea solo un partido político el que está usando este mecanismo.

Una forma de castigo

¿Conociste a Iván Álvarez?
No, para nada. Las personas que conocí dentro del Servicio eran muy pocas. Iván Álvarez por supuesto que no me sonaba para nada, y tampoco Mitzi que es la otra persona que denuncié.

¿Viste alguna vez a Jorge Valdivia en el servicio?
No, porque Valdivia se entiende que iba a la oficina Oriente, esa era su casa.

Al fiscal Gajardo, sin embargo, lo conocías.
A Gajardo lo conocí cuando llegué al Servicio. Lo ubicaba pero nunca lo había conocido personalmente. Lo conocí ahí y estuvimos trabajando en varias causas; entonces ya teníamos una relación bastante directa. Por lo tanto, cuando yo voy donde él, voy con un grado de confianza y sabiendo quien es. Porque probablemente si yo denuncio esto ante otro cualquier fiscal, la mayoría no son tan proactivos como Carlos. Eso es una realidad, no hay que desconocerlo.

¿Por qué te despidieron del Servicio de Impuestos Internos?
No se me renovó el contrato porque hice una denuncia de un delito que no se quería denunciar dentro del Servicio. Y, como una forma de castigo, obviamente se prescinde de trabajar conmigo a partir del año siguiente.

Denunciaste a Iván Álvarez, un funcionario corrupto del servicio, y nadie te pescó…
A mí me llegó un informe de una abogada por delito tributario y me dice que “un funcionario público en ejercicio del Servicio estaba involucrado”. Luego veo una declaración de una persona que dice que Álvarez lo había llevado a cobrar un cheque por 20 millones y que se había quedado con 15. Era evidente que había un delito de cohecho inaceptable. Decido mandarle un correo a Gonzalo Torres, que entonces era el subdirector y que tiene la atribución de firmar estas denuncias. Le cité la declaración y le dije que había antecedentes suficientes para denunciar.

¿Por qué no lo hizo?
Habría que preguntárselo a él. A mí no se me dio ninguna razón.

Pero en el servicio público debes denunciar por ley…
Sí, tanto el estatuto administrativo, pero principalmente el Código Procesal Penal, establece que todo funcionario público tiene la obligación de denunciar un delito del que tomara conocimiento en el ejercicio de su cargo y, principalmente, donde se ven involucrados subalternos. Además, establece un plazo de 24 horas y si no se hace en ese tiempo conlleva un delito asociado.

¿Cómo evalúas tu salida entendiendo el marco legal?
O sea, si tú lo ves del punto de vista de un funcionario, evidentemente genera un terror denunciar un delito si esto va a ocasionar que me quede sin trabajo. Me hago el leso, entonces. Y desde ese punto de vista, la señal que se da dentro de un servicio público es que de las personas que hacen su trabajo y cumplen con la ley, se prescinde de ellos.

¿Por eso algunos te consideran la heroína del fraude al FUT?
Agradezco todos esos comentarios pero la verdad es que no me siento para nada heroína, porque creo que habla mal de nuestro país que alguien que hace lo que tiene que hacer sea considerada un héroe. Los funcionarios tienen que apegarse a lo que establece la ley. La ley es clara.

Más encima Torres declaró que no hizo la denuncia para no echarse encima a los gremios…
Claro, porque lo primero que hago es mandarle el correo, citando la norma del Código Procesal Penal, y al otro día le mando el borrador de la denuncia para que la haga. Pasa el tiempo, unos días, y voy a encararlo y le digo: ¿y qué pasa con la denuncia? Ahí es donde él se encuentra con su jefe de prensa y éste me dice: “lo que pasa es que es el director no quiere denunciar porque no se quiere echar encima a los gremios”.

¿Le crees?
No, la verdad es que no le creo.

Ahí decides ir a hablar directamente con el fiscal Gajardo…
Ahí tomo la decisión de ir personalmente donde el fiscal y contarle la situación para que él sea el que pida los antecedentes directamente a Gonzalo (Torres).

¿En algún momento evaluaste frente a qué caso estabas?
No tenía ninguna clase de antecedente en ese minuto de una derivación política. Pero sí evalué que podía traer consecuencias en el sentido que podían prescindir de mi cargo. A poco andar, cuando ya Torres se da cuenta de que fui yo la que denunció, inicia toda una persecución laboral en mi contra.

¿Cómo fue ese proceso?
Bastante humillante, porque no es que me crea el gran personaje, pero me había desempeñado de una forma bastante correcta en el Ministerio Público y también en el SII siendo, a mi parecer, un aporte en materia procesal penal.

¿No se pudo comprobar nada en tu contra?
Nada, todo lo contrario. Una de las cosas más humillantes es que yo estaba tomando un diplomado en liderazgo en la Universidad Católica, entonces en este período no me notifican nada por escrito tampoco. Después me dicen que no podía entrar porque no era jefa. Entonces yo dije “perdón…”

Ni siquiera tuvieron la delicadeza de informarte.
No, jamás. Cuando supe esto fue como tres semanas antes del 31 de diciembre. Así me enteré. Nunca recibí un documento, un finiquito. Nada. Simplemente “hasta luego”.

Dignidad

Ahora trabajas en una oficina independiente, ¿cuánto te costó pasar al mundo privado?
Al principio uno queda a la deriva. Pero no me iba a echar a morir, tengo que hacer algo, reinventarme. Al principio igual intenté postular a algunos servicios públicos. La verdad es que hoy es complicado entrar.

Sobre todo con tus “antecedentes”…
Ja ja ja, sobre todo con mis antecedentes. A lo mejor algunos creen que les puedo mover el piso. Yo no me contrataría, ja ja ja. La verdad es que tengo vocación de servicio público. Lo único que hice en el SII fue tratar de hacer una labor súper profesional y potenciar el área penal…Y en eso se hicieron cosas importantes. Pero, bueno, no se quiere eso.

¿Cuál es el mensaje?
Que no se hagan las cosas bien, sino como ellos quieren que se hagan.

¿Qué sensación te deja esta experiencia?
En realidad, cuando uno piensa en sus hijos, en qué les vas a dejar: ¿dinero? ¿un apellido? Yo no tengo apellido, no tengo dinero, pero tengo dignidad. Soy N/N, Navarrete Novoa, por lo tanto lo único que tengo es mi dignidad. La gente que viene aquí sabe quien soy. Y esa confianza me halaga. Es suficiente para mí.

 

Fuente: The Clinic

 

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