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Tras esta breve revisión de estos tres grandes pro-
crearon algunos de los proyectos más importantes para la
yectos de educación, que en diversas modalidades impulsa-
integración de las mujeres a la educación formal.
ron la formación de las mujeres en la carrera magisterial, es
posible afirmar que en ellos se conjuga tanto la permanencia
ban estrechamente con el conjunto de normas y preceptos
del imaginario cultural de lo femenino como un ser de natu-
de orden moral que, hemos visto, perfilaron un prototipo
raleza afectiva, cuya principal misión social descansa en el
ideal de la conducta social y moral de las mujeres desde su
rol materno y doméstico, como las grandes preocupaciones
presunta “naturaleza femenina”. A partir de este horizonte
del Estado mexicano de fines de siglo respecto a las muje-
cultural, es posible observar tres grandes grupos de opinión
res: fortalecer un sentido laico en la mentalidad femenina
sobre los contenidos y expectativas que debería tener la
y, en esa dirección, brindar a las futuras madres de familia
educación dirigida a las mujeres.
una educación moderna que les permitiera cumplir con su
Las diversas opiniones al respecto, se relaciona-
La primera corriente de opinión consideraba que
responsabilidad como mentoras de los futuros ciudadanos; asimismo, brindarles una herramienta profesional que les posibilitara integrarse en mejores condiciones a un mercado de trabajo intermedio, y, en función de las necesidades del país, subsanar la creciente demanda de maestras y maestros bien preparados.
Ahora bien, se ha dicho
el “ser” de las mujeres debía cir-
La especificación del tipo de conocimiento que era preciso para educar a la población femenina se convirtió en un tema de constante debate social durante toda la segunda mitad del siglo XIX.
ya que la intención de educar a
cunscribirse sólo a la institución familiar; es decir, que su lugar social corresponde a su ubicación como hija, esposa o madre de alguien más (el marido, el padre o los hijos), alrededor de quienes debe cumplir con su papel de educadora y organizadora de la vida doméstica. En este sentido, el espacio delimitado como “propio” para la actividad femenina
la población femenina fue en general una idea aceptada
es el privado; aun cuando en ciertas ocasiones se considera
por los diversos sectores de la sociedad. No obstante, la
pertinente su participación en labores externas a éste ám-
definición de los planes de estudio que debían cursar las
bito, en tanto resultan una extensión de su labor primor-
nuevas alumnas, generó severas y prolongadas discusiones.
dial, como por ejemplo los actos de beneficiencia pública
En otras palabras, la especificación del tipo de conocimien-
y religiosa. Sin embargo, como veremos más adelante, la
to que era preciso para educar a la población femenina
posibilidad de insertarse en actividades de corte político
se convirtió en un tema de constante debate social durante
(asociaciones, instancias de gobierno), laboral remunerado
toda la segunda mitad del siglo, e incluso, y de manera muy
(en oficinas, fábricas, comercios) o literario–intelectual (asis-
importante, a lo largo del régimen de Porfirio Díaz; perio-
tencia a escuelas de educación superior o colaboración en
do en el que, hemos también señalado, se consolidaron y
revistas) era definitivamente rechazada bajo el argumento