domingo, 8 de marzo de 2015

DYLAN DOG. La fascinación por lo sobrenatural


Por Alejandro Caveda

 De una u otra forma, en dentro de LA VIÑETA siempre les hemos prestado atención a los exploradores de lo oculto -Hellblazer en el n° 2, Hellboy en el 3-; pues bien, ahora le llega el turno al investigador de pesadillas por excelencia: Dylan Dog.

En su país de origen - Italia - Dylan Dog es un auténtico fenómeno sociocultural, con más de un centenar de aventuras publicadas, segundas e incluso terceras ediciones, y tiradas mensuales que superan los cien mil ejemplares, cifras capaces de hacer palidecer de envidia a más de un editor nacional. En España, por el contrario, y pese a los sucesivos intentos de Zinco y Ediciones B, el personaje no ha terminado de cuajar entre el gran público, ceñido en exceso al comic de superheroes y el manga japonés. Por ello, la pregunta principal sigue en pié: ¿Quién es Dylan Dog?

Portada del n° 80 de Dylan Dog en su edición original italiana. Sergio Bonelli Editore 1993 . Dibujo de Angelo Stano


 La importancia de llamarse Dylan

Llámeme Dylan. Señor Dog suena un poco ridículo.

En 1986 aparecía en los quioscos italianos el primer número de una nueva colección de la casa Bonelli, responsable de personajes y series de éxito como Tex o Martin Mystere.
El título de ese primer número era El alba de los muertos vivientes, y su protagonista -un peculiar y enamoradizo investigador privado de pesadillas y demás fenómenos sobrenaturales - respondía al nombre de Dylan Dog, en homenaje -tal y como él mismo revela en el n° 8, El regreso del monstruo- al célebre poeta Dylan Thomas.

Siguiendo la costumbre de la casa, no hay carta de presentación alguna sino que nos encontramos con un personaje preestablecido, con un pasado oculto que se da por sabido y que hemos de reconstruir pacientemente número a número. En El alba..., por ejemplo, descubrimos que Dylan es inglés, vive en Londres, en el n° 7 de Craven Road -¿un guiño alusivo al 221 de Baker Street?- y - según Groucho - es la reencarnación del Dylan Dog original, el cual murió trescientos años atrás, en 1686.

Dylan es un hombre joven. Es un secreto a voces que su creador, Tziano Sclavi, se inspiró en el físico del actor y modelo Rupert Everett e, incluso, en el n° 19 -Memorias de un mundo invisible- se permite bromear acerca de ello, cuando la madre de uno de los sospechosos, al conocer a Dylan, comenta: No creía a los periódicos cuando decian que usted era la viva imagen de... ese famoso actor, usted sabe... Pero ahora veo que yo tenía razón, no se le parece en nada en absoluto.

Por lo tanto, podríamos situar a Dylan en torno a la treintena, pero no es hasta el n° 9 -Alfa y Omega-, ambientado en junio del 87, que conocemos su edad exacta: 34 años. Sin embargo, este es un dato puramente anecdótico, ya que Dylan, como todo buen héroe, de ficción, no envejece, y al cabo de doce años tiene el mismo aspecto que al principio de sus aventuras. Quizás como un guiño a los lectores, en el episodio n° 78 -Los asesinos venidos de la oscuridad-, historia que se desarrolla entre los años 1993 y 2018, podemos ver un Dylan envejecido, de 65 años que, no obstante, conserva todo su sentido del humor, como demuestra con su frase final: Veinticinco años de plazo... ¡y así y todo casi no llego a tiempo!

Hábilmente, poco a poco, Sclavi va dejando caer pequeños detalles acerca del pasado de Dylan que a la vez contribuyen a humanizar y hacer más real al personaje. Así, en el n° 1 descubrimos sus aficiones por el modelismo naval, tocar el clarinete y la comida vegetariana; en el n° 2 -Jack el destripador- su pasado como agente de Scotland Yard; en el n° 10 -A través del espejo- se define como abstemio, pero a renglón seguido, en el n° 11 -Diablo el Magnífico- matiza que no bebe como todo buen exalcohólico.


 Portada del n° 5 de Dylan Dog en su edición americana de Dark Horse. 1999 . Dibujo de Mike Mignola


Las claves del éxito
Se ha dicho que Dylan Dog no es solamente un comic de horror, una afirmación que puede sorprender a primera vista. No cabe duda de que Tziano Sclavi es un hombre con una profunda cultura literaria y cinematográfica del género fantaterrorífico, desde lo más actual -como el gore o la escuela cinematográfica italiana de terror de fines de los 70 y principios de los 80- hasta los mitos más clásicos que reinterpreta y actualiza con una curiosa mezcla de irreverencia y afecto, como es el caso del Hombre-lobo -n° 3, Las noches de luna llena-; los vampiros -n° 13, Están entre nosotros-; la Momia -n° 55-, o Frankenstein -n° 60-. Sclavi aprovecha todo este bagaje cultural para construir historias inquietantes, oníricas, crudas a veces, pero sin caer nunca en el mal gusto o la exhibición gratuita de visceras y sangre. De hecho, toda su obra está impregnada de un cierto halo metafísico, con constantes alusiones a la soledad, la incomunicación, o la deshumanización del mundo moderno, que Sclavi pone en boca de sus personajes como es el caso de Derek en Están entre nosotros:
¿Has dicho una vida normal? pero, ¿Qué es normal, Cindy?... ¿Quiénes son los verda-de-ros vampiros? ¿Acaso es normal la guerra?
 La especulación bancaria? ¿La indiferencia burocrática? ¿Son normales el hambre y la miseria? ¿Son normales la riqueza de unos y la pobreza de otros? ¿Son normales las clases sociales? ¿Acaso era yo normal, refinado hombre de éxito? No, bien lo se ahora: no hay nada normal en el mundo que he dejado... salvo una cosa... La única cosa normal, Cindy, es el amor.

Esta reflexión nos lleva a otro de los tópicos favoritos de Sclavi: no siempre las cosas son lo que parecen, no siempre es el monstruo el auténtico villano de la historia. A veces una apariencia monstruosa puede esconder un alma gentil -como es el caso de Damien en El regreso del monstruo- mientras que el asesino más implacable puede ocultarse bajo un bello rostro como el de la joven heredera de Jack el destripador -n° 2-. De hecho, salvo Xabaras, en Dylan Dog apenas hay villanos habituales. En el universo de ficción de Sclavi, los seres humanos somos los auténticos monstruos las más de las veces.

Otro elemento no menos importante que los anteriores es el humor, que está presente a lo largo de toda la serie, bien a través de las situaciones, los diálogos, o el elenco de secundarios como el ayudante de Dylan, Groucho -un descarado remedo del más irreverente de los hermanos Marx-, el inspector Bloch -un oficial de Scotland Yard que se marea con sólo ver la sangre-, Wells, el inventor excéntrico, o el rabino Alien. Un humor a veces amable, otras sarcástico, pero que no oculta sentimien¬tos más profundos como la profunda amistad que une a Dylan y Groucho. Si en Alfa y Omega es el primero el que sufre ante el grave estado de su compañero, en Día maldito -n° 21-, le toca a Groucho angustiarse ante la -aparente- muerte de su jefe. El amor también tiene un papel importante en la serie. Dylan responde al prototipo de héroe romántico por excelencia: joven, atractivo, apasionado, y con un gran talento a la hora de embarcarse en relaciones difíciles de futuro incierto. Donde mejor aparece reflejada esta faceta del personaje es en Morgana, una bellísima historia a medio camino del mundo del sueño y de la vigilia, entre la realidad y la fantasía, en la que la obsesión por el amor y la muerte se entremezclan de una forma magistral, digna del mejor Poe, y que en la edición americana se ve embellecida por la soberbia portada de Mignola, gran fan del personaje.

Dibujo original en blanco y negro de Mike Mignola para la portada del n° 6 de la edición de Dark
Horse de Dylan Dog. 1999


El padre de la criatura

A Tziano Sclavi le podía haber pasado lo que a tantos autores antes que él, oscurecidos y relegados a un segundo plano ante el éxito de su creación. Por el contrario, ha sido el mismo Sclavi, enemigo de la fama y celoso defensor de su intimidad, el que se ha mantenido voluntariamente en la sombra. Esta actitud, lejos de perjudicarle, sólo ha servido para exacerbar el interés de los seguidores de la serie en torno a su persona.

A falta de fotos, conocemos su aspecto aproximado gracias a un retrato obra de su amigo A. Castelli, dibujante de ese otro gran éxito de la Bonelli -y, asimismo, investigador de lo paranormal- que es Martin Mystere; retrato en el que Sclavi se nos muestra casi como uno de los personajes que aparecen en sus obras: grande, fornido, de aspecto serio, casi inquietante.

El resto -su talento como narrador, su gran cultura literaria y cinematográfica en el campo del terror y la fantasía, su sentido del humor, etc- se deduce de su trabajo: más de cien números de Dylan Dog a lo largo de unos trece años, manteniendo un envidiable nivel de calidad, sin apenas repetirse ni caer en tópicos previsibles. Además, Sclavi ha volcado toda la experiencia adquirida en su faceta como guionista de comics en su faceta como novelista, en títulos como La muerte del amor -1990- o Apocalipsis -1993-, hasta el punto de estar considerado como el Stephen King italiano.

El secreto de Tziano Sclavi se resume en esto: ser un buen narrador de historias. Algo tan sencillo en apariencia y, sin embargo, tan dificil de encontrar.

Arriba dibujo de Alfonso Font para la portada del n° 1 de la edición española de Ediciones B de Dylan Dog. 1994 Abajo última página de el episodio Il cervello di Killex. Guión de Sclavi y dibujos de Casertano


Dylan Dog a través del tiempo y el espacio.

Como todos los personajes de éxito, Dylan Dog ha intentado traspasar las barreras de los medios y los idiomas en busca del mayor público posible. Ya a principios de los 90 se intentó llevar el personaje a la gran pantalla -algo no muy difícil, si tenemos en cuenta las notables influencias cinematográficas del estilo y lenguaje de Sclavi- a partir de una adaptación de La muerte del amor, protagonizada ni más ni menos que por Rupert Everett. Por desgracia para todos los seguidores de la serie, la iniciativa fracasó debido a un problema de derechos y, aunque el rodaje pudo llevarse a cabo, no fue bajo el nombre de Dylan Dog... aunque para los fans irredentos -entre los cuales me incluyo- el personaje que interpreta Everett en La muerte... sea Dylan bajo pseudónimo.

Recientemente, la editorial americana Dark Horse -especialistas en adaptar al comic éxitos cinematográficos- ha publicado en Estados Unidos una selección de seis aventuras de Dylan Dog que incluye títulos inéditos en nuestro país como Después de medianoche, Morgana o Johnnie Freak, traducidos al ingles y adornadas para la ocasión con unas excelentes portadas de Mike Mignola.

No estaría de más que las editoriales que se reparten los derechos de publicación de Dark Horse en España tomaran nota del detalle y se animasen a sacar al mercado una nueva serie de Dylan Dog, aunque fuese limitada. Quizás, después de tantos años, esta sea la oportunidad de Dylan de triunfar en nuestro país... o la nuestra de disfrutar con el arte de Sclavi.






Dentro de la Viñeta nº5, 1999


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