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Con ojos de Antígonas

José Carlos Rivera Fernández (profesor de Filosofía)

Domingo, 8 de marzo 2015, 10:05

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Estoy leyendo durante estos días un libro de la profesora de Teoría Política Bonnie Honig, titulado 'Antígona interrumpida. La tragedia griega y el futuro del humanismo'. En el libro se aborda en primer lugar una visión del feminismo, donde lo corporal se hace político, transformando el espacio público a partir de la figura de Antígona. Y en la segunda parte del libro la autora analiza, con minuciosidad de entomólogo, las diversas interpretaciones que suscitó a lo largo de la historia literaria la tragedia 'Antígona', de Sófocles. Por si algunos lectores no conociesen la tragedia, les diré que Sófocles nos plantea una situación que por clásica es muy actual, porque se puede adaptar a tiempos y circunstancias muy diferentes. La tragedia narra la controversia que surge entre las hermanas Antígona e Ismene. La primera se rebela contra el edicto del dictador Creonte, que, como castigo por traidor, prohíbe enterrar a su hermano Polinices; sin embargo, Ismene replica a Antígona que no conviene rebelarse contra la orden del dictador porque podrían tener problemas e, incluso, pagar con sus vidas. Estas dos posturas representan o simbolizan, por un lado, el compromiso, la lucha contra las injusticias y, por otro, la falta de compromiso, que implica seguir bajo el yugo, vivir en el silencio y preferir seguir vivos aunque sea cargados de cadenas.

Viene a cuento esta introducción a propósito de la efeméride de este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, en el que nuestra ciudad tiene programados un montón de eventos para que veamos el mundo con ojos de mujer y de Antígonas. Desde encuentros donde se tocan las relaciones entre 'Mujer y deporte', exposiciones en el Antiguo Instituto, en las que se denuncia la lacra de la violencia de género, bajo el lema 'Lo hace porque te quiere'; hasta estudios estadísticos de género, en los que se analizan porcentajes de las distintas preferencias entre hombres y mujeres, a la hora de decantarse por carreras como informática o ingeniería química, o la charla que impartió una mujer policía, en el IES Rosario Acuña, el pasado 5 de marzo, en la que transmitió a los adolescentes los diversos tipos de malos tratos que se dan en las relaciones de pareja, etcétera.

Estamos en 2015 y mediante sus luchas las mujeres han conseguido reconocimiento y alcanzado ciertas cotas de igualdad (sobre todo en Occidente) con respecto al género masculino, pero todavía queda mucho camino por recorrer. Y a ese camino tenemos que sumarnos también los hombres. No me cabe duda de que en un mundo en el que podamos hablar de igualdad, no solo irían las cosas mejor para las mujeres, sino también para nosotros. No sólo debemos sumarnos a las manifestaciones cada vez que hay un caso de violencia de género, sino que convendría que fuésemos cambiando esos esquemas mentales patriarcales y machistas que todavía generan violencia y hace que muchas mujeres mueran a manos, de los que fueron sus seres queridos, familiares y maridos. En España, seis mujeres han sido asesinadas en lo que va de 2015 y en el pasado 2014 creo que fueron 59, por lo que no debemos bajar la guardia.

Las mujeres, afortunadamente, han cambiado, son Antígonas y no Ismenes, han desafiado los roles que la vieja sociedad patriarcal les tenía asignados. Ya no son sumisas y obedientes, ya no están subordinadas a los hombres, suelen ser las que mejores expedientes académicos obtienen y poco a poco se van incorporando a los puestos de responsabilidad en empresas y en cargos políticos. Sin embargo, siguen cobrando menos que nosotros. La brecha salarial, desarrollando el mismo trabajo y con idéntica responsabilidad se calcula en torno a un 30% de media.

Nuestra existencia en común tiene que ser organizada de otro modo. Tenemos que transformar el mundo que nos han legado las 'líneas escritas' por la parte masculina de la humanidad. Los hombres debemos solidarizarnos con esas mujeres que agarran la vida con sus manos. Debemos dejar de ser Ismenes y no creer que si las mujeres llegan al poder nuestra virilidad peligrará, aprender a no desequilibrarnos por esas mujeres conquistadoras y dinámicas, que saben decir 'no'. Es posible que parte del género masculino se encuentre perdido ahora, ante esta nueva mujer dueña de sí misma, y que seamos sujetos flotantes entre el hombre viejo y lo que sería un hombre nuevo. Es hora de que las mujeres no tengan un papel secundario en la historia, porque todavía hoy, en la mayor parte del mundo, tienen el mismo estatus social que tenían los esclavos en la antigua Grecia. Debemos apoyar a esas valientes Antígonas, que en países como la India, Afganistán, Pakistán o continentes enteros como África y Sudamérica, a que den un paso al frente, como han dado en Occidente, y romper ese consentimiento social donde las culturas de la violencia siguen estando vigentes.

La integración completa de la mujer en la sociedad no se dará por medio de establecer leyes de igualdad y paridad hasta que nos concienciemos y demos una respuesta colectiva desde una ética del respeto, que tiene que imprimirse desde la educación de los más jóvenes. Me viene a la memoria aquel diálogo que leí en algún libro en que un hombre le pregunta a una mujer: ¿Es difícil ser mujer?. Me parece que sí responde la joven, todas se quejan. Y él responde: En cualquier caso, es imposible ser un hombre. Nadie lo consigue si no lucha por la igualdad de la mujer.

Hagamos todos los días, más allá de efemérides de marzo, una lucha entre las leyes instauradas por el poder vigente de los Creontes y las conductas que reclaman la resistencia de las Antígonas, transformando ese amor que sentimos los hombres por las mujeres en una revuelta, para que también los hombres nuevos y solidarios veamos el mundo a través de sus ojos.

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