El periodismo ciudadano.
El periodismo
ciudadano es un concepto un poco ambiguo y novedoso. Se le asocia con las
expresiones “periodismo participativo” y
“ciberperiodismo”. Según la RAE
el periodismo es la “captación y tratamiento escrito, oral, visual o gráfico de
la información en cualquiera de sus formas o variedades”.[1] De
acuerdo con Mar de Fontcuberta, el
periodismo es “la comunicación periódica de un hecho (acontecimiento) que acaba
de ocurrir o descubrirse, o que tiene previsto suceder en un futuro más o menos
próximo, a un público masivo o especializado a través de los medios de
comunicación”.[2]
No obstante, el periodismo desde hace tiempo ha estado en manos de
profesionales que se licencian en periodismo y/o ciencias de la comunicación en
su mayoría a través de medios institucionalizados: la radio, la televisión, el
periódico. El receptor de la información de los medios había tenido casi
siempre el rol de un espectador pasivo, salvo algunos experimentos de
involucramiento de la audiencia, como hizo José Gutiérrez Vivó al darle voz a
su auditorio para denunciar acciones u omisiones de agentes sociales diversos y abrirle los micrófonos a la gente común y corriente, o el ofrecer a
los taxistas la posibilidad de cubrir compartir información vial y de la calle en
sus noticieros de Radio Red y
posteriormente Radio Monitor. Esto ya
nos acerca a la categoría de periodismo participativo, el cual, involucra al
espectador en la generación de noticias y convierte al medio en un espacio de
diálogo con la sociedad. Por desgracia este tipo de prácticas han sido
limitadas con los pros y contras que implican.
El periodismo participativo como categoría tiene un rol distinto para el receptor de la comunicación. Puede
hacerse en los medios tradicionales o en los nuevos. La radio comunitaria usa
un medio tradicional con un enfoque novedoso, por ejemplo. Los medios
comunitarios son medios sin ánimo de
lucro que le pertenecen a una comunidad y existen para su propia mejora. Surgieron en Colombia en la
década de los cuarenta. Se fueron esparciendo por Sudamérica y el resto del
mundo. Actualmente hay medios comunitarios en alrededor de 100 países.[3]
La incursión de avances tecnológicos y de la Web 2.0, en cambio, permitió
la generación de una nueva forma de periodismo cibernética o ciberperiodismo,
que implicaba un dominio de las tecnologías de la Web para generar blogs, podcasts,
videoblogs noticiosos por parte de periodistas profesionales o de amateurs. El ciberperiodismo se puede definir como un
periodismo difundido a través del internet, poseyendo las características del
periodismo participativo. Igualmente la categoría de ciberperiodismo -en
función del sentido que tienen sus términos- apela al medio, no a la
forma en la que se realiza. Se puede hacer ciberperiodismo con prácticas muy
tradicionales o bien con la emprendedora actitud de la participación ciudadana.
No obstante, al ciberperiodismo se le asocia regularmente con el segundo modelo
de información.
Esto nos conduce ya a otras categorías: periodismo ciudadano, periodismo
público, periodismo democrático, periodismo guerrilla o periodismo de la calle.
Todas estas apuntan a la idea de que el periodismo también puede ser ejercido
por los ciudadanos.[4] Conlleva la creación de medios de comunicación
comunitarios y la participación, a veces individual, de algunos miembros de la
sociedad en la generación, transmisión y discusión de la información. La idea de un periodismo ciudadano tiene su
fundamento en el derecho a la información de la Declaración Universal de
Derechos Humanos, cuyo artículo 19 dice:
“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este
derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de
investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin
limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.[5]
La noción de periodismo ciudadano fue popularizada a finales de los años
90 y principios del 2000 en el internet, por gente como Dan Gillmor, quien es considerado el fundador
de esta corriente. Él dejó el San José
Mercury News en 2005 y fundó en el mes de mayo de ese año el primer blog
periodístico independiente: Bayosphere.[6]
Sin embargo, lo cerró en enero del 2006. Tan sólo duró cerca de seis meses
aproximadamente. De inmediato, entró a proyectos universitarios de periodismo
ciudadano en la Universidad de California (Berkeley), el Berkman Center for Internet and Society de la Universidad de
Harvard y del Knight Center for Digital
Media Entrepreneuship de la Arizona
State University.[7] En
el caso de Estados Unidos este tipo de periodismo tuvo un boom a partir de
atentado contra las Torres Gemelas en el 2001. Mucha gente no sólo capturó
escenas con sus aparatos celulares, sino también gran cantidad de blogueros –especialmente
neoyorkinos- abordaron el tema con sumo
interés.[8]
En México algunos intentos de periodismo ciudadano han sido interesantes. Pienso en el vídeoblog del 5antuario.org, que era protagonizado el
Ruy Salgado usando una máscara de luchador. Su autor se desapareció por un mes
en 2012 sin avisar. Cerró su canal tras recibir amenazas de muerte contra él y
su familia en un vídeo de tres horas.[9]
En nuestro país este tipo de periodismo mostró ser muy eficaz, pero altamente
riesgoso.
Este paradigma sostiene que todos somos comunicadores en potencia, que el
internet nos ofrece medios para tomar parte activa en el proceso de comunicación. El receptor busca y selecciona la información.
Su consumo ya no es pasivo. También conduce al periodista a responder y dialogar
con su audiencia. Así mismo, se gesta
información aportada por no profesionales que refleja –en ocasiones- con más fidelidad
la información que como hacen medios institucionales con su propia censura y
línea editorial aliada a poderes fácticos e intereses no informativos de
diverso tipo. Es decir, se crean comunidades comunicativas entre los
internautas, permitiendo información siempre disponible en cualquier tiempo y
lugar. El receptor de la información la
convierte en material de trabajo, cobra un carácter epistémico relevante;
aunque paradójicamente se puede producir
un exceso de informaciones, comentarios,
datos, que obscurezcan en vez de que clarifiquen las noticias (infoxicación o intoxicación
informativa).
Gabriel Jaraba sintetiza lo anterior en cinco grandes cambios de la
comunicación informativa tradicional: 1) Ruptura del tiempo y la
periodicidad, 2) Ruptura del espacio y
la disponibilidad, 3) Ruptura de la unidireccionalidad y ausencia de
participación, 4) ruptura de la estructura uniforme de los medios y ausencia de la diversidad; 5) ruptura de la
linealidad de la comunicación.[10]
A partir de ello, Jaraba postula que el ciberperiodismo debe basarse
en dos principios: A) El público sabe más
de las noticias que el propio periodista; B) la
información debe ser una
conversación de muchos a muchos.[11]
Por otro lado el Knight Center de la Universidad de Texas postuló una
declaración ética de cinco principios para regular el ciberperiodismo: 1) La publicación online tiene la oportunidad
de servir a audiencias en formas nuevas y significativas, 2) valores
periodísticos en áreas tales como la verdad, la comunidad y la democracia serán
perdurables sólo si aceptamos los drásticos cambios en las presiones y
competencia que enfrentamos y en los productos que publicamos, 3) las guías
éticas escritas basadas en aquellos valores son ingrediente esencial en la toma
de decisiones requeridas en las
variadas formas de medios emergentes, 4)
la transparencia es una dimensión necesaria
de la relación que los periodistas y las organizaciones periodísticas
tienen con sus audiencias, 5) los
recursos limitados, la novedad de la publicación online o la carencia de
protocolos no pueden llegar a ser una excusa para un trabajo de mala calidad o que cause daño.
Ya con esto hemos esbozado las características generales del nuevo
paradigma.
No obstante, tal tipo de periodismo cuenta con poca fuerza todavía en la
sociedad. Las grandes corporaciones siguen acaparando la producción de
información subordinándola a su prosperidad económica. Así que el periodismo ciudadano se torna en
una urgencia social que sirva de contrapeso a la manipulación informativa. No obstante, se antoja que los poderes
fácticos impidan que emerja el periodismo ciudadano. CNN, a sabiendas de la
gran proliferación de blogs en E.U.A. abrió un sitio web llamad Ireporter, en
el que la gente mayor a 13 años de edad,
puede subir su información periodística.[12] Brandon Mendelson ha señalado que el tráfico
que ha generado es tal, que no da tiempo de realmente controlar la calidad y
veracidad de las cosas ahí escritas.[13]
Por un lado tenemos la intención de una corporación noticiosa de beneficiarse
de la práctica del periodismo ciudadano;
por el otro lado, se evidencia un riesgo que puede acompañar con mucha
facilidad a este tipo de periodismo si no se realiza éticamente: la falta de
profesionalismo. Sin embargo, los 10 blogs más importantes en Estados Unidos
pertenecen a grandes corporaciones. Dan Lyons, el editor de Tecnología de la
revista Newsweek declaró:
En mi opinión, la
edad de oro en la que cualquiera podía volcar
sus ideas en un blog y crearse su propio público ha tocado a su fin.
Algunos, como Andrew Sullivan, han
contratado su propia plantilla y se han
hecho un hueco en el seno de grandes gigantes de los medios de
comunicación. Otros crecieron de forma
orgánica, como TechCrunch, pero acabaron también bajo el ala de una gran
compañía. La mayoría de cosas que leo hoy online son, supongo, lo que podrían
llamarse todavía blogs, aunque en realidad no lo son: se han convertido en
miniperiódicos.[14]
¿Qué irá pasar? El tiempo lo dirá.
Bibliografía
Gabriel Jaraba, Periodismo
en internet, Ediciones Robinbook, Barcelona, 2014.
B.J. Mendelson, La
trampa de las redes sociales, ediciones
Urano, Barcelona, 2013.
[2] Gabriel
Jaraba, Periodismo en internet,
Ediciones Robinbook, Barcelona, 2014, p. 37.
[10] Gabriel Jaraba, Periodismo en internet, Ediciones Robinbook, Barcelona, 2014, p.
21-23.
[11] Ibíd.,
p. 30.
[13] B.J.
Mendelson, La trampa de las redes
sociales, ediciones Urano,
Barcelona, 2013, p. 108.
[14]
B.J. Mendelson, La trampa de las redes
sociales, ediciones Urano,
Barcelona, 2013, p. 38.
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