Calientan motores

El viernes que viene se da el banderazo de salida en lo que tirios y troyanos estiman será una campaña dura, reñida y sumamente sucia, entre Javier Gándara Magaña, el candidato de Guillermo Padrés, y Claudia Pavlovich Arellano, la candidata que escogió el PRI, en una decisión cuyos ecos todavía resuenan en algunos rincones de Sonora. Cuatro días apenas nos separan del arranque de las hostilidades electorales, y digo “hostilidades” porque definitivamente amabilidades y cortesías no habrá, ni de un lado ni del otro: Javier sabe enseñar los colmillos y morder, y Claudia por su parte no hace malos quesos, a pesar de su condición de mujer, ya que proviene de una estirpe familiar de gente peleadora, dura de pelar, y nada dejada. Así que esto promete ponerse sumamente caliente, y más aún, al rojo vivo.

Hay enormes y muy reveladoras diferencias entre la forma como llegó Javier Gándara a la candidatura por el PAN, y la forma como lo hizo Claudia Pavlovich a la candidatura por el PRI. Nos haya gustado o no la designación de uno o la otra, todos los sonorenses sabemos cómo y por qué llegaron, pero nunca estará de más hacer un recordatorio, para que los amnésicos y los desmemoriados no pierdan de vista las interesantes circunstancias que rodean ambas candidaturas.

Un lejano día, hace ya dos años -apenas uno después de haber terminado Javier Gándara su cuestionado periodo como alcalde de Hermosillo- el señor Guillermo Padrés anunció que sería el candidato del PAN a la gubernatura del estado. Un anuncio absolutamente prematuro e imprudente, aún en estos tiempos de aceleramientos y prostitución política que, no obstante, revela a las claras los fuertes lazos que existen entre estos dos personajes, y el nauseabundo contubernio que los convierte en lobos de la misma manada. Pero en este estado donde pocos hablan y la mayoría calla y se somete, el anuncio, siendo tan antidemocrático y anti todo lo que usted guste y mande, cayó como una ínfima piedecilla en mitad del inmenso Océano Pacífico. El propio PAN, un partido que en otras épocas más felices y menos depravadas hubiera puesto el grito en el cielo, calló. Calló, se sometió, e hizo mutis en forma ignominiosa.

Desde entonces y durante esos dos años Javier Gándara, contando con la protección y la complicidad de Padrés, se mantuvo en permanente campaña, utilizando como navío de crucero su Fundación Ganfer y las actividades que de ella se desprenden. Dos años en que, día tras día y mes tras mes, fue afirmando su imagen como el delfín consentido del “padresiato”. Dos años violando la ley electoral y abusando impunemente de las enormes lagunas que hay en ella. Dos años fingiendo ser alguien que no es, y algo que dista mucho de ser: Un hombre recto, íntegro, altruista y generoso. Y sin embargo, gracias a esas trampas y fingimientos, se afirmó como el aspirante número uno, de hecho como el aspirante único, a la gubernatura por el PAN, y llegado el momento oficialmente lo fue, haciendo a un lado a otras figuras de panistas que por lo menos tenían tanto o más derecho que él.

Claudia Pavlovich realizó una trayectoria bastante menos tortuosa que el hombre del que hoy es la principal opositora. No solo es por la obvia diferencia de géneros y la incuestionable y abrumadora diferencia de edades, esa misma infinidad de años en los que Javier Gándara fue construyendo una larga escalera para llegar al cielo que siempre ha ambicionado, o sea la gubernatura de Sonora. Es también, y de manera muy importante, el estilo personal de cada uno de los dos: Javier el zorro astuto, perseverante y poseedor de una incalculable fortuna, y Claudia, la dama que fue abriéndose paso por la selva política, con esfuerzo y dedicación, primero como diputada local, luego como dirigente de su partido y posteriormente como senadora por Sonora. Pero siempre dentro del PRI, sin voltear hacia los lados, y sin los bandazos traicioneros que otros dan, cuando en el banquete no les sirven el platillo que ambicionan.

Se dice que ambos, Claudia y Javier, son elementos que pastan en el mismo potrero y que abrevan en el mismo bebedero. Se dice, se rumora y se comenta que comen alpiste de la mano del hombre que todo lo mueve y que todo lo decide: Manlio Fabio Beltrones Rivera, el hijo predilecto de Villa Juárez. Puede ser, tal vez, y acaso habrá alguien que posea pruebas suficientes para demostrar lo anterior, pero eso es lo que en el mundillo de la murmuración y del cotilleo se dice de una y del otro, convirtiéndolos a ambos en una suerte de masilla dúctil en manos del más encumbrado y poderoso político sonorense. Lo que sí es seguro es que en los tiempos en que fue priista de altos vuelos, Javier trató más o menos de igual a igual con Manlio, que por aquel entonces emprendía la ruta ascendente hacia las alturas de poder en que hoy se ubica.

Visto desde la óptica del ‘sospechosismo’ y la desconfianza que permea por estos lares desde hace tiempo, tanto sobre Claudia como sobre Javier pesa la sombra de la influencia de Manlio, que es poseedor del título indiscutido de cacique político non que, con razón o sin razón, el pueblo de Sonora y de buena parte de México, le han conferido.

Guillermo Padrés, por su lado, cojea también del mismo pie. Se especula que si no ha sido sometido a juicio político por la multitud de tropelías, ilegalidades, desacatos y todo lo que usted y yo sabemos, aunque documentalmente nos sea imposible probarlo, es por la inconcebible protección que le han brindado una serie de encumbradas personalidades del mundo de la política organizada, que es todavía más peligrosa y poderosa que la delincuencia organizada, entre las cuales destaca con luz cegadora Manlio… siempre Manlio, el infaltable Manlio. De ser así, Manlio tiene en un puño a todos los actores en el drama electoral que arrancará el próximo viernes 6, y si no a todos, cuando menos a los más importantes. Y debemos recordar que Manlio es un gavilán de esos que cuando agarran, ya no sueltan.

Son muchos los sonorenses ven a Manlio Fabio Beltrones con malos ojos, mientras que muchos otros lo aceptan sin discusiones y sin darle muchas vueltas al asunto. Las aceptaciones y rechazos se reparten según la posición y situación de cada quien. En lo que respecta a Guillermo Padrés el rechazo es abrumadoramente mayoritario, y si acaso cuatro de cada diez sonorenses lo aprueban, y eso un tanto a regañadientes. Una calificación de cuatro sobre diez, al finalizar el sexenio de la alternancia, representa un desastre mayúsculo para un hombre que ha despilfarrado centenares de millones de pesos en busca de la creación de una imagen positiva. Sus deleznables actos hablan por él, y por ello su imagen se encuentra en el nivel más bajo posible, tendiendo al cero absoluto. A estas alturas, nada ni nadie puede salvarlo: Ya es vil carroña política.

En estas irregulares y sui géneris condiciones, está por verse cuál de los dos rechazos es mayor: Si el que los sonorenses tienen por Manlio Fabio Beltrones, o el que tienen por Guillermo Padrés. Los comicios del próximo 7 de junio no solo decidirán quiénes obtendrán los cargos de elección en disputa, sino quién es el personaje más odiado en Sonora, una competencia que, ciertamente, no distingue positivamente a ninguno de los dos participantes. Sin poder asegurarlo por falta de elementos probatorios, me inclino a pensar que el aborrecimiento que se siente por Padrés, en poco menos de seis años, es infinitamente superior al que se siente por Manlio, en los muchos años que lleva en la brega del poder político. Y mi argumento, dentro de su ominoso rigorismo, al mismo tiempo es hasta cierto punto simplista: A lo largo de su historia nadie le había hecho a Sonora y a los sonorenses un daño tan grande y profundo como el que le ha hecho Guillermo Padrés.

Dentro de poco más de 90 días elegiremos los próximos diputados locales y federales, alcaldes y gobernador, pero también decidiremos, en un amplio plebiscito estatal, quién es el hombre cuya presencia e influencia los sonorenses rechazamos con mayor vehemencia. Respecto a los candidatos a gobernador, Javier Gándara Magaña carga con el peso muerto del descrédito que le acarrean ambos patronazgos: el de Padrés por un lado, y el de Manlio por otro. Claudia por su parte carga únicamente con el de Manlio, por lo que, al menos desde ese punto de vista, lleva una considerable ventaja.

Y mucho me temo que hay espaldas políticas que se han roto con cargas mucho menos pesadas que esas.



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