YENDO por Cuna hacia el Salvador, en el último tercio de la calle, proliferan las tiendas de trajes de novias y flamencas. Hay un buen número de ellas. Un turista desavisado puede suponer que aquí las mozas sólo visten de una cosa o de otra, es decir, que están de continuo en el altar o en el tablado. Los japoneses son propensos a tales equívocos. Lo mismo el nipón de turno cree que el traje de gitana guay, el fetén, se parece al que se mostraba hace días en uno de aquellos escaparates; uno muy bonito cuyo precio supera los tres mil euros y es enterito de piel, vamos, como los buenos bolsos de Casal pero con mangas, volantitos, el escote generoso y la sisa muy cogida.

Verlo e imaginar las andanzas de su futura propietaria por el Real de la Feria es automático. Debe de pesar lo suyo. Así, a ojo de buen cubero, se puede calcular que alcanzará, chispa más o menos, la arroba. Ese peso no lo lleva cualquiera por el albero así como así, como poco requerirá entrenamiento, un periodo de prueba para evitar que la afortunada desfallezca en el intento. En cualquier caso existirá alguien con suficiente trapío y donaire como para lucirlo con garbo.

También habrá que estudiar las variables termométricas y sus consecuencias. A mediados de primavera, con el traje de piel pegado al cuerpo, las glándulas sudoríparas de la portadora trabajarán a destajo, lo que se dice no parar un momento. Quizá el diseño esté ideado para jovencitas bien. Es sabido que la gente bien no suda, es más, por principio tienen prohibido hablar de asunto tan problemático en sus reuniones. Por contra bailar compuesta con semejante atuendo aportará mucha emoción al lance. Si, por ejemplo, la afortunada se marca una sevillana, al llegar los giros de la cuarta los volantes cogerán vuelos y podrán zurrar alegres latigazos en las espinillas del acompañante.

El modelo es para lucirlo bien sentadita en casetas refrigeradas.

¡El traje de flamenca es algo muy serio! Entre las vestimentas tradicionales del mundo es la única sujeta a modas. Hasta la fecha los cambios los guiaban la mesura y el buen gusto. Un año eran dos volantes, mangas cortas y estampado de lunares, al siguiente tres, largas y con flores; y así, con pequeñas variantes, se iba tirando la mar de bien. Pero hete aquí que los diseñadores han caído sobre él como las plagas sobre Egipto y se lo están zampando con piel y todo.

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