domingo, 5 de mayo de 2024

PAUL AUSTER, UNAS PALABRAS TRAS SU MUERTE

 Grabé un vídeo el jueves 2 de mayo de 2024, día en el que se anunció la muerte de Paul Auster, hablando de los libros suyos que había leído y reflexionando un poco sobre su obra. Te dejo aquí el vídeo:




domingo, 21 de abril de 2024

Polémica sobre la publicación de "En agosto nos vemos" de Gabriel García Márquez

 Grabé un vídeo hablando de las circunstancias en las que se ha publicado la novela póstuma de Gabriel García Márquez "En agosto nos vemos" y sobre la polémica que ha habido sobre ello:




domingo, 14 de abril de 2024

Un lugar soleado para gente sombría, por Mariana Enriquez


 Un lugar soleado para gente sombría, de Mariana Enriquez

Editorial Anagrama, 229 páginas. Primera edición de 2024.

 

De Mariana Enriquez (Buenos Aires, 1973) había leído, hasta ahora, su libro de cuentos Las cosas que perdimos en el fuego (2016) y la novela Nuestra parte de noche (2019). Con estas dos obras me lo he pasado muy bien. Estaba barruntando la idea de acercarme a Los peligros de fumar en la cama (2009), el anterior libro de cuentos de Enriquez, cuando vi el anuncio de que Anagrama publicaba una nueva colección de relatos de esta autora titulada Un lugar soleado para gente sombría (2024). Decidí pedírselo a la editorial, para poder leerlo y reseñarlo y, ya de paso, les pedí también Los peligros de fumar en la cama. El personal de prensa de Anagrama me envió los dos y me siento afortunado por ello.

 

Un lugar soleado para gente sombría está formado por doce relatos, la misma cantidad de las dos colecciones de cuentos anteriores de Enriquez.

 

Mis muertos tristes es el primer relato. Empieza con la descripción de un barrio depauperado de Buenos Aires. Es un comienzo que me recordaba al del primer cuento de Las cosas que perdimos en el fuego, que se titulaba El chico sucio. Una mujer que vive sola empieza a escuchar los gritos de su madre muerta; y también podrá ver a otras personas fallecidas. Y este fenómeno no solo ocurre con ella, sus vecinos del barrio también empezaran a tener que tratar con estos muertos. El cuento termina criticando esa manía de la ultraderecha de culpar de los problemas sociales a los inmigrantes o a los más desfavorecidos. Es un buen cuento. La sensación que tengo es que he vuelto a abrir el libro de Las cosas que perdimos en el fuego, que ha aumenta ahora su número de relatos. Es decir, Mariana Enriquez ha encontrado una fórmula de éxito y va a seguir explotándola en este libro. Enriquez, a través de los mecanismos del género fantástico y de terror, va a mostrar, siendo crítica, las contradicciones y los problemas de la sociedad en la que vive.

 

Los pájaros de la noche es el segundo cuento, y aquí la narradora es una adolescente que nos va a hablar de su hermana mayor y de sus padres. Como en otros cuentos de Las cosas que perdimos en el fuego, ahora nos hemos trasladado de Buenos Aires al Paraná. «Tengo una enfermedad cuyo síntoma principal es que la piel se pudre, como si estuviera muerta. Por suerte no huele, es solo el aspecto verdegrís lo impresionante, y que, de vez en cuando, se cae y voy dejando jirones de mí misma por la casa.» (pág. 35). Diría que en este nuevo libro, Enrique ahonda más en los temores a la descomposición del propio cuerpo, porque esta idea aparece en más relatos. En la región en la que vive la familia hay muchas leyendas sobre pájaros: «Todos los pájaros son mujeres que han recibido un castigo», y pasará a hablar de estos mitos de Misiones, Corrientes o Entre Ríos: las mujeres que desobedecen, que tienen mala conducta, etc. se transforman en pájaros. De este modo, Enriquez señala aquí la composición machista de la cultura popular. En este relato la creación de una atmósfera funesta y opresiva está por encima de la creación de la trama.

 

La desgracia en la cara tiene un trabajo de composición interesante: las primeras páginas están narradas en primera persona por un varón (algo inusual en los cuentos de Enriquez) y, antes de la mitad del relato, se pasará a un narrador omnisciente en tercera persona lo que, además, marcará un salto en el tiempo. El relato gira en torno al trauma de la madre de una familia que sufrió una violación en su adolescencia. La hija acabará descubriendo que esa violación no fue necesariamente a manos de un hombre. Tanto la madre como la hija irán perdiendo el rostro, de un modo drástico, perturbador. Cruda metáfora del borrado de las mujeres.

 

Julie se ha convertido en mi relato favorito del conjunto. La narradora, una joven bonaerense de veinte años, nos va a hablar de su prima Julie, de veintiuno, hija de sus tíos que emigraron a Nueva York y que, en el tiempo del relato, vuelven a Argentina. Julie ha sido una niña con obesidad que jugaba con amigos invisibles, mientras que la madre era aficionada a la ouija. Los amigos invisibles de Julie parecen ser fantasmas con los que no solo habla, sino que también mantiene relaciones sexuales con ellos, como en la película ochentera El ente. Según lo estaba pensando, Enriquez cita a película en el relato. Me ha encantado esta confluencia de recuerdos ochenteros. Como decía, este relato se ha convertido en mi favorito, porque tiene un giro final, en la última página, que no me esperaba, y que cambia el sentido de lo narrado y que lo abre hacia otros terrores, que me ha parecido muy sutil. Como trasfondo social del relato aquí se ven las tensiones entre los argentinos que emigraron a países más prósperos y los que se quedaron en el país.

 

Metamorfosis es un relato sobre los miedos a las enfermedades. Una mujer de cuarenta y tantos años ha de ser operada del útero, del que le extraerán un mioma, que ella se empeñará en introducir de nuevo en su cuerpo. Es un relato con menos trama que otros, que apuesta por la extrañeza y la repugnancia. Me ha parecido menos conseguido que otros del conjunto.

 

Un lugar soleado para gente sombría, que trata de una mujer argentina en Estados Unidos, me ha parecido otro de los relatos más destacados del libro. La narradora escribe artículos para revistas paranormales, y le propone al editor escribir sobre Elisa Lam, que apareció flotando muerta en el depósito de agua de un hotel de Los Ángeles, depósito que reúne a unas personas en un culto que invoca a Elisa Lam. Esta historia está basada en algo real, y fue extraño leer sobre esto y poder buscar las últimas imágenes de Elisa Lam en el ascensor del hotel, que están en YouTube. Este relato habla también del miedo real a la pérdida de los seres queridos.

 

El narrador de Los himnos de las hienas es un joven gay que acompaña a su pareja, diez años más joven que él, a visitar a su familia en su pueblo del interior. En este pueblo la municipalidad creó un zoo para atraer a turistas, pero los animales murieron en un incendio, al que sobrevivieron las hienas. La pareja visitará un palacio abandonado donde, en el periodo de la dictadura, se piensa que se torturó a presos políticos. La visita a este lugar –lógicamente– va a tener consecuencias inesperadas. He tenido la sensación de que una idea muy parecida a esta ya la usó Enriquez en uno de los cuentos de Las cosas que perdimos en el fuego. No es un mal cuento en realidad (como no lo es ninguno de los incluidos en esta colección), pero me ha parecido de ejecución más previsible y mecánica.

 

Diferentes colores hechos de lágrimas también es un buen cuento, pero he tenido un poco ya al leerlo sensación de agotamiento. Es decir, ya sé que Enriquez va a dar un giro fantástico a lo que narra y por eso, cuando ese giro ocurre, no acaba de sorprenderme. En este caso, unas mujeres jóvenes, que trabajan en una tienda de ropa de segunda mano, van a visitar a un anciano que les quiere vender unos vestidos de su mujer fallecida y unas joyas. Los vestidos van a mostrar sobre los cuerpos de las mujeres que se los prueben los daños que han sufrido sus antiguas dueñas. Aquí, como ocurría en Nuestra parte de noche, parece criticarse la impunidad de la clase alta argentina durante la última dictadura, y la impunidad en general, hace unas décadas, sobre los maltratos domésticos a las mujeres.

 

En Cementerio de heladeras una mujer adulta habla de un incidente de su primera adolescencia, que ocurrió treinta años antes, y en el que tuvo lugar  la muerte de otro niño a causa de una broma más que desafortunada. Es un cuento correcto, aunque con menos fuerza que otros.

 

En Un artista local una joven pareja de Buenos Aires va a pasar unos días a una casa en el campo, a un pueblo que está tratando de salir a flote gracias a enfocarse hacia el turismo. Este cuento está narrador en tercera persona. Pronto empezarán a sentir la extrañeza de que no todo parece estar en su lugar en este pueblo. El final me ha recordado al de algunos cuentos de Lovecraft, con la creación de nuevos mitos. Aquí se habla también del problema de la despoblación de los pueblos argentinos.

 

En Ojos negros una trabajadora social, que acerca, con una furgoneta, comida a mendigos por las noches, nos va a contar su encuentro con dos niños cuyos ojos no tienen pupilas, sino que son completamente negros. De nuevo he sentido aquí la influencia de los cuentos del círculo de Lovecraft, como el titulado Los perros de Tíndalos de Frank Belknap Long.

 

Quien haya leído Las cosas que perdimos en el fuego con gusto y se acerque ahora a Un lugar soleado para gente sombría creo que va a disfrutar de nuevo de la experiencia. Lo único malo que le va a poder ocurrir es que su capacidad de sorpresa ya no va a poder ser la de antes. Como dije al comienzo, Mariana Enriquez ha encontrado una fórmula exitosa de narrar –unir terrores cotidianos a otros sobrenaturales, y hacer crítica social a la situación de los pobres en su país, y sobre todo a la de las mujeres– y sigue explotando el mismo camino. Como diferencia, creo que ahora he podido percibir que algunos relatos se adentraban más en los miedos a las enfermedades y el envejecimiento del cuerpo. En Un lugar soleado para gente sombría hay relatos realmente muy buenos. He pasado verdaderos grandes ratos leyendo este libro.

domingo, 31 de marzo de 2024

Sale el espectro, por Philip Roth


 Sale el espectro, de Philip Roth

Editorial Mondadori, 254 páginas. Primera edición de 2007; esta es de 2008

Traducción de Jordi Fibla

 

A finales de 2023 estaba terminado el libro Cuentos de Antón Chejov, en una antología de Alba de 870 páginas, y, como iban a llegar mis vacaciones de profesor en Navidad, había programado leer una novela larga, que iba a ser El hombre que amaba a los perros de Leonardo Padura. Sin embargo, el 22 de diciembre, día que empezaban mis vacaciones y finalizaba los Cuentos de Chéjov, casi por casualidad, tuve que pasarme por la biblioteca pública de Móstoles y entonces decidí que iba a entrar allí e iba a sacar un libro, para leer durante la primera semana de las vacaciones, por pura apetencia, como cuando tenía veinte o veinticinco años y usaba aquella biblioteca con genuina alegría. Después de un rato de pasear entre los anaqueles de la biblioteca y de dejarme tentar, tomé en préstamo Sale el espectro (2007) de Philip Roth (Newark, Nueva Jersey, 1933 – Nueva York, 2018). Era un libro que había hojeado más de una vez en la biblioteca Eugenio Trías del Retiro. Está protagonizada por Nathan Zuckerman, alter ego de Philip Roth, que aparecía (si no me fallan las cuentas) en siete novelas que ya había leído de este autor: La visita al maestro, Zuckerman desencadenado, La lección de anatomía, La orgía de Praga, Pastoral americana, Me casé con un comunista y La mancha humana.

Dentro de esta colección de novelas, Sale el espectro actuaría como una especie de coda final, porque en ella Roth nos acerca a un Zuckerman decadente que, cuando empieza la narración, lleva once años viviendo retirado en una casa de campo, y sin pisar Nueva York. Zuckerman tiene setenta y un año, pero ha sido operado de próstata y, desde entonces, sufre incontinencia urinaria e impotencia. Cuando comienza la historia, Zuckerman vuelve a Nueva York para someterle a una operación quirúrgica que podría hacer desaparecer, o al menos disminuir, sus problemas de incontinencia. Zuckerman ha de salir a la calle con unos pañales debajo de la ropa interior que no acaban de cumplir a la perfección su labor, y además está empezando a sufrir pequeños problemas de memoria. Será este último problema el que de verdad le preocupe: durante la última década ha ido cortando el contacto humano y vive recluido en su cabaña escribiendo, la actividad que es el verdadero motor de su vida. Sigue leyendo, pero ya solo se acerca a releer aquellos clásicos que más le impresionaron durante su juventud, como las obras de Joseph Conrad. De hecho, es alguien que no conoce internet en octubre de 2004, momento en el que está ambientada la novela.

 

En la clínica de Nueva York se va a encontrar con una persona del pasado: Amy Bellette, una joven que, medio siglo antes (en 1956), se había convertido en la amante del escritor judío E. I. Lonoff quien, después de su muerte, se encuentra ya casi olvidado en Estados Unidos, pero que fue uno de los maestros literarios del joven Zukerman cuando deseaba ser escritor. En una de las primeras novelas de Roth, protagonizada por Zuckerman, La visita al maestro, se narra precisamente una visita que hará Zuckerman a la casa de Lonoff y allí podrá asistir al momento en el que la mujer de Lonoff le deja tras descubrir que mantiene relaciones con una de sus exalumnas, Amy Bellette. Zuckerman va a sentir el impulso de seguir por la calle a Amy, que parece haber sufrido recientemente una operación en el cerebro, pero no se atreverá a abordarla. Lo que sí hará será comprar en una librería de segunda mano la primera edición de los relatos de E. I. Lonoff, aunque son libros que ya tiene, quiere poder acercarse a ellos, de nuevo, en el hotel, mientras tenga que permanecer en Nueva York. De hecho, la importancia de Lonoff en la vida de Zuckerman es tan que vive aislado en las montañas Bershire, donde vivía Lonoff cuando fue a visitarle por primera vez.

Zuckerman visita un restaurante italiano, donde aún se acuerdan de él, porque fue su cliente asiduo hace más de una década. Allí abrirá, después de once años, un ejemplar de la revista The New York Review of Books y se topará con un anuncio que propone un intercambio de casa por un año: un piso en Nueva York por una casa en el campo. Zuckerman, animado por el posible éxito de su operación, va a sentir que ese anuncio estaba ahí para que él lo leyera y contactara con la pareja que lo ha puesto. Así va a conocer a Billy Davidoff y a Jamie Logan, jóvenes aspirantes a escritores. La trama se irá complicando porque un amigo de Jamie, llamado Richard Kliman está escribiendo una biografía de E. I. Lonoff, con la intención de revitalizar para la literatura norteamericana la olvidada figura de este autor, que destacó unas décadas antes. Kliman cree haber descubierto un secreto que Lonoff ocultó de su biografía y, gracias a la posible provocación de un escándalo, piensa que se va a volver a hablar del autor. Kliman también está acosando a Amy Bellette, que fue su última compañera. Además, Zuckerman descubre que Lonoff, que solo había publicado libros de relatos, durante los últimos años de su vida estaba escribiendo una novela que es posible que dejara inconclusa.

Zuckerman, revivido de repente, empezará a sentir deseos por la atractiva Jamie Logan, y además sentirá la necesidad de enfrentarse virilmente al musculado y alto Kliman, porque él no piensa que hurgar en los secretos o los trapos sucios de un artista sea una forma válida de recuperar su obra, y siente que Kliman solo es un trepa arrogante. «Pero ¿es biógrafo ese espantoso Kliman? Es un impostor. Lo manchará todo y a todos, y lo hará pasar como la verdad. Es la integridad de Manny lo que quiere destruir… y ni siquiera es eso lo que quiere. Así es como se hacen las cosas ahora: exponer al escritor para que lo censuren. Hacer el definitivo ajuste de cuentas de cada pequeño yerro. Destruir reputaciones es la manera que tienen esas nulidades de distinguirse un poco. Los valores, las obligaciones, las virtudes y las normas de la gente no son más que una tapadera, un camuflaje para ocultar el repugnante cieno que hay debajo.», le dirá Amy a Zuckerman hablando sobre Kliman y su deseo de escribir una biografía escandalosa de Lonoff.

El tema del deseo que Zuckerman empieza a sentir hacia la atractiva Jamie y que se verá proyectado en una serie de diálogos inventados con ella que Zuckerman redacta en su hotel, me ha recordado al planteamiento de la novela El animal moribundo también de Roth. El deseo sexual siempre ha sido uno de los temas narrativos de Roth, y también ha sabido plasmar, como en este caso, su decadencia.

 

Me ha chocado el desarrollo de una subtrama: en la página 56 Zuckerman le contará al lector que decidió dejar Nueva York, once años antes, porque estaba recibiendo amenazas de muerte por carta y en el campo pensó que se iba a sentir menos expuesto. No recuerdo que en ninguna de las otras novelas de Zuckerman, en las que ya vivía en el campo se hablara de este tema, y he llegado a pensar que quizás se tratase de un golpe de efecto narrativo un tanto desafortunado.

El contexto histórico en el que se desarrolla la historia es de un Nueva York que está aprendiendo a revivir después de los atentados de las Torres Gemelas, pero donde sus habitantes tienen miedo de ser víctimas de un nuevo atentado. Por este motivo los jóvenes escritores Jamie y Bill quieren irse al campo. Además, las elecciones presidenciales las va a ganar George W. Bush, algo devastador para algunos de los protagonistas de la novela.

 

Me ha gustado regresar, después de unos años sin hacerlo, a una novela de Philip Roth, de quien –hasta que murió en 2018– yo solía decir que era mi escritor vivo favorito. Sin embargo, Sale el espectro no es una de las mejores novelas de Roth. No quiero decir con esto que el libro me haya disgustado, puesto que ha tenido encanto poder acercarme a este Zuckerman decadente y espectral, pero diría que el planteamiento de la novela ha sido superior a su resolución.

Una consecuencia inesperada de la lectura de Sale el espectro ha sido que me llevó a comprar de segunda mano, en la página de Iberlibro, los Cuentos reunidos de Bernard Malamud, el escritor judío norteamericano en cuya figura se supone que está basado Lonoff. A ver si leo estos cuentos pronto.

domingo, 17 de marzo de 2024

domingo, 10 de marzo de 2024

Paranoica fierita, por Miguel Ángel Maya

 


Paranoica Fierita, de Miguel Ángel Maya

Editorial Carpenoctem. 106 páginas. Primera edición de 2022

 

Me había fijado por primera vez en el nombre de Miguel Ángel Maya (Madrid, 1978) en 2008, cuando ganó el Premio Caja Madrid de Narrativa con su novela Últimas 2 horas y 58 minutos, editado por Lengua de Trapo. No llegué a leer este libro, pero lo hojeé varias veces. Más tarde, he intercambiado algunos mensajes por las redes sociales con Miguel Ángel, sobre todo tras mi interés por el escritor argentino Salvador Benesdra, del que él estuvo investigando con la idea de escribir una novela. En 2022 me escribió para preguntarme si me interesaría leer su nueva novela, titulada Paranoica fierita. La acepté por esa amistad en la distancia que nos unía y porque la publicaba la editorial Carpe Noctem, donde yo he publicado mi novela Caminaré entre las ratas.

 

La edición de Carpe Noctem presenta algunas peculiaridades: de entrada, en las primeras páginas del libro está dibujada –con fondo negro– la cerradura de una puerta y dentro de ella está el texto inicial de la novela. En estas páginas, un narrador, aún desconocido, observa los movimientos privados de una mujer en un cuarto de baño y la mira, efectivamente, a través de la cerradura de una puerta, una puerta antigua habría que puntualizar. El texto, prescindiendo del uso de puntos, y donde las frases van de corrido, unidas con la conjunción «y» es desasosegante. En él se insinúa la violencia y la locura que va a guiar el relato de esta intensa y corta novela.

 

Después de estas seis páginas iniciales, contadas a través de la cerradura de la puerta, pasamos a un paginado más convencional. Además, se cambia de narrador: ahora pasará ser una mujer que se despierta magullada en una habitación, con un cadáver ensangrentado a su lado, y con claros signos de haber sido asesinado de forma violenta, pero ella no sabe qué ha ocurrido. La narradora, de la que nunca sabremos el nombre, empezará a contarle a la policía su historia. «Me lanzan preguntas. Son cuchillos, las preguntas, que buscan clavarse en mi carne y en mi cuerpo, pero no me encuentran porque de mi boca ni una sola respuesta sale, ni un solo recuerdo se escapa.» (pág. 17)

 

En el siguiente capítulo, la narradora se traslada hasta sus cinco o seis años, cuando vivía con sus padres y su hermana en una casa «al norte de Saint Simons, cerca de donde empieza el desierto». Más tarde se citará el nombre de otros pueblos del desierto: San Elizario, Ruidosa, Candelaria, Las Cruces… Busco estos pueblos en Google y encuentro que San Elizario es una ciudad de Texas, ubicada en el condado de El Paso. No se explicita el país en el que se sitúa la acción, pero el imaginario mostrado sí que hace pensar en la frontera entre Estados Unidos y México. De hecho, estas primeras páginas en las que se rememora la infancia de la protagonista, me hacen pensar en la violencia de los escenarios fronterizos que desarrolló Roberto Bolaño en 2666. La construcción lingüística también parece tener a Bolaño como modelo: de forma continua, Maya traza en la página un misterio y una sensación de amenaza constante, en muchos casos concreta, pero también indeterminada. «Una noche, la gente del circo se va. Lo dejan intacto, como si hubieran sido avisados de una inminente epidemia o sido testigos de algo terrible.» (pág. 19), esta última construcción («testigos de algo terrible») me parece completamente bolañesca.

 

En el resumen de la contraportada, la escritora Sara Mesa apunta que esta obra ahonda en algunas de las obsesiones de Miguel Ángel Maya: «el mundo del circo, los rituales que sostienen la vida, la locura, la magia, la perversidad y el mal, el piano como animal mitológico, el cuerpo como topografía del dolor.» No he leído las anteriores obras de Maya, para poder corroborar las palabras de Sara Mesa; pero sí que me parece que apunta en la dirección correcta cuando dice que la atmósfera puede recordar a las de las películas de David Lynch y la trama salvaje a lo Quentin Tarantino. Toda la extrañeza de Lynch y toda la violencia de Tarantino se pueden encontrar en estas breves, pero intensas páginas de Maya, escritas –como ya he apuntado– siguiendo la estela de Bolaño.

 

Todo lo más terrible que se puede imaginar el ser humano lo ha dibujado Maya sobre sus páginas: pederastia, agresiones, violaciones, asesinatos, abusos y violencias de todo tipo, incluso no faltará la antropofagia… El padre de la narradora la llevará a ella y a su hermana hasta los terribles manglares, donde las entregará a las fiestas de siniestros personajes con las cabezas cubiertas por cabezas de animales. Toda la historia está recorrida por un aire de distanciamiento onírico.

La madre iniciará con la narradora una búsqueda, a través de los pueblos de la región, de algunos de los personajes del libro (no quiero destripar la trama), que, de nuevo, me ha recordado a las búsquedas de detectives salvajes de los libros de Bolaño.

La narradora se encontrará sola a los trece años, viviendo en una caravana a las puertas de un circo abandonado. La presencia del mundo del circo, como misterio y como amenaza, es muy intensa en esta historia, que, sin contar nada extraordinario o mágico, elude el realismo. A la adolescente de trece años le saldrá un protector inesperado, con el que iniciará nuevas búsquedas de detectives salvajes, con una atmósfera opresiva en todo momento.

Además del juego de la cerradura, ya comentado, habrá otras páginas en las que aparezcan partituras de música, que yo no sé leer y, por tanto, no sé si tienen significación real en la historia o son, más bien, decorativas. O incluso una mancha roja, imitando la sangre sobre la página.

En el tramo final, viviremos un nuevo cambio de narrador, que acercará al lector a las primeras páginas leídas, y esta historia misteriosa, en la que yo tenía, en más de una ocasión, la sensación de estar adentrándose en los resortes internos de una pesadilla, en la que la lógica narrativa había quedado abolida, cobrará, en gran medida, unidad y significado. Sin quedar, por ello, unidos todos los cabos expuestos.

 

 

Quizás el punto débil que le podría sacar a Paranoica fierita es que todo lo terrible que se muestra en esta obra es tan exagerado que a veces parece bordear la parodia o la búsqueda de lo epatante por encima de la limpieza narrativa. Las apenas cien páginas de Paranoica fierita son realmente intensas. Es esta una narración que da más importancia a la creación de atmósferas que a la de una trama clara (aunque ya he apuntando que sí que acabará existiendo una trama que se mostrará al final de la novela). El lenguaje es poético, misterio y oscuro. Lo contado es terrible, violento y opresivo. Paranoica fierita es una novela extraña y pesadillesca para amantes de los cócteles fuertes.

domingo, 25 de febrero de 2024

Estupor y temblores y Ni de Eva ni de Adán, por Amélie Nothomb

 


Estupor y temblores y Ni de Eva ni de Adán, de Amélie Nothomb

Editorial Anagrama. 143 y 173 páginas. Primera edición de 1999 y 2007

Traducciones de Sergi Pàmies

 

Había leído Estupor y temblores (1999) de Amélie Nothomb (Kobe, 1967) en enero de 2001, sacándola de la biblioteca de Móstoles. Por esos días yo trabajaba en una auditora norteamericana, en una de las llamadas Big5, un terrible infierno laboral, en el que podías sufrir la condena de padecer 80 horas de trabajo a la semana. Me recuerdo leyendo este libro en un tren de Meco a Madrid, una mañana. La empresa me había enviado a Meco para realizar un inventario en una nave gélida, perdida en medio de un erial. Y aun así me sentía contento por haber podido alejarme de la oficina por unas horas. Reconfortado en el calor del tren, leía Estupor y temblores, que trataba el tema del terror moderno que los seres humanos viven en las oficinas y del que rara vez parece ocuparse la literatura o el cine. Me sentí muy identificado con la Amélie –un trasunto de la autora– que narraba aquella historia de humillaciones y absurdeces. Es posible que la lectura de este libro sea una influencia para mi novela Esto no es Bambi, que escribí sobre mi experiencia en la auditora norteamericana.

 

Estupor y temblores relata el año que vivió la joven Amélie, de veintidós años, en la empresa japonesa Yumimoto, año que se corresponde con el comienzo y el fin de 1990. «El señor Haneda era el superior del señor Omichi, que era el superior del señor Saito, que era el superior de la señorita Mori, que era mi superiora. Y yo no era la superiora de nadie.», con esta frase sobre la jerarquía de la empresa comienza el libro.

Estupor y temblores se lee como si se tratase de una novela autobiográfica puesto que la protagonista tiene el mismo nombre de la autora, la misma edad, y ambas comparten más de un dato biográfico: Nothomb nació y vivió hasta los cinco años en Japón porque sus padres eran embajadores belgas en aquel país, luego pasó a China e Indonesia. En la adolescencia se instaló en la Bélgica de sus padres para regresar a Japón en 1989. En algún momento de Estupor y temblores se evoca esta remota infancia japonesa, pero el lector no va a conocer nada de la vida de Amélie fuera de la empresa, tema que se reservará para la novela Ni de Eva ni de Adán (2007).

 

Uno de los motivos que me han llevado a esta relectura de Estupor y temblores, más de veinte años después, es laboral. A mis alumnos de Economía de primero de bachillerato les pido que lean Rebelión en la granja de George Orwell, y hablo con ellos de los sistemas económicos, y ahora, que cada vez doy más clases de Gestión de empresas en bachillerato internacional he pensado pedirles a estos otros alumnos que también lean un libro. Los temas que trata Estupor y temblores me pueden servir para ilustrar el bloque de Recursos humanos del temario, ya que aquí se tratan asuntos como el de la jerarquía empresarial, la definición de tareas, la unidad de mando, la motivación, los choques culturales… Y, además, recordaba, se cuenta con humor y con un estilo sencillo, elementos que pueden resultar adecuados para alumnos de dieciséis años.

«Seguía sin saber cuál era mi misión en la empresa; pero no me importaba.», dirá Amélie en la página 13, después de varios días en Yumimoto.

 

Desde el comienzo de la novela, se abrirá un calvario laboral para Amélie, ya que nadie parece tener muy claro cuáles van a ser sus tareas en la empresa a la que acaba de llegar. Y así, diferentes jefes, de la inicial jerarquía nombrada, irán encargándole tareas a cada cual más absurda. Hay un momento que, como lector, he sentido incredulidad ante los despropósitos laborales que estaba leyendo, y he llegado a imaginar que Nothomb estaba simplificando las tareas a las que no podía enfrentarse para no aburrir al lector con comentarios técnicos sobre el trabajo, y también con intenciones cómicas. Así, por ejemplo, ha de estar fotocopian el reglamento del club de golf del jefe a mano, porque este opina que, si se usa la función automática, el texto no sale del todo centrado. En cualquier caso, tendrá que repetir las copias (de forma automática o a mano) un sinfín de veces. Cuando un jefe de otro departamento le pida ayuda a Amélie por sus conocimientos de francés, y ésta haga un buen informe sobre un producto que la empresa está pensando importar para Japón (Yumimoto es una empresa de importaciones y exportaciones), solo va a recibir reprimendas y castigos por haberse saltado la cadena de mando y ningún elogio porque su trabajo haya sido útil. Amélie ha firmado por un año de contrato en la empresa y, a pesar de todos los absurdos y las humillaciones, se ha propuesto cumplir con él, porque renunciar a una oportunidad en una empresa es algo inconcebible para un japonés, cultura en la que desea verse integrada.

Como ya he dicho, un aire de farsa se desprende del texto. Imagino que, en realidad, Amélie Nothomb (la escritora, no el personaje del libro) se tuvo que enfrentar a muchas tareas absurdas y repetitivas, que le quitaban la energía, y aprovechó esta experiencia para retorcer y simplificar los hechos y acercarse a sus vivencias en la empresa japonesa de una forma simbólica. De este modo más sencillo, pero más irreal, consigue transmitir esa idea de absurdez sin caer en la autocompasión y buscando la simpatía del lector, haciendo el texto más ameno, pero menos punzante. Menos reflexivo y más infantil, más para todos los públicos, en definitiva. Esta idea me la corrobora una frase de Ni de Eva ni de Adán, donde nos narra su vida en Japón, pero esta vez fuera de la oficina. En esta frase dice «por no hablar de algunas noches que pasaba en la empresa por no haber concluido mi trabajo.» (pág. 153 de Ni de Eva ni de Adán), aquí da a entender que esta era una situación habitual, y en Estupor y temblores solo se cuenta que esto de salir tarde le ocurre durante menos de una semana, y la ocupación a la que se le va a asignar durante sus últimos siete meses en la empresa es tan simple que no podía darse el caso de salir tarde de la empresa por no haber cumplido con su trabajo.

También se muestra alguna escena un tanto surrealista, con intención cómica, como que debido a que no consigue enfrentarse a un trabajo sencillo (como es el de comprobar en yenes el importe de unos cargos de dietas de los empleados en otra moneda) acaba varias noches sin dormir en la oficina y esto la lleva al delirio, a quitarse la ropa y a correr desnuda sobre las mesas, para acabar durmiendo bajo una montaña de basura.

 

Como en El castillo de Franz Kafka, Amélie no podrá osar acercarse al líder supremo de la organización, al señor Haneda del que se habla en la primera línea del libro. En cualquier caso, si pudiera estar en presencia del señor Haneda ella debería enfrentarse a él con esos «estupores y temblores» a los que alude el título de forma irónica, ya que esta es la única fórmula según la cual en Japón los súbditos deberían acercarse al emperador.

 

En algunos momentos del libro se le recuerda al lector que se encuentra ante la evocación de los recuerdos de la narradora. El estilo narrativo es sencillo y, de vez en cuando, aparece algún cliché en el texto, como «no daba pie con bola» (pág. 68) o «mujer de primera fila» (pág. 91), que imagino que el traductor Sergi Pàmies elige para trasladar al castellano un cliché equivalente del francés.

Algunas de las páginas más interesantes de Estupor y temblores son aquellas en las que la autora analiza la sociedad japonesa, y sobre todo aquellas que se ocupan de la posición de la mujer en dicha sociedad; que debe alcanzar, por ejemplo, la excelencia en el trabajo y casarse antes de los veinticinco años; pero si se sacrifica por su carrera no podrá encontrar con quien casarse. Y con este tipo de contradicciones y presiones ha de organizar su vida.

 

Como dije al principio, tenía un gran recuerdo de este libro, por la cercanía temática que sentí a él en su momento. Ahora mismo, con el paso del tiempo y las lecturas siento que Estupor y temblores es un libro simpático, escrito con sencillez, que sin ser una gran obra cumple su función de entretener, hablando de un tema que me interesa: el de los abusos laborales. Creo que puede ser una lectura interesante para mis alumnos.

 


Después de terminar Estupor y temblores empecé Ni de Eva ni de Adán (2007) –que saqué de la biblioteca de Móstoles– porque sabía que en esta novela Nothomb volvía al tema japonés y tenía entendido que era una suerte de cara B del otro libro, en el que la autora contaba sus vivencias en Japón, pero, en este caso, las que no transcurrían dentro de la empresa Yumimoto.

En realidad, la historia contada en Ni de Eva ni de Adán comienza a principios de 1989, justo un año antes de lo contado en Estupor y temblores. La voz narrativa vuelve a ser la del personaje llamado Amélie y lo contado va a ser coherente con lo expuesto en la novela anterior; por tanto, he tenido la sensación de estar leyendo una nueva parte de la misma novela.

Amélie, de veintiún años, acaba de llegar a Japón para estudiar el idioma y decide además anunciarse como profesora de francés. «Me pareció que enseñar francés sería el método más eficaz para aprender japonés», es la primera frase del libro y es significativa: Nothomb muestra en ella su búsqueda de las contradicciones con afán cómico. De este modo, va a conocer a Rinri, un joven japonés de veinte años que estudia francés en la universidad. Unos capítulos más tarde, Amélie y Rinri van a dar comienzo a una relación sentimental.

Como en Estupor y temblores, la prosa usada por Nothomb en esta novela es sencilla. «Le quería mucho. Y eso no puedes decírselo a tu novio. Lástima. Por mi parte, quererlo mucho significaba mucho.

Me hacía Feliz.

Siempre me alegraba de verlo. Sentía por él amistad y ternura. Así era la ecuación de mi sentimiento hacia él y aquella historia me parecía maravillosa.» (pág. 53)

A veces, como en la otra novela, también usa algún cliché o alguna expresión demasiado oral como «Mira quién fue a hablar» (pág. 21), «arrojar la toalla» (pág. 24), «se les crucen los cables» (pág. 27), «me importaba un comino» (pág. 41)

 

En Ni de Eva ni de Adán el texto se divide en capítulos, a diferencia de lo que ocurría en Estupor y temblores, donde toda la narración iba de corrido. En los capítulos de Ni de Eva ni de Adán se narran sucesos normalmente amables, en los que Nothomb hace hincapié en mostrarnos los choques culturales de una joven occidental en Japón. Como ya ocurría en Estupor y temblores, en esta novela la narradora también juega al despiste, a mostrarnos que no analiza bien la realidad, con intenciones cómicas. Así, por ejemplo, aunque al lector le queda claro, desde casi el principio, que Rinri es un joven de la clase social alta tokiota, de forma recurrente, Amélie hablará de sus sospechas de que pertenecía a la Yakuza, la mafia japonesa. Se narrará alguna visita a la costa, una escalada al monte Fuji, a la isla de Sado…, y más que una historia de amor hacia una persona, Rinri, esta novela acabará siendo una historia de amor hacia un país, Japón.

Los capítulos tienen encanto, aunque avanzan sin tener tensión narrativa. Lo único que parece mover la casi inexistente trama del libro es la capacidad de Nothomb para generar extrañeza mediante sus exageraciones cómicas, como la de que Amélie se transforma al subir o bajar montañas y entonces puede caminar por ellas a más velocidad que el resto de los humanos. Todo esto es simpático, aunque también algo infantil. En otros capítulos se incide en el exotismo oriental, como la ocasión en la que en la isla de Sado le ofrecen a Amélie en el hotel comer pequeños pulpos vivos, ante su repulsión.

Siguen siendo interesantes, como ya ocurría en la novela anterior, aquellas páginas en las que Nothomb nos habla de la sociología japonesa: así sabremos, por ejemplo, que los años universitarios son los años de relajación para el japonés medio, que durante el colegio tendrá que esforzarse mucho para llegar a la universidad, y que en el mundo laboral no tendrá tregua hasta que se jubile, pero durante la universidad puede sentarse a contemplar el paisaje.

 

Me ha gustado cuando el tiempo narrativo de Ni de Eva ni de Adán se acercaba al de Estupor y temblores. Así leemos en la página 152:

«Principios de enero de 1990, entré en una de las siete inmensas compañías niponas que, bajo la apariencia de negocios, tentaban el verdadero poder japonés. Como cualquier empleado, pensaba trabajar allí cuarenta años.

En mi tratado de estupor y temblores, conté por qué apenas conseguí permanecer hasta el fin de mi contrato de un año.

Fue un descenso a los infiernos de una extrema banalidad. Mi destino no difirió radicalmente del de la inmensa mayoría de empleados japoneses. Solo se vio agravado por mi condición extranjera y por cierto genio personal para la torpeza.»

Por fin, en las páginas finales de Ni de Eva ni de Adán conoceremos algo de la vida de Amélie fuera de la empresa Yumimoto: «Llevaba una doble vida. Esclava de día, novia de noche. Habría podido sacar provecho de ello si las noches no hubieran sido tan cortas: nunca me reunía con Rinri antes de las diez de la noche y en aquella época ya me levantaba a las cuatro de la mañana para escribir.» (pág. 153)

En las páginas finales del libro sí que aparecen, al fin, atisbos de tensión narrativa, ya que el lector asistirá a las no fáciles decisiones que Amélie ha de tomar sobre su futuro.

 

En definitiva, me ha gustado volver, después de más de veinte años, a Estupor y temblores, un libro que me ayudó en su momento a pasar un mal trago personal, y me ha gustado también ampliar mis conocimientos –gracias a Ni de Eva ni de Adán– sobre la vida de Amélie en Japón, un país que me resulta fascinante y que sueño poder visitar algún día. Estupor y temblores y Ni de Eva ni de Adán no me parecen gran literatura, pero son libros simpáticos y que tratan temas que me interesan. A veces, solo esto es ya suficiente.

domingo, 18 de febrero de 2024

Un lugar desconocido, por Seicho Matsumoto


 Un lugar desconocido, de Seicho Matsumoto

Editorial Libros del Asteroide, 250 páginas. Primera edición de 1975; esta es de 2021

Traducción de Marina Bornas

 

En 2022, tras mi reencuentro con el premio Nobel Kenzaburo Oé, al que no leía desde la década de 1990, leí más libros de autores japoneses; y ya en 2023, aunque en menor medida, seguí con esta tendencia. Observando la web de la editorial Libros del Asteroide me fijé en que publicaban a un autor, desconocido para mí, al que se le consideraba el más representativo de la novela negra japonesa, Seicho Matsumoto (Kitakyushu, 1909, Tokio, 1992). Sentí curiosidad y solicité a la editorial que me enviaran Un lugar desconocido, para poder leerla y comentarla.

 

Tsuneo Asai, el protagonista de la novela, tiene cuarenta y dos años y trabaja como encargado jefe del departamento de Alimentación del Ministerio de Agricultura. Vive en Tokio y, cuando comienza la narración, se encuentra en Kobe, acompañando al director general Shiraishi en un viaje de negocios, en el que visitan fábricas de alimentos enlatados. Asai va a recibir una terrible noticia, que le llegará desde el teléfono del restaurante en el que se encuentran cenando: su mujer Eko ha fallecido en Tokio por un paro cardiaco. Asai ha de regresar rápidamente a su casa. Aunque es posible que el lector no se dé cuenta en ese momento, la escena en la que Asai se despide de su jefe y de los empresarios con los que está cenando es muy significativa en la construcción de la novela. Asai, lejos de perder los nervios y abandonar el restaurante precipitadamente, organizará el resto del viaje para su jefe. «Mientras recorría el pasillo de vuelta a la sala de banquetes, decidió pedirle al vicepresidente Yagishita que atendiera al director Shibaraishi. No podía pedir al ministerio que enviara un sustituto, así que su jefe tendría que completar solo los dos días de visitas que todavía tenía por delante. Un hombre como él, al que le gustaba darse aires de importancia, se sentiría humillado viajando sin acompañante. Se planteó pedir un sustituto a la delegación de Hiroshima, pero descartó la idea porque le pareció irrespetuoso dejar al director general y a los empresarios con alguien que no fuera de la sede del ministerio. A pesar de la conmoción de haber perdido a su mujer de forma tan repentina, Asai estaba completamente centrado en resolver los asuntos del trabajo.» (pág. 13)

 

Asai se casó con Eko un año después de quedarse viudo, cuando él tenía treinta y cinco años y ella veintisiete. Aunque la diferencia de edad es de ocho años, pronto Asai empezará a tratar a su mujer como si esta diferencia fuese más grande, y no tardará en «malcriarla», a permitirle todos sus caprichos. Esto hará que Eko llegue a pasar días enteros sin salir de la cama. Sin embargo, empezará a animarse cuando se apunte a clases de pintura o de poesía, donde empezará a tener un moderado éxito componiendo haikus.

Asai nunca se ha sentido atractivo para las mujeres y su vida sexual con Eko nunca fue muy intensa; y menos todavía cuando a ella le diagnosticaron una dolencia cardiaca que hacía que las relaciones sexuales no fuesen recomendables para ella. Asai y Eko hacían casi vidas separadas, y Asai se centró definitivamente en el trabajo y en su deseo de ser alguien respetado en ese entorno.

Asai y su cuñada van a visitar una perfumería, cuya dueña llamó a la casa familiar para avisar que Eko había entrado en su comercio, pidiendo ayuda al haberse sentido mal en la calle. Quieren agradecerle a la dueña del local las molestias que se tomó con Eko. En la novela la idea de los convencionalismos y formalismos sociales va ir cobrando cada vez más importancia. La perfumería está ubicada en un barrio residencial de clase alta y, aunque Asai sabe que su mujer acostumbraba a pasear por lugares apartados, con la idea de encontrar inspiración para sus poemas, no entiende bien por qué Eko podía hallarse en ese lugar. Las sospechas de Asia se dispararán cuando descubra que en ese barrio, y cerca de la perfumería, existen una serie de hoteles de citas. En los últimos años, Eko, cerca de los treinta y cinco, y a pesar de su enfermedad cardiaca había comenzado a resplandecer y tener un aspecto más atractivo que antes. Asai empezará a comprender, tarde, que lo más seguro es que Eko tuviera un amante. Esta idea empezará a obsesionarle y a trastocar su ordenada vida de funcionario en el Ministerio de Agricultura. Asai se convertirá en un detective aficionado que investiga la muerte de su mujer y, cuando considere que ya no puede llegar más lejos de lo que ha llegado, no dudará en contratar a unos detectives profesionales para que continúen la labor por él. Eso sí, siempre que acuda a la agencia de detectives lo hará camuflado tras unas gafas oscuras y sin dar su verdadero nombre, ante el temor de que se descubra que su mujer le era infiel y esto pueda perjudicar su carrera laboral.

 

Un lugar desconocido (1975) es la tercera novela de Seicho Matsumoto que publica en España Libros del Asteroide, antes había publicado El expreso de Tokio (1957), La chica de Kyusshu (1961), y, hace poco, han publicado una cuarta, titulada El castillo de arena (1961). Leyendo los argumentos de las otros tres novelas, tengo la sensación de que estas son «novelas negras» de un modo más claro que Un lugar desconocido; porque en ellas hay un asesinato en primera instancia y lo investiga un policía (al menos en dos de ellas). Un lugar desconocido sí acabará siendo una novela negra, pero en realidad parece, más bien, una novela sobre la fatalidad, que en algunos momentos me ha recordado a una película de los hermanos Cohen o a alguna novela de Patricia Highsmith como La jaula de cristal.

Si alguien busca una novela negra convencional, o llega hasta Un lugar desconocido atraído por la idea de que Matsumoto es el gran representante de la novela negra japonesa, quizás se vaya a decepcionar, porque, desde luego, no existe aquí una narración trepidante al estilo de las que pueden ser las de Dashiell Hammett o Raymond Chandler. Sin embargo, sí que se va a encontrar con una narración muy interesante sobre el Japón de comienzos de la década de 1970. Ante el cadáver de una persona asesinada, que aparecerá en la novela, la policía empezará sospechando que se puede tratar de un criminal que imita los asesinatos de Charles Mason (Sharon Tate murió en agosto de 1969, así que lo normal es pensar que la acción de la novela se sitúa a comienzos de la década de 1970), y esto hará que, de forma sutil, Matsumoto haga una pequeña crítica a la sociedad japonesa de la época: Japón no solo imita la economía estadounidense, sino también a sus criminales.

Me ha gustado Un lugar desconocido porque en realidad es, precisamente, una novela que, usando como escusa la resolución de un misterio, critica a la sociedad de la época que retrata. Un lugar desconocido es una novela que nos muestra hasta dónde están dispuestas a llegar las personas por conservar las apariencias sociales (dentro de unos códigos muy rígidos) y por conservar su posición laboral, refugio último de su identidad, una identidad que diluye u oculta todas las pasiones que normalmente no se atreven a mostrar. Me ha gustado mucho la fina ironía, el humor final, que muestra Matsumo en la resolución de la novela. Me he quedado con ganas de acercarme a alguna más de las otras novelas suyas que ha publicado Libros del Asteroide.

domingo, 11 de febrero de 2024

Top 20 de libros latinoamericanos

 En mi canal de YouTube Bienvenido, Bob he publicado una colaboración con la profesora de español nicaragüense Laura Rodríguez, donde cada uno elige sus 10 libros latinoamericanos favoritos:




domingo, 4 de febrero de 2024