No son cosas distintas las que hoy plantea el PP por mucho que la orwelliana María Dolores de las Mentiras [Cospedal], y su pajecillo Riquete el del Copete [Carlos Floriano el astuto] retortijen y despanzurren cada lunes el lenguaje. Convertir en alcalde al cabeza de la lista más votada, otorgándole una prima de mayoría a palo seco, supondría dinamitar el sistema de representación proporcional y democracia parlamentaria que rige todas nuestras instituciones. Eso equivaldría en la práctica a restringir el derecho al voto o al menos convertir en votantes de segunda, condenados a una mera expresión testimonial, a quienes no estén dispuestos a pasar por el aro del bipartidismo. Apoyar bajo la nueva norma a Vox, Ciudadanos, UPyD, Podemos, IU o cualquier candidatura local independiente sería poco menos que tirar el voto.
Sin llegar tan lejos, el modelo parlamentario ofrece una variante que garantiza que los electos actúen como mandatarios de sus electores y no como criadas para todo que igual limpian unos crímenes de Estado a la cal viva, un ectoplasma de armas de destrucción masiva o unos obscenos SMS de apoyo a la corrupción y obstrucción a la justicia. Me refiero al sistema mayoritario, basado en distritos uninominales en los que a una o dos vueltas se elige a quienes más confianza merezcan como concejal, diputado autonómico o congresista. Ellos a su vez eligen a los alcaldes o presidentes, pero a partir de ese momento su reválida dependerá de lo que los ciudadanos de su distrito opinen de su conducta y no de la cantidad y calidad de felaciones que, para bochorno de propios y extraños –esa es cada mañana, cada tarde, cada noche, la hoja de ruta de la política en España– practiquen a tales jefes.
O sea en dirección opuesta a esta farsa chapucera ideada por Rajoy para dar la impresión de que trata de salvar el culo de los alcaldes que saldrán a competir con el lastre de su romo, incompetente y mendaz liderazgo. Ya que no puedo daros ni un proyecto para España, ni unas buenas leyes tributarias, ni siquiera una trayectoria ética de la que enorgulleceros, os doy una trampa de última hora para que os las apañéis como podáis. Que nadie diga que no me ocupo de quienes dependen de mí para poder seguir dependiendo solamente de ellos. Right or wrong, por las buenas o por las malas, desdiciéndome de todo lo antedicho en cuanto al consenso como requisito de cualquier reforma electoral, is my party.
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