A simple vista

Érase una hez

Llegas a casa reventado después de atravesar un bosque en llamas, escalar seis almenas rotas, rescatar a una princesa calva, hablar a gritos con todos los animales de la selva y salir derrotado contra el viejo dragón.

Así que más historias no, hijo. Así que aventuras las justas. Así que no me vengas con más cuentos.

Hasta que poco a poco se te va olvidando el mago que fuiste, el protagonista que abría un libro e incendiaba el mundo, el héroe con delantal y en zapatillas de andar por casa.

Ya ves ahora, mucho peor que cuando me necesitabas a cada rato es que no me necesites nunca. Mucho peor que cuando te emperrabas con uno de tus cuentos es que ya no me pidas ninguno de los míos.

Todo se va en un colorín colorado. Hace un montón que no te dejo boquiabierto como entonces, ¿te acuerdas? Cambiando el final de la historia que otros nos habían escrito. Inventando un desenlace mejor.

Ya ves ahora. No apagues la luz y escucha.

Érase una hez.

(...)

Érase una hez. Creciente. Repetida. De adulto.

Porque ahora sé que el problema no es que ellos crezcan, sino la jibarización cotidiana de nosotros mismos. Esta pequeñez mezquina de posibilismos. Esta desmemoria suicida. Cuando te relajas y das por hecho que a ti te han parado todos lo relojes y podrás viajar hacia atrás. Pero no.

A tu padre le vienen cambiando los cuentos la crisis, los amigos sin empleo, la hernia discal, el ardor de tanto estómago y estos relatos periodísticos por fascículos donde ahora resulta que la madrastra se nos anda travistiendo de Cenicienta.  

Si os contara los cuentos a pelo, si no os engañara meditadamente a cada rato, sabríais que no habrá final feliz posible si no cogéis bien fuerte el lapicero. Que dentro de unos años no bastará con cambiar de canal para no sentir el frío. Que los únicos indios que a veces no pierden son los de plástico. Que no hay mayor verdad que todas vuestras maravillosas mentiras.

No es que uno deje de contar cuentos porque empiece a envejecer. Sino que empieza a envejecer porque deja de contar cuentos.

Así que seguid. Así que más historias sí, hijo. Así que aventuras, a montones. Así que venidme con más cuentos.

Así que tráeme el desvencijado librote con sus tapas de colores y sus churretes de puré. Vamos a abrirlo por donde dejamos el marca-páginas, buscando verdades como puños. Honestos que reinen, secundarios que no traicionen, dibujos prósperos y a todo color. Érase una vez. Hasta que tú te hagas más grande y yo más pequeño. 


2 » Comentarios ¿Quieres comentar? Entra o regístrate

  1. nachosanchezm 10.mar.2015 | 08:06

    #1

    Gracias

  2. aliis 10.mar.2015 | 11:07

    #2

    Pedro, me da la impresión de que te llevas a casa las historias tristes que cuentas en el periódico. Te llevas unas historias que deberían quedar en manos de un Ministerio del Bienestar Social. Por el bien de tus hijos, de tu familia y tuyo, deberías aparcarlas a la puerta. Pasa mucho que la gente te cuenta su pena y se libera de ella porque te la dejó colgada ¿No?

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