viernes, 26 de enero de 2018

Buenos días. Hoy les presento a la familia Martínez, quienes residen en Pilar, Provincia de Buenos Aires (Argentina) y se han convertido su sueño original en una empresa en la cual aúnan pasión con trabajo. Para ello les comparto la nota que les realizó José María Cuesta y fuera publicada en el matutino La Nación de Buenos Aires 
Espero que lo disfruten!

Hasta la próxima!

Prof. Lic. Fernando Julio Silva, MSc
Enero 2018
ARTÍCULO:
Familia Martínez Convirtieron las maquetas en un exitoso negocio familiar y hoy exhiben en Nueva York
De izquierda a derecha: Zulema, Ricardo (senior), Gabriel, Ricardo (Junior), Gabriela y GabrielFuente: LA NACION - Crédito: Soledad Aznarez

26 de enero de 2018  
Ricardo y Zulema Martínez eran un matrimonio joven con un hijo de 2 años cuando en 1987 decidieron dejar su trabajo de oficina para transformar en un negocio su pasión: la construcción de trenes y estaciones a escala. Tres décadas después, esa idea se transformó en una realidad que, además, incluyó a los cuatro hijos de la pareja. En familia, crearon una de las empresas más reconocidas a nivel internacional en la construcción de ciudades, edificios y todo tipo de maquetas.
Su desafío más grande, hasta la actualidad, se exhibe a pocos metros de Times Square, en Nueva York, dentro del Gulliver's Gate. Allí se encuentra una colosal maqueta de 112 metros cuadrados (el tamaño de un departamento 4 ambientes, para dimensionar la magnitud) que recrea los lugares más reconocidos de América Latina, como las Cataratas del Iguazú , el Machu Pichu, el Cristo Redentor de Río de Janeiro o el Puerto Madero porteño.
LA NACIÓN visitó el taller y casa de la familia Martínez, situado en Pilar, donde trabaja el matrimonio junto a sus cuatro hijos: Ricardo (Junior), Gabriela, Gabriel (conocido como Peter), y Jorge. Entre maquetas, instrumentos musicales y muchas herramientas, los Martínez contaron cómo es manejar en familia un negocio tan particular.

"Mi profesión es un poco rara, soy un maquetista pero no en el sentido clásico. Lo mío está más orientado al área de juego. Mi principal ocupación es la de construir maquetas de trenes, aunque hacemos de todo tipo", dijo Ricardo (padre) y relató los orígenes de South American Models (SAM): "Esto comenzó como una aventura en 1987. Si bien yo tenía trenes desde chico y me gustaba mucho el tema, recién en ese momento decidí convertir esa obsesión en un trabajo profesional".

El recuerdo de Zulema es similar: "Esto empezó hace 30 años. Los dos renunciamos a nuestros trabajos y comenzamos con esto, éramos los dos únicos empleados de la empresa. Hacíamos todo. Con los años fuimos creciendo y obteniendo cada vez más trabajos".

"Comencé solo, mi idea no era construir maquetas porque pensaba que al que le gustaban los trenes iban a hacer ellos las suyas. Era algo loco pensar en hacerle la maqueta a un hobbista, pero resultó que había ahí una veta donde mucha gente no tenía la habilidad para construir su maqueta así que comencé a ofrecer el servicio. Inmediatamente tuve buena repercusión y me dedicaba a las maquetas de trenes", dijo Ricardo y detalló: "Esas maquetas las hacía solo o con la ayuda de mi mujer. A través de los años fuimos creciendo y haciendo proyectos, no solo de trenes, para diferentes empresas dentro y fuera del país".

De juego a profesión

"Mis hijos comenzaron a crecer y el más grande - se llama Ricardo pero le dicen Junior y tiene 32 años-, a los 9 años, ya se suma al equipo de trabajo armando estructuras. Eso lo marcó de alguna manera, porque es el día de hoy que sigue armando estructuras para la empresa", contó Ricardo padre. "Luego crecieron mis otros hijos y se fueron sumando a la empresa. A uno le interesaba más la parte de carpintería y arte - Gabriel que ahora tiene 29 años - ; a otro la parte de electrónica - Jorge de 27 años -; a mi hija - Gabriela de 31 - la parte de pintura artística y me ayudaba con lo administrativo", añadió.

"No fue que ellos me dijeron 'Papá quiero trabajar con vos' sino que fui yo el que les dije que me dieran una mano porque había comenzado a tener más trabajos y el primer recurso a mano que tenía eran ellos. Ellos siguieron yendo al colegio, pero en lugar de perder el tiempo con los videojuegos estaban jugando con las maquetas", dijo el hombre de amplia sonrisa.

Zulema explicó con más detalles el desembarco de sus hijos en SAM: "El director de arte a los 5 años estaba con nosotros en el taller y le gustaba lijar maderas. El que le gusta la ciencia ficción tenía 6 años y ya armaba estructuras, incluso una vez lo encontramos con todos los dedos pegados con la gotita y descubrimos que estaba armando algo", relató la mujer. Y añadió: "Pero desde los 12 años ya lo hacía profesional y comenzó con el tema de la electrónica. Todos se fueron incorporando así. Mi hija a los 8 años ya pasaba las facturas de IVA a la computadora. También clasificaba las fotos y los negativos para cuando los necesitáramos".

Junior también opinó sobre la experiencia del negocio familiar. "Trabajar con papá es algo distinto a lo que se hace en una empresa tradicional. Es más relajado en el aspecto de que si cometés un error, estás con tu familia. Pero es más pesado tener arriba tuyo a tu papá viendo todo lo que hacés", dijo.

Similar fue la explicación de Gabriela: "Para mí es muy divertido. Si estamos acá después de tanto tiempo es por algo. No es fácil todo el trabajo que se hizo, pero es muy reconfortante estar con ellos y hacer algo que nos encanta". Sobre si se le gustaría dejar SAM, dijo: "No me imagino haciendo otro trabajo porque este es muy dinámico, nos permite hacer muchas cosas y, si te cansás de algo, podés hacer otra cosa para relajarte".

Gabriel coincidió con su hermana en que es divertido trabajar todos juntos, pero que también es "pesado". En tanto, Jorge resaltó: "Es muy satisfactorio trabajar con la familia. Uno se siente en completa confianza, por un lado; pero por el otro nunca termina de desconectarse".
Una parte de la maqueta de América Latina exhibida en Nueva York Crédito: Jorge Martinez

Trabajar en familia
¿Cómo es trabajar en familia? "Es complejo, pero para nosotros es bastante natural. No sé por qué se llegó a trabajar así en familia, puede ser por nuestra idiosincrasia y nuestro carácter. Eso hace que no tengamos mayores problemas", dijo Ricardo padre.
"A la mayoría de la gente le asombra. Cómo es eso de que trabajen conmigo mis 4 hijos y que ninguno se haya querido ir. Puede ser que el trabajo les guste mucho o les conviene más trabajar acá que ir a otro lado. Debo ser mejor jefe", dijo entre risas, y agregó: "Por ahí siguen estando porque la profesión es lo suficientemente interesante como para que le siga gustando. Es lo suficientemente diversa. Cada uno encuentra su veta y lo que le gusta. En otro trabajo, por ahí más estándar, sería más difícil retenerlos".
"No hay uno que tenga la última palabra. Es bastante democrático. Todos decimos nuestra opinión y después acordamos. Se acepta la mejor propuesta. No hay una definición jerárquica", dijo Ricardo sobre la forma de tomar las decisiones dentro de la empresa familiar.
Con esto coincidieron Gabriel y Jorge: "Quien resuelve es relativo al tema del que estemos hablando. Todos opinamos de cada tema, pero cuando llega el momento de decidir se lo escucha más al líder del área".
Los menores de la familia también contaron quién es el más "complicado". "Junior es el más difícil de llevar", dijo Gabriel y Jorge agregó: "En algunos casos puede ser muy introvertido, sobre todo cuando está con su tema de ciencia ficción y nosotros con lo de los trenes. Pero siempre nos llevamos bien".
Quien resumió a los hermanos Martínez y lo que significa para ella lo que lograran fue Zulema. "Por suerte fueron muy tranquilos. Fueron mamando todo eso de estar en el taller con nosotros", dijo la madre con la voz entrecortada por la emoción y cerró: "Para mí es un orgullo total que trabajen con nosotros. No puedo pedir nada más, ya está completo con eso. Verlos a los 4 y a mi esposo juntos es lo más. Es como el resultado de todos los sueños. Para mi verlos trabajar juntos, en algo que les gusta, y progresen es lo más. Estoy muy orgullosa de todos".
Otro sector de la maqueta de 112 metros cuadrados de América Latina exhibida en Nueva YorkCrédito: Jorge Martinez

El gran desafío y el futuro
Sobre cuál fue la maqueta más compleja que tuvieron que hacer, los Martínez no tienen dudas que se trató de la que se exhibe en los EE.UU. "La maqueta que hicimos para Nueva York el año pasado fue la más difícil. Es una maqueta que tiene 112 metros cuadrados que se hizo en 10 meses. Es algo imposible de pensar en la cabeza de un maquetista. Es una maqueta compuesta de 23 módulos, con capaz, con piletas que tienen 5 mil litros de agua y se ensamblan. No se hicieron en Nueva York. Se construyeron en la Argentina y se llevaron para allá y se ensambló en 2 semanas", graficó Ricardo.
Fue ese gran desafío el que les abrió las puertas al mundo y a una nueva maqueta que puede estar entre las más imponentes del planeta. "Gracias al trabajo de Nueva York nos vieron personas del exterior y eso hizo que nos llamaran para un proyecto similar, aunque más grande. En este momento estamos trabajando en un proyecto para una gente muy importante, que no puedo nombrar, pero el tamaño de la maqueta irá entre los 200 y 300 metros cuadrados", dijo el padre de la familia.


jueves, 25 de enero de 2018

Buenas tardes, les traigo el ejemplo de María quien ha logrado llevar adelante su sueño y proyecto. Espero lo disfruten

Hasta la próxima!

Prof. Lic. Fernando Julio Silva, MSc  
Enero 2018

ARTÍCULO:
María Grebol maquilladora

Crédito: Prensa
20 de enero de 2018  
Es directora creativa regional de una compañía multinacional y además tiene su propia empresa de estética con su nombre. Un logro basado en la persistencia y un mantra que repetirá varias veces durante la entrevista: "Tengo mucha fe en el Barba".

La conversación transcurre en forma simultánea con una sesión de cuidado facial porque "mientras charlamos aprovecho para hacerte una máscara de oro así te vas divina".

María Grebol es así. La generosidad al extremo, preocupada por el bienestar de cada persona que la rodea porque si alguien se cruza en su camino es por algo, para aprender, para enriquecer mutuamente sus vidas.

"Todo se trata de compartir, es responsabilidad nuestra disfrutar cada momento, darle valor a cada encuentro", enseña.

Maquilladora y esteticista de nacimiento, desde que jugaba con su hermana, que hoy es la directora de la división Escuela de maquillaje del centro de estética María Grebol Make Up. Pero María sabe que tiene mucho más para ofrecer a sus clientas que sus productos y servicios para la belleza exterior. Ella apunta directamente al corazón de cada clienta, a sus sentimientos, logra esa intimidad que hace que cada tratamiento estético sea una oportunidad para darle, también, un reboque al alma.

Mientras te atiende ella te convida un mate, un jugo, algo rico para picar y te habla tanto de tu piel como de tu ser, de cómo todo se conecta con todo, de ver la abundancia en lo que te rodea, de los secretos de la Ley de atracción, de la importancia de hablar con palabras positivas, de no criticar jamás y sobre todo, de agradecer tus dones a Dios, al Universo, al Amor.

Belleza y espiritualidad son conceptos que van de la mano, en el mundo Grebol. De nada sirve estar bella por fuera si por dentro tus pensamientos te hunden, explica María, que después de 23 años de carrera en el mundo de la estética, sabe que hoy logró un sueño: "Tengo una empresa con un propósito, que me llena el alma", resume. "Mi local es como un club de amigas. La idea mía es que las clientas sientan que este es un lugar para su cuidado, en el que pueden venir cuando quieran, es un círculo femenino", cuenta.

Cómo lo hizo

A pura intuición y pasión un día María se decidió a abrir su local de Palermo, donde un equipo de profesionales brinda tratamientos faciales, realizados con la línea de cosmética que lleva su nombre, y donde también funciona la Escuela de Maquillaje.

En cierto modo, ella logró abrir su propia empresa aún estando empleada, ya que también es directora creativa para Latinoamérica de Max Factor, la compañía suiza de cosméticos, "un monstruo, una empresa multinacional que tiene mas de cien años en el mundo y que confía en mí, tal como soy, me siento muy agradecida".

Sus padres le decían que estudie una carrera porque el maquillaje no tenía el prestigio ni -supuestamente- las oportunidades económicas de una profesión, así que se recibió de licenciada en marketing, pero, como suele suceder cuando se siguen los mandatos externos, el logro de un diploma universitario le había dado a toda la familia una gran satisfacción, pero ella sentía que eso no le alcanzaba para hacerla feliz.

Ni bien se recibió empezó a trabajar en una empresa, donde al principio todo iba bien, su trabajo le gustaba y era reconocido. Pero a medida que pasó el tiempo, todas esas horas que pasaba en una oficina interna en la que no había sol empezaron a pesar. Un día sintió una opresión en el pecho, una angustia fuerte que se empezó a repetir a lo largo de varios meses. "Tuve que oír a mi cuerpo que estaba hablando por mí. Así que pedí una licencia de quince días para reponer energías y entonces me dí cuenta de en realidad lo que estaba haciendo no me terminaba de llenar el alma", recuerda. "Entonces tomé la decisión de largarme a hacer lo que amo, que es maquillar, pase lo que pase".

Así, arrancó con algo chiquito desde su casa, la primera novia que maquilló no supo que fue la primera clienta. Después llegaron su madre, su tía, las amigas, se empezó a armar un boca a boca que desde entonces no frenó nunca.

Tirarse a la pileta fue lo mejor que pudo haber decidido; el resultado más inmediato fue que los temidos episodios de angustia no volvieron más. "Lo que es una pasión, ¿no?, cuando maquillaba, todavía hoy me pasa, no sentía ni hambre ni sed".

También se dio cuenta de que la hora de trabajo como maquilladora valía mucho más que su hora de trabajo como empleada en la oficina. Ahí fue el momento de tomar la decisión de renunciar a su empleo y dedicarse a full a convertirse en una emprendedora beauty.

Una puerta que se cierra, otra que se abre

Finalmente llegó el día en que el crecimiento que experimentaba como maquilladora independiente la llevó a abrir un estudio de maquillaje. Otra vez, era tirarse a la pileta.

Alquiló un local en Palermo, juntó un equipo de colaboradores y llegó el día tan esperado de la inauguración. María Grebol Make Up Studio abría sus puertas.

Lo que no sabía era que ese día otra puerta se iba a cerrar. La del matrimonio. María estaba casada y con su marido tenían una beba de 8 meses que todavía tomaba la teta. Sin muchas explicaciones, quien era su compañero de vida, ese día le anunció "Me voy". Una despedida que implicaba un corte rotundo, también en materia económica, en el mismo momento en que había asumido un riesgo empresario y sabemos, no es lo mismo tomar un riesgo cuando sabés que alguien va a estar ahí para cuidarte si te caés, que tener el vacío sin red por delante. Esa seguridad que representaba tener un compañero de pronto desapareció y pilotear esa situación fue difícil. Pero, con la fe como motor, María supo que tenía dos opciones: hundirse o nadar para salir a flote. Y por supuesto, eligió la segunda.

Los consejos de María

Las claves de su éxito para María Grebol radican en una vocación muy fuerte que genera la energía para superar cualquier adversidad y en ser consciente de que su misión es brindar un servicio. Estos son sus consejos para quienes se preguntan cómo emprender:

Un propósito de vida. Tu actividad, la que te llena el alma está ligada a un propósito mayor, que le da sentido a tu trabajo cada día. "Mi trabajo me conecta con un propósito que trasciende, que es más fuerte que todo".

El motor no está puesto en la ganancia. Aunque le va muy bien a la empresa y a todo el equipo, lo que más disfrutan es cuando la gente llega y utiliza el servicio.

Sembrar aunque no se vean los resultados. Dar un servicio con humildad es clave en todo momento. Sembrar aunque no se vean los resultados en el corto plazo es lo más importante. "Es probable que yo no vea los resultados de todo lo que invierto en el estudio, tal vez lo vean mis hijos o mis nietos, pero no importa, lo que me guía siempre es dejar algo al mundo".

Formarse y aprender permanentemente. Las técnicas de maquillaje que María conocía no fueron suficientes a la hora de maquillar a una novia y que en ese momento por los nervios le salga un granito. "Yo lo tapaba con corrector y por la hiperemia propia de la infección el granito se volví a notar y la novia se ponía nerviosa y seguía somatizando. Ahi me dí cuenta de que tenía que aprender sobre la piel como órgano. Me puse a estudiar cosmetología, cosmiatría, me empecé a estudiar todos los vademécums y trabajé como voluntaria en el hospital Muñiz ayudando a atender pacientes con HIV. Fue importantísimo adquirir formación en ciencias de la salud para complementar mi trabajo y todavía sigo formándome en viajes y descubriendo nuevos productos, como el karité, un potente regenerador de la piel que se cultiva en África".

Tener un buen asesoramiento. Hay que invertir en marcas, patentes, pagar impuestos y sueldos, calcular los costos, en fin, hacer los números. Para todo eso es indispensable contar con un buen equipo de asesores profesionales que lleven adelante toda esa parte indispensable de una empresa.

Más info: María Grebol Make Up 



martes, 29 de agosto de 2017

SE RECIBIÓ DE ABOGADO A LOS 85 AÑOS

En Esta ocasión les presento el caso del Dr. Klingenfeld quien se ha recibido de abogado a sus jóvenes 85 años, mostrando que la capacidad de aprendizaje se mantiene si uno la ejercita y se traza una meta en la vida...y que la edad es una cuestión de espíritu y no de documento...

Es un buen ejemplo para releer cuando sentimos que ya se nos ha pasado el tiempo y hay cosas que no podremos hacer. Todo es cuestión de decisión.

Felicitaciones a Benjamín por su logro!

Hasta la próxima!

Prof. Lic. Fernando Julio Silva, MSc
Agosto 2017
   
Benjamín Klingenfeld, abogado a los 85
LUNES 28 DE AGOSTO DE 2017



El jueves 7 de julio del año pasado, Benjamín Klingenfeld fue a la Facultad de Derecho de la UBA, entró al aula 55 y encaró hacia los docentes. Tenía que dar el último final para recibirse de abogado, pero uno de los examinadores lo miraba extrañado. "Le tuve que decir como tres veces que sí, que tengo 85 años", contó entonces Benjamín a LA NACION.

Ya era contador y licenciado en Economía, y terminó abogacía en sólo cuatro años y medio. Para lograrlo, tuvo que sortear todos los problemas de un alumno corriente y uno más: un problema cardíaco que derivó en una operación. Bajó un poco el ritmo, pero siguió avanzando. "Con la cooperación de mi señora, de mis hijos, de los profesores y mis compañeros, con los que tuve una excelente relación, pude llegar al día del último final", dijo Klingenfeld a los pocos días de su última graduación.

domingo, 27 de agosto de 2017

Hoy quiero homenajear a un gran profesional pero además de ello, a un excelente y sensible ser humano: Jorge Da Silva. Para ello tomo prestado el trabajo de Juan Manuel Mannarino.

He tenido la suerte de conocer a Jorge desde que yo era muy pequeño y apreciar su calidad humana...debo aclarar que es el hermano menor de mi Padre... Valga entonces este espacio para enviarle un gran abrazo a la distancia ya que no lo veo hace muchos años... para ser más precisos, desde 1993

Espero disfruten la nota.

Hasta la próxima!

Porf. Lic. Fernando Julio Silva,MSc
Agosto 2017

Jorge “Portugués” Da Silva

25 de marzo de 2017

El oído armónico
Empezó su carrera musical como saxofonista en los cabarets de Comodoro Rivadavia, su ciudad natal, pero después de una serie de acontecimientos fortuitos, Jorge “Portugués” Da Silva terminó trabajando como sonidista. Su primer grabación fue con Alberto Castillo. Desde entonces no paró hasta convertirse en leyenda: grabó a todos, desde Leopoldo Federico hasta Jaime Torres, de Spinetta a Charly García o Iván Lins. 

A los 82 años, Da Silva sigue activo y hace poco el público pudo conocer su cara y el afecto de quienes trabajaron con él gracias al programa Encuentro en el Estudio, que conducía Lalo Mir.
Por Juan Manuel Mannarino



Imagen: Nora Lezano

En el programa Encuentro en el Estudio, cuando fue invitado Rodolfo Mederos en julio de 2013, el bandoneonista entró en los míticos estudios ION y se fundió en un abrazo con un hombre flaco, canoso, de anteojos cuadrados.
–Son de los amigos que me dio la música –dijo a cámara el hombre flaco, tímidamente.
Luego Mederos se cruzó de brazos y reflexionó: “La gente cree que el músico hace sus cosas solo. En realidad, uno necesita de todos. Y el ‘Portu’, como sonidista, es lo más grande que hay.”
La escena es parte del ciclo que se emitió por Canal Encuentro, una serie de entrevistas conducidas por Lalo Mir desde 2009. Allí un modesto anfitrión, Jorge “Portugués” Da Silva, flaco, canoso y de anteojos cuadrados, un hombre que pocos habían visto, se convirtió rápidamente en epifanía.
“No soy ingeniero de sonido”, aclara de entrada el Portu, mientras se acomoda en un sillón del estudio MTT en un día como cualquier otro de su rutina laboral. En ese búnker, donde reina el silencio entre paredes acustizadas, trabaja junto a Osvel Costa, su socio inseparable. Encontrar a Da Silva es una labor titánica: no tiene horario fijo ni descansa los fines de semana. Ni su mujer lo puede hallar disponible en el celular.
“Sonidista puede ser, pero no tengo título”, dice, y ríe espasmódicamente. Luego se encorva y lanza una mirada serena, la misma que causó empatía en el televidente: una especie de alma máter del centenar de músicos que pasaron en las siete temporadas del programa –de Pedro Aznar a La Nueva Luna, del Chango Spasiuk a Lisandro Aristimuño–. “Ya no estoy más en el programa porque ahora se hace en vivo y se llama Encuentro en la Cúpula. Parece que ya no encajo en los formatos nuevos”, agrega, y la carcajada vuelve a brotar como de un niño nervioso y tímido. 
“¿Se conocen”?, era la pregunta típica de Lalo Mir apenas un invitado se lo encontraba en las consolas. Y entonces surgía una camaradería que culminaba en confesiones como la de Jaime Torres: “Portu, grabé todo con vos. Pero nos queda hacer un disco en vivo. No nos apuremos, total tenemos tiempo de sobra, ¿no?”.
Nacido en Comodoro Rivadavia, Da Silva tocaba el saxo en los cabarets cuando a los 25 años viajó a Buenos Aires para trabajar como músico de la compañía Music Hall. 
Una noche, mientras conducía un Fiat 600, lo chocaron y le fracturaron nueve costillas. La carrera artística se interrumpió abruptamente. Fue entonces cuando José Carli, el arreglador del sello, descubrió que tenía un oído prodigioso para manejar las consolas. Era fines de los 60.
¿Fue decisión o casualidad dedicarte a las máquinas de sonido?
–Mi primer contacto con las cintas fue en el depósito de Music Hall. Con un grabador bicanal deseché las que no servían y dejé las buenas. Una tarde Carli me dijo que el ingeniero de sonido estaba enfermo. Y no supe dónde esconderme.
“Véngase que voy a estar detrás suyo, diciéndole que botones apretar”, le dijo. Cuando entró al estudio, Da Silva casi se desmaya: Alberto Castillo aguardaba con su orquesta. Grabaron “Talán Talán” y “Moneda de Cobre”.

Y no paró de grabar nunca más…
–No pude tocar más el saxo porque en el accidente también perdí un pulmón, pero todo se dio con espontaneidad. Cuando empezamos a grabar tuvimos una escuela interesante, pasábamos del tango al rock, del folklore al jazz. Grabar a Leopoldo Federico fue cumplir el sueño del pibe. El chamamé también se vendía mucho. ¡Los Hermanos Cena me dedicaron un tema que se llamó El Gaucho Da Silva!
Alabando su calidez humana, Lalo Mir dijo que el sonidista era la persona más abrazada de la televisión argentina. “Es un exagerado. Pasaron animales como Iván Lins, alguien increíblemente humilde. De ellos se aprende la franqueza”, retruca Da Silva, quien suele encontrarse con músicos que lo frenan en la calle. “Son tantos los que grabé que ni me acuerdo sus caras”, se avergüenza.
¿Cómo vive el hecho de ser parte de los proyectos de otros?
–Es una gran responsabilidad. Tenés que amar este trabajo, y si no te involucrás, es preferible no hacerlo. Una vez el flaco Spinetta me dijo “vos nos sacás las piedras del camino”. Él era increíble. Cuando grabamos La la la, Spinetta estaba serio, probando la voz. Entonces entramos con Fito Páez con un matafuego y el Flaco gritó como loco. Hicimos un ruido demencial que luego quedó en el disco. En su estudio, el Flaco te atendía en pijamas, tenía las facturas y el mate preparado a las 9 de la mañana. ¿Quién hace eso?
¿Y por qué cree que lo eligen?
–Los artistas me tienen confianza, están locos –y vuelve la risa, cada vez más estruendosa–. Siento lo que hago como si me reuniera con amigos. Los sonidistas somos buscadores de defectos, pero con buena onda y un compromiso total, porque el disco queda para toda la vida. 

La música y la vida
A los 82 años, mientras los colegas piensan en la jubilación, el Portugués se siente enteramente vital. “Mi última gran experiencia fue grabar a Mederos en el Centro Cultural Kirchner, tocó con una orquesta típica. Me emocioné. Los músicos no me dejan perder el entusiasmo.”
Dice que lo que más disfruta es el tango. Viajó a Canadá, a Estados Unidos y a Hong Kong. En el país oriental vivió un extraño episodio. “El productor de Ute Lemper nos contrató para un show, vivimos como turistas a la orilla de un río. Y fue una decepción, por una cuestión burocrática no nos permitieron grabar. Pero no importa, conocimos un país maravilloso.”
¿Cómo hace para seguir estando tan activo?
–Me nutro de jóvenes. Hace poco conocí a Ignacio Montoya Carlotto, es divino lo que hace, una persona encantadora. Ellos me enseñan a mí. 
Hace una pausa para arreglar el horario de un ensayo y después arroja sobre la mesa un arsenal de nombres actuales: las orquestas Juan Darienzo y La Pichuco y cantantes como Ariel Ardit y Leonardo Pastore, entre otros. “Es hermoso cuando se juntan los arreglos originales con el toque de las últimas camadas. Ahora estoy con el trío Víctor Lavallén, Horacio Cabarcos y Pablo Estigarrabia. Es una aplanadora.”
A Da Silva se le confunden fechas, apellidos, acontecimientos. Antes de radicarse en Buenos Aires, dice que vivió unos años en Tucumán, y de allí le quedó grabada a fuego una imagen. “Una noche toqué en un cabaret llamado Baby Doll. Había un niño de pantalón corto que deslumbraba con un bombo gigantesco. La familia luego nos invitó a comer empanadas en su casa. ¿Sabés quien era? Rubén Lobo, que después sería el baterista de Mercedes Sosa. Una locura. La música popular late de otra manera en las provincias. Con Mercedes grabé. Una vez grabó ocho temas en cinco horas, no hubo que tocar nada, impecable. Me retó porque no conocía a Amália Rodrigues. ‘A usted no le da vergüenza, usted es portugués.’ Y me regaló un disco aunque le dije que no era extranjero.”
Alguna vez León Gieco le propuso grabar sus miles de anécdotas y luego contratar un escritor para sacar un libro. Se negó. “Los protagonistas son los músicos. Lo mío es acompañarlos por un rato, darles alivio. Aparte, hay muchas cosas que no se pueden contar”, dice. 

Capturar un sentimiento
Para Da Silva, en la grabación no hay trucos. Recuerda cuando Peteco se quedaba a dormir en ION con su hijo en el moisés, obsesionado con encontrar el equilibrio sonoro para su disco. “El trabajo en la consola es capturar un sentimiento. Hay personas que se deprimen, necesitan varios días porque no es fácil adaptarse a grabar todo por separado”.
Hoy la carrera de ingeniero de sonido se estudia. ¿Cómo aprendió usted?
  –Nuestros maestros fueron los músicos, enseñaban dónde estaba la riqueza de cada instrumento, donde había que poner un micrófono. “Pepe” Carli me ponía a escuchar una orquesta sinfónica y me ayudaba a individualizar las partes, ahí están todos los timbres.
¿La escucha es intuitiva o se educa?
  –La conexión musical es perceptiva pero podés educarla. Si tocás algún instrumento, mejor. Tengo oído armónico, aprendí a leer partituras y eso es una ventaja. Pero conozco a los que tienen oído absoluto, ¡es horrible! Sufren buscando errores todo el tiempo. Y la música es para disfrutarla.
De chico, en la Patagonia, quería ser piloto de avión como sus hermanos. Uno de ellos tocaba el bandoneón. “Es el instrumento más difícil de grabar, micrófonos por todos lados y se mueve constantemente”, dice ahora, en tono de queja. Con los años jugó al básquet hasta que el padre le regaló un saxo y dejó el secundario para tocar temas de Bill Haley con el grupo local Los Cometas. Luego trabajó como operador grabando radioteatros en LU4 Patagonia. Fue su primer contacto con una consola y descubrió la vocación por detectar futuras promesas entre las voces teatrales. 
Sin embargo, como cazador de talentos, el Portu reconoce haber “pifiado bastante”. Cierta vez le grabó a dos pibes de pelo largo. Otra, a un flaco con un pañuelo. Pero no fueron seleccionados. Al poco tiempo, se enteró que los dos pibes eran Nito Mestre y Charly García y, el del pañuelo, Leonardo Favio. “Fue decisión del director artístico, pero lo sentí como un fracaso”, dice mientras se acomoda los anteojos, con un dejo de melancolía.
¿Es cierto que cuando grabaron Piano Bar Charly García se enojó con usted?
 –Sí. Y encima antes el productor de EMI le había prohibido entrar a Fito Páez al estudio porque era menor de edad. Venía difícil la cosa...
Era 1984. Da Silva había perdido la paciencia: Charly García no daba señales de vida. Para gambetear la espera, el sonidista se puso a grabar unos toques de batería y guitarra con Quebracho, un histórico plomo del rock-star. García finalmente llegó, se puso los auriculares y estalló en un ataque de ira. “¡Dije que quería todo sin ecualizar, qué es esta mierda!”, gritó. Da Silva confesó el hecho, pero Charly se enfureció aún más: lo corrió por todo el estudio. “Decí que intercedió Joe Blaney, que después lo mezcló en Nueva York. Era el mejor del mundo y nos tiraba una onda increíble”.
De los 60 para acá, fue testigo de muchos cambios en la concepción del sonido. 
–Antes había más adrenalina y concentración: grabábamos directo y había pocas posibilidades de retocar. Los músicos ensayaban todo el tiempo, había más afinidad. Eso se perdió bastante.
Pero los músicos siguen necesitando el disco…
–Hoy se tienen que bancar solos, sin una compañia detrás. Por eso hay que acotar el tiempo, para minimizarles los gastos. Por decir un promedio, antes una compañía usaba 300 horas para un disco, una vez recuerdo haber grabado 800 horas a Jaime Roos. Hoy, es un promedio de entre 50 y 80.
Grabó a casi todo el mundo de la música popular, entre el tango, el folklore, el rock y el blues, pero alguna vez lamentó no haber trabajado con Astor Piazzolla. ¿Qué otras cosas quedaron pendientes?
 –Me quedó pendiente grabar más en vivo. A principios de los 80 acompañé a Pastoral. Pero falleció Alejandro (De Michele) y el dúo se rompió. Es algo que me sigue doliendo. 
¿Y escucha música en su casa?
–¡No hay nada más lindo que elegir un disco de Bill Evans, Gal Costa, el Polaco Goyeneche! Ah, y me encanta el rock pesado.
Parado frente a una consola, con las manos en jarra, Da Silva se asume fanático de Metallica. Y cuenta lo que siente al escuchar sus discos. “La presión sonora, cómo vibran los parlantes. Es algo único”, y se despide en voz baja, saludando con los brazos largos y el gesto retraído, como si acabara de ventilar una pasión secreta.

jueves, 24 de agosto de 2017

EMPRESAS "B": XINCA: EMPRENDIMIENTO CON INCLUSIÓN SOCIAL

En esta oportunidad deseo presentarles el caso de emprendedores que llevan adelante sus ideas junto a la inclusión social (a este tipo de empresas se las conoce como Empresas "B"). Este es el caso de "Xinca" en Mendoza, Argentina.
Si alguien desea obtener mayor información sobre este desafío, puede visitar su página:   http://www.xinca.com.ar/web/ 
Espero lo disfruten
Hasta la próxima!
Prof. Lic. Fernando Julio Silva, MSc 
Alineados con el concepto win the right way 30 emprendimientos, entre ellos un argentino, participaron del Chivas Venture
Por Franco Varise

SÁBADO 12 DE AGOSTO DE 2017


Alejandro Malgor, uno de los creadores de las zapatillas Xinca, durante su presentación en Los Ángeles.

LOS ÁNGELES.- Barritas comestibles, similares a las de "cereales", pero fabricadas con harina de grillos, videojuegos que ayudan a rehabilitar el cerebro, un grano de arroz orgánico que revolucionó la agricultura pobre en Tailandia: en el mundo de las start ups ya no alcanza con mostrar un buen plan de negocios. La innovación y el impacto social resultan tan fundamentales como los números a la hora de cautivar a los famosos "inversores ángeles", esos millonarios que ya no quieren quedar asociados al "capitalismo salvaje". Durante la tercera edición de Chivas Venture, celebrada en California, uno de los epicentros globales del bienestar asociado a los negocios, el planteo de "hacer del mundo un lugar mejor" no fue una frase vacía.
Este concurso anual organizado por la marca de whisky Chivas Regal seleccionó 30 emprendimientos de seis continentes entre los que repartió un millón de dólares. Y uno de los seleccionados fue Xinca, una marca de zapatillas creada por tres jóvenes mendocinos que utiliza la tela que descarta la industria textil y los neumáticos desechados. Además, la empresa contrata a presidiarios del penal de San Felipe, en Mendoza, y en 2016 facturó 150.000 dólares, aunque este año la idea es elevar las ventas entre un 30 y un 40%. Xinca puede sonarle conocida a muchos porque el presidente Mauricio Macri posteó una foto en Facebook probándose uno de sus modelos (similares a las Vans) y promocionando la marca como un ejemplo... Alejandro Malgor, de 35 años, uno de los fundadores de Xinca, recuerda la anécdota de Macri con simpatía, mientras intenta cruzar Sunset Blvd. sin ser atropellado por una Harley-Davidson.
"Somos tres amigos de Mendoza que teníamos en común la idea de ayudar a través de organizaciones sociales y los deportes al aire libre como el surf y el kitesurf. Nosotros sabemos que tuvimos vidas con oportunidades y nos encontramos con el concepto de «empresa B» que nos rompió la cabeza porque era lo que estábamos buscando. Logramos conjugar el trabajo profesional y el voluntariado en un mismo espacio y así podemos ser una sola persona", cuenta Alejandro que junto a Nazareno El Hom y Ezequiel Gatti lleva adelante el proyecto.
Dejar el cinismo a un lado
La pregunta se plantea sola: ¿y qué es una empresa B? Bien, este tipo de organizaciones redefinen el sentido del éxito empresarial, al usar la fuerza del mercado para dar solución a problemas sociales y ambientales. Este nuevo concepto de empresario amplía el deber fiduciario de sus accionistas y gestores para incorporar intereses no financieros, para cumplir otros compromisos como generar impactos positivos socio-ambientales en el marco de la transparencia. Al menos así lo define Wikipedia, y si uno logra disipar el grado natural de cinismo y escepticismo al que estamos acostumbrados, la combinación parece maravillosa.
O sea: ganar plata y hacer algo por los demás. "Empezamos a estudiar problemas ambientales y las formas de reutilización de residuos y encontramos que se desechan 100.000 toneladas de neumáticos por año. Pensamos desarrollar un producto con este residuo y analizamos que una de las cosas que más usa la gente son zapatillas; notamos también que la industria de la moda era muy contaminante por los descartes", explica Alejandro. A partir de ahí, con las telas de recorte de la industria textil y los neumáticos usados, armaron Xinca. Para ello montaron una planta recicladora (para separar el caucho) y poder reutilizar el 100% del material en las suelas. "Claro, empezás muy romántico, pero en un momento crecés y te das cuenta de que sos una empresa que tiene que tener estándares y planes... las plantas textiles que antes nos daban sus desperdicios gratis ahora quieren cobrarlo, lógicamente. Pero no nos quedamos quietos y analizamos otros residuos que puedan reciclarse para añadir a las zapatillas", dice el factótum de Xinca y, al consultarle sobre el futuro del negocio, explica que lo ideal sería lograr sistemas de cobranding con otras compañías. O por ejemplo: que los gobiernos y municipios compren estas zapatillas (tienen un modelo de trabajo) para sus dotaciones y que al mismo tiempo logren un impacto social.
"Este es un viaje de ida... no me veo trabajando en otro tipo de empresas; además pienso que estamos parados sobre el futuro porque los clientes van a empezar a elegir a las empresas de impacto social por sobre las otras. Esta filosofía entiende a la sociedad de consumo, pero está en contra de la obsolescencia programada de los bienes.... sacar lo bueno del mundo corporativo y descartar lo que ya sabemos que no es sustentable", expresa el mendocino.
A simple vista, con Los Ángeles como marco, en un territorio donde hay la mayor cantidad de millonarios
por metro cuadrado, las empresas B no son el sueño de un grupo de trasnochados. En esta ciudad los supermercados orgánicos, las tiendas de jugos saludables, los locales de madera y objetos exclusivos artesanales están de moda. "Queremos contagiar esta nueva forma de hacer negocios. Acá en Los Ángeles como en otras grandes ciudades hay gente de mucha plata interesada en proyectos de impacto social, que no exige que se apuren los procesos... porque en el fondo quieren ser parte de una historia", agrega Alejandro.
Si bien Xinca no llegó a estar entre las cinco empresas seleccionadas que hicieron su pitch final en un centro cultural ubicado en uno de los barrios de clase baja de Los Angeles, los mendocinos se hicieron muy conocidos. "Cambiar la percepción de lo que es basura y que la gente deje de elegir las Nike, ese es nuestro proyecto y estamos orgullosos", dice.
A diez metros de él, alrededor de un escenario en el centro del público se encuentra un jurado de lujo: la actriz ganadora del Oscar, Halle Berry (empresaria y muy interesada en estos proyectos), Sonal Shah, miembro del gobierno norteamericano para la implementación de proyectos de innovación y desarrollo y Adam Braun, fundador de Pencils of Promise, ganador de otro Chivas Venture con su proyecto de alfabetización y construcción de escuelas en Guatemala, Ghana, Laos y Nicaragua. También estuvo en el jurado, Alexandre Ricard, CEO de Pernod Ricard, la multinacional que distribuye el whisky Chivas.
"Nuestra gran limitación como sociedad es el miedo al «y qué pasaría si...». Entonces descartamos nuestros deseos porque pensamos que van a salir mal... y creo que la ecuación más importante de la educación es que otorga poder individual a las personas", expresó Braun a LA NACION y remarcó que lo más importante es tener un equipo convencido del proyecto y un líder con visión de largo plazo.
Siam Organic, el emprendimiento de Tailandia que obtuvo el primer puesto se llevó 400.000 dólares para acelerar su crecimiento. El creador e impulsor de esta empresa es el joven Peetachai Dejkraisak (a quien rebautizaron Niel) que desarrolló un grano de arroz orgánico, alto en antioxidantes y de color morado -porque está hecho sobre la base de moras- que llamó Jasberry Rice. Parte de su trabajo fue convencer a los agricultores de que sembraran este grano mientras desarrollaba el producto comercial. Así logró convertir unas 5000 hectáreas de campos químicos en orgánicos y los granjeros ganan 14 veces más por día

MUJERES EMPRENDEDORAS - CLEUSA MARIA EN BRASIL

Hoy les presento a Cleusa Maria y su ejemplo como emprendedora y luchadora de la vida. Logró crear un gran emprendimiento desde cero. 

Un buen ejemplo para tener en cuenta cuando consideramos que todo nos juega en contra!

Hasta la próxima!

Prof. Lic. Fernando Julio Silva, MSc 
Agosto 2017

Cleusa Maria, la brasileña que cortaba caña de azúcar y se hizo millonaria vendiendo pasteles (a pesar de no saber de repostería)

Por Luana Ferreira BBC Brasil
  22 agosto 2017

Cleusa María, de 51 años de edad, trabajó en su adolescencia como cortadora de caña.
Ella es la cofundadora multimillonaria de una de las cadenas de pasteles más populares de Brasil, pero sus comienzos no fueron para nada dulces.
Cleusa Maria, que tiene tiene ahora 51 años, no tuvo infancia. Cuando tenía 9 años estaba más acostumbrada a manejar sachos y rastrillos que muñecas.
Cleusa llevaba la vida de un adulto, ayudando a su padre cada día en la pequeña granja que alquilaban en el estado de Sao Paulo, en el sureste de Brasil.
Esa era su labor hasta que su padre murió en un accidente de carro en 1978, cuando tenía 12 años. "Ahí fue cuando me di cuenta que lo que era malo, podía ser todavía peor", dice Cleusa.
De repente, su madre se convirtió en madre soltera con 10 hijos a su cargo y como tenían tan poco dinero tuvieron que mudarse a la casa de la abuela de Cleusa.
"Mi madre y yo éramos las que debíamos alimentar a la familia", recuerda Cleusa. "Sentí la responsabilidad de ayudar a mi madre a criar a mis otros nueve hermanos [más jóvenes]".

Así que ella y su madre comenzaron a trabajar en los campos, cortando caña de azúcar con machetes en las granjas del estado de Sao Paolo que tenían más cerca.
En la actualidad, Cleusa tiene una vida que le era imposible imaginar mientras trabajó como campesina durante cinco años de su adolescencia.
En lugar de trabajar bajo el sol abrasador de los campos de Brasil, hoy en día es su propia jefa en la empresa Sodie Doces, una cadena de tiendas de pasteles con más de 300 puestos en todo Brasil y una facturación anual de 200millones reales, (US$63millones).
El camino hacia Sodie Doces comenzó cuando, a los diecisiete años, decidió que no se iba a pasar el resto de su vida en el campo. Decidió jugársela y cambió su vida por completo.
Así que Cleusa dejó el campo y se fue a Sao Paulo, la ciudad más grande de Brasil, para trabajar de empleada doméstica.



                           Sodie Doces tiene 300 tiendas a lo largo de Brasil
Era un mundo completamente nuevo para ella, y tampoco le resultó fácil. Cleusa tuvo que vivir en la casa donde trabajaba y sólo tenía uno o días días libres al mes. Todo su sueldo se lo enviaba a su madre que seguía laborando en el campo.
"Pasé de un extremo al otro", dice Cleusa. Me fui de una casa de dos habitaciones para vivir con una familia rica. Había 9 sirvientes en un hogar en el que vivían solamente 3 personas".

"Pero esa vida hizo salir a la inconformista que hay en mí. Me dije a mí misma: ¿por qué mi comida es diferente a la de la familia para la que trabajo? ¿Por qué tengo que rellenar sus vasos mientras comen?".
Pronto decidió labrarse otro camino así que se inscribió en un curso de educación para adultos para tener la educación que se perdió cuando era niña y después consiguió un trabajo como recepcionista.
Como además quería estar cerca de su madre, volvió a mudarse a la parte del estado de donde había partido años antes y empezó a trabajar en una fábrica que confeccionaba equipos de sonido.
En 1995, la mujer de su jefe le pidió un extraño favor que cambiaría su vida para siempre -quería que Cleusa hiciese un pastel de cumpleaños de 35 kilos.
"La mujer de mi jefe solía vender pasteles pero ese día se rompió la pierna", cuenta Cleusa. "Yo no tenía idea de repostería pero ella me dio todas las instrucciones y funcionó".
La esposa de su jefe se quedó encantada con el resultado y le insistió para que aceptase un regalo que Cleusa no podía rechazar.
Le compró una batidora y la puso en contacto con más clientes.
Por aquel entonces, Cleusa estaba divorciada y tenía una niña pequeña, trabajaba durante el día en la fábrica y se pasaba las noches horneando pasteles.
Dos años después, Cleusa dejó su trabajo como recepcionista y con la ayuda de uno de sus hermanos abrió una pequeña tienda llamada Sensacoes Doces (Sensaciones Dulces).

Los años siguientes estuvieron cargados de trabajo duro pero en una década Cleusa ya era dueña de cuatro tiendas.
Cuando ya tenía funcionando los cuatro locales, alguien volvió a creer en ella y en que podía hacer más. Uno de sus clientes insistió en que su compañía debería expandirse estableciendo una red de franquicias.
"Yo no tenía ni idea de lo que era una franquicia", cuenta Cleusa. "Pero este cliente insistió muchísimo hablando de ello durante todo un año".
"Así que decidí tomar un curso en Sao Paulo para entender el modelo de negocio y decidí convertir mi firma en una franquicia. El cliente que me propuso la idea fue el primero en poner una y en menos de 2 años conseguimos tener más de cincuenta tiendas nuevas".
Nombre registrado
Después de abrir la franquicia número 74, Cleusa descubrió con espanto que el nombre de su empresa, Sensacoes Doces, ya estaba registrado por un gigante de la industria alimentaria: Nestlé.

"Iba a ser una batalla imposible de ganar. Me pasé cuatro meses sin dormir, decidiendo qué hacer".
En lugar de intentar quedarse con el nombre Sensacoes Doces, se le ocurrió un nuevo nombre para la firma: Sodie Doces (Sodie Dulces)- una mezcla del nombre de su hija Sofia y su hijo Diego.
Después, Cleusa mandó nuevos logos a todas sus tiendas y pagó para hacer las alteraciones necesarias con dinero de su propio bolsillo.
La consecuencia fue que Sodie Dulces no consiguió beneficios en los siguientes 4 años pero la compañía "mantuvo su credibilidad y no cerró ni una sola tienda", dice ella.
Dos décadas después de haber abierto su primera tienda, Cleusa cuenta ya con más de trescientos locales en trece estados de Brasil. El precio de sus pasteles van entre los 43 y los 74 reales (US$13-US$23).
Para abrir una tienda de Sodie Dulces, las franquicias deben invertir unos 400 reales (US$127) y cada local debe contratar hasta quince empleados.
Según Luis Henrique Stockler, un experto en el sector de franquicias brasileño, Sodie Doces ha pasado "todos los test del mercado" durante su trayectoria.
"Yo tenía dos sueños en mi vida. El primero era sacar a mi madre de los campos de caña de azúcar y el segundo era que mis hijos nunca tuvieran que hacer ese trabajo", desvela Cleusa.
"Cuando la empresa empezó a crecer tanto y tan rápido tenía miedo de no tener el conocimiento suficiente y de perder todo el dinero que había invertido".
"Pero en determinado momento me di cuenta de que todo iba bien y que debo estar agradecida por hasta dónde he llegado".