martes, 23 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, EN CASA DE TÍO BELIS

Querida Mariana: hubo muchas críticas, pero un día (bueno, una noche) dedicamos una serenata en memoria de Belisario Domínguez. Una noche antes de su cumpleaños llegó la marimba, la colocaron en el zaguán, y los ejecutantes, bien trajeados, esperaron la llegada de los invitados. Alguien me preguntó, cuando se anunció la serenata: “¿es en serio?” Por supuesto que era en serio, ¡fue en serio! Llegó gente, unos por vivir la experiencia de ese acto inusual, y otros por el morbo, para pepenar hilos para la crítica y el chisme. Ofrecimos bebidas calientes (sin piquete), tapizamos el piso con juncia fresca y, cuando hubo una asistencia respetable, los marimbistas acariciaron las teclas con los bolillos. La Casa Museo se llenó de notas musicales. Una pareja preguntó si podía bailar, y la respuesta fue inmediata: claro que sí, era guateque, celebrábamos el nacimiento de tío Belis, en su tierra, en su casa, con la gente del pueblo. Sí, hubo críticas. Nunca se había hecho un acto similar. Siempre se había celebrado su cumpleaños con actos protocolarios, la corona de flores ante su busto, el discurso oficial y las fotografías de los personajes importantes. ¿Serenata? Sí, le llevamos marimba una noche antes de su cumpleaños. La última pieza del repertorio fue Las Mañanitas: despierta, Belis, despierta, mirá que ya amaneció. Mentira. Apenas eran las nueve y media de la noche, pero ya se antojaba el siguiente día, el de su cumpleaños, el día del protocolo, el de traje y corbata. Al final de la serenata, una señora se acercó y dijo que él espíritu de Belisario debió estar contento. Claro. Uno de los conceptos que definió la vida de Belisario fue ¡la alegría! La alegría unida a la virtud, al trabajo y al estoicismo. Esa noche hubo alegría, bailongo, plática sabrosa y coro. Nunca más he escuchado que en la ceremonia protocolaria se le cante las mañanitas para celebrar su cumpleaños, todo se va en discursos con palabras rimbombantes. Ahora que recordé la serenata, niña mía, en cortito le canto sus mañanitas, porque sé que en el acto oficial no lo harán: estas son las mañanitas que cantaba el Rey David, hoy por ser día de tu santo… Posdata: Belisario Domínguez Palencia nació el 25 de abril de 1863, en Comitán, ciudad que hoy, en su honor, se llama Comitán de Domínguez. Pucha, ¡nadita! Seguiré insistiendo. Vuelvo a decir que Belisario Domínguez debe tener presencia en el parque central de Comitán, como la tuvo antaño. En los años setenta estuvo la monumental estatua, pero antes hubo un busto y en un momento estuvo la que ahora está en el interior del palacio municipal. Es incongruente, por decir lo menos, que en la ciudad que lleva su nombre no exista su presencia en el corazón del pueblo. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 22 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON INSTANTE HISTÓRICO

Querida Mariana: Claudia Sheimbaum vino a Comitán. El domingo 21 de abril de 2024 anduvo por esta tierra. Acá hay un grupo que está en primera fila, en espera de que llegue la candidata de Morena, para la Presidencia de la República. ¡Qué instante tan prodigioso! Una mujer tiene muchas posibilidades de llegar a ser presidente de este país machista. Salí de casa a las 7 de la mañana con veinte minutos. La casa está a cinco cuadras del parque central. Caminé. La mañana estaba luminosa. Pasé por el templo de la Virgen de Guadalupe, ya estaba abierto, porque más tarde habría misa. Siempre que camino hacia el parque por esta calle pienso en el poema de Jaime Sabines: “¿Cómo puede decirse un amanecer en Comitán? ¿En mayo, en la quietud, en la frescura, en el aire?...” Sí, en la cima del barrio de Guadalupe, el aire vuela con libertad. Roxana Armendáriz, la tía Rox, le contó a Amín Guillén, en un programa de radio, que este poema lo escribió Sabines en la casa de los Armendáriz Guerra, en el barrio de La Cueva. Al bajar por la pendiente, donde hay una hermosa jacaranda, pensé que esta mañana, Claudia despertó en Comitán, porque la noche anterior durmió en el pueblo. No sé si lo hizo en un hotel o en una residencia de algún amigo político. Lo que haya sido, ella abrió los ojos, corrió la cortina de la ventana y respiró ese aire que perpetuó Sabines, aire que habla de libertad, que sigue llevando el eco de las palabras de tío Belis y de las palabras de nuestra Rosario Castellanos. A veces, las personas que se dedican a la política (al nivel de Claudia) se avientan los rollos con las ideas que redactan sus asesores; en otras ocasiones, improvisan. Al llegar a la esquina pensé en el mensaje que, horas después, compartiría la candidata con todas las personas que la recibirían. ¿Citó algo de tío Belis, algo de Rosario? ¿A qué hora se levantó Claudia? ¿A qué hora desayunó? ¿Con quiénes desayunó? Ella está acostumbrada a llevar un ritmo vertiginoso, anda de un lado para otro. Yo, que soy escaso para lo de la convivencia, admiro a quienes viven trepados en autos, aviones, barcos. ¿Cómo les alcanza la vida para tanto? El domingo 21 de abril de 2024, Claudia despertó en nuestro pueblo. ¿Qué cenó? ¿Le ofrecieron un pan compuesto? ¿Caminó por las calles de Comitán? ¿Tuvo tiempo para pepenar algunos de nuestros más íntimos efluvios? Caminé por las florerías, donde las mujeres visten (igual que los compas que aparecen en la foto) sus vestidos tradicionales, con bellísimos bordados; luego subí hasta el edificio donde está Elektra, ya había una fila para entrar. Ya mirás que, todos los días, se hacen unas filas enormes. Algunos amigos me explican que ellos llegan a cobrar el dinero que envían los parientes que trabajan en los Estados Unidos de Norteamérica. En esta esquina hallé más gente, porque en todo el trayecto sólo pocos autos encontré y pocas personas caminando. En el parque de Guadalupe vi a un hombre, sentado en una banca, revisando su celular, con un atado de banderas que llevaría al acto de Claudia. Al llegar al teatro de la ciudad vi en una lateral del parque una serie de sanitarios y, en la esquina donde está el busto de Rosario Castellanos, una camioneta con fotos de Claudia. Hubo una coincidencia de imágenes, por un lado, la feminista del siglo XX y por otro la mujer que puede empoderase en el siglo XXI hasta acceder al lugar de mayor privilegio político. Caminé con rumbo al Centro Cultural Rosario Castellanos y contra esquina, ¡qué privilegio!, vi a dos hombres que colocaron una manta (de color Morena) y encima una serie de chunches que ofrecían con la clásica voz de los vendedores de la Ciudad de México: “Llévelo, llévelo, lleve la taza, el sombrero, el chaleco..." Todo con los nombres de Claudia, de Andrés Manuel. Fue como si un cachito de Tepito o de La Lagunilla hubiera llegado hasta Comitán. Los sombreros, con un lienzo para cubrir el cuello los vendían en ochenta pesos; mientras tanto, cerca del templete (que un día antes comenzaron a levantar frente al templo de Santo Domingo) nuestras voces comitecas repartían gorras y pañuelos verdes, en forma gratuita. Fui al mercado a comprar ajo. Los puestos que venden atoles y tamales estaban llenos de personas. Lo mismo sucedió con los restaurantes del Andador. Vi a varias personas que portaban sus playeras de Morena, en la parte trasera indicaban que habían llegado de Tuxtla. Alguien comentó que en Comitán no hacía tanto calor como en Tuxtla. ¡Por supuesto que no! Comitán siempre estará a mil seiscientos metros sobre el nivel del mar. La muestra fehaciente es la fotografía que anexo. Estos compas, con sus cotones, a pesar de que ya andaba caminando el sol con sus brazos candentes, ellos estaban frescos, como en un bosque Sabinesco, con aire benigno. Regresé a casa a las ocho, debía llevar a mi mamá a un desayuno con amigas. Posdata: desde una tarde anterior supe que estaba en Comitán mi amigo Jorge Mandujano, destacado escritor chiapaneco. Vino especialmente para el acto de Claudia. Supe que estaba hospedado en el Hotel Delfín, así que pensé que podía toparme con él y ¡así fue! En el área de restaurantes del Andador lo vi caminar al lado de un amigo. Tuve el privilegio de saludarlo. La visita de Claudia logró también este prodigio, la visita de mi querido amigo Jorge. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 21 de abril de 2024

LA MUJER QUE NO ENCUENTRA SOSIEGO

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que caminan de lado, y mujeres que caminan como si corrieran. La mujer que camina como si corriera responde al rol tradicional. He visto hombres acostados en hamacas, al medio día, durmiendo, con una caguama al lado. Jamás he visto mujeres acostadas en hamacas al medio día, en la noche sí, y son bellas. Veo a las mujeres de un lado para otro, subiendo al metro, llevando a los hijos al colegio, lavando trastes o ropa, bajando escaleras. Las mujeres no tienen sosiego, incluso cuando duermen se levantan para ver por qué llora el hijo. La mujer que camina como si corriera responde a su vocación de río, de mar. Los peces de sus ojos siempre nadan a contracorriente, son salmones en busca de la luz, de una luz que se esconde en los pliegues de la realidad. Sus sueños son apenas destellos que rebotan en el agua, sus deseos se concentran en el globo que estalla en el espejo del día. Nunca sabe dónde está la frontera de la realidad, el día a día la abruma, la sobrepasa, le adosa costales llenos de una niebla que jamás deja que pase el sol. Cuando platica es como si lo hiciera ante el espejo o, dramático, frente a la pared. Sabe que no puede esperar respuestas, ¿quién habla con una mujer que no está acostumbrada a ser flama? Recorre la vida como si fuera un tren que siempre se topa con puentes extraviados. Si hace un repaso de su vida comprende que siempre se dedicó a costurar los pantalones rotos, los calcetines con hoyos, las vidas de los otros. Ella tiene el espíritu de un indocumentado, del que no encuentra lugar alguno en el mundo. No tiene amigos, porque la amistad exige el sosiego, la hora para sentarse a tomar un café al aire libre, para ir al cine, para disfrutar una caminata en un bulevar. La mujer que camina como si corriera, se pierde en medio de la marabunta de gente, se vuelve invisible ante el vocerío de los otros, se siente tierra agrietada en medio de la humedad de la alegría. Ella siempre tiene un rostro como si cargara su espalda, como si ésta no fuera parte de su cuerpo sino fardo lleno de callejones donde habitan delincuentes. Si llega a un puente no se acoda para admirar el paso del agua, si acaso se detiene un instante sólo lo hace para pensar en los seres que, agotados, se aventaron al río sin saber nadar. Sus palabras no caminan, vuelan, igual que ella, por eso nadie la escucha, porque quién, en este tráfago, se detiene a escuchar la melodía del aire. Siente que el contacto con los demás es como una daga, como una cuchilla. La más leve pared de la casa se le revela como muralla inalcanzable. El polen de sus manos huele a polvo, a cascajo. La palabra esperanza está escondida en todos los basureros del mundo, apesta, se pudre. Por fortuna, este tipo de mujer cada vez es más escaso, ahora, la mujer se da espacios para la contemplación, para afinar el plafón de su cielo, para aletear en el viento donde juegan las luciérnagas. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que no saben lo que es el caos, y mujeres que soportan el peso de la oscuridad.

sábado, 20 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON RETAZOS DE ALGUNA TARDE

Querida Mariana: a todo el mundo le gusta viajar. ¡Mentira! Hay algunos que somos escasos para el viaje, que preferimos estar en casa. En los años setenta del siglo pasado, los viajeros enviaban postales. El cartero hacía sonar su silbato, salíamos a recibir la correspondencia y, en medio de las cartas, aparecía una postal. La postal era enviada por algún amigo que había viajado y mandaba su afecto (claro, de pasada presumía que andaba en Roma o en Buenos Aires o en Tokio). La postal era una imagen del país visitado (las postales las vendían en las oficinas postales o en papelerías). En la parte posterior se pegaba el sello postal y se escribía el mensaje para el destinatario. Hoy ya nadie envía postales. Basta trepar las fotos a las redes sociales para que todo mundo se entere que fulanita de tal anda en las playas de Copacabana. A mí, la mera verdad, no me gusta viajar. Puedo vivir tranquilamente en mi pueblo. Que otros viajen, que otros disfruten la maravilla de conocer otros lugares y otras culturas. Desde siempre he viajado a través de los libros, de cuentos, de novelas, de libros de viajes. Ahora tengo a la mano, como todo mundo, chunches electrónicos que permiten hacer viajes desde casa. A menudo entro a Google Maps y viajo a ciudades de todo el mundo. Es una herramienta sensacional, porque Google envía a trabajadores para que, trepados en una camioneta con cámaras especiales, graben los recorridos por las diferentes calles y avenidas de una ciudad. Todo queda registrado. Así, cuando entro a Google y pido una calle de París, desplazo un muchachito que viene en la plataforma, lo pongo en la Plaza de la Concordia y puedo caminar por donde quiera. Es un viaje virtual de grandes posibilidades, porque me permite conocer muchos lugares, detenerme, regresar, adelantarme. Es una maravilla. Además, el Internet permite dar recorridos por muchos museos del mundo. Solo en sueños he estado en París, jamás he estado en forma física. ¡Otra mentira! No sólo en sueños he estado en París, he estado muchas veces en forma virtual. A veces entro al Youtube y disfruto los videos de visitantes que (como si mandaran postales) graban cuando treparon a un barco y recorrieron el Sena. ¿Mirás qué privilegio? Voy trepado en el barco al lado de ellos, escucho sus comentarios, vivo la experiencia. En el Comitán de los años sesenta del siglo pasado todo esto era imposible. Cuando llegaban las postales a casa las disfrutaba, porque me traían imágenes de ciudades lejanas. Pero, te he contado, la primera vez que “viajé” a la Gran Muralla China fue a través de un dibujo de una revista ilustrada, una revista de monitos. Vi el dibujo de la gran muralla y supe que eso era una construcción fastuosa, hice un ejercicio de comparación con lo que teníamos en el entorno y comprendí que eso era monumental. ¿Cuántos chinos habían trabajado ahí para hacer ese portento arquitectónico? ¿Cuánto tiempo dedicaron en su construcción? No viajo. Me da pereza. Disfruto desde casa las fotografías que comparten los viajeros en redes sociales. Es mi manera de viajar, de apropiarme de otros modos de ser, de diferentes culturas. ¡Sí, sí! Es verdad lo que decís, no es lo mismo, no puede ser. La experiencia del viaje físico es muy diferente a la que se tiene en forma virtual. Ya lo hemos comentado, no es lo mismo que alguien te mande un beso en una videoconferencia a que la misma persona te bese en vivo y a todo color. Todo mundo presume sus fotos al lado de la Torre Eiffel, del Taj Mahal, de las playas de Huatulco, de la bellísima Mérida, de los rascacielos de Nueva York, de Nueva Delhi, del Partenón, del museo del Louvre, del Big Ben, de la Casa Rosada argentina, y demás bellezas. Si yo no salgo de mi pueblo, presumo entonces fotografías del mismo. Los chorros de La Pila no se comparan con las Cataratas del Niágara, pero nadie puede negar que tienen su encanto. Los de acá sabemos que es como un espacio obligado para todos los tojolabales que llegan a la ciudad, pasan ahí y se lavan los pies (mirá qué simbolismo tan maravilloso) o toman un poco de agua (no les importa que sea agua no muy limpia) o se echan un poco en el cabello para peinarse. Una vez vi a un compa que se repasaba la mano en la mejilla y luego pasaba el rastrillo húmedo para rasurarse, sin necesidad de espejo quedó sin rastros de barba. Mis fotos son caseras, de los espacios que tengo a la mano, a la vuelta de la esquina. Viajo por mi ciudad y descubro bellezas, espacios inéditos. Actualmente muchos grandes fotógrafos comitecos comparten en redes sociales sensacionales fotografías del pueblo. Hay muchos. Son geniales. Son los grandes creadores de las postales de este siglo. Como lo exige el protocolo del viajero, mis fotos son las llamadas selfies; es decir, fotografías donde aparezco disfrutando “el viaje”. Lo que diré a continuación es una bobera, un sacrilegio, pero en los años setenta conocí compas que, sin salir del pueblo, “viajaban”, se aventaban unos grandes “viajes”, gracias a unos cigarritos que fumaban. Ellos, después del “viaje” contaban lo que habían vivido, una experiencia que nadie más podía tener, a menos que se echara un cigarrito de esos. Lo que quiero decir es que hay muchas formas de viajar. Todo depende de la sensibilidad del viajero. Conozco historias de muchos viajeros que no disfrutan el trayecto, que creen que el viaje sólo es el destino, sé que apenas suben al tren, colocan una almohada en su cuello y duermen plácidamente. Todo el trayecto lo pasan “de noche”. Se pierden una de las grandes posibilidades del viaje, no ven las montañas lejanas, los poblados, los animales que pastan, los pájaros que vuelan, la gente que saluda a lo lejos; no ven los comportamientos de los compañeros de viaje, la chica que lee, la pareja que se besa, el anciano que se sostiene en los asientos para ir al sanitario, la luz que cambia al entrar por las ventanas. Salgo poco de casa, pero cuando salgo ¡viajo! Camino con cuidado para no resbalar en las calles de laja (qué gran tontería fue forrar con laja las banquetas), pero me detengo para observar cómo vive Comitán estos tiempos. La otra tarde estuve en el parque de San Sebastián (qué irreverentes son algunos paisanos, en lugar de decir San Sebastián dicen “San Cebollas”). Di vueltas. La tarde me abrazó con la misma calidez con que lo hacía mi abuela Esperanza. Había pajaritos, se escuchaba su bullicio afectuoso. En la breve rotonda donde está el busto de Josefa Ortiz de Domínguez (recordá que el nombre oficial del parque es “De La Corregidora) vi una pareja de chicos, él tenía un uniforme deportivo, portaba un short, de donde deduje que había ido a jugar, ella tenía un suéter en sus muslos. No me detuve, lo que vi lo presencié al caminar por el pasillo exterior. Supe que algo interesante sucedía ahí. Di otra vuelta. El chico tenía abrazada a su chica, su brazo izquierdo lo había pasado por debajo del sobaco de ella, su mano se perdía en los pliegues del suéter que ella tenía en sus muslos. Era una pareja de chicos, sentados muy cerca, como cualquier pareja, platicaban, sonreían. Ellos, así lo pensé, no necesitaban más para el viaje que estaban realizando. Tenían un paisaje sensacional frente a ellos, el kiosco del parque, el busto de la heroína, el encanto del vuelo de los pajaritos y la ocasional vuelta de un viejo con boina. Ahora uso boina, porque estoy casi pelón y el sol está, desde temprano, feroz, la boina me protege de los intensos rayos. Un amigo me dijo: ¿no que eras de descendencia italiana?, con esa boina parecés descendiente de gallego. En otra banca estaba una pareja de adolescentes, la chica tenía un libro sobre los muslos. ¡Lectora!, pensé. ¡Qué maravilla! El chico hablaba y hablaba, ella estaba seria. Estaban un poco separados, ninguna parte de su cuerpo se tocaba. Hablaban de algún conflicto, había una cierta tensión. El ambiente se distendió cuando pasó por ahí un niño con un auto rojo, con control automático, eléctrico. Pensé en el carro que me regaló mi papá, cuando yo era un niño, mi carro fue de pedales, ahora los carros son eléctricos, basta subirse, accionarlo, para que el auto se desplace. La pareja sonrió. Tal vez eso ayudó a romper la burbuja. No, tal vez no, apenas fue una pausa, ellos debían continuar en la construcción de ese puente que estaba a punto de derrumbe. Posdata: me encanta mi pueblo, lo disfruto, viajo en él, con él y mando postales a mis afectos. No juzgo, sólo comparto mi lectura del mundo. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 19 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON PRESENCIAS

Querida Mariana: ¿existió El Quijote? ¿Existe Dios? ¿Existen los espíritus, los fantasmas? Medio mundo, con la mano en la cintura, niega la existencia de estos entes. Sin embargo, ahora que he escrito esos nombres, todos han aparecido como presencias rotundas. En todo el mundo estas presencias revolotean por el aire, con la misma soltura con que lo hacen las mariposas. Nadie niega la presencia de las mariposas. Tengo amigos que, en forma rotunda, con aire de libres pensadores, se burlan de quienes creen en Dios. Aducen que Dios es una creación mental de seres humanos. ¿Ya pensaste que lo mismo podría decirse de El Quijote? El Quijote y Dios fueron invención humana, aseguran. En este momento pienso que nadie, entonces, negaría el genio humano, al que reverencio. Construir ambas imágenes mentales demandó genialidad; es decir, mis compas que niegan la existencia de Dios no tendrían el genio para inventar tal portento. ¿De dónde el genio del ser humano que tuvo la capacidad de inventar tales grandezas? Ah, no sé, soy una minúscula partícula del universo. No obstante mi simple capacidad advierto grandeza en tales creaciones. ¡El Quijote! ¡Dios! Pucha, qué imágenes tan sublimes. Quien niega la existencia de Dios se comporta a la altura del que niega la existencia de El Quijote. ¿Quién a estas alturas del siglo XXI se atreve a negar la existencia de El Quijote? Tal vez el mismo que niega la existencia del ente llamado Dios. El Quijote ha creado toda una serie de valores humanos que ha conformado una forma de ver la vida. Cuando decimos “hizo un acto quijotesco” decimos que realizó un acto de gran nobleza. Al mundo le ha hecho bien la presencia de El Quijote. ¿Qué puede decirse de Dios? Bueno, cuando la ciencia no puede darnos la explicación del origen del universo aparece la presencia divina como el poder omnímodo, el que, en siete días, creó todo lo que existe. La presencia de Dios, por la interpretación de los humanos, ha ocasionado serios daños, basta pensar en todos los actos violentos que se han hecho en nombre de Él. De ahí que resulta un poco, o un mucho, temerario asegurar la inexistencia de Dios. Pero, querida mía, no quería meterme en estos embrollos, lo que quería decir es que los fantasmas ¡sí existen! Ah, nuestro pueblo, Comitán, igual que muchos pueblos del mundo ha llenado su libro de leyendas y cuentos con la presencia de fantasmas. En los años sesenta, los muchachitos se reunían en una esquina, alumbrada apenas por un foco tilibrís, para escuchar historias de fantasmas que se aparecían en lugares conocidos, plazas o casas familiares (era común escuchar lo siguiente: en esa casa espantan); las historias eran tan cercanas que, en ocasiones, los fantasmas eran los espíritus de abuelos y de abuelas. Como dijo Bora, entrenador de la selección mexicana de fútbol soccer: “yo respeto”. Respeto a los amigos que son creyentes y a los que son ateos, respeto a todo el mundo, a los que le van al Guadalajara y a quienes le van al América; a los que aseguran que San Cristóbal es la capital cultural de Chiapas y a los que insisten en darle ese honor a Comitán; respeto a los hombres que les gustan las mujeres y a los hombres que son felices teniendo a hombres como parejas o a las muchachas que no les gustan los hombres sino otras chicas. Respeto a quienes niegan la existencia de Dios, a los que insisten en decir que El Quijote no existió; respeto a los que niegan la existencia de los fantasmas. Pero, eso sí, lamento que quienes niegan la existencia de fantasmas no hayan vivido la emoción de verlos cruzar las paredes o de asomarse por las ventanas, a la hora que el reloj de la sala da las campanadas de las doce de la noche. La literatura está llena de fantasmas y la literatura es lo que tiene más existencia real. Posdata: soy de los que insisten en decir que no existen documentos probatorios de la vida real de Josefina García, pero sería un tonto si negara su existencia. No soy de esos compas que exigen meter el dedo en el hueco (sin albur). Ella es una de las grandes heroínas de este país, el acto que realizó fue de una gran valentía, acto generoso. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 18 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, EN LA MATÍAS

Querida Mariana: cada etapa escolar tiene su brillo. El otro día entré a la escuela Fray Matías de Córdova, institución donde cursé mi primaria. Al entrar me topé con una galería donde están todos los directores y directoras que han formado parte de su historia, el veterano es el maestro Víctor Manuel Aranda León, quien fue el director en mis tiempos y que todo mundo recuerda con admiración y cariño. Fue un maestro genial. Quien aparece en la foto es Don Manuel García Morales, el intendente, quien lleva más de 25 años de servicio, un cuarto de siglo. Don Manuelito, así lo percibí, es muy querido. Me contó que en una ocasión tuvo una urgencia que lo obligó a ir a un hospital en Tuxtla, apenas entró, todo desorientado, cuando vio que una doctora se le acercó, lo abrazó y le dijo: Don Manuelito. Era una ex alumna de la Matías. Todo fluyó en armonía, ella lo cuidó, tal vez con la misma dedicación con que él la trató en su infancia. No recuerdo quién fue el intendente en mi infancia, mi mente no registra el Manuelito de aquel tiempo. Sí recuerdo a mis maestros: el maestro Óscar en primero y segundo; el maestro Beto, en tercero; el maestro Javier, en cuarto; el maestro Juanito, en quinto; y el maestro Luis, en sexto. Entré a mi escuela (nosotros llegamos al nuevo edificio cuando estábamos en quinto) y al ver un tablero de cristal recordé que la cancha estrenó tableros de cristal, que eran una novedad en el pueblo. Los tableros fueron donados por la Pepsi, digo esto porque el logotipo de la empresa refresquera estaba en el centro y cada vez que tirábamos el balón a la cesta recibíamos el mensaje subliminal. Ni falta hace decir que en la tiendita escolar sólo vendían Pepsi. Lo que sí hace falta decir es que, antes, la tiendita la atendían los maestros y los alumnos ayudábamos. Hoy existen dos cafeterías y un comedor donde los niños toman su refrigerio, cómodamente sentados. Nosotros buscábamos un rinconcito para sentarnos en alguna grada. Ya dije que la galería de directores la preside el maestro Víctor. ¿Quiénes son los demás? Los maestros Carlos Pinto, Rutilio Domínguez, Raúl Cancino, Marcelino Díaz y mi querido compadre Luis Campos; y las maestras Dolores Guillén y María del Socorro Sosa López. Estos nombres sintetizan las líneas directrices de nuestra escuela. Don Manuelito ha trabajado con la mayoría de ellos. Posdata: al entrar a espacios donde pasamos muchas horas de vida algo se remueve en el espíritu, comienzan a aparecer rostros, sonidos, sentimientos, alegrías y frustraciones. Sabines recomendó no volver a los lugares donde fuimos felices, porque la vida tiene una niebla indescifrable. Vi a unos niños que corrían por los pasillos y otros que hacían trabajos manuales, en ronda, sentados en el piso. Recordé un trabajo que hicimos, una bolsa, tejida con hilos de plástico, muy delgados. Los extremos se pegaban con el calor de un cerillo prendido. Recordé entonces que tuve compañeros que eran felices con el deporte, yo fui feliz haciendo manualidades. Esa certeza pepené al entrar a mi escuela primaria, cincuenta y seis años después de mi egreso Posdata: me despedí de Don Manuelito, quien tiene cincuenta y un años de edad y veinticinco de trabajar como intendente, ha pasado la mitad de su vida en la gloriosa Matías. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 15 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO

Querida Mariana: platico con mi querido amigo Jorge Pérez y recordamos instantes de nuestra juventud. El otro día, Jorge se acordó del queso “Supremo”, que botaneábamos en la Ciudad de México, en los lejanos años setenta. En Comitán, como cualquier chiapaneco, estábamos acostumbrados a comer queso, hasta queso de bola, de Ocosingo. La costumbre obligaba que, siendo estudiantes universitarios, buscáramos sustitutos. No había quesos tan ricos como los chiapanecos, pero nos conformábamos con los industrializados, como “el supremo”. Era fiesta en el departamento cuando llegaba una cajita desde Chiapas, con tascalate, butifarras, tostadas y quesos chiapanecos. El complemento ideal lo conseguíamos muy fácil, bastaba bajar del departamento e ir a la tienda de la esquina para volver con tres caguamas, adentro de una morraleta. Caminábamos alegres en la avenida Cuauhtémoc, al lado del camellón con sus palmeras. En tiempo de pandemia quedó demostrada la importancia de los motociclistas que llevan despensas. Nosotros, en los años setenta, descubrimos esa ventaja. Cuando echábamos trago en el departamento, ya avanzada la noche, oyendo marimba, recitando la de “Chiapas es en el cosmos…”, cantando la de “Comitán, Comitán de las flores…”, sin poder evitar el llanto, a la hora que se terminaba el “parque”, Jorge marcaba un número telefónico y pedía Sabritas, salsa, tostadas y tres quesos Supremo. Perdón, olvidé decir que antes pedía hielo, cocas, tehuacanes y una botella de brandy, de a litro. Diez minutos después sonaba el timbre y el que estaba menos bolo bajaba por el pedido con la paga en la mano. Los demás seguíamos botados en los sofás, apenas estirábamos la mano para que el vaso se rellenara. Fueron tiempos “supremos”. Claro, los tiempos “doble crema” superaban todos los demás tiempos. Fue prodigioso ir a los ranchos del papá de Jorge y comer frijoles con queso hecho en los propios establos, con tortillas recién salidas del comal y salsa verde molcajeteada. Hoy vivo sin queso, no tomo lácteos, pero en aquellos años no podíamos vivir sin queso. El queso para hacer las quesadillas, el queso para espolvorear en las tostadas con frijol o con salsa de jitomate, el queso para hacer dip y botanearlo con Sabritas. El queso era parte importante de la vida, no veíamos un horizonte sin ese maravilloso ingrediente. En las cantinas pasaban un platito con queso Oaxaca, chile, limón y sal. Ah, era una botana exquisita, servía para acompañar los demás platillos. Posdata: la marca del queso que botaneábamos en la Ciudad de México, en los años setenta, era Supremo. El sabor nunca se comparó con nuestros quesos chiapanecos. Ahora me asombra enterarme que hay paisanos que van al supermercado y compran quesos Lala y adquieren frascos de Nescafé, ¿nadie les ha informado que hay excelentes quesos chiapanecos y que hay cafés chiapanecos que no tienen comparación? ¿Quién compra Nescafé en una tierra donde hay excelentes cafés naturales? El mismo compa que va al supermercado y compra quesos industrializados y desdeña los maravillosos quesos de la región. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 14 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON MOMENTO SUBLIME

Querida Mariana: El rector José Hugo Campos Guillén está en primera fila con los chicos y chicas que recibieron su título electrónico el pasado 13 de abril de 2024. Quienes han tenido la oportunidad de estudiar el nivel universitario saben que este instante es inolvidable. Estos chicos y chicas recibieron su título de la licenciatura en Trabajo Social, de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar. Las sonrisas son la muestra física de la plenitud de sus espíritus, porque este momento irradia luz. Los titulados no llegaron solos a este andén, del viaje supremo. ¡No! El gusto de sus catedráticos demuestra que ellos también disfrutaron sus éxitos personales. En la parte posterior están algunos de los maestros que les proveyeron las herramientas para las próximas metas. Ahí están el Doctor Romeo Alejandro Culebro Álvarez, la Maestra Maribel Domínguez Reyes, la Maestra Yanet Mandujano Soto, el Doctor Mario Arturo Gordillo Ballinas y la profesora Lucy Flores, coordinadora académica de la UMNRS. Te he platicado el instante donde acudí a recibir mi título, en la UNACH. Asimismo, vos me has contado cuando fuiste a Guadalajara al acto protocolario. Digo que no sólo ellos llegaron a este momento sublime. Sus familiares y afectos más cercanos los acompañaron, porque, en la mayoría de casos, los de casa son apoyo fundamental. Cuando las fuerzas menguan, cuando el ánimo decae, siempre hay una mano que fortalece, que riega la planta, que aporta remos para seguir bogando; siempre hay una voz que se alza en medio de la oscuridad y dice: “el horizonte te espera”. Y así, en medio de alegrías y tristezas, desánimos y glorias, arribaron estos chicos y chicas al escalón de la licenciatura. ¿Hasta dónde llegarán sus sueños, sus metas? Hasta donde sus deseos los estimulen. Ya demostraron que todo es posible. Ellos eligieron la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar para cimentar su profesión y este 13 de abril su universidad les cumplió con la entrega de sus títulos profesionales. Recuerdo que me platicaste que tus abuelos, papás y novio te acompañaron a la ceremonia de entrega de tu título; me contaste que nunca habías visto llorar a tu papá, que es de carácter duro, pero ese día, a la hora que te abrazó, descubriste en sus ojos las lágrimas que eran el desfogue de tanta emoción. ¡Cómo no! Este es un instante sublime, majestuoso, es la consecución de una meta anhelada. Por ello, querida mía, permití que anote los nombres de estos siete chicos y chicas, como si al hacerlo ellos colocaran banderines en lo alto del monte del conocimiento: Alondra Sarahy Pérez Guillén, Marisela Alejandra Ramírez Noriega, Víctor Manuel Román Jiménez, Michelle Alejandra Cruz Mancera, Fabián Alejandro Tovar Gómez, Gloria Alejandra Aguilar Espinosa, y Vanesa Velasco Villatoro. Posdata: dos chicas, de la generación, no acudieron a la ceremonia, pero, sin duda, acudirán posteriormente a recibir su título, ellas son: Gloria de los Ángeles Decelis Vera y Ana Fabiola Gómez Díaz. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 12 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON UNA TERRAZA

Querida Mariana: me gustan las terrazas. Ya dije el otro día que mi amigo el arquitecto Gómez Conde contó que, en tiempo de pandemia, el mundo descubrió la ventaja de poseer un balcón o una terraza. Estos elementos arquitectónicos permitieron, a sus propietarios, acercarse al mundo sin exponerse. Me gustan los espacios donde el aire corre libre. La otra tarde, Roberto, su hermana Paty y yo conocimos "Punto Beer. Café Bar”, que posee una terraza bellísima. El café bar está ubicado a un lado del bulevar de Yalchivol. Ya podés imaginar el privilegio que esto significa. Me senté ante una mesa y aprecié la belleza del lugar. Vos sabés que uno de los barrios tradicionales más hermosos de Comitán es Yalchivol, ver cómo se desenvuelve el día desde arriba es uno de los disfrutes más sublimes. Te he contado que en mi adolescencia me encantaba ir a la cantina “La Jungla”. En ese lugar preparaban unas papas y unas tortillas de frijol que no tenían competencia en el Comitán de los setenta, pero lo que más disfrutaba del lugar (además de la compañía de los amigos de la palomilla) era el piso de tierra, y unos muretes de un metro de altura, hechos de madera costera. Esta altura permitía que la mirada, igual que el aire, volara libre y se posara en las ramas y frondas de la arboleda que tenía el terreno. Me gustan los espacios que no están limitados por paredes. De igual manera te he contado que hay un restaurante que ofrece una botana exquisita, exclusiva, donde preparan una lengua en pebre de esas que uno se come un plato, dos, tres; pero, el espacio es claustrofóbico. No me gusta ir. La combinación de las dos sustancias hace el prodigio de la vida alegre. Como ahora soy muy estricto en mi dieta, pues el espacio es el que llena mi entusiasmo. No tolero los lugares cerrados, para eso mejor me quedo en casa. Así que conocer la terraza de Punto Beer me causó una gran emoción. El café bar es atendido por tres chicas: Dulce, Karina, Mariola, comitecas de cepa. Me encantan los botaneros donde uno se siente a gusto y disfruta una cerveza con los amigos. Te he platicado que me encanta estar en el 340 Jardín Botanero que está a la orilla del bulevar con rumbo a La Plaza. Ah, disfruto que la mirada se pierda en el azul del cielo y en el verde de los arbustos. El 340 Jardín Botanero es una burbuja llena de aire que es un estímulo afectuoso. Bueno, tampoco le hago el feo a las casas, también me siento muy bien en el botanero de Javier, que está en una hermosa casona, frente al estacionamiento Ulises. Y esto es así, porque siempre pido a los amigos que nos sentemos en una mesa de los amplios corredores, porque estar ahí me remite a los recuerdos de mi niñez, cuando la casa donde vivía tenía cuatro corredores, donde daba vueltas con el carrito de pedales que me regaló mi papá. Lo que digo es que los espacios abiertos son toboganes para el espíritu. Conocí el café bar Punto Beer, en Yalchivol, y hallé una terraza increíble. Cuando estuvimos ahí llegó un joven, solo, pidió una michelada, se sentó, revisó su celular y al recibir la bebida vi su cara de satisfacción al degustarla. Ah, me dio tanto gusto su gusto. Sé que todo mundo disfrutará ese espacio que da servicio de 2 de la tarde a 11 de la noche. Comprobé que el espacio bien puede disfrutarlo una persona sola o una pareja o un grupo de amigos o familiares. A las dos se puede pedir una michelada, un coctel, una ensalada de camarones, unas alitas y más tarde un café con waffles, un capuchino o unas papas a la francesa con un refresco. Posdata: me conocés, nada probé de la carta, me limité (es un decir) a vivir la experiencia de estar en un espacio agradabilísimo. Con eso se llenó mi cuerpo y mi espíritu. Esa terraza es un privilegio que debemos aprovechar todos los comitecos. Ya dije que el otro día me senté en el portalito que existe en el bulevar y pensé que eso es uno de los grandes privilegios del pueblo; hoy agregué a la relación de grandes privilegios tomar una bebida en la terraza del Punto Beer. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 11 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON FRASE COMITECA

Querida Mariana: comparto mi confusión. Algún experto en el idioma podrá despejar la duda. Anexo foto de una frase comiteca que está en el parque: “Hay hablamos compita”. Hablar no necesita aclaración alguna, se entiende perfectamente. Lo de compita podría exigir una explicación para quien no sabe que en Comitán al amigo le llamamos “compa”, y en el colmo del afecto usamos el diminutivo de “compita”. Lo que de pronto asoma como una duda gramatical es lo del verbo “hay”. ¿Se puede aplicar como mucha gente lo aplica, como se emplea acá? A mí me suena un poco no prestigioso, como si el ex presidente Calderón dijera: “haiga sido como haiga sido”. ¿Cuándo se emplea la palabra hay? Hay “viene” del verbo haber. Si reviso un manual de ortografía encuentro que “hay es una forma impersonal del verbo haber”. Perfecto. El mismo manual expresa que se usa para decir que existe una cosa. Ah, esto sí lo entiendo: hay pan, hay alegría, hay suerte, hay vida. Pero, también dice que se usa para “expresar una obligación, algo que tenemos que hacer obligatoriamente”. Ejemplo: hay que trabajar, hay que estudiar, hay que besarnos (claro, esto lo pongo como ejemplo, para que besés a tu novio, sin que sea una obligación, sino un placer). El manual sólo tiene estos dos usos, permitidos. ¿Cabe en la frase de la foto? No, no cabe. Pero he visto en varias ocasiones que muchos paisanos usan dicho verbo para decir, por ejemplo: “Hay nos vemos”. No, no, no entra, no cabe el uso de este verbo. ¿Entonces? Es que los comitecos, en forma oral, decimos “hay” nos vemos. Si revisamos el manual vemos que en español hay dos formas de decirlo: con hache y sin hache. Como todo mundo sabe que el ay (sin hache) es una interjección que se usa para expresar dolor, asombro, desesperación, evita su uso. Así vemos que no hay manera de expresar prestigiosamente este modismo comiteco, en forma escrita. Tal vez convendría (que Dios me perdone por decirlo, por escribirlo) poner la palabra entrecomillada: “a’i” nos vemos, porque así lo hablamos, porque ya vimos que si escribimos “hay” estamos contraviniendo la norma, por lo tanto (qué paradoja) nos vemos incultos. Claro que la forma prestigiosa, la que se usa en cualquier lugar del mundo castellano, es: “ahí nos vemos”; es decir, los comitecos queremos decir eso cuando decimos “a’i” nos vemos. No se trata de evitar nuestros modismos en forma oral, la pregunta es: ¿cómo trasladamos esta oralidad a lo escrito? Insisto, para que el mundo que lee los textos escritos por comitecos no piense que somos incultos, deberíamos escribir: “ahí nos vemos”, “ahí hablamos, compita”, porque, en último término, queremos expresar un lugar donde nos reuniremos para hablar, para platicar, para convivir. En el primer ejemplo bien podría omitirse la primera palabra, para dejarlo “nos vemos”, lo mismo podría suceder en la siguiente frase: “hablamos compita”. Claro que esto le quita el polvojuan a nuestro jocotío lingüístico. Lo que quiero dejar en claro es lo que han dicho los expertos, desde siglos: una es la forma de hablar y otra la forma de escribir. A veces es difícil llevar el lenguaje oral a lo escrito, la única forma es ajustando el lenguaje a la norma, cuando esto es imposible se coloca entre comillas, para explicar que en la comunidad el vocablo así suena; de lo contrario puede evidenciar ignorancia. Posdata: se habla de una manera y se escribe de otra. Lo oral es una ventana generosa, porque permite todos los excesos, incluso puede decirse que en los excesos está su riqueza, ese treparse a todos los árboles le da su originalidad; en cambio, el lenguaje escrito tiene un corsé que se aplica a todos, a fin de ser el código que comprendemos todos los lectores, cuando este código se altera el mensaje se ensucia, y todo se ve como el cuarto que no fue limpiado. ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 10 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON PRODUCTOS CULTURALES

Querida Mariana: la pandemia cesó, pero el COVID continúa. Procuro no olvidar los estragos, los fallecimientos, los descuidos que propiciaron tantas tragedias; asimismo procuro tener en cuenta las reglas mínimas de cuidado, para la sobrevivencia en tiempos pospandémicos. ¿Hubo alguna ventaja para el mundo en tiempo de pandemia en medio de tanta oscuridad? Me cuesta trabajo advertirlo, pero sí. Los expertos indican, por ejemplo, que el mundo se dio cuenta de la importancia de los productos culturales. ¿De verdad? Esto sería un verdadero prodigio. ¿El mundo comprendió la importancia de la cultura en nuestro día a día? Los expertos cuentan que en tiempo de pandemia, cuando estuvimos enclaustrados, la cultura fue fundamental para la sobrevivencia. Millones de personas permanecieron en sus casas, esta permanencia hubiese sido más dramática sin presencia del arte, así nos ponen como ejemplo los libros electrónicos que los lectores pudieron adquirir a través de los chunches electrónicos; de igual manera millones de cinéfilos aprovecharon las plataformas para ver cine, para disfrutar el séptimo arte. Los celulares también permitieron que los abuelos se comunicaran con los nietos, los hijos con los padres, los amantes con sus amadas (uso el término amante con el significado del que ama, no necesariamente con el uso que en Comitán se le da al llamado querido, aunque también). Todo lo que he mencionado son productos culturales que aligeraron el periodo de incertidumbre. ¿Qué habría sido de nosotros sin estas herramientas? El mundo hubiese colapsado en forma total. Vos sabés que en casa nos enclaustramos definitivamente, no salimos para nada. Un amigo motociclista hizo favor de comprarnos la despensa y llevarla a la casa, despensa que recibimos con un estricto protocolo de limpieza. Mi mamá halló la misa en un canal de televisión y todas las tardes vio y escuchó los servicios religiosos, en ocasiones, muy chenta, me dijo que la misa era dictada, nada más y nada menos, que por el papa. Pucha. Estaba contenta. No me estás preguntando, pero siempre he pensado que la cultura es esencial para la vida. No fue necesario que llegara la pandemia para entender que el arte es fundamental, el arte es lo que nos hace diferentes a los animales. La persona que no comprende la importancia de la cultura se comporta como un animal, porque satisface todas sus necesidades básicas como si fuese un gatito, un cuch o un chucho. ¿De verdad el mundo comprendió la importancia del arte en la vida del día a día? Los expertos señalan que millones de personas en todo el mundo advirtieron que la pandemia hubiese sido más brutal sin la presencia de la cultura. Pero, (ay, señor), si así fue, veo que a muchas personas se les olvidó. Vos y yo hemos vivido el fenómeno. Por ejemplo, cuando un amigo se pasa de copas y sufre un accidente, provocado por el exceso, jura y perjura que no volverá a suceder, que dejará de beber en forma irracional. Conforme transcurre el tiempo el suceso se olvida y, tarde o temprano, vemos al compa ya bien bolo de nuevo, trepándose al carro, ignorando la petición de la esposa que le recuerda el suceso incruento. Los seres humanos somos dados a olvidar. Es correcto olvidar las tragedias, pero no es lógico ignorar las precauciones para evitarlas hasta donde sea posible. Millones de personas en el mundo sobrevivimos a la pandemia, gracias a los objetos culturales: los libros, las películas, los museos. ¿Y ahora que la pandemia ya cedió tantito? ¿Sigue el mundo leyendo, viendo cine, asistiendo a museos, adquiriendo obras de arte? Parece que la emergencia pasó y el mundo volvió a ser el de siempre. Muchos optimistas dijeron que el mundo regresaría diferente al término de la pandemia. ¡Mentira! José insiste en decir que la persona mierda siguió siendo mierda. Posdata: la cultura siempre ha sido un elemento espiritual indispensable. Los que amamos el arte sabemos que el arte hace la diferencia, gracias al arte dejamos nuestra condición de simples animales y nos elevamos. ¿Cuándo dejaremos de arrastrarnos como simples víboras? ¿Cuándo el vuelo será nuestra vocación consciente? ¡Tzatz Comitán!

lunes, 8 de abril de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN LEGADO

Querida Mariana: de vez en vez, amigos preguntan por el sentido de la vida. Esta pregunta no asoma en la infancia. Cuando fui niño jugué en el sitio, fui de vacaciones con mis papás, disfruté el cine, comí exquisitos antojos. La pregunta nunca asomó, porque la vida era ese cacho sublime que era para vivirla. Sí, el sentido de la vida era ¡vivir! Ahora, con sesenta y siete años de vida escucho la pregunta: ¿cuál es el sentido de la vida? Veo que muchos filósofos expresan ideas diversas, con lenguajes más o menos complejos, pero, en el fondo, en cada respuesta está la idea del niño: ¡vivir! Y como hay millones de formas de vivir la respuesta no es única. Puede decirse: cada quien vive como le place. Hace pocos días vi una nota luctuosa en el Facebook. Llamó mi atención la manifestación de pesar que expresaron muchos amigos y amigas. ¿Quién era la persona fallecida? El mismo Facebook me dio la respuesta. No conocí a Cecilia, pero muchos paisanos ¡sí! Sí, porque Cecilia es hija de Socorro Román Sobrino. A Socorrito sí la conozco. El Facebook indicó que Cecilia falleció en un accidente. Cecilia fue una gran fotógrafa mexicana, directora de Escuela Activa de Fotografía Echegaray, en la Ciudad de México, ciudad donde ella nació. No conocí a Cecilia, muchos paisanos sí. Lamenté su muerte. Entré a su muro y admiré su obra, obra fotográfica de excelencia. Sí, Cecilia fue una gran fotógrafa. Me dio pena no saber nada de ella, pero, al mismo tiempo, agradecí su vida y su obra, sustancias vitales imbricadas. Llamó mi atención que Cecilia escribió en su muro, en una sección llamada Detalles, lo siguiente: “Apasionada, enamorada de mi familia, fotografía, viajes, perros, gatos y todos los demás animales”. ¿Se vale decir que esto es su respuesta a la pregunta inicial? Pienso que sí. En un determinado momento, ella se definió y al hacerlo definió su propósito vital. Gracias a esas palabras, yo, sin conocerla físicamente, puedo ver el tipo de persona que fue, una mujer apasionada, enamorada de su familia, le encantó viajar, tomar fotografías y amo a los animalitos, todos. Ah, qué lamentable su fallecimiento, qué pena. Fue una gran mujer. No la conocí, pero ahora entré a disfrutar su legado: sus fotografías, tomas hechas con un gran conocimiento técnico, pero, sobre todo, con una dotación excelsa de arte. Lo dijo, de principio lo dijo: fue una mujer apasionada. Al revisar los fragmentos de su obra, las fotos que están expuestas en su muro, descubrí eso: pasión en su pasión. Vivió apasionadamente y nos legó una obra excelsa. Todo mundo deja una herencia intelectual. Al vivir, cada persona construye un único edificio espiritual. El tío Andrés es recordado porque fue un gran bolo y mujeriego. Dos de sus hijos procuran evitar su recuerdo, en cambio el tercer hijo, el menor, lo recuerda con gran emoción, cuenta todas las anécdotas que su viejo le contaba o las que le ocurrían; las cuenta con una gracia especial. Un día me confesó que él heredó ese gen, el gen del saber contar anécdotas; me dijo que tal vez también heredó el gen del gusto por el trago y por las nenas, pero que él le dio vuelta a esa herencia, se quedó sólo con lo que le aporta savia a su vida. Posdata: vos no te preguntás por el sentido de la vida, vos sos una chica joven que vive, que vive intensamente, que tiene muy bien definida la ruta de su vida. ¡Tzatz Comitán!