«Facebook es una avalancha de desinformación…»

El famoso escritor de historias de ciencias ficción y terror, Stephen King, abandonó la red social de Facebook por considerarla desleal ante sus consumidores.

Todo aquel que busque promoverse o publicitarse a través de Facebook de manera exponencial puede hacerlo a través de su sistema publicitario mejor conocido como Facebook Ads que impulsa tiendas online, eventos, aplicaciones e incluso empresas con tan sólo pagar por los clicks recibidos.

Esta es una de las varias razones por las que el famoso escritor de novelas de ciencia ficción, terror y literatura fantástica, Stephen King, decidió cerrar su cuenta en la citada red social, ya que considera que propicia la desinformación a través de las facilidades de mentir que ofrece a los políticos a través de su sistema de ads.

La preocupación expresada por King señala ciertos riesgos en el tipo de manejo de información que da, comenzando por la poca seguridad que da en materia de protección a la información de quienes hacen uso de la red, así como de el gran flujo informativo que poco puede diferenciarse y que hace que las fake news se propaguen e incluso se promuevan ideologías políticas que aparentan ser investigaciones, reportajes o notas periodísticas cuando no son más que propaganda política pagada.

Tras el cierre de su cuenta de Facebook, Stephen King, señaló en Twitter las razones por las que abandonaba la red de Mark Zuckerberg, además de invitar a quienes leyeran su tweet a seguirlo:

Stephen King cerró su cuenta de Facebook al considerar que fomenta la desinformación entre sus usuarios (Foto: Twitter/ @StephenKing)

Estoy dejando Facebook, no me siento cómodo con la avalancha de desinformación que permite en su publicidad política, ni confío en su capacidad de proteger la privacidad de sus usuarios. Síganme (y a Molly, su perro) en Twitter si lo desean”.

Su cuenta en Facebook solía ser Molly aka The Thing of Evil en la que mayormente hacía publicaciones sobre las experiencias que vivía con su perro Molly, así como en las editoriales que aparecía a través de los distintos títulos que ha desarrollado.

El que muchas de las ocasiones en las que posteara textos que se antojaban poco formales, no significó nunca que Stephen King hiciera caso omiso de la información que se generaba en la red social de la que dejó de ser miembro, a pesar de que contaba con un total de 5.6 millones de seguidores.

King se mantenía tan al tanto de las noticias del cotidiano a través de la red, de la que terminó por hartarse y abandonar quizá sin pase de vuelta.

Hasta la fecha Facebook se ha mantenido renuente a cambiar su política de contenido político pagado, en contraste con los retos que enfrenta el mundo ante la red social más grande en medio de las fake news que se van incrementando rumbo a las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2020.

También grupos de defensa de derechos humanos y demócratas se han sumado a las críticas a la red de Zuckerberg, misma que ha admitido falsedades, al tiempo que políticos de corte conservador y otros grupos han denunciado que Facebook los ha censurado.

Igualmente hay que tener en cuenta el juicio al que fue llevado el CEO de la citada red social gracias al caso “Cambridge Analytica”, por el que tuvo que comparecer y ofrecer disculpas ante el Congreso de Estados Unidos.

Cambridge Analytica” fue motivo de interrogatorio en vivo por parte de legisladores estadounidenses hacia el cofundador y directivo de Facebook por el uso indebido de datos de 87 millones de usuarios por parte de la citada compañía privada de minería de datos durante la campaña de aspirantes a la presidencia del citado país.

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Tomado de medios de prensa internacional

El periodismo digital gana la batalla al periodismo convencional

Por Rubén Darío Buitrón**

1.La esencia del periodismo no cambia

Cuando hablamos de nuevos enfoques en los contenidos informativos por Internet, en medio del vértigo que velozmente lleva al mundo por la superautopista de la información, los periodistas debemos tener en cuenta un primer asunto fundamental en el que quiero ser concluyente: no existe la oposición periodistas digitales vs. periodistas de prensa, no existe el periodismo blanco vs. El periodismo rojo, no existe periodismo occidental vs. periodismo oriental y no existe periodismo “militante” vs. periodismo “objetivo”.

Lo único que existe es periodismo bueno y periodismo malo.

De este último hay mucho.

Y ese periodismo se lo hizo en el pasado desde las duras teclas de una vieja máquina de escribir Remington o se lo hará en el futuro desde la más poderosa y veloz laptop de última generación y enorme capacidad de memoria.

Porque se trata de un periodismo que no puede olvidar su esencia, su deber ser.

Un periodismo en el cual no es posible hacer oposiciones y antónimos ni hablar de que la tecnología traerá nuevas formas de asumirlo como un oficio al servicio del público: el buen periodista, antes, ahora y en el futuro, se define como un profesional éticamente responsable, debe servir a sus lectores, ser sensible con sus necesidades, reflejar sus tendencias de vida, ayudarlos a tomar decisiones para mejorar su existencia, entregarles antecedentes, consecuentes y contextos para que los lectores entiendan mejor la parte de la realidad que les está contando, ser útil a los ciudadanos, prestarles servicios.

El buen periodista es capaz de orientar al público en sus dudas y en sus tribulaciones, desde las más domésticas y simples hasta las más decisivas como individuo y para la sociedad a la que pertenece.

Tampoco se puede hablar de que existen innovadoras especialidades académicas como el periodismo de precisión y el periodismo de investigación, cuando estas dos supuestas especialidades son, justamente, elementos esenciales del periodismo de siempre, del buen periodismo de toda la vida: ético, riguroso, detallado, balanceado y puntual (es decir, preciso). Inteligente, persistente, batallador, sagaz, profundo, valiente y revelador (es decir, de investigación).

El buen periodista es un profesional atento a las necesidades del público, fiel y exacto en la descripción de los hechos y del rol que juegan cada uno de los actores activos y pasivos de esos hechos.

Solamente ese buen periodismo ha sido, es y será, para siempre, la base y soporte de la calidad de los contenidos de cualquier medio de comunicación, desde el teletipo y los viejos periódicos hasta las infinitas posibilidades del Internet (y lo que venga después) para la información noticiosa presente y futura.

Solamente ese buen periodismo será capaz de entregar a sus lectores información de excelente calidad, independientemente de cuál sea el medio a través del cual la emite.

Por eso quiero recordar ahora los atributos que un buen lector espera de su medio (noten que no hay ninguna diferencia en cuanto a si es impreso o digital):

1.     Es agradable de leer.
2.     Está escrito para gente como yo.
3.     Me brinda las noticias que yo quiero.
4.     Sabe juzgar lo que es más importante.
5.     Comprende y expone adecuadamente los problemas locales.
6.     Tiene periodistas que saben lo que hacen.
7.     Contiene información precisa.
8.     Cuando presenta una controversia, muestra todos los lados y todas las opiniones.
9.     Está bien escrito.
10.   Es equitativo en el cubrimiento de la noticia.

Entonces, con la certeza de que “no existen periodistas digitales y periodistas de medios convencionales. Solo existen periodistas”, asumimos que frente a las nuevas tecnologías informáticas, los periodistas no debemos ser distintos en esencia (en nuestra manera de asumir ética y profesionalmente el oficio) sino que, sea cual fuere el medio a través del cual emitimos nuestros contenidos, debemos mantener los fundamentos del buen periodismo, como rezan los postulados de la prestigiosa cadena mundial BBC de Londres:

“La precisión, la responsabilidad, la imparcialidad, la independencia y la transparencia informativa son las bases de todo el periodismo que hace la BBC, independiente del medio que utilicemos para llegar a nuestro público”.

2. Un contenido, varios lenguajes

Entendidas las bases filosóficas del oficio, el tema ahora es la necesidad de encontrar caminos para la cobertura, investigación, reportería y presentación al lector de los contenidos informativos en un medio digital.

Si bien son imprescindibles aquellas pautas éticas para el ejercicio del periodismo informativo de calidad, en cualquier medio que se lo haga, reiteramos que los recursos humanos, tecnológicos y de lenguaje con los que funciona un medio son distintos a los que necesita otro.

Los contenidos o el mensaje son los mismos (por ejemplo, una noticia relacionada con un decreto presidencial que conmociona al país o una alerta a la población que habita en las zonas bajas del litoral frente a probables inundaciones en la Costa), pero cada medio presentará la información con una técnica, una manera y un lenguaje específicos.

Una rápida comparación de los diarios digitales con los medios convencionales nos muestra de forma clara las diferencias básicas entre uno y otro medio:

El lector digital necesita que el medio jerarquice las noticias.
El lector tradicional tiene varios puntos de entrada a las páginas, aunque puede ser influido por la tipografía, el tamaño de los títulos y el espacio dado a determinada información.

El lector digital necesita conocer la hora de la actualización de la información.

El lector tradicional sabe que está leyendo noticias de ayer.

El lector digital tiene la posibilidad de elegir inmediatamente, sin salir de su computador.
El lector tradicional no puede abandonar con un click el periódico y debe someterse a los contenidos que le impone este medio.

El lector digital no tiene tiempo para leer: el contenido debe ser rápido, directo, totalizador.
El lector tradicional tiene tiempo para leer, necesita profundidad, contextos, referentes.

El lector digital tiene el hábito de volver a leer lo que le ha interesado.

El lector tradicional usa el periódico como un documento cuando lo considera necesario.

El lector digital necesita selección adecuada de contenidos, no abundancia.
El lector tradicional quiere mucho material para leer, sin embargo prefiere seleccionar él lo que le ofrece el menú del periódico.

El lector digital piensa en multimedia: texto, audio, video, animación.
El lector tradicional privilegia el texto escrito y la fotografía como elementos principales de la información.

El lector digital necesita rapidez, contundencia y economía de lenguaje.
El lector tradicional acepta inconscientemente las repeticiones de ideas porque un medio convencional está diseñado con el concepto de entradas múltiples.

El lector digital no tiene límites: su medio preferido se actualiza permanentemente y no cesa de entregarle nueva información.

El lector tradicional tiene un límite: los medios convencionales que tiene en sus manos se cerraron a determinada hora y estarán desactualizados en relación con el medio digital.

Con la certeza de que “no existen periodistas digitales y periodistas de prensa escrita. Solo existen periodistas”, frente a las nuevas tecnologías informáticas los periodistas no debemos ser distintos en esencia (en nuestra manera de asumir ética y profesionalmente el oficio) sino que, sea cual fuere el medio a través del cual emitimos nuestros contenidos, no debemos cambiar los fundamentos del buen periodismo, como rezan los postulados de la prestigiosa cadena mundial BBC de Londres:

“La precisión, la responsabilidad, la imparcialidad, la independencia y la transparencia informativa son las bases de todo el periodismo que hace la BBC, independiente del medio que utilicemos para llegar a nuestro público”.

3. Dificultades de convivencia

Uno de los problemas más visibles en las empresas periodísticas donde existen los dos medios, el convencional y el digital, es el de las dificultades de convivencia entre unos y otros.

La irrupción del Internet como medio de comunicación dentro de otro medio de comunicación tradicional ha sido una de las revoluciones más drásticas y sorprendentes en las empresas periodísticas.

Los periodistas del medio tradicional empiezan a preguntarse cómo hacer para sobrevivir y cuentan los meses y los años que les quedan frente a lo que llaman “la amenaza informática”, cuando lo que en realidad deberían estar preguntándose es qué deben hacer ellos para entregar a las audiencias contenidos de excelencia.

Una de las primeras cosas que deben hacer para sobrevivir es aceptar la irrupción del Internet, aprender su uso, captar toda su potencialidad y tender puentes entre uno y otro medio para complementarlos.

El periódico impreso puede ganar calidad y profundidad con la ayuda del Internet, la mejor herramienta para conseguir antecedentes del hecho, cronologías, contextos y temas relacionados.

Y el periódico digital también puede ganar con la ayuda del impreso aprendiendo de su experiencia, su oficio, su prestigio, su credibilidad, sus fuentes y sus contactos.

No obstante estas ideas optimistas y esperanzadoras, que hablan de una posible convivencia racional y simultáneamente provechosa, un problema actual para la gran mayoría de los periódicos digitales parecen ser que sus editores no logran despojarse de la influencia y el lenguaje de los medios convencionales, en especial cuando ambos pertenecen a la misma empresa periodística.

La estructura humana y material del diario digital aún depende demasiado, en su configuración y en sus planes de trabajo cotidianos, de lo que haga la redacción del diario convencional.

De hecho, aún en nuestras redacciones prácticamente se difunden los mismos materiales informativos en lo impreso y en lo digital, sin tomar en cuenta aquella premisa básica ya citada en este trabajo en relación con iguales contenidos, pero distintos lenguajes.

Es posible que una de las razones para el diario digital tenga que depender de lo que produce el medio convencional, porque muchas empresas periodísticas todavía no apuestan con mayor riesgo a invertir en el periódico digital como si fuera un nuevo medio al cual hay que apoyarlo con una fuerte inyección de capital (un canal de televisión, una radiodifusora, otro periódico impreso).

A los empresarios les cuesta decidir esas inversiones y más bien, cuando lo deciden, lo hacen con extremada prudencia, quizás porque en nuestros países pobres no ven una luz cercana para el éxito de los nuevos medios y, más bien, destinan sus recursos económicos a crear medios de comunicación de éxito previsible.

Por tanto, aún es difícil la contratación de periodistas de buen nivel (hay que recordar siempre que el periodismo de calidad cuesta dinero) o la dotación de infraestructura y logística propias para el periódico digital, pese a que esta es la única manera de que vaya logrando autonomía y sea capaz de generar sus propios contenidos, en competencia con su medio fraterno.

También resulta difícil convencer y estimular a los redactores del medio convencional para que compartan sus noticias con la redacción de Internet de la propia empresa.

Los prejuicios y temores parten de la tradición de mantener en secreto la noticia exclusiva o el golpe periodístico hasta su publicación en la edición impresa del día siguiente, sin tomar en cuenta que son diferentes lenguajes, incluso diferentes públicos (en ciertos casos, los lectores de la edición digital son, en su mayoría, emigrantes que no tienen acceso al impreso).

Tampoco toman en cuenta que los dos medios pueden complementarse incluso para crear expectativa en uno y en otro.

Existen maneras de difundir información (ganchos periodísticos, pastillas, adelantos) que, por un lado, levanten el interés para que mañana los lectores compren o busquen el medio impreso y se enteren de más detalles de la información exclusiva y que, por otro lado, al poner la noticia en el diario digital, sin esperar al día siguiente, despierte la reacción inmediata de fuentes que pueden enriquecer el hecho informativo, lectores que pueden aportar opiniones o datos relevantes para profundizar la noticia, gente que pueda dar pistas, etcétera, con lo cual, a su vez, el medio convencional gana profundidad en sus contenidos.

4. El proceso de independencia

En un escenario esperanzador para los periódicos digitales, una vez que el empresario decide invertir capital en el proceso de autonomía o independencia del diario en Internet viene la toma de conciencia de directivos y editores para dejar a un lado las rutinas tradicionales y buscar en el trabajo diario modos propios para transmitir esos contenidos a lectores cibernéticos que, quizás en un alto porcentaje, son muy distintos a los lectores tradicionales del diario impreso.

“La mala utilización de los recursos del diseño impreso para presentar textos en Internet afecta negativamente la efectividad de muchas páginas de inicio en la red, en particular las de los medios digitales, lo que hace ineficiente la entrega de información”.

El periodista colombiano Guillermo Franco Morales, autor del libro “Usted tiene mi atención. ¡Por favor, no me lo repita!”, plantea que existen muchos elementos del periodismo impreso (los títulos, los antetítulos, los sumarios, los leads) que, según muestran las experiencias de importantes periódicos del mundo, “están llegando a ser cosa del pasado” al momento de aplicarlos, sin ninguna innovación, en los diarios digitales.

Según Franco, quien establece como principal recurso del medio convencional la repetición de ideas en títulos, antetítulos y leads, “el efecto neto de utilizar estos recursos, tal como fueron concebidos para publicaciones impresas, es la repetición de información y el aumento innecesario (…) del desplazamiento vertical en la pantalla. En otras palabras, una forma ineficiente de presentar contenidos. Desafortunado resultado si se tienen en cuenta las dificultades de leer en línea”.

Franco precisa varios errores que, según él, cometen los editores de periódicos digitales estructurados como si fueran impresos:

– Uno, creer que el lector lee palabra por palabra todos los elementos principales de la noticia.
– Dos, ignorar que los elementos gráficos de un periódico impreso no pueden ser trasladados exactamente al digital.
– Tres, castigar al lector con la repetición de contenidos.
– Cuatro, que si el lector “scanner” no encuentra toda la información que requiere en el menor tiempo, abandona ese sitio web y busca otro que le informe mejor.
– Cinco, la falta de contexto y de referentes en el sentido de creer o dar por sentado que el lector sabe todo lo relacionado con esa noticia.

El proceso de autonomía empieza por allí, por cambiar los ejes y dejar atrás el facilismo de la tradición y enfrentar la necesidad de crear nuevos lenguajes, nuevas formas de decir las noticias y de contar las historias.

Gumersindo Lafuente, exdirector de la edición digital de diario El Mundo, de España, sintetiza de la siguiente manera el proceso de independencia y autonomía al que llegó el diario a su cargo:

“Lo mejor que hicimos en El Mundo fue manejar con pericia la transición entre el papel y la red y tender sin estridencias un puente entre la redacción tradicional y su versión online. Hemos sabido llevar con cautela la tensión que suele existir entre los diarios digitales y sus organismos madre, los diarios de papel”.

Lafuente asegura que uno de los problemas que aún persisten es la actitud de quienes proveen información.

“Todavía, las fuentes subestiman un poco a las versiones digitales de los diarios para privilegiar el papel. Es decir, las fuentes creen que hablar para el online es algo menor, pero esa percepción, al menos en España, está cambiando a toda velocidad. Los protagonistas se están dando cuenta de que una noticia publicada en un medio online de prestigio tiene cada vez más lectores y que esos lectores tienen muchísima influencia sobre la sociedad. Y entonces hacen clic y dicen: Internet no solo existe, sino que tiene poder”.

No obstante, cuando a Lafuente le preguntan cuáles son los problemas más graves que deben superar los diarios digitales para consolidarse como opción informativa, él responde lo que afirmaría cualquier editor de un medio en cualquier circunstancia y en cualquier época:

“Para que los diarios digitales sean competitivos y rentables, la clave es el rigor informativo y llegar con la mejor información antes que nadie”.

En definitiva, para hablar de nuevos enfoques en las coberturas informativas en Internet hay que volver a la esencia del buen periodismo:

– Contar la realidad
– Ser leal con los ciudadanos
– Verificar toda información antes de que se la vaya a publicar
– Mantener la independencia en relación a quienes se cubre
– Ser fiscalizadores independientes del poder
– Desarrollar foros y espacios para la crítica y la opinión del público
– Hacer que lo significativo sea interesante y relevante para la sociedad

5. Los temas que interesan al público

El presente y el futuro de la tecnología son asombrosos. Cada vez la ciencia y la técnica nos sorprenden con productos fascinantes y extraordinarios, fácilmente aplicables y adaptables a la informática.

Hasta hace pocos años, cuando en las redacciones de los periódicos escuchábamos hablar del perfil del periodista del mañana, nos invadía una doble sensación: por un lado, la del escepticismo -porque uno, aunque lo proclame abiertamente, no cree que el futuro esté tan cerca o, peor, es reticente a aceptarlo-; por otro lado, la del asombro -porque uno tomaba como una maravillosa pieza de ciencia ficción aquello de que para hacernos conocer los hechos de manera inmediata al periodista del mañana le bastará un teléfono satelital o un videófono, una cámara digital y un computador portátil o laptop donde no solo pueda escribir sino hacer infografías, gráficos e ilustraciones.

Quizás, en el fondo, era una manera de no pensar en lo que se venía y era, también, una estrategia inútil para evitar que quienes crecimos con el papel impreso como el gran referente de nuestras vidas, nos sintamos arrasados por la tecnología y excluidos de lo que ahora se define como:

“Un tren que está en marcha, que va a toda velocidad y que no sabemos bien dónde va a parar, pero en el que estamos subidos”.

El reto está en asumir los nuevos ritmos y la nueva dinámica de este tren del cual no podremos bajar. Y ese reto se sintetiza en la necesidad de reconstruir los antiguos puentes tendidos por nuestros abuelos y nuestros padres cuando les tocó abordar trenes quizás menos rápidos pero igualmente desafiantes e innovadores como lo fueron, cada uno a su tiempo, el periódico impreso, el cine, la radio, la televisión abierta y la televisión por cable.

“El debate actual está en cómo llegar a la gente a través de ellos”, dice Ricardo Roa, editor general adjunto del diario Clarín de Argentina.

Los diarios impresos hacen cada día enormes esfuerzos por acercarse a la gente, por representarla, por mostrarla, por hacerle sentir que está ahí adentro, en esas páginas, por hacerle sentir que es protagonista de historias conmovedoras, aleccionadoras, bien contadas, por ofrecerle servicios, por entregarle opciones y alternativas para que tome decisiones que tengan como fin mejorar su vida.

El mismo esfuerzo, o quizás mayor, demandan los diarios digitales. Primero, les toca armar un equipo de calidad y mística, comprometido con la misión de informar y dispuesto a correr el riesgo y hacer el enorme esfuerzo de abrir nuevos caminos.

Segundo, construir una base de credibilidad y verosimilitud, lo que a la larga le dará prestigio y lectores fieles. Tercero, les toca ser eficaces en el manejo informativo logrando una sinergia entre la velocidad para poner la información en el sitio web y la precisión, la exactitud y el rigor periodísticos.

La redacción online no puede quedarse en el escritorio. Tiene la obligación de salir a conocer sus públicos, de aprovechar las posibilidades para interactuar con sus lectores, mantener contactos permanentes y enriquecer infinitamente las fuentes de información.

La redacción online debe aprehender la realidad y transmitirla con calidad periodística, multiplicar voces y democratizar los espacios, ser sensible a las nuevas tendencias y ponerlas en escena, saber escuchar de qué está hablando la gente, en qué anda, qué come, qué necesita, qué información le es útil, qué preferencias tiene, qué desea mirar más allá de la rutina y de su entorno, qué clase de historias quiere leer.

Si muchos medios convencionales se han estancado, han perdido la sensibilidad social o han caído en la rutina, los periódicos digitales están en la obligación de llenar los vacíos que han dejado aquellos medios y cumplir el rol que muchos de aquellos diarios olvidaron: ayudar al mundo a comprender lo que es el mundo.

6. El lector digital y el periodista universal

¿A qué público deben dedicarse los esfuerzos de la redacción online para satisfacerlo y conocer qué nuevos enfoques son necesarios en las coberturas informativas en Internet? Aunque aún está en proceso la definición de un perfil del lector de Internet, ya se conocen ciertas pautas y puede hacerse un boceto de aquel perfil:

– Tiende a ser más especializado. Tal vez el periódico encuentre su círculo de lectores no en el mismo lugar físico, sino que se encontrarán distribuidos en el planeta. Será parte de una comunidad virtual, personas que comparten los mismos intereses aunque estén localizados a grandes distancias uno del otro.

– Busca solo las noticias que le interesan. Quiere tener el derecho de elegir, entre la amplia oferta, la información que le afecte según sus condiciones y aspiraciones personales.

– Tiene conocimientos de multimedia, sabe algo de informática, le interesa las nuevas tecnologías.

– Gusta descubrir cosas: no es pasivo y explora Internet hasta encontrar las páginas que más le atraigan a sus inquietudes de información y entretenimiento. Demanda innovación permanente.

– Es joven o tiene actitud joven. Es una generación menos lectora o refractaria a la solución monomediática de lo impreso y es más abierta a códigos visuales, diseño, interactividad, efectos tecnológicos, etc.

– Se siente más cercano al equipo de redacción de los periódicos digitales. La interactividad y la inmediatez que ofrece el Internet le da la posibilidad de sentirse parte de la redacción, de charlar con los editores, cuestionar su trabajo y ser parte del periódico al proporcionar información.

– Lee Internet en forma discriminada. Solo entra y se queda en aquello que le interesa.

Muchas veces se dice o especula que las nuevas tecnologías, como Internet o la multimedia, terminarán desplazando a los periodistas y marcarán la muerte de los editores.

Pero no es así. El buen periodismo, el que no pierde su esencia ética ni sus principios de calidad y responsabilidad social, el que tiene la capacidad de visión y perspectiva de la realidad y del mundo, estará siempre vigente, sea cual fuere el medio a través del cual le corresponda transmitir sus noticias.

Como dice el maestro periodista británico David Randall:

“Sean cuales sean nuestras predicciones sobre el futuro, el de los buenos periodistas será más brillante que el de muchas personas que auguran nuestra desaparición. La información se podrá transmitir sobre papel, a través de ondas, mediante cables de fibra óptica, vía satélite o por telepatía, pero, en todo caso, alguien tendrá que filtrarla, investigarla, comprobarla, cuestionarla, escribirla y presentar unos resultados tan dignos de confianza como sea posible. ¿Quién se encargará de estas tareas? El  periodista universal…”.

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**Rubén Darío Buitrón, poeta y periodista, es autor de 10 libros y director-fundador de loscronistas.org y del blog periodismocrítico

La gente cree que se informa de política, pero solo se entretiene…

Por Rubén Darío Buitrón*

Los expertos, analistas, consultores y encuestadores están cada día más convencidos de que una de las crisis más complejas que atraviesa la humanidad es que ha entrado en una espiral de entretenimiento pero ha dejado la necesidad y la urgencia de informarse.

¿Por qué es una crisis compleja? Porque la gran prensa mantiene sus obsolencias mientras las redes sociales buscan temas que provoquen chismes, rumores, especulaciones y bromas, pero no profundidad ni reflexión ni razonamiento.

El problema, para los estudiosos y académicos, es que mucha gente ya no procesa lo que ve, escucha y lee sino que acepta como verdades absolutas lo que aparece en sus pantallas.

Aunque parezca confuso, la gente consume, pero no cree. La gente no procesa, dijo el experto Máximo Ramírez hace poco en el programa de opinión dirigido por el periodista Carlos Vera.

Si para informarse de política para asumir una posición electoral la gente no utiliza las redes sociales pero las sigue, las busca, las frecuenta, ¿cómo entender la decisión que toman las personas cuando van a las urnas? ¿Cómo los ciudadanos pueden discernir?

En recientes encuestas sobre los medios que usa el ciudadano para informarse, las cifras son estremecedoras y espeluznantes.

En Pichincha, por ejemplo (según la misma fuente), 75 por ciento de la gente dice acceder a la información política por la televisión y apenas 12 por ciento por redes sociales.

A nivel del Ecuador, el sondeo arroja la cifra de 85 por ciento en favor de la televisión convencional y solo el 7 por ciento en las redes sociales.

Si así es el panorama mediático, lo lógico sería que los candidatos vuelvan a los medios tradicionales y dejen atrás la idea de que las personas están conectadas de forma permanente con las herramientas digitales.

Pero, he aquí el drama, la gente usa tanto la televisión local como las redes sociales creyendo que estas son las maneras de informarse, pero, en realidad, tanto por decisión de los medios como por preferencia de los ciudadanos, no se informa sino que se entretiene. En otras palabras: leer no es creer, leer no es confiar.

Basta ver los trending topics del día a día en redes sociales y basta, también, ver cómo algunos medios televisivos se han dedicado a la información ligth o, si hablan de temas serios, estos no son lo suficientemente explicados ni contextualizados ni verificados.

Conclusión: urge estimular al ciudadano mediático para que sepa exactamente lo que está haciendo con su derecho a informarse y, mediante esta información, tomar decisiones.

Pero, ¿cómo se estimula el desarrollo del ciudadano mediático? Con una manera de comunicarse, por parte de la prensa, que al mismo tiempo llame la atención, sorprenda, innove y profundice.

Ahí está el quid del asunto.

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*Rubén Darío Buitrón, poeta y escritor, es director-fundador del portal digital loscronistas.org y escribe en su blog periodismo crítico.

El antimanual, un texto urgente para los periodistas

Por Rubén Darío Buitrón**

Uno de los más graves problemas que tenemos los periodistas es que estamos obligados -por presión externa y por decisión propia- a seguir lo que dicen los códigos, los manuales, los libros de texto, los expertos, los jefes, los editores más antiguos, los directores, los docentes, los tips, los consejos, los formatos, las maneras de, las técnicas para, las fórmulas con las cuales…

Esas son varias de los razones que explican los motivos por los cuales el periodismo informativo se encuentra estancado, enredado en sus propios discursos, modelos y retóricas que cada vez más van quedándose en el pasado, acusados por sí mismos de propagar «fake news» o de diseminar «posverdades» que integran un conjunto de narrativas ligeras, sesgadas, totalmente alejadas del equilibrio, el pluralismo y la libertad de expresión.

¿Qué hacer para renovar o reinventar el periodismo del siglo XXI? La centuria ya lleva 20 vertiginosos años de vida y los medios y periodistas creen que están haciendo periodismo contemporáneo por el hecho de usar (malusar, en algunos casos) las redes sociales y las herramientas digitales.

Lo que parece que no alcanzamos a comprender la mayoría de medios y de periodistas es que no es suficiente el hecho de que tengamos la capacidad de dominar las herramientas digitales (convirtiéndolas en elementos para hacer prensa ligth), sino distribuir contenidos de calidad que, primero, informen con verosimilitud y contextualización adecuadas y, segundo, que sean útiles para el público, en especial con la difusión de hechos importantes para construir sociedad y mucho menos la propagación de hechos interesantes.

Por eso, siguiendo la filosofía del gran maestro del periodismo, el polaco Rizjard Kapuscinski, lo que toca es renovar el discurso, reinventar la teoría, reestructurar los sistemas editoriales, rearmar las salas de redacción, encontrar nuevos modelos ya no verticales, sino horizontales y democráticos, para refrescar las maneras de debatir los temas del día y de involucrar, en lo más profundo, a todos los estamentos de un medio para construir líneas editoriales y argumentales distintas, sorprendentes, nuevas y empáticas con la gente.

En otras palabras, decidámonos a construir antimanuales para hacer nuevo periodismo o para rehacer el periodismo.

Dejemos atrás todo lo que nos han enseñado. Dejemos atrás todo lo que suponemos (o nos hacen creer) que es la última palabra. Dejemos atrás lo que nos imponen, en especial las camisas de fuerza del periodismo obsoleto que, lamentablemente, seguimos haciendo en el día a día.

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**Rubén Darío Buitrón, escritor y periodista, es director-fundador del portal digital loscronistas.org

Un beso inocente y el desate del morbo en la noche amarilla barcelonista

Por Rubén Darío Buitrón

«La noche amarilla tuvo de todo, incluso asuntos extrafútbol que distrajeron a los aficionados y a quienes miraban el espectáculo por TV». Quienes dijeron por radio este comentario se referían a una pareja que vivió la mala fortuna de que las cámaras y las pantallas del estadio los enfocaran justamente cuando se daban un beso.

El sábado pasado (18-01-20), en el estadio Monumental del Barcelona, se presentó el espectáculo anual llamado la noche amarilla, por el color de la camiseta del equipo de fútbol más popular del país.

Y, como es usual, la fiesta fue de luces, música, presentación de la plantilla de jugadores y un partido amistoso con la presencia de un futbolista mundialmente famoso (el italiano Alessandro del Piero) que no fue lo que esperaba la mayoría del público asistente.

Pero si solo esto hubiera pasado, la noche amarilla quedaba en el recuerdo de la gente, más o menos insatisfecha del rendimiento de su equipo que, para colmo, perdió 1-0 frente al campeón nacional Delfín, de Manta.

Lo triste, sin embargo, es cómo los ecuatorianos fácilmente nos dejamos atrapar por el morbo, el chisme y la especulación, nuestra manera tan particular de ensuciar la dignidad, la reputación y el honor de las personas.

Sin que nadie intentara ni pudiera controlarlo, la noche amarilla del 2020 se recordará algún tiempo por todo el escándalo que se armó en las redes sociales alrededor del beso que le diera un aficionado a su pareja, justo cuando una de las cámaras los enfocaba.

En redes sociales se habló de todo. De que eran amantes, de que «el soldado caído» (nótese el machismo de la expresión) no había llevado a su esposa sino a otra chica, de que él era casado y ella soltera (otra expresión de machismo: ¿y si era al revés?).

El amarillismo y el sensacionalismo con lo que solemos manejarnos cuando un hecho nos despierta los peores sentimientos llegó al colmo de que alguien, mientras transcurría el partido entre Barcelona y Delfín, incluso averiguó los nombres de la pareja y los publicó, como si fueran delincuentes.

El festín en las redes llegó al punto de que casi nadie rechazó la flagrante violación a la intimidad de las dos personas, sea cual fuere su situación personal.

Casi nadie pidió seriedad en los comentarios, desde los más picarescos hasta los más burdos, ignorando que se estaba afectando y lesionando gravemente la imagen personal de una pareja de ciudadanos cuya vida personal no tiene por qué importarnos.

Qué forma más estúpida y elemental tenemos los ecuatorianos para calumniar, para denostar, para desprestigiar, para opinar sin elementos de juicio y hasta para sentenciar a nuestro prójimo.

Estoy seguro de que muchos aficionados dejaron de ver el partido (cuya calidad fue mediocre, incluido el desempeño de la estrella mundialista Del Piero) y se dedicaron a burlarse de la situación del presunto soldado caído y, en consecuencia, sin ningún conocimiento, a calificar de amante a la chica que acompañaba al joven en los graderíos del estadio.

Y en este circo armado por los bajos sentimientos y conciencias sucias de los interesados en convertir el tema del beso en trending topic, un tuit -quizás el único decente, maduro y sereno de la noche- aclaró que la realidad de aquella escena tan morboseada era simple: los dos chicos son solteros y viven en Milagro, pero las familias se oponen a la relación. Por eso se sintieron mal cuando la cámara los enfocó.

El posterior silencio de las mentes torcidas de la mayoría de usuarios de las redes sociales pareció, al menos, significar que la verdad, bien dicha, termina venciendo a la mentira, al engaño, al chisme y a los sentimientos más bajos y viles de quienes usan sus smarthphones para hacer daño, burlarse y mostrar sus oscuridades de alma.

Cuando el periodismo es realmente alternativo…

Por Rubén Darío Buitrón

Esto es periodismo alternativo frente a la mezquindad y a la miopía de la gran prensa. Gracias a Francisco Mazón y los ejecutivos de Café Club Quito, la radio y la TV digitales que emiten desde Cumbayá para el mundo.
Qué alegría y qué paz con uno mismo se siente cuando uno puede expresarse de verdad, sin tapujos, sin censuras simuladas o explícitas.
Gracias por la verdadera libertad de expresión que, al menos en el Ecuador, casi nadie la respeta. Un ejemplo de periodismo el Café Club Quito. Un ejemplo de entrevistador Francisco Mazón: sin poses, sin autoritarismos, sin creer saberlo todo. Respetuoso. Gran conversador.
Al final, la frase que dejé en la pared de los visitantes e invitados: «Por un periodismo que piense y una poesía que estremezca».

Un libro, un complejo de inferioridad, una envidia, una mezquindad…

Por Rubén Darío Buitrón**

He leído tanto de que el Ecuador y los ecuatorianos disfrutamos y vivimos bajo una irreductible libertad de prensa y expresión que, a ratos, he llegado a creérmelo.

Pero ahora estoy convencido de que dentro de los medios hay dos niveles de poder por sobre los que deberíamos gozar los ciudadanos de a pie.

El uno es el de los dueños: estos imponen un nivel de apertura o censura según las conveniencias del negocio que manejan con la información.

El otro es el de los periodistas, que creen que el pedazo de poder que les cede el dueño es un poder total, superior al de los individuos normales.

Permítanme explicarlo con un hecho que tiene que ver conmigo. Y que, al final, resulta un ejemplo de lo que debe pasar a mucha gente como yo que no tiene el poder o la pizca de poder que implica estar dentro de un medio.

En diciembre pasado publiqué mi décimo libro personal, esta vez un volumen de poemas que los había venido trabajando tres años. El texto, de 300 páginas y editado por la prestigiosa El Ángel Editor, lo presenté en librería Rayuela al comenzar el último mes del año.

Si hacemos números, cada ejemplar me costó 7.50 dólares y la suma de la impresión total me significó una importante cantidad del dinero que, en un país que da la espalda a los escritores y artistas, hay que tener para que se difunda tu obra. De lo contrario, serás anónimo para siempre.

Así que, con el propósito de que los lectores de poesía en el Ecuador se enteren de que existe en el mercado literario nacional un nuevo libro, Oscuridad de las luciérnagas, repartí unos 50 ejemplares (vayan calculando el dinero que he perdido) entre los medios y periodistas del país, en especial los que se dedican a temas de cultura y arte.

Es antiético, según lo repetía el maestro colombiano Javier Darío Restrepo, recibir libros de forma gratuita. Pero es más inmoral aceptar el libro y no escribir absolutamente nada sobre él. Inmoral.

Entre los pretextos de los editores o reporteros, el más usual es que en diciembre llegan mucho libros (¿regalados también?) y que nos les alcanza el tiempo para leer tanto (¿en serio leen tanto los periodistas?).

Con excepción de tres periodistas descomplicados, que no envidian a quien escribe ni niegan los espacios mediáticos como si fueran de su propiedad, la «gran prensa» no ha publicado ni dicho nada. Los únicos, y tengo que decirlo, han sido Andrés Carrión, Juan Carlos Calderón y Ramiro Diez. Muchas gracias por su generosidad.

¿Y el resto? ¿Los casi 50 que no tuvieron empacho en recibir el libro gratis y no han tenido ni siquiera la elemental cortesía de publicar un breve o un corto sobre el poemario?

Quisiera creer que no hay mala intención en ellos. Que no hay egoísmo ni sentimientos bajos. Que no se creen superiores a mí porque ellos tienen un espacio en los medios y yo «solo» escribo libros.

Pero ya soy grande, tengo más de 25 años como periodista y sé cómo se manejan los complejos de inferioridad (disfrazados de superioridad) de los dueños de los medios y «sus» periodistas.

La actitud de los 47 que nunca ni siquiera llamaron a agradecer la cortesía solo tiene un nombre, que lo dejo para el final de este texto.

Como decían los griegos, cuando vayas a comunicar ponte en los zapatos del otro. Piensa en él. Toma conciencia de que no le haces un favor sino que prestas un servicio a la sociedad.

Pero no se puede esperar (porque estos periodistas seudocultos ni siquiera deben haber oído de aquella filosofía griega) nada de quien ha confundido su rol de dueño de medio o de periodista con lo mezquino y lo mediocre.

Por eso estamos como estamos.

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**Rubén Darío Buitrón es poeta y periodista. Desde hace tres años dirige el portal narrativo loscronistas.org

Tres preguntas sobre cómo abordar temas de corrupción con el presunto culpable

Por Rubén Darío Buitrón**

Gracias a las personas que confían en este blog, estamos recibiendo una serie de inquietudes, comentarios y preguntas sobre cómo manejarse con ética en el día a día del periodismo y el reporterismo. Iremos respondiendo conforme van llegando las preguntas, según lo que dicen los grandes autores y de acuerdo a las experiencias que hemos vivido.

1.¿Cómo debo actuar frente a una fuente hostil que se niega a responder las preguntas que le hago?

Nunca vayas periodísticamente desarmado. Si sabes que su conducta es hostil, puedes quebrarla solo si conoces a fondo lo que le estás preguntando. De lo contrario, con un no o con un silencio te dejará en el aire. Un reportero no puede ir a ciegas a ver si pesca alguna información. Un reportero que sea responsable debe investigar previamente y a fondo sobre lo que va a preguntar, en especial si la fuente es difícil, hostil o compleja. Cuando la fuente se niegue o ignore tu pregunta, un dato que le digas aunque sea a gritos (y que la otra parte no se esperaba) le obligará al menos a aclarar y a decir que no lo sabe o que lo ignora, lo cual ya es una herramienta para publicar su respuesta.

2.¿Cómo debo confrontar a un personaje del cual se sospecha que ha cometido actos de corrupción, pero que él no niega rotundamente?

Como en la pregunta anterior, el éxito o fracaso de tu entrevista es la preparación previa. Consulta documentos, busca a personas que lo acusan o a personas que lo defienden, investiga por qué lo acusan, prepárate para lo que pueda responderte cuando vayas a abordarlo. Recuerda que tú representas a los ciudadanos que no tienen un espacio para preguntar, así que tú los representas a ellos y debes hacerlo de manera impecable.

3.¿Y si definitivamente se niega a responderme las preguntas?

Para eso tienes toda la investigación previa que has hecho. Sin adjetivos ni juicios de valor, publica todo lo que sabes citando fuentes, voceros, fiscales, jueces y todos los elementos con los que cuentas. Recuerda que a más investigación previa, más sólido será tu trabajo y más contundente la acusación. Si insistes y cada vez profundizas más, llegará un momento en el que acusado o, al menos, sus abogados, tendrán que pedirte un espacio para defenderse. Pero mientras tú cuentes con más datos, más difícil será para ellos mentir sobre los hechos de los que se le acusa al presunto corrupto. Recuerda que tu tarea esencial, en función de construir una sociedad más honesta, es hacer un periodismo serio, responsable y profundo. Esta será siempre tu mejor arma para el combate a la corrupción.

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**Rubén Darío Buitrón es director-fundador del portal periodístico loscronistas.com Las consultas o comentarios que quieras hacerle puedes enviarle al correo loscronistas17@gmail.com

Los gremios y la solidaridad con los periodistas cuencanos agredidos

Por Rubén Darío Buitrón**

Qué contraste. A la fanfarria de los dirigentes del Colegio de Periodistas de El Oro, tan cercanos al poder local al punto que se reúnen a fin de año para hacer brindis y recibir bonos del Prefecto Clemente Bravo, hay que oponer la valentía y la altura con la que la Unión Nacional de Periodistas del Azuay ha defendido a sus periodistas atacados el viernes pasado (10-01-2020) en Cuenca, según tetigos, por los guardaespaldas presidenciales.

A eso me refiero cuando cuestiono el rol que suelen jugar los gremios periodísticos, que no es el compadrazgo con el poder (con ningún poder, ni político ni fáctico) sino la distancia, sana y lógica, para tener la libertad de cuestionar, preguntar, investigar y reflexionar cuando los hechos lo ameritan.

Y así como he criticado actitudes serviles de ciertos periodistas, hoy quiero felicitar públicamente a Ximena Cordero y Alberto Ordóñez, quienes como presidenta y vicepresidente de la Unión Nacional de Periodistas del Azuay han enviado una carta abierta al Primer Mandatario para que se investiguen los hechos ocurridos cuando el Jefe de Estado visitó Cuenca y algunos periodistas se acercaron para hacerle preguntas que, según testigos y videos, fueron respondidas con agresiones físicas y verbales por parte de los custodios militares y policiales.

Uno se pregunta (lo cual confirma mi tesis de siempre) por qué el resto de las UNP provinciales, los colegios de periodistas y las facultades de comunicación de las universidades no han salido a declarar «personas no gratas» a quienes agredieron físicamente a los periodistas. Y ahí mismo encuentra la respuesta: cuando te casas con el poder sin distancia posible es difícil (o cómodo) permanecer en silencio.

Con respeto, pero con firmeza, Ximena Cordero y Alberto Ordóñez envían una carta a la opinión pública, carta decente, digna, valiente, en la que afirman que «el imprescindible derecho a informar ha sido vulnerado con violencia física y verbal por parte de agentes de seguridad del Gobierno Nacional a periodistas azuayos durante la visita del señor Presidente de la República a Cuenca y Paute el viernes 10 de enero«.

Y luego afirman: «Quienes integramos la Unión Nacional de Periodistas (UNP) núcleo del Azuay rechazamos todo tipo de violencia perpetrada en contra de nuestros compañeros periodistas, que realizaban labores de cobertura a los actos desarrollados durante la visita presidencial».

Finalizan su comunicado luego de exhortar al Presidente de la República a condenar la violencia injustificada contra los reporteros, recordando que su pedido se fundamenta en lo que expresa la legislación ecuatoriana y los tratados internacionales sobre derechos humanos y derechos fundamentales a la libertad de expresión y de información.

Me sumo a la exigencia de los colegas de la Unión Nacional de Periodistas del Azuay para que nadie impida el libre ejercicio profesional de los periodistas, «quienes practican al ineludible derecho a informar a la opinión pública sobre los hechos de interés general».

Así se defiende a los periodistas de los gremios. Con dignidad y valentía. Mi profundo respeto a Ximena y Alberto y mi rechazo al silencio del resto de gremios del periodismo ecuatoriano.

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**Rubén Darío Buitrón es poeta y periodista. Es, además, director-fundador del portal periodístico loscronistas.org

La prensa instala la mentira de ‘celebrar’ la dolarización en el Ecuador

Por Rubén Darío Buitrón**

Así es la «gran prensa» ecuatoriana: salta como canguil cuando se le critica, pero a cada paso se da licencias conceptuales que hacen un enorme daño a la conciencia histórica de los ecuatorianos.

Hoy esos medios saltarán por mi crítica a un tema que planteo desde el rigor del lenguaje hasta la perversidad o la ignorancia (que, al final, tienen el mismo impacto negativo en los ciudadanos que leen, escuchan o miran aquellos «grandes medios»).

Hace veinte años el Ecuador quebró. Y la malediscencia de la prensa es tan torcida que intenta instalar el discurso de la celebración y omitir el de la conmemoración.

Celebrar es recordar o alegrarse de un evento importante, relevante o trascendente que hace bien o ha hecho bien a la mayoría del país.

Conmemorar, en cambio, es rememorar un hecho que estremeció y golpeó a grandes sectores de la población por la conmoción que causó (está demasiado claro de dónde viene la palabra conmemorar: de conmover.

En año electoral, como es este 2020, la «gran prensa» (que conste que la llamo así no como una expresión positiva, sino por la permanencia y el impacto de su perversa línea editorial que simula ser libre y crítica cuando, en realidad, es malintencionada y lleva el agua a su molino).

Tanto es así que el gran beneficiado de todo lo que está pasando con los medios y la «celebración de la estabilidad financiera» resulta (y esto tampoco es inocente) uno de sus mentores, el eterno perdedor electoral Guillermo Lasso, a quien le favorece que en el imaginario social quede como un benefactor y no como un malhechor.

¿Por qué le favorece? Porque Lasso se benefició y benefició al banco Guayaquil con la peor crisis económica que ha sufrido el país desde su fundación, en 1830. No es desconocido para nadie que dicho banco dio un salto acrobático desde el antes de la dolarización hasta el después de la dolarización.

Todas estas circunstancias van configurando una nueva imagen de quien, según los indicios (comprar a esa «gran prensa» con pauta publicitaria a cambio de líneas editoriales que lo favorezcan, lo promuevan y, ahora sí, le permitan asaltar el poder político).

Otro de los componentes torcidos de esta argumentación falaz es que los sectores de la costa fueron los grandes bienhechores del país cuando presionaron y pusieron contra las cuerdas al presidente de entonces, Jamil Mahuad (prófugo de la justicia que por estos días es una estrella mediática).

Nada más falso que lo de los «grandes bienhechores». Si la presión para dolarizar fue mucho más evidente desde los medios guayaquileños fue porque los grandes culpables de la quiebra financiera fueron los bancos de esa ciudad, entre ellos el Progreso, Filanbanco, Continental y otros.

Hay que recordar que el Banco del Progreso, del entonces boyante empresario Fernando Aspiazu (presidente del Emelec, dueño de medios de comunicación y benefactor de actores culturales) también se involucró en un escándalo político cuando se descubrió que entregó tres millones de dólares para la campaña electoral de Mahuad (tema que no ha tocado ni preguntado ningún medio que en estos días ha entrevistado al defenestrado expresidente vía Skype).

Y que los hermanos William y Roberto Isaías, dueños del Filanbanco, gozan de inmunidad e impunidad desde su zona de confort en Miami, de donde ningún gobierno ni juez ni fiscal ha sido capaz de extraditarles porque, sin duda, Estados Unidos protege a los hermanos.

Así que hay que conmemorar la dolarización, no celebrarla. Esos señorones de los bancos, en especial de los guayaquileños, estafaron a millones de incautos cuentahabientes, provocaron la quiebra de miles de empresarios y emprendedores y hasta llevaron al suicidio a decenas de ciudadanos que tenían su dinero guardado en los bancos delincuentes.

El lenguaje está para usarlo. No para torcerlo en beneficio de la amnesia colectiva y de un proyecto político que, claramente, esta vez ha decidido asaltar el poder para el gobierno que empezará el 2021.

Así que, el lector no debe dejarse engañar. La dolarización fue la cereza del pastal de la tragedia nacional y, por tanto, hay que conmemorarla. Basta de subterfugios y eufemismos.

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**Rubén Darío Buitrón, poeta y periodista, es director-fundador del portal loscronistas.org