El pasado 10 de marzo, se estrenó en los Cines Girona de Barcelona, el último y esperado documental de la realizadora Marta Romero Coll. Gira es el resultado del exhaustivo seguimiento de la cámara de la directora por Chile, acompañando a los seis bailarines en la gira del espectáculo Criogenia, del coreógrafo chileno, afincado en Barcelona, Mauro Barahona.
El estreno fue presentado por la propia realizadora, quién incidió que lo estábamos a punto de ver era simplemente el resultado de un trabajo de ella con su cámara. Y Barahona comentó que lo importante no era el resultado sino el proceso, la experiencia vivida. Esto último es la expresión predominante en la hipermodernidad, no importa la obra final, sino la experiencia que pueda provocar, la emotividad del dinamismo, del movimiento, el arte por el arte. Así lo podemos comprobar con los infinitos work in progress, obras inacabadas, revivals, eternos remakes, etc. Y así se apagaron las luces, veamos si Gira es eso o algo más.
El documental empieza con una metáfora, un simple fregadero lleno de agua, unos brazos que buscan vaciarlo y/o desatascarlo y una conversación en off que nos relata la fascinación que siempre despierta la idea de que la vida en otros lugares gira en sentido contrario. El espectador espera con la misma curiosidad y deseo que los personajes poder ver como el agua en Chile gira en sentido de las agujas del reloj. Pero Gira no mostrará nunca lo evidente, así que la directora nos negará la imagen del agua deslizándose por el lado opuesto a nuestra cotidianidad, y solo nos quedará confiar plenamente en ella y en su sorprendente propuesta.
Porque sorprendente y desconcertante es su siguiente plano, un plano que bien nos podría remitir a la película de Babel del mexicano Iñarritu pero sin su carga de incidir en lo multicultural. Marta no fuerza los planos en sentido ideológico, sus imágenes simplemente expresan una extraña naturalidad. De esta forma vemos un coche bajar por una carretera en un lugar desértico, un páramo fascinante. Y aquí empiezan las preguntas del espectador, ¿a dónde nos quiere llevar la directora?, ¿dónde estamos?, ¿qué quiere de nosotros?, ¿qué nos quiere contar?, ¿de qué va realmente Gira?
Gira es muchas cosas, contiene imágenes tremendamente bellas de los paisajes más indómitos del apreciado y maravilloso Chile. Imágenes aéreas que bien podrían ser propias de un documental de gran producción, pero no es un documental de naturaleza. Contiene imágenes de la cotidianidad del interior del país, de sus gentes, sus costumbres y su gastronomía, pero está lejos de los documentales promocionales, folclóricos o incluso de las imágenes que utilizan la etnografía y la antropología visual. Podría ser un documental del viaje iniciático de sus protagonistas (los bailarines), un viaje catártico y transformador, (conocer un nuevo, lejano y exótico país) lleno de dificultades (adaptación al medio, largos viajes, transformación…) en el que se consigue el éxito deseado al final (interacción con otros artistas, representación exitosa del espectáculo), que tantas y tantas veces hemos visto pero tampoco es ni mucho menos eso. Por supuesto no es un documental divulgativo sobre un tipo de cultura o la cultura en si, o sobre la danza. Ni es una promoción del espectáculo Criogenia. Gira no es nada de eso y todo a la vez. Porque muy pocas personas tienen la capacidad de atraparte en una historia sin guión previo establecido, como lo hace Marta Romero, donde no tienes más remedio que esperar clavado en la butaca que es lo siguiente que te sorprenderá. Las imágenes de Marta tienen el mismo efecto que las páginas de esos maravillosos libros que no puedes dejar de leer, vas acabando una página y ya quieres saber que ocurre en lo siguiente. El trabajo en Gira ha sido y es inmenso y sublime. Acumular horas y horas y horas de grabación para luego conseguir un resultado final, coherente, seductor, que vaya más allá de la mera sucesión de imágenes o que supere el guión convencional es algo dificilísimo y más aún con los recursos con los que contaba la producción. Pero el espectador agradece el esfuerzo de la directora, porque el placer del texto, en este sentido el placer de las imágenes ese enorme.
El momento captado en una lonja de un lugar recóndito, dónde uno de los pescadores locales no deja de bailar es entrañable, muestra con toda su fuerza la resistencia del trabajador ante la vida. Aquí de nuevo se podría hacer una lectura política de la escena pero lo que hace Marta es captar la esencia de las cosas, acercarse lo máximo a lo real, ni más ni menos. O el rostro de unas bailarinas al acabar una de las actuaciones, el rostro del esfuerzo, de las dudas, del vacío que puede llegar a sentir el artista al expresarse como tal, su fragilidad y desnudez. Aunque todo esto, tan solo es sugerido, ya que Marta no nos lo pone fácil y la representación de Criogenia hay que imaginarla, porque jamás la veremos, cosa que precisamente creo que va a favor del deseo que mostraron todos los presentes al comentar que se habían quedado con ganas de ver el espectáculo. La narrativa de Marta, su relato audiovisual del acontecimiento te pone en la tesitura de preguntarte que es mejor, la realidad o la ficción. Y eso te lleva a pensar que la realidad tiene que ser igual de buena que la ficción propuesta. De ahí la demanda y la necesidad del espectador de querer ver el espectáculo. El trabajo de la directora genera una insaciable curiosidad y deseo de saber más.
Y es que Marta trabaja a la perfección la narratividad con las imágenes. Es fantástico el montaje de los movimientos de los bailarines a partir de diferentes espacios. Nos muestra los movimientos de los protagonistas en un espacio y luego corta y nos lleva a los mismos movimientos en un ensayo anterior o posterior (quien lo puede saber), dándole continuidad. Eso es sencillamente una genialidad, cambio de espacio y de tiempo con continuidad!!!. El espectador no puede saber que espacio o que tiempo precede al anterior, ni siquiera nos podemos percatar de cuantos espacios o tiempo diferente nos muestra, ya que son múltiples los detalles. Habría que fijarse en el vestuario, en la luz, en el espacio (un teatro, una sala en una escuela, etc) ¡imposible! Marta hace magia delante de nosotros, mejor dicho para ser más riguroso hace CINE en mayúscula.
Y que decir de la música, los trabajos de esta realizadora van estrechamente unidos a una elección exquisita de gusto musical, siempre eso si, al servicio de las imágenes.
Aunque es cierto que el relato empieza con mucha fuerza y que sube sin parar, sube y sube, y llega un momento en el que no tiene más remedio que estabilizarse, parar. Es verdad que llega un momento en que del ritmo vertiginoso e intenso aparece cierto aplanamiento del relato pero es que es imposible mantener el ritmo del relato en todo momento, porque el exceso de ritmo seria más contraproducente que el parar para respirar. De todos modos la reacción es rápida y la narración no permite largos respiros. Tal vez si hubiera algo que matizar, sugerir o algo parecido, es que la directora debería arriesgarse absolutamente con su radical propuesta, porque su fuerza radica en su capacidad de explicar las cosas desde otro lugar, hacerte mirar allí donde nunca imaginaste y hacerlo de forma elegante y entretenida. A eso se le llama estilo y la directora no debería tener miedo alguno a ser fiel a su estilo y tirarse al vacío si es necesario, porque los espectadores cómplices de su mirada la acompañarían sin dudar. Sé que muchos pueden pensar que exagero pero siempre digo lo mismo. Solo tienen que ver y seguir los trabajos de Marta Romero. Evidentemente le queda camino que recorrer y Gira es un paso cualitativo donde se muestra mucho más madura que en sus anteriores trabajo. Pero tengo que decir con rotundidad y honestidad, que si bien al final del documental alguien le preguntó a la directora por sus referentes visuales y Marta volvió a contestar que son ella misma y su cámara. A mi me gustaría añadir que si existe una poética de la imagen, si el documental, la no ficción es uno de los formatos más renovador hoy en día. La referente a seguir de aquí a no mucho tiempo será la propia Marta. Sus trabajos sobre la danza no pueden dejar indiferente a nadie.
Dicho todo esto vuelvo al principio para decir que Gira no es un proceso, ni mucho menos. Es mucho más. Es una experiencia estética y visual, es cierto, pero la directora cuida y mucho el resultado, ella sabe per Seguir leyendo