Hermenéutica y mística
“Interpreto a la religión como diálogo con el misterio,
es decir, con Aquello que me llama y enriquece,
llevándome a mi ser más hondo:
la religión brota allí donde el misterio me interpela,
invitándome a responderle.”
Xabier Pikaza, El fenómeno religioso
La obra Los ríos sonorosos de la palabra conjunta once escritos, todos ellos están tejidos por el mismo hilo, éste es la experiencia mística y la manera bella con la que se puede expresar. Es precisamente un hilo muy fino y delicado, difícil de asir, ya que intenta sostener, unir y mostrar un ámbito sumamente complejo por su naturaleza paradójica.
La editora Margarita León subraya puntualmente en su presentación la paradoja de la inefabilidad de la experiencia mística. ¿cómo mostrar y transmitir lo que no se puede decir?, ¿cómo narrar una experiencia personal?, ¿cómo comunicar con palabras lo que se vive en el silencio?, ¿cómo evitar quedarse en la mudez y el solipsismo?
Estas cuestiones se desprenden de los once textos publicados en esta obra, en todos se resalta la paradoja y se plantean otras cuestiones fundamentales que rodean el tema de la mística. Como lo es la siguiente: ¿cuál es el tipo de escrito en el que se puede expresar la experiencia mística?
Hay una coincidencia en pensar que el ensayo argumentativo tiende a ser racional, cerrado y obtuso, en cambio la poesía abre un vasto abanico de sentidos, sentimientos, emociones, saberes intuitivos etc., que permiten o posibilitan poner en palabras a la experiencia. La editora Margarita León hace referencia a este punto en su artículo Mística y lenguaje poético, pues aclara que la poesía, concretamente la poesía mística, es el tipo de escrito adecuado para comunicar lo indecible; tal vez no se comunique totalmente, sin embargo, hay una aproximación ya que en él se expresan sentimientos y emociones, se usa un discurso figurado, se usan símbolos y figuras retóricas que ayudan a penetrar en la experiencia.
Al respecto, la editora cita a Helena Beristáin, quien afirma:
“El lenguaje poético trasgrede intencional y sistemáticamente la norma gramatical que rige al lenguaje estándar, al lenguaje referencial común, del cual se aparta, se desvía; pero, además, el lenguaje poético transgrede, también intencional y sistemáticamente, la norma retórica vigente en la institución literaria de su época, porque se aparta de las convenciones poéticas establecidas, procura rebasarlas poniendo en juego la creatividad, la individualidad del poeta.” (Análisis e interpretación, 30)
La poesía mística, en este sentido, requiere entonces de la hermenéutica, para descifrar y penetrar en el sentido oculto de los símbolos, ya que éstos son polisémicos, para develar la verdad del hecho místico y comprender la experiencia. En realidad es posible conocer de alguna manera estas verdades no por las palabras en sí mismas, si no por la riqueza significativa que contienen los símbolos religiosos plasmados en la poesía mística. Las palabras en sí mismas provienen del razonamiento dialógico, los símbolos se expresan por medio de palabras y éstas tienen una profundidad de significado simbólico, y es por este medio que se puede acceder a la verdad.
El amor es uno de los elementos fundamentales de la experiencia mística, el amor y gozo interior llevan al sujeto a compartir, a dar, a intentar narrar la experiencia mística para que los otros se regocijen de la dicha.
El amor es el motor e impulso que lleva a intentar decir lo inefable, es lo que permite romper el silencio del místico. El amor es la fuerza de gravedad, como lo afirma Juan Martín Velasco, dota de sentido al ser humano, le da centro, le da vida, le da dirección, es prácticamente el sello de Dios en el alma, dirá Guillermo de St. Tierry: se imprime tanto más profundamente en la sustancia cuanto más fuertemente le haya atraído hacia sí el peso del amor.
La experiencia mística es el fenómeno en el que se logra sintonizar a nuestro verdadero ser con nuestro fundamento, éste es el amor. Es la unión de lo separado, es la reconciliación de los opuestos, es el reencuentro entre el amigo y el amado en palabras de Raimundo Lulio, es exactamente la realización del amor.
Es el descentramiento del sujeto al centro de gravitación que es el propio amor divino. El amor como motor, como impulso, como motivación envuelta de alegría, gozo, el amor como intensa emoción que inunda el alma y que lleva al sujeto a su verdadera naturaleza. Por lo que la experiencia mística lleva al conocimiento de sí mismo, al reconocimiento de la reconciliación de las emociones y sentimientos contrarios que alguna vez están presentes:
“alegría-padecimiento; exultación y serenidad; entusiasmo que saca de sí y reconciliación interior; sobrecogimiento y fascinación; respeto reverencial y amorosa intimidad; seguridad absoluta y exposición al máximo riesgo; sentimiento de plenitud y radical vaciamiento, sentimiento de indignidad y autoestima agradecida. ¿Cuál puede ser la raíz de esta ambivalencia afectiva? Probablemente constituye la repercusión emotiva de la fundamental armonía de contrastes que comporta para el hombre la presencia del Misterio trascendente-inmanente, superior a lo más alto y más íntimo que la propia intimidad, realidad por excelencia y nada de ser mundano, que por eso constituye para el hombre la posibilidad suprema de realización, sólo alcanzable a través del trascendimiento y la negación de sí mismo. Los sentimientos contrapuestos de la experiencia religiosa reflejarían, pues, el paso por el hombre de una forma de vida a otra, en la que renuncia a la realización de sí mismo desde su yo convertido en centro, para consentir al ser y al amor infinito que le permiten realizarse más allá de sí mismo.”
La alegría, el entusiasmo y el gozo de la experiencia mística permiten el descubrimiento del amor y el desbordamiento en los otros, en el prójimo. Esto es precisamente lo que impulsa al sujeto a expresar, a narrar, a decir lo indecible.
La autora del artículo «Mística y lenguaje poético», Margarita León Vega, introduce inicialmente un verso de San Juan de la Cruz en el que narra la experiencia mística, la autora apela a las emociones y a la sensibilidad para preguntarse por el estremecimiento que produce la lectura del verso ante la trágica belleza que se narra en el mismo.
Este comienzo devela la naturaleza propia de la experiencia mística que se expresa por medio de los sentimientos y las emociones provocadas que desbordan al alma de quien lo experimenta, justamente ésa es la forma de decir lo inefable, ya que la propia experiencia mística va más allá de las palabras, desborda lo racional y se envuelve del ámbito humano en el que siempre está implícito el ámbito de la afectividad; que fue fuertemente despreciado por la racionalidad, el positivismo lógico y la ciencia.
La autora alude de manera muy bella a la experiencia trascendente de unión con lo absoluto como el terreno de transformación y ensanchamiento de la conciencia, del sentimiento oceánico que incluye un dinamismo omniabarcante que se puede catalogar como misterioso precisamente por su carácter oculto y pocas veces develado por su aspecto indecible.
Subraya la inefabilidad como característica de la experiencia mística ante el silencio de la mente explicativa y la viva experiencia de afectividad que inunda al ser. Ella le denomina “superación de la razón conceptual y discursiva”.
Señala además que los místicos en su afán de poner en palabras la experiencia de forma explícita utilizan imágenes como interior-superior, afuera-adentro, etc. Las cuales al conceptualizarse cristalizan una realidad dual, separada saliéndose completamente de la unión mística.
En otras palabras, considero que en el momento mismo de racionalizar lo vivido, la experiencia primigenia se esfuma, en el sentido de que deja de ser una en completa unión para manifestarse dualmente en el mundo de las ideas.
En el texto «Modulaciones simbólicas en la poesía de san Juan de la Cruz» escrito por Ma. Jesús Mancho Duque, la autora explora con lujo de detalle los elementos lingüísticos que están presentes en la poesía del místico mencionado. Hace también referencia a la insuficiencia del lenguaje cuando la riqueza del contenido místico está presente. Ella pone énfasis en el carácter simbólico de los poemas, ya que además de romper las fronteras del lenguaje y decir lo indecible, constituyen una fuente de belleza.
Además afirma que “el símbolo permite llevar al hombre de lo finito conocido a lo infinito desconocido, a lo que por su propia naturaleza es inefable.” Así “los auténticos símbolos místicos sobrepasan las coordenadas de los fenómenos individuales de conciencia.”
Analiza el símbolo de la noche oscura que para San Juan de la Cruz implicaría una validez intemporal, supraespacial y un necesario vaciamiento de la individualidad. Alude también al amor como el impulso y dinamismo que atrae maravillosamente a Dios.
El siguiente texto se titula «Nada se asemeja a su semejanza. Exégesis, mística y aporía en Ibn Arabi», es un texto bellamente escrito y cuyo autor es Óscar Figueroa. Él estudia a un autor medieval de la tradición islámica que se considera un gran místico sufí.
El autor explora el tema central en las obras de Ibn Arabi: la relación de lo uno y lo múltiple, lo inmanente y lo trascendente, lo oculto y lo manifiesto de Dios. Así como el ideal sufí de absorción contemplativa que no sólo consiste en el aniquilamiento de la individualidad en la inefabilidad de Dios.
«Mística y filosofía» es el título del artículo de Mauricio Beuchot, él expone algunos rasgos de la relación entre mística- filosofía y toma como ejemplo al místico medieval San Buenaventura. Quien muestra una sensibilidad hermenéutica muy profunda a la que el autor señala como icónica, ya que San Buenaventura alude a los íconos del misterio que desde su inmanencia es conducido a la trascendencia.
Mencionando el sentido literal, alegórico, moral y anagógico o místico plasmado por San Buenaventura en su Itinerario de la mente a Dios, el autor del artículo analiza desde la hermenéutica los símbolos implícitos en los seis grados de ascenso que propone el místico medieval.
«Las vestiduras del palacio: misticismo, mesianismo y criptojudaísmo» es el título del artículo escrito por Angelina Muñiz-Huberman, quien se sumerge en el análisis de los textos anónimos místicos Heijalot o Palacios del alma, cuya escala de ascenso llevan al individuo al trono divino o mercavá. Los textos pertenecen a la sabiduría rabínica de los siglos III o IV al VII u VIII en Palestina y Babilonia.
Estos textos anónimos abren el rico significado oculto de las letras hebreas al ponerse en movimiento por la musicalidad de las palabras combinándose con los símbolos sagrados de la carroza divina o mércava y el descenso de la shejiná, constituyéndose una fantástica y mágica mística cabalista. Como señala la autora, en este ascenso se da un desprendimiento de velos y una exposición a la claridad, o sea a la verdad, a Dios. Cito :
Ante la gloria del imponente palacio
dijeron: cuando las ruedas de la Majestad
se oscurecen un gran temor nos sobrecoge
y cuando el fulgor de la shejiná aparece
nos embarga enorme gozo
El siguiente artículo lleva por nombre «Dios, diablo o locura. Poética del yo en la autobiografía de una endemoniada», la autora Zenia Yébenes Escardó, reflexiona entorno a un caso de posesión demoniaca de Juana de los Ángeles (1602-1665), comienza su artículo cuestionando la posibilidad de que el diablo transmita palabras divinas, puesto que es un ángel caído. Él desarticula el lenguaje de los hombres generando el no lenguaje de la devastación, el caos y la soledad más extrema. Ante esto es fundamental la presencia de un exorcista que con su fuerza moral y autoridad, restablezca el orden y la unidad de sentido.
En el caso de posesión del que habla la autora se observa que la posesión demoníaca no puede invadir el alma de la persona, ésta le pertenece al creador, por lo que el alma de la posesa permanece intacta pero incomunicada, no puede expresar nada, el diablo le quita el habla, le quita la posibilidad de racionalidad y logos.
En el artículo «Imágenes de la no-dualidad en el canto del niño de las ocho jorobas», la autora Wendy Phillips Rodríguez aborda un texto perteneciente a la escuela Advaita-vedanta, una de las formas más conocidas del pensamiento no-dualista de la India. En él se entabla un diálogo entre maestro y discípulo, quien le hace ver al segundo la realidad última de las cosas, la autora caracteriza a la experiencia en tres momentos: enseñanza, revelación y comprensión. Alude a nuestro estado natural como un estado liberado, sólo basta con adquirir consciencia. Cito algunos versos del texto Advaita-vedanta:
Regocíjate en la alegría de saber que eres dicha suprema,
que este mundo es tan ilusorio como una cuerda que asemeja a una serpiente.
Tú eres como el océano y el mundo como las olas
Que surgen y se disuelven por su propia naturaleza,
No hay pérdida ni ganancia en esto.
«La poesía mística de san Juan de la Cruz desde la recepción de María Zambrano» es el título del artículo cuya autora es Julieta Lizaola, en él ella se cuestiona al inicio ¿cómo expresar lo vivido, lo sentido, en lo más profundo de la interioridad?
Lizaola señala la gran paradoja por la que pasa el místico san Juan de la Cruz: ¿cómo expresar su experiencia de silencio?, ¿cómo encontrar las palabras que puedan dar vida a la renuncia, al desasirse, al desapego, al desamparo? Y ella misma afirma: “Tan solo el amor puede permitir que tenga sentido recorrer el camino.”
Para Zambrano el amor impulsa a san Juan al poema, a decir, en y a través de él, lo indecible mismo. Sólo el poema y su palabra autónoma pueden dar cuenta de la realidad que se encuentra más allá del límite. Y sólo el vaciamiento de la interioridad es la posibilidad de llegar al reconocimiento de uno mismo como unidad. Cito algunos versos de san Juan de la Cruz:
Para venir a gustarlo todo, no quieras gustar algo en nada.
Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada.
Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada.
[…]
Este saber no sabiendo
Es de tan alto poder,
Que los sabios arguyendo
Jamás lo pueden vencer; que no llega su saber
A no entender entendiendo,
Toda ciencia trascendiendo
(San Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo, 162).
El autor David Saldaña Moncada escribió el artículo titulado «La profundidad de la percepción: Vínculos entre la mística y el budismo Zen en Sergio Mondragón», en él se resalta la influencia que tuvieron los temas orientales: cultura Indú, japonesa y del budismo zen, en el escritor mexicano Mondragón. De ellas extrae la experiencia del vacío, sunyata. Cito algunos versos de Mondragón:
El mundo cambia ante los ojos de todos.
En mi conciencia se fija intermitentemente
Lo pasajero de los seres y las cosas:
Si nunca nada es lo mismo,
¿quién está aquí en este instante?
(Mondragón 53)
[…]
La impermanencia que nos corroe.
La procesión de los días.
El vano peso de la creación entera,
¿de dónde brotan,
en qué terminan?
(Mondragón 53)
«Algunas palabras vivas de Marina Arzola: entre el misticismo y la locura» es el título del penúltimo artículo cuya autora es Caridad Elena Álvarez Suárez, ella se aproxima a la poesía de la puertorriqueña Marina Arzola, quien fue discriminada por su vestir estrafalario, su rebeldía y su esquizofrenia, algunos la catalogan en la veta de la locura. Sin embargo tuvo una rica y profunda producción poética mística sui generis.
En palabras de la autora: “En Arzola la lengua deviene delirio; las construcciones lingüísticas, que sabemos que en la poesía deben apartarse de la convención del signo para plurisignificar, parecen alejarse demasiado del lector […] Arzola intenta deformaciones: crucificios, estulticios, túrpido, latura, reforma de derivaciones: nombres como geosofía; verbos como flamor, azucenar, cielar.”
A pesar de sus disgresiones, la poesía mística de Arzola, aunque parece derivada de una fractura de su psique, tiene momentos luminosos cuando su lenguaje remite al sentido trascendente. Cito algunos versos de Arzola:
Eros enciende el mal de los despojos,
El agua corre cercos de amaría.
Canta de amar el multicolor raso,
Pradera plena de saberme huida
Prestando los cercones a montones
La hiel agraz de mi esperanza: ¡ardía!
(Arzola 27)
«Influencia de la teoría sobre cábala en la poesía de Juan Eduardo Cirlot y Angelina Muñiz Huberman» es el último título de esta obra colectiva, la autora es Karen Anahí Briano Veloz, ella analiza la labor de la poesía de una escritora hispanoamericana nacida en Francia y nacionalizada mexicana en 1942 y la obra del escritor del célebre Diccionario de símbolos.
La autora de este artículo retoma a Scholem para ver la influencia del pensamiento místico judío de la cábala en los citados autores. Cirlot leyó a Scholem para la elaboración de su Diccionario, así como a Jung, Ramón Lull, entre otros autores de tendencia simbólica. Angelina Muñiz-Huberman utiliza el fundamento filosófico de la cábala judía como sustrato conceptual de su poesía. Cito algunos versos de Muñiz-Huberman:
Recibieron de lo alto la voz divina,
La chispa que incendia el corazón.
La palabra sólo la tradujeron de boca a oído.
Nada quedó escrito.
Sobre el agua o sobre el río sí.
Con los nueve atributos del Innombrable
Más la esfera sin fin
Dibujaron el árbol de la sabiduría
La escala de la luz
El entorno en exégesis
Fuego negro en fuego blanco:
La página no dice lo que dice
Sino lo que hay más allá de lo que dice
(Muñiz-Huberman, El ojo de la creación, 18).
En fin, recomiendo ampliamente la lectura de este libro colectivo, cada texto articula las palabras que nos permiten decir para comprender lo no decible, cada uno de ellos nos lleva a la experiencia de autoconocimiento y el gozo. Disfruten pues del libro.
Dra. Diana Alcalá Mendizábal
[1] Martín Velasco, La experiencia cristiana de Dios, Madrid, Trotta, p. 55