Una mujer inolvidable: Pina Pellicer

Para mí todo es trascendente. Yo tengo más bien un sentido trágico de la vida aunque me río muchísimo. Pero en general, la vida es más bien un drama que una comedia. La vida es el delito máximo. ¡Pero no vayas a poner todo esto si no me van a contratar como llorona!
—Pina Pellicer, 1963*

El pasado 12 de mayo el servicio postal norteamearicano puso en circulación la estampilla 16ª de su serie Leyendas de Hollywood para rendir homenaje a Katharine Hepburn:

Al verla pienso más bien en otra mujer, la inolvidable Pina Pellicer (1934-1964). Con ella en mente me pregunto qué estará haciendo falta para que una figura así emerga de entre los recuerdos y tenga hoy día el merecido lugar de entre vivos y muertos, es decir, un cabal reconocimiento.

Si alguien piensa que «pues más películas» o «ni que fuera una Miroslava», con ello dará cuenta de la gran ignorancia sobre lo demostrado por Pina en su quehacer artístico (el cual, por cierto, incluyó teatro de gran calibre). Su trabajo —que no carrera— fue sencillamente la vida misma; entrega total expresada en irrepetible calidad.

Por donde se le mire o escuche, Pina Pellicer resulta entrañable. Basta un gesto o una palabra para que toda ella nos atrape. Aquí algunas pruebas: su debut cinematográfico i) One Eyed Jacks (M. Brando, 1958-1961); la imprescindible ii) Macario (R. Gavaldón, 1959); y, mi favorita, iii) Días de Otoño (R. Gavaldón, 1962). De textos, afortunadamente su hermana Ana y el escritor Reynol Pérez Vázquez escribieron (y editaron) Pina Pellicer: Luz de tristeza (UNAM, Cineteca Nacional, UANL, 2006), un volumen de 386 páginas con miradas varias alrededor de Pina, y las de ella también, pues se incluyen, amén de bellísimas fotografías, algunos de sus relatos, poemas, reflexiones y confesiones.

Marías —amén de imitadoras— podrán ir y venir; carisma, talento y fama seguirán siendo moneda cada vez más corriente e indiscriminadamente intercambiable, pero el arte de Pina Pellicer es y está incólume y eterno… inolvidable. Su rostro también:

© Kati Horna 1961

NB. Aquí en una escena irrepetible con las voces de Javier Solís y Marco Antonio Muñiz, y por acá en un episodio de la popular serie The Fugitive: «Smoke Screen» (Guzman, 1963).

*Respuesta a la pregunta de Elena Poniatowska, ¿Por qué te salen tan bien todas las escenas trágicas? ¿Por qué te sale tan bien llorar?, para el periódico Novedades.

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